Poco tiempo despuรฉs de ser nombrada secretaria de Educaciรณn, Josefina Vรกzquez Mota fue invitada a comer a la Universidad Nacional por el rector, Juan Ramรณn de la Fuente. A la hora de los postres, el rector le comentรณ que ella tenรญa, no sรณlo el puesto de Josรฉ Vasconcelos, sino su escritorio, propiedad de la UNAM.
No se sabe quรฉ respondiรณ la agasajada al anfitriรณn, pero sรญ lo que dijo posteriormente en una ceremonia, a la que fue invitada de nuevo por el rector (Reforma, “Disputan escritorio la UNAM y la SEP”, 2 de febrero del 2007):
“Mi amigo el rector De la Fuente, al finalizar una comida que recientemente me convidรณ en esta casa de estudios, de manera siempre elegante, me sugiriรณ que el escritorio y la mesa de trabajo del maestro Vasconcelos –que llevรณ consigo en 1921 a la Secretarรญa de Educaciรณn Pรบblica, una vez concluido su trabajo de rector en esta mรกxima casa de estudios– estรกn inventariados en los activos de la UNAM. Estoy segura de que nuestro rector aceptarรก con gusto y beneplรกcito que ahรญ permanezcan, para no olvidar jamรกs que el espรญritu mismo de la Secretarรญa de Educaciรณn Pรบblica estรก inspirado en el aliento y el propรณsito de esta casa de estudios.”
“En su turno al micrรณfono, De la Fuente contestรณ a Vรกzquez Mota: Por supuesto que los universitarios vemos con la mayor simpatรญa el que la mesa y el escritorio de don Josรฉ Vasconcelos permanezcan en la Secretarรญa de Educaciรณn Pรบblica, para que no se olvide que la Secretarรญa se concibiรณ, se creรณ y se diseรฑรณ desde la Universidad.”
No hay que ser psiquiatras, como el rector, para observar su extraรฑa cortesรญa. No es una simple impertinencia. Tampoco uno de esos bajones (burdos o sutiles) con que los machos de las trasnacionales ponen en su lugar a las ejecutivas que han subido demasiado. Ni despecho de un polรญtico en campaรฑa, que coloca su foto o su nombre en los periรณdicos una o dos veces por semana, sin que le den algo mejor. El exabrupto tiene algo de goya universitaria. Es una afirmaciรณn de superioridad de esa raza por la cual habla la porra, cuando no los porros. Revela una historia olvidada que hay detrรกs de los celos de la UNAM a la SEP, cabeza del sector educativo. No es que el rector se sienta despojado de un escritorio que le pertenece o de una posiciรณn que se merece. Es que, histรณricamente, la Universidad fue despojada de ser la Secretarรญa.
La Independencia de Mรฉxico surgiรณ con un profundo desacuerdo sobre el rรฉgimen que convenรญa al paรญs. El Estado inestable desembocรณ en una guerra civil, casi religiosa, entre catรณlicos liberales y catรณlicos conservadores. Prefirieron matarse que escucharse, y ese temple autoritario prevaleciรณ en los vencedores. Paradรณjicamente (porque eran liberales), hicieron lo mismo que hubieran hecho los conservadores: expulsar del debate a los vencidos, desterrar a muchos lรญderes de opiniรณn, exterminar al Partido Conservador e imponer el liberalismo como pensamiento รบnico. Algo muy poco liberal.
El general Porfirio Dรญaz (liberal) sofocรณ por la fuerza las discusiones remanentes entre liberales y conservadores, bajo un principio conservador: “poca polรญtica y mucha administraciรณn”. Vio con simpatรญa el positivismo, una doctrina que superaba “cientรญficamente” los debates a balazos y proponรญa “orden y progreso”. Encontrรณ en los Cientรญficos, especialmente en Justo Sierra, a los intelectuales orgรกnicos de la superaciรณn. Lo hizo diputado suplente (1880), diputado (1884), magistrado de la Suprema Corte (1894), subsecretario de Justicia e Instrucciรณn Pรบblica (1901) y, finalmente, secretario de Instrucciรณn Pรบblica y Bellas Artes (1905-1911). Con este tรญtulo, fue de hecho el primer secretario de educaciรณn pรบblica.
