Siete tesis erróneas sobre don Samuel

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TESIS N° 1
"Él y sólo él es responsable de todo, para bien y para mal". Hay que tomarlo al pie de la letra cuando dice: "Yo soy el producto de un proceso, analícenlo en vez de buscar a la persona". O bien: "Yo vine para evangelizar a los indios, pero terminé evangelizado por ellos". Y esto: "No me gustan las entrevistas sobre mi persona porque levantan una mentira, el espejismo de que soy el protagonista principal de esta historia".
En la diócesis, además del obispo, existen varios actores muy importantes, colectivos como individuales: la Compañía de Jesús, la orden de los dominicos, los maristas, los sacerdotes diocesanos, los laicos militantes; en total, más o menos, treinta religiosos, 32 sacerdotes diocesanos, doscientas religiosas, siete mil catequistas. Si don Samuel tiene ideas muy claras sobre la defensa del indígena como "pobre entre los pobres" y sobre la "nueva evangelización", ha permitido muchas líneas de experimentación; la misión jesuita de Bachajín ha seguido un camino muy diferente del tomado por la misión dominica de Ocosingo y los maristas han trazado su propia vía. En total, tenemos a un cuerpo eclesiástico muy activo y muy diferenciado, sin hablar de los laicos, tanto indígenas como no indígenas, quienes, si bien reverencian a su obispo, han demostrado su capacidad de actuar de manera autónoma.
     Sin embargo, no se puede subestimar la influencia del obispo; siempre ha controlado su diócesis y escogido cuidadosamente a sus colaboradores. Muchos han sido seleccionados o preparados o atraídos por él, personalmente o por su renombre. Hubo también una selección negativa, como en 1975, cuando a la hora de la opción diocesana a favor de los pobres, dijo: "No obligo a nadie a quedarse, las puertas están abiertas para los que no están de acuerdo".

Tesis N° 2. "El obispo es el Comandante Sam, o sea el culpable de todo lo que ha pasado en Chiapas en los últimos años". Es cierto que don Samuel y la diócesis han sido acusados constantemente, adentro y afuera de la Iglesia Católica, de estar implicados en el levantamiento del EZLN. Varios miembros del gobierno siguen dando a entender que la guerra no se debe tanto al EZ cuanto al obispo y a sus sacerdotes. El presidente de la República, en su gira a Chiapas, en mayo de 1998, denunció la "pastoral de la división" y la "teología de la violencia".
     Probablemente el presidente aludía a un texto que circuló, sin pie de imprenta, hacia 1997-1998, justificando la lucha armada con citas sacadas de la Biblia. Dicho documento provenía, posiblemente, de San Cristóbal, pero no de la diócesis. Se habla de una ONG pero esta historia está por escribirse. La investigadora María del Carmen Legorreta escribió un libro, de indispensable lectura (Religión, política y guerrilla en las Cañadas de la Selva Lacandona, Cal y Arena, México, 1999), cuyo solo título es una tesis. Enrique Krauze la retomó, en tono menor, al hablar de "Ejército Catequístico de Liberación Nacional" (Letras Libres, enero, 1999, "El profeta de los indios"). En su reciente libro (Chiapas, la guerra en el papel, Cal y Arena), Marco Levario machaca: Es el "obispo guanajuatense quien, insisto, también es responsable de la mística revolucionaria, de la justificación de la violencia que obraría la ilusión de no pocos indígenas" (p. 181) "Luego, como Poncio Pilatos…", etc. (p. 182)".
     El nuncio apostólico, Justo Mullor, ha reiterado que "es falso que […] Samuel Ruiz haya sido el creador de la guerra en Chiapas". Comentó (Universal, 13 de agosto de 1999) que después del levantamiento "el Estado y los zapatistas quisieron que don Samuel fuera intermediador, y le ha pasado lo que pasa a todo intermediador. Se ha puesto en medio, como en sándwich, y le han dado palos por una parte y por otra". Si don Samuel enfrentó la hostilidad activa del nuncio Prigione, gozó de la amistad del anterior nuncio Raimundi y del nuncio actual.
     Independientemente de la efectiva prédica que se dio de la teología de la liberación, especialmente en el sector dominico y en el marista, se debe subrayar que le hemos prestado demasiada atención y otorgado demasiada influencia a la llamada teología de la liberación. Como escribió Yvon Grenier ("Los olvidados: insurgentes e insurgencias", Letras Libres, septiembre, 1999, p. 18), se le ha dado una importancia idealizada y exagerada tanto a la dizque espontánea participación rural en la insurgencia (en Centroamérica), como al supuesto papel de la Iglesia Católica en alentar aquélla.
     Lo que se le puede reprochar al obispo es no haber hecho pública —a posteriori, en el instante hubiera sido contraproducente— su condena del recurso a la lucha armada, años antes del levantamiento de enero de 1994. Su mediación, en 1994, se justifica por su temor razonable a ver devastada la diócesis por una guerra de verdad. Se le puede reprochar, también, no haber publicitado lo que es un secreto a voces, a saber, que la diócesis está más que distanciada de Marcos, desde que aquél prohibió a su gente la participación electoral. Vale la pena notar que tampoco Marcos ha publicado esa distancia, fricción, ruptura de hecho. ¿Por qué? No tengo los elementos suficientes para contestar.

Tesis N° 3. "A consecuencia del descuido de su tarea realmente religiosa a favor de la política, don Samuel ha permitido el crecimiento impresionante del protestantismo en la diócesis". Ese crecimiento es anterior a la llegada de don Samuel, y no está limitado a la diócesis, ni a Chiapas; es un fenómeno nacional, continental y mundial. Además, la disputa sobre las cifras apenas está empezando y promete resultados muy interesantes.
     Es una falacia comúnmente repetida creer que los "protestantes", "evangélicos", "pentecosteses" y los no cristianos, como los testigos de Jehová, mormones, etc., son católicos convertidos.
     En muchos casos, el crecimiento de la ola "protestante" se da en zonas o en segmentos sociales de los cuales la Iglesia Católica se encontraba ausente, por una razón o por otra. De hecho, en la diócesis, la Iglesia estuvo casi ausente entre 1857 y 1950, con la breve excepción de los años 1902-1911. Cuando el predecesor de don Samuel, a fines de los cincuenta, utiliza la figura del catequista indígena y llama a los jesuitas, los protestantes le llevan más de treinta años de ventaja a la Iglesia y cuentan con el apoyo del Estado local y del federal. Así que, en ausencia de cifras fiables, se vale decir que se está dando un crecimiento paralelo de las diversas iglesias cristianas (y no cristianas) a expensas de un tradicionalismo más chