Buena Vista Social Club Producido por Ry Cooder Afro-Cuban All Stars: A toda Cuba le gusta Producido por Nick Gold y Juan de Marcos Gonzรกlez Presentando a Rubรฉn Gonzรกlez Producido por Nick Gold
Durante dos semanas en marzo de 1996, en un viejo estudio de grabaciones en el centro de La Habana, un grupo de mรบsicos cubanos –casi todos de edad avanzada– se reuniรณ para llevar a cabo una serie de sesiones de grabaciรณn bajo el auspicio de Ry Cooder, el guitarrista, compositor y productor norteamericano. En el transcurso de esas pocas sesiones –algunas producidas directamente por Cooder, otras producidas y con los arreglos del mรบsico cubano Juan de Marcos Gonzรกlez–, los artistas grabaron material suficiente para tres discos compactos: Presentando a Rubรฉn Gonzรกlez, Afro-Cuban All Stars, y el รกlbum a travรฉs del cual las sesiones y los tres discos han llegado a ser conocidos en su conjunto como el Buena Vista Social Club. El Buena Vista Social Club, luego de haber obtenido un disco de platino (un millรณn de copias vendidas alrededor del mundo), es, oficialmente, el รกlbum afrocubano mejor vendido de todos los tiempos. Es un รฉxito tanto en Plymouth, Inglaterra, como en Parรญs y Buenos Aires. Un concierto de los solistas de las grabaciones se llevรณ a cabo frente a una multitud enloquecida hace algunos meses en el Carnegie Hall, y “los de Buena Vista” –que incluyen al pianista Rubรฉn Gonzรกlez, de 78 aรฑos, y a los cantantes Compay Segundo e Ibrahim Ferrer, de 91 y 71 aรฑos, respectivamente– son estrellas habituales del circuito internacional de giras. El Buena Vista Social Club bien podrรญa convertirse en el disco de mรบsica popular mรกs perfecto desde el Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Al igual que el รกlbum de los Beatles, logra el objetivo en apariencia imposible de hacer que mรบsica extraรฑa y desconocida, cantada en un idioma extranjero (extranjero, por lo menos, para el pรบblico no latino), se vuelva de inmediato familiar, lรณgica y memorable, tal y como, hace 30 aรฑos, se volvieron las canciones en inglรฉs del Sergeant Pepper’s para las juventudes no angloparlantes alrededor del mundo. Al igual que el Sergeant Pepper’s, el impacto del Buena Vista comienza desde su portada, la cual es fascinante, sorprendente sin llegar a sobresaltar, y, aun asรญ, รบnica. Las fotografรญas de la portada y la contraportada muestran las calles inusualmente solitarias del centro de La Habana; pocas personas que caminan junto a los autos estacionados provenientes de otra รฉpoca, y ahora abandonados en el presente cubano. En la portada, un hombre muy negro, delgado y de edad madura se acerca a la cรกmara sin prestarle ninguna atenciรณn. Posee el atuendo y la actitud del chรฉvere (del cual el personaje Sportin’ Life de Porgy and Bess sea probablemente su equivalente norteamericano mรกs prรณximo). Cabizbajo pero no abatido, camina de forma tal que llama la atenciรณn respetuosa hacia sus zapatos blancos (sin importar que sean tenis de lona y no zapatos de charol), a su boina blanca, a sus caderas estrechas, al cigarro en perfecto equilibrio entre sus labios, y al ritmo sincopado de sus pasos. La fotografรญa, hermosa en sรญ misma, nos permite descifrar otra razรณn –una mรกs importante– para el รฉxito del Buena Vista Social Club. Cuando la contemplamos, experimentamos una nostalgia paralizante por algo que no sabรญamos que nos habรญa estado haciendo falta. Ese algo es Cuba. Parece ser parte del destino de Cuba existir en la imaginaciรณn del mundo; ser, siempre, un sueรฑo y un deseo. La revoluciรณn sustituyรณ con sus propios sueรฑos los sueรฑos de lujuria y resplandor que atrajeron a la isla a multitudes de turistas jadeantes durante las dรฉcadas de los aรฑos cuarenta y cincuenta. Ocurriรณ –y no por coincidencia– que aquel periodo prรณspero de juego y prostituciรณn, de segregaciรณn racial (las playas estaban reservadas “sรณlo para blancos”) y de cruel frivolidad, fue tambiรฉn la รฉpoca de oro de la mรบsica nacional, de la rumba dominada por