Justo Sierra veรญa la contradicciรณn de los liberales en el poder: “impulsaron en nombre de la libertad absoluta un movimiento que sรณlo pudieron hacer fecundo (sublimes inconsecuentes) violando una a una todas las manifestaciones de la libertad”. Nosotros, “para paliar procedimientos perfectamente antiliberales”… (carta a Ignacio Manuel Altamirano del 9 de octubre de 1880, Obras completas XIV).
Se trataba, en efecto, de “paliar”, y nada mรกs. La superaciรณn del dogmatismo no consistiรณ en promover la discusiรณn civilizada, para llegar al acuerdo que no se habรญa logrado desde la Independencia, sino en imponer desde el Estado un liberalismo moderado por la ciencia, como “religiรณn de la patria”.
En su Ensayo de un sistema de polรญtica positiva (ediciรณn de Raรบl Cardiel Reyes, pp. 67 y 73), Augusto Comte elogiรณ del cristianismo “la creaciรณn de un poder espiritual” que se “debe conservar como algo precioso”. Claro que “En el sistema que hay que constituir, el poder espiritual estarรก en manos de los sabios”, no del clero. Gabino Barreda se inspirรณ en sus ideas para crear la Escuela Nacional Preparatoria (1868), que inspirรณ la reforma educativa al ex alumno Justo Sierra.
La educaciรณn estuvo sujeta a las autoridades religiosas hasta la Reforma. Durante mรกs de un siglo, liberales, positivistas y “gobiernos emanados de la Revoluciรณn” coincidieron en sacar al clero del poder educativo. Todavรญa en 1992, el artรญculo 3º, fracciรณn IV, de la Constituciรณn decรญa: “las corporaciones religiosas” y “los ministros de los cultos” “no intervendrรกn en forma alguna en planteles en que se imparta educaciรณn primaria, secundaria y normal”. Pero los positivistas no consideraban suficiente la exclusiรณn: habรญa que sustituir la enseรฑanza religiosa con algo equivalente. Comte deseaba una “religiรณn de la humanidad” en el poder, y Justo Sierra un Estado que asumiera funciones pastorales en las aulas. Su proyecto centralista se impuso en el Porfiriato, fue rechazado por la Constituciรณn de 1917 y restaurado por Vasconcelos en 1921. Sigue vigente en los grandes monopolios educativos: la SEP, la UNAM y sus respectivos sindicatos (el SNTE, con mรกs de un millรณn de agremiados, es quizรก el sindicato mรกs grande del planeta: de escala sรณlo comparable con los que hubo en la Uniรณn Soviรฉtica).
El centralismo se apoyรณ en la validez de los estudios, como puede verse en el documento que don Justo enviรณ a don Porfirio el 16 de agosto de 1902 (Obras completas XV, primer anexo): La instrucciรณn primaria en las escuelas particulares puede ser vรกlida, siempre y cuando se sujete a los programas y la inspecciรณn oficiales; pero la enseรฑanza preparatoria, normalista y profesional impartida en escuelas particulares no es vรกlida.