las percusiones, y del son, aรบn mรกs lรญrico. Esto no significa que la tradiciรณn de mรบsica afrocubana no haya sobrevivido y florecido en la isla; sin embargo, no ha existido en Latinoamรฉrica una congregaciรณn de talento y alto nivel musical mรกs formidable que aquella integrada por los hombres y mujeres que se presentaban en los decadentes (¡y divertidos!) centros nocturnos y estaciones de radio habaneros en los aรฑos inmediatamente previos a la revoluciรณn de Fidel Castro. Celia Cruz era la estrella mรกs resplandeciente de una constelaciรณn que incluรญa a Beny Morรฉ, a Cachao, a Pรฉrez Prado, al Trรญo Matamoros, al septeto de Ignacio Piรฑeiro, a la Orquesta Aragรณn, a Guillermo Portabales y, por supuesto, a la Sonora Matancera (la banda de son proveniente de Matanzas), con su reluciente grupo propio de cantantes. Los artistas que llevaron a la mรบsica afrocubana a su cima de gloria trabajaban constantemente, gracias a la demanda generada por la cultura habanera alrededor de los centros nocturnos. Los escuchas interesados pueden rastrear el desarrollo artรญstico de la mรบsica cubana popular en una reciente compilaciรณn francesa, compuesta por un disco doble (Cuba 1923-1995, Frรฉmaux & Associรฉs).1 En el primero, que incluye grabaciones de los aรฑos veinte y treinta, escuchamos a mรบsicos ya entonces reconocidos en Cuba –Ignacio Piรฑeiro, Arsenio Rodrรญguez– interpretar canciones que despuรฉs adquirirรญan fama mundial.
La mรบsica es deliciosa, pero, en esta primera etapa, sรณlo es tradicional. El segundo disco de la compilaciรณn, que incluye a muchos de estos mismos mรบsicos, cuaja de principio a fin. En los 10 o 20 aรฑos que separan al primer disco del segundo, la tรฉcnica de los mรบsicos cubanos populares, y su visiรณn del mundo y de su propia mรบsica, evolucionรณ de tradicional a cosmopolita. Interpretaron las canciones y asimilaron las lecciones del compositor Ernesto Lecuona –de formaciรณn clรกsica–, que tan cuidadosamente los habรญa escuchado. Viajaron a Nueva York y encontraron la manera de traspasar la barrera del lenguaje. Escucharon jazz y adoptaron sus configuraciones de instrumentos y arreglos.2 Finalmente, en los candentes centros nocturnos de La Habana, al enfrentar a las multitudes de bailarines extรกticos y de mirada chispeante, tuvieron la dicha de ser excelentes animadores. Aprendieron a soรฑar con su pรบblico tanto como nosotros hemos aprendido, desde entonces, a soรฑar –nostรกlgica y nebulosamente– con ellos. En ese sentido, escuchar el Buena Vista Social Club y el Presentando a Rubรฉn Gonzรกlez es un acto de convocatoria casi espectral, mรกs aรบn para las personas que nunca antes se habรญan tomado la molestia de comprar un solo disco de mรบsica afrocubana. Aquรญ tenemos a Ibrahim Ferrer –quien no habรญa participado en una sesiรณn de grabaciรณn durante aรฑos, y que fue traรญdo al estudio de grabaciรณn desde la calle de La Habana en donde estaba pasando el rato–, vertiendo tanta emociรณn sexual y romรกntica en la letra de la clรกsica “Dos Gardenias”, que hacรญa pensar a quien la escuchara en la experiencia de enamorarse en la cubierta de un crucero de lujo. Difรญcilmente puede decirse que exista hoy un cantante de pop vivo que sepa cรณmo evocar ese tipo de respuesta sin convertir el lugar en una tina de almรญbar –y aquellos que alguna vez supieron cรณmo hacerlo, ya lo olvidaron. Sin embargo, en Cuba, los cantantes grandiosos –como los autos grandiosos– han permanecido activos, sin tener conciencia de que, supuestamente, ya estรกn pasados de moda. En el รกlbum que lleva su nombre, el pianista Rubรฉn Gonzรกlez, nacido en 1919, interpreta “Siboney” como si la canciรณn hubiera sido compuesta el aรฑo pasado. Es posible que los escuchas de edad madura se sientan rejuvenecidos; los jรณvenes podrรญan sentirse con mรกs experiencia de la que les corresponde a su edad, esperanzados y desgarrados por la nostalgia. Compay Segundo, ahora pisando su novena dรฉcada, entreteje una melodรญa vocal de base a travรฉs de “Chan Chan”, un รฉxito que escribiรณ recientemente. Aquรญ, como en cualquier otra de las grabaciones, los mรบsicos reunidos sacan adelante el difรญcil acto de sonar al mismo tiempo lascivos, seductores y emotivos sin el menor esfuerzo. Y sonando a lo largo de cada una de las canciones –a veces ferviente, a veces hipnรณtico– estรก el ritmo: complejo, cargado y, para usar un tรฉrmino cubano, sabroso. Una fotografรญa en las pรกginas interiores del cuadernillo de Presentando a Rubรฉn Gonzรกlez muestra al pianista –pulcro, canoso y bien arreglado– en la entrada de su diminuta e improvisada cocina. Por lo que se puede ver, vive en una de las muchas mansiones de principios de siglo que hay en La Habana y que han sido subdivididas varias veces para dar cabida a otro inquilino mรกs. En las notas interiores se nos informa que a partir de que el piano del artista se colapsรณ debido al peso acumulado del tiempo y la polilla, el mรบsico ha vivido en la bรบsqueda de un instrumento, entrando a hurtadillas a sesiones de prรกctica en bares y lobbies de hotel. Como el resto de los mรบsicos que participaron en estas grabaciones, Gonzรกlez no era un solista que grababa discos ni una estrella en los dรญas previos a la Revoluciรณn: al igual que sus compaรฑeros, era, simplemente, el mejor entre los profesionales. Como les sucediรณ a Ibrahim Ferrer y a Compay Segundo, se desvaneciรณ gradualmente del panorama despuรฉs de la Revoluciรณn. Lo mismo ocurriรณ con el estilo interpretativo que los tres hombres encarnaban.
Es un hecho que la Revoluciรณn dio origen a su propia mรบsica, una no afrocubana. Se le llamรณ nueva trova, y era una mezcla sumamente emotiva entre la mรบsica tradicional y algo parecido a lo que en otras partes del mundo se conocรญa como “canciรณn de protesta”, pero que en Cuba, por razones obvias, carecรญa del elemento confrontativo. Por su parte, la mรบsica afrocubana tambiรฉn se desarrollรณ y cambiรณ, incorporando disonancias contemporรกneas, relajando sus vรญnculos con los cantos y ritmos tradicionales que constituyen la espina dorsal de las letras del son y la rumba, e incluso asimilando formas del rap. Se dio tambiรฉn una diรกspora posterior al triunfo del Ejรฉrcito Rebelde de Fidel Castro: el รฉxodo de antirrevolucionarios que dividieron en dos a la comunidad musical y la desmoralizaron. En Estados Unidos, exiliados como Celia Cruz y el bajista Cachao (Israel Lรณpez) encontraron con el tiempo una nueva comunidad entre los mรบsicos puertorriqueรฑos y dominicanos, y recuperaron sus reputaciones. En Cuba, la Revoluciรณn encumbrรณ a un par de grupos que seguรญan la tradiciรณn del son –Enrique Jorrรญn y su orquesta, y la Orquesta Aragรณn– y los enviรณ al extranjero junto con sus grupos de cha cha cha a realizar interminables giras como embajadores de buena voluntad.
Sin embargo, la mayorรญa de los rezagados –ya sea por no compartir la convicciรณn revolucionaria o por el temor a los riesgos fรญsicos implรญcitos en el intento de abandonar la isla–, perdieron gradualmente a su pรบblico. Ademรกs, las fuertes fantasรญas alrededor del sexo, el romance, el temperamento irreflexivo y el glamour que alimentaban a la mรบsica popular cubana de los cuarenta y los cincuenta, ya no eran permitidas ni resultaban creรญbles. El rรฉgimen mรกs o menos embalsamรณ uno de los centros nocturnos prerrevolucionarios mรกs importantes, el Tropicana, preservando todo –desde las rutinas de baile hasta la escenografรญa– en una atmรณsfera ligeramente apolillada; la mayorรญa de los centros nocturnos, sin embargo, decayรณ gradualmente. A lo largo de estos รบltimos cuarenta aรฑos, el Tropicana ha sido el sitio al cual los visitantes cรฉlebres son llevados para ofrecerles un vistazo de La Habana amante de la diversiรณn; sin embargo, este tipo de esfuerzo oficial no lograrรญa garantizar la supervivencia de una cultura musical que, de cualquier manera, hubiera languidecido bajo cualquier otra circunstancia, tal y como les sucediรณ a las grandes bandas de swing en Estados Unidos. Afro-Cuban All Stars, el menos