Ramรณn Lรณpez Velarde, en un artรญculo del 6 de octubre de 1909 titulado “Don Injusto”, lo acusa de “tiranรญa escolar”: quiere adueรฑarse “de las conciencias de niรฑos y jรณvenes” (Obras, segunda ediciรณn, pp. 580-581). Sierra hubiese aรฑadido: por su propio bien. Era autoritario, como los aguerridos liberales y conservadores; y, desde luego, como la dictadura de la cual formaba parte: “Consta en nuestras leyes el acuerdo entre el pueblo y el gobierno [sic] para reservar a รฉste cuanto a la primera educaciรณn se refiere. Este acuerdo es indiscutido [sic], y nosotros los mexicanos lo consideramos indiscutible; pertenece al orden polรญtico; consiste en que, penetrados hondamente del deber indeclinable de transformar la poblaciรณn mexicana en un pueblo […] levantando una lengua nacional sobre el polvo de todos los idiomas de cepa indรญgena, creando asรญ el elemento primordial del alma de la naciรณn; esta escuela [la primaria] que prepara sistemรกticamente en el niรฑo al ciudadano, iniciรกndolo en la religiรณn de la patria […] es el Estado mismo en funciรณn del porvenir” (discurso en la inauguraciรณn de la Universidad Nacional, el 22 de septiembre de 1910, Obras completas V 457).
El 7 de julio de 1910, invitรณ a Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, para que apadrinara la inauguraciรณn: “Tratamos de organizar aquรญ un nรบcleo de poder espiritual condicionado por el poder polรญtico con el nombre de Universidad Nacional” (Obras completas XIV 500). Don Miguel, que leyendo Mรฉxico a travรฉs de los siglos (su padre fue panadero en Tepic) habรญa soรฑado en aprender nรกhuatl, no concurriรณ a la coronaciรณn del Porfiriato sobre el polvo del nรกhuatl.
Javier Garciadiego (Rudos contra cientรญficos: La Universidad Nacional durante la Revoluciรณn mexicana) ha seรฑalado que la creaciรณn de la Universidad Nacional fue mรกs bien simbรณlica. Ya existรญan las escuelas que se agruparon bajo ese membrete centralizador. Lo nuevo fue “una pequeรฑa oficina encabezada por un rector”, que “no podรญa gobernar libremente tales escuelas, pues ni รฉl ni ellas eran independientes de la Secretarรญa de Instrucciรณn Pรบblica”. Era “una oficina intermediaria entre el gobierno y las escuelas”.
Es obvio que la “creaciรณn” de la Universidad Nacional formaba parte de los actos alegรณricos de las fiestas del Centenario, que celebraban el progreso de Mรฉxico, bajo la sabia conducciรณn de don Porfirio. El discurso de inauguraciรณn termina exaltรกndolo: “La Universidad Nacional es vuestra obra […] Habรฉis sido el principal obrero de la paz; la habรฉis hecho en el campo, en la ciudad y en las conciencias […] habรฉis incesantemente impulsado y fomentado un vasto sistema de educaciรณn nacional, matriz fecunda de las democracias vivas, y este sistema queda teรณricamente coronado hoy”.
Tambiรฉn es obvio que el saber coronado por “un nรบcleo de poder espiritual” consolidaba la hegemonรญa del secretario de Instrucciรณn Pรบblica. Menos obvio, pero tambiรฉn importante, es que la llamativa ceremonia tenรญa algo de pre-emptive strike en defensa del monopolio.
En el discurso, llama la atenciรณn algo contradictorio. Dedicรณ casi diez minutos (unas 900 palabras, leรญdas oratoriamente) a manifestar su desprecio por algo que, segรบn รฉl, no tenรญa importancia. La Real y Pontificia Universidad de Mรฉxico “no habรญa tenido ni una sola idea propia, ni realizado un solo acto trascendental a la vida del intelecto mexicano […] durante 300 aรฑos”. Fue, simplemente, una “parlante casa de estudios”, en cuyas puertas “hubiera debido inscribirse la exclamaciรณn de Hamlet: Palabras, palabras, palabras”. Ya “en el siglo XVII, galvanizar aquel cadรกver” era imposible. Aquel “organismo se convirtiรณ en un caso de vida vegetativa y despuรฉs en un ejemplar del reino mineral: era la losa de una tumba”.
Tan feroz ignorancia recuerda la desmesura con que, tres aรฑos antes, los cachorros del sistema (luego llamados Ateneรญstas) arremetieron contra la segunda Revista Azul. Era una revista mediocre (hay ediciรณn facsรญmil, escondida como apรฉndice de un libro de Fernando Curiel, Tarda necrofilia). Fue publicada en 1907 por Manuel Caballero, antiguo colaborador de la Revista Azul y amigo de sus directores, Manuel Gutiรฉrrez Nรกjera y Carlos Dรญaz Dufoo, con permiso del segundo (la revista cerrรณ en 1896, al aรฑo siguiente de la muerte de Gutiรฉrrez Nรกjera). Pero fue recibida con un volante brutal contra el “anciano reportero”: “¡Momias a vuestros sepulcros!” Como si fuera poco, 400 estudiantes (acompaรฑados por la Banda de Zapadores) tomaron las calles en una manifestaciรณn de protesta, que terminรณ en la Alameda, donde quemaron material impreso del editor. Aterrorizado, cerrรณ inmediatamente la revista (durรณ mes y medio). Sabรญa cรณmo funcionaba la dictadura y quiรฉn estaba detrรกs del linchamiento: Justo Sierra. ¿Por quรฉ? Porque no hay enemigo pequeรฑo para un monopolio, menos aรบn cuando la despreciable competencia toma una bandera que hay que arrebatarle. El “referido sujeto no sรณlo no es capaz de continuar la obra del ‘Duque Job’ sino ni siquiera de entenderla; protestamos porque esa obra tuvo y sigue teniendo brillantes continuadores”. No hace falta decir quiรฉnes eran.
La Real y Pontificia Universidad de Mรฉxico fue clausurada repetidamente por los liberales: Valentรญn Gรณmez Farรญas en 1833, Ignacio Comonfort en 1857, Benito Juรกrez en 1861 y Maximiliano en 1865 (Carlos Alvear Acevedo, La educaciรณn y la ley: La legislaciรณn en materia educativa en el Mรฉxico independiente; Alfonso de Maria y Campos, Estudio histรณrico-jurรญdico de la Universidad Nacional 1881-1929). Tanto la ley de la primera clausura (anulada por Santa-Anna el aรฑo siguiente) como el decreto de la รบltima (que resultรณ definitiva) no dicen Real y Pontificia, sino Universidad de Mรฉxico, simplemente. El decreto irritรณ a los conservadores que trajeron al emperador. Aรฑos despuรฉs, Justo Sierra tuvo una experiencia recรญproca: la hostilidad liberal aplastรณ sus proyectos de Universidad Nacional en 1881. Sonaba a Universidad de Mรฉxico, sonaba a restaurar algo conservador.
La inauguraciรณn de la Pontificia Universidad Mexicana en 1896 no pudo hacerle gracia. Ni remotamente se trataba de una gran instituciรณn (carecรญa de recursos para serlo: la Iglesia, arruinada por la Reforma, querรญa formar en Mรฉxico profesores de seminario, porque ya no podรญa pagar el gasto de formarlos en Roma; y de Roma vino la clausura en 1931, porque la Pontificia no alcanzรณ un buen nivel). Sus tรญtulos profesionales no podรญan competir en el mercado (no eran vรกlidos), ni lo intentaban (orientados al derecho canรณnico y la teologรญa, no a las profesiones civiles). Pero bastaba el nombre de la Universidad Mexicana y el que fuera Pontificia para que sonara a restauraciรณn de la Universidad de Mรฉxico, con tres siglos y medio de legitimidad histรณrica y sin otra instituciรณn (como su soรฑada Universidad Nacional) que le arrebatara esa bandera. Peor aรบn: doรฑa Carmelita, esposa del presidente Dรญaz, la habรญa legitimado polรญticamente, asistiendo a la inauguraciรณn (Emeterio Valverde y Tรฉllez, Apuntaciones histรณricas sobre la filosofรญa en Mรฉxico, 1896, p. 23; citado por Manuel Olimรณn Nolasco, “La Universidad Pontificia de Mรฉxico y la tradiciรณn universitaria mexicana”, revista de la UPM Efemรฉrides Mexicana 1, 1983, pp. 11-26). No hay enemigo pequeรฑo. Si la Universidad Mexicana prosperaba, bien podรญa extenderse a la enseรฑanza civil; crear, por ejemplo, una Escuela Libre de Derecho, como la fundada en 1912, frente al monopolio de la Universidad Nacional.