conocido de los tres discos que surgieron de las sesiones de Buena Vista, es particularmente emocionante justo porque demuestra que las formas clรกsicas de mรบsica popular afrocubana –la rumba, el guaguancรณ, el cha cha cha, la guaracha– se pueden revivir con el motor intacto pero con una combustiรณn completamente nueva. Ry Cooder produjo el Buena Vista Social Club, el primero de los tres รกlbumes referidos aquรญ, con el oรญdo de un extranjero, mismo que le permitirรญa llevarlo mรกs allรก de las fronteras musicales. Gran parte de su fuerza radica en su accesibilidad. Las selecciรณn de canciones y los arreglos del Afro-Cuban All Stars son del productor cubano Juan de Marcos Gonzรกlez, reconocido en Cuba como miembro del grupo Sierra Maestra, y quien conoce la mรบsica a la perfecciรณn. Ninguna de las canciones en este disco es conocida fuera de Cuba, pero todas son extraordinarias. El despliegue de control rรญtmico y exuberancia vocal de Pรญo Leyva en “Pรญo Mentiroso”, ya vale por sรญ mismo el precio del disco. Y tambiรฉn los mรบsicos ponen algo de su parte para restablecer un vรญnculo con sus compaรฑeros en el exilio. En “Habana del Este”, alguien susurra el nombre del legendario bajista Cachao, al tiempo que su sobrino, Ca-chaito, toca una delicia tรญpica de Cachao. En “Alto Songo”, el cantante Raรบl Planas hace alarde de su proeza artรญstica al insistir: “y Celia Cruz (que estรก ausente) confirmarรก lo que digo”. Que yo sepa, esta es la primera vez que el nombre de la mejor cantante que ha dado Cuba ha sido mencionado en voz tan alta desde su partida de la isla en 1961. (Sin embargo, el espรญritu conciliatorio no siempre ha prevalecido en ambos lados de la divisiรณn cubana: militantes anticastristas protestaron cuando al cantante de Buena Vista, Compay Segundo, le fue permitido presentarse en Miami hace algunos meses.) En septiembre del aรฑo pasado varios artistas de las sesiones de Buena Vista, encabezados por Juan de Marcos Gonzรกlez, aparecieron por vez primera frente a un pรบblico de la Ciudad de Mรฉxico. La entusiasta respuesta a su presentaciรณn no fue distinta a la de conciertos similares de Buena Vista ofrecidos en otras partes del mundo. El trรกfico se acumulรณ en las cuadras alrededor del teatro, y en esa noche lluviosa los revendedores pudieron cobrar hasta 200% mรกs del precio de los boletos. Despuรฉs del concierto, el pรบblico hablรณ sorprendido del fervor emocional que habรญa sentido y expresado a lo largo de la presentaciรณn. Hubo aplausos y lรกgrimas cuando el pianista Rubรฉn Gonzรกlez –inesperadamente pequeรฑo y frรกgil– fue conducido al piano, y luego un rugido de gozo cuando comenzรณ a tocarlo. Justo entonces, el resto de los mรบsicos se deslizรณ por una ranura y permaneciรณ ahรญ. Hubo baile en los pasillos en respuesta a los suaves movimientos de los artistas sobre el escenario, y tambiรฉn mucho coreo. Ibrahim Ferrer cantรณ, y su voz se hacรญa mรกs cรกlida y rica conforme avanzaba la noche. Tambiรฉn se paseaba un poco en su estilo rรญtmico (no es otro sino Ferrer quien aparece en la fotografรญa de la portada del Buena Vista Social Club), con el fin de que nosotros en el pรบblico pudiรฉramos admirar su saco, muy bien cortado y en el mรกs puro tono escarlata. Me pareciรณ que tenรญa razรณn al suponer que el saco debรญa significar tanto para su pรบblico como evidentemente lo hacรญa para รฉl. La gracia requerida para usarlo, la alegrรญa de un pavo real y la seguridad en sรญ mismo, y el compromiso con la vida como acto de creaciรณn, formaban parte de una mรบsica recuperada, y de un sueรฑo sobre Cuba perdido hace mucho tiempo. Nosotros, en el pรบblico, nos apresuramos a entrar al sueรฑo como si estuviรฉramos volviendo a casa. En los aรฑos dorados de la mรบsica afrocubana, su influencia en la mรบsica estadounidense fue tan grande como la influencia que el jazz tuvo en ella. ¿Quiรฉn sabe quรฉ pasarรก ahora que los discos estรกn disponibles y que la mรบsica ha vuelto? ~ (Traducciรณn Fernanda Solรณrzano) © New York Review of Books