El pre-emptive strike, no sรณlo explica la contradicciรณn interna del discurso de Sierra (una larga perorata contra la nada), sino tambiรฉn la contradicciรณn de nombrar como primer rector a un connotado catรณlico, colaborador de Maximiliano: Joaquรญn Eguรญa Lis, al que unos meses despuรฉs envรญa afectuosamente “un cuadrito que representa el prado de la antigua Universidad de Mรฉxico” (Obras completas XIV 563). Claro que don Joaquรญn, a sus 77 aรฑos, no parecรญa un peligro; y, menos aรบn, metiรฉndole la cuรฑa de Antonio Caso (27) como secretario y Pedro Henrรญquez Ureรฑa (26) como oficial mayor, fundadores de la Sociedad de Conferencias, convertida unos aรฑos despuรฉs en Ateneo de la Juventud (tambiรฉn para las fiestas del Centenario).
La Constituciรณn del 5 de febrero de 1917 destruyรณ el centralismo de la educaciรณn en Mรฉxico. En el artรญculo 73, fracciรณn XXVII, sacรณ al ejecutivo federal de la educaciรณn. El congreso y los gobiernos locales pueden autorizar centros educativos y culturales sostenidos “por la iniciativa de los particulares” cuyos tรญtulos “surtirรกn efectos en toda la repรบblica”. En congruencia con esto, el artรญculo transitorio 14 suprimiรณ la Secretarรญa de Instrucciรณn Pรบblica y Bellas Artes. Esto dejรณ al garete sus dependencias, personal, edificios, muebles y archivos. Para remediarlo, el decreto del 14 de abril de 1917 (sobre la estructura del gabinete presidencial) estableciรณ, al lado del Departamento de Salubridad Pรบblica (hoy Secretarรญa de Salud), un “Departamento Universitario y de Bellas Artes” que “se denominarรก Universidad Nacional y estarรก bajo el rector de la instituciรณn”. “El encargado del despacho de [la secretarรญa de] Instrucciรณn Pรบblica mandarรก entregar al rector de la Universidad Nacional el archivo, edificio y muebles que han correspondido a esa secretarรญa y que pasan a depender de la Universidad Nacional.”
Al desaparecer la Secretarรญa de Instrucciรณn Pรบblica y transferir sus dependencias (las primarias a los ayuntamientos, la Preparatoria al Distrito Federal, las escuelas prรกcticas agrรญcolas a la Secretarรญa de Fomento, etcรฉtera), la Universidad Nacional (como Departamento Universitario) subiรณ de hecho al rango secretarial: dependรญa del presidente de la repรบblica, no de un secretario de Estado. Esta situaciรณn durรณ mรกs de tres aรฑos. Haberla perdido, quedar de nuevo sectorizada (hoy bajo la SEP), despuรฉs de haber llegado a ser prรกcticamente una secretarรญa, parece haber dejado una herida que todavรญa no cicatriza. Asรญ se explica la reclamaciรณn del escritorio.
Todas las burocracias aspiran a la autonomรญa. Pรฉmex quisiera manejarse como una trasnacional autรณnoma; pero, mientras tanto, grilla al secretario de Energรญa (cabeza del sector) y organiza campaรฑas de prensa para sacudirse el control financiero de la Secretarรญa de Hacienda. Asรญ tambiรฉn el subsecretario de Instrucciรณn Pรบblica Justo Sierra grillaba al secretario para sacar asuntos directamente con Porfirio Dรญaz, como puede verse en las cartas que le dirigรญa (Obras completas XV). Finalmente, lo convenciรณ de liberarlo de su jefe inmediato: transformar la subsecretarรญa en secretarรญa.
La Secretarรญa de Instrucciรณn Pรบblica no fue creada desde la Universidad, sino al revรฉs. Desde la secretarรญa, Sierra aprovechรณ el Centenario para venderle a Dรญaz la creaciรณn de la Universidad como celebraciรณn de su gloria. Tampoco la Secretarรญa de Educaciรณn Pรบblica “se concibiรณ, se creรณ y se diseรฑรณ desde la Universidad”. En El desastre (“La ley de educaciรณn”), cuenta Vasconcelos: “Nunca he tenido fe en la acciรณn de asambleas y cuerpos colegiados […] convoquรฉ al Consejo [Universitario] y lo puse a discutir […] Pero yo ya tenรญa mi ley en la imaginaciรณn. La tenรญa en la cabeza desde mi destierro de Los รngeles, antes de que soรฑara volver a ser ministro de educaciรณn, y mientras leรญa lo que en Rusia estaba haciendo Lunacharsky […] Lo redactรฉ en unas horas”.
Josรฉ Vasconcelos fue secretario de Instrucciรณn Pรบblica en el gabinete del presidente Eulalio Gutiรฉrrez (de la Convenciรณn Revolucionaria) del 4 de diciembre de 1914 al 16 de enero de 1915. Despuรฉs de 1917 (cuando la secretarรญa se redujo de hecho a la educaciรณn superior) fue jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes en el gabinete del presidente Adolfo de la Huerta del 9 de junio al 30 de noviembre de 1920. En este perรญodo, no esperรณ a que se aprobara la ley para empezar a crear o recuperar escuelas primarias (segรบn lo cuenta en el mismo capรญtulo), con el apoyo del presidente De la Huerta, que dejรณ a “nuestra Universidad con un presupuesto de cerca de dieciocho millones y con facultades y acciรณn como de ministerio”. Conservรณ esta situaciรณn bajo el presidente รlvaro Obregรณn hasta el 12 de octubre de 1921, cuando cambiรณ su nombramiento a secretario de Educaciรณn Pรบblica. Renunciรณ el 30 de junio de 1924.
En cuanto al escritorio, la grotesca reclamaciรณn tuvo el final feliz publicado en la prensa, que parece un convenio verbal de comodato (no menos grotesco) ante los reporteros. Pudiera formalizarse como un cese de hostilidades entre grandes potencias educativas, para dar por terminada la Guerra del Escritorio. Entre los monopolios, como entre los pueblos, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Pero documentar la propiedad de la UNAM (que es el origen del conflicto) no serรก fรกcil. Serรญa bueno saber desde cuรกndo se abriรณ el registro en el inventario, por รณrdenes de quiรฉn y con quรฉ documentaciรณn. Vasconcelos cuenta que los muebles no los compraba, los mandaba a hacer en los talleres de la dependencia. Ademรกs, no “llevรณ consigo” el escritorio de un edificio a otro, al ser nombrado secretario: se quedรณ donde estaba. El cambio fue legal, y la disputa (que pudiera extenderse al edificio, los murales y todo el mobiliario, no sรณlo ese escritorio) consistirรญa en definir si la SEP o la UNAM son lo que fue el Departamento Universitario y de Bellas Artes, y por lo tanto dueรฑos de sus bienes (si no hubo disposiciรณn legal explรญcita); o en quรฉ parte, y a partir de quรฉ momento. Serรญa una disputa ontolรณgica.
Conservar celosamente entre las cuentas de la UNAM (en vez de dar de baja) un escritorio de propiedad dudosa, de hace mรกs de ochenta aรฑos, parece fetichismo. La clave estรก en la frase del rector: “para que no se olvide”… Lo inventariado (para que no se olvide) es una cuenta por cobrar, un agravio ontolรณgico guardado contra la SEP, con la tristeza de haber sido y el dolor de ya no ser. ~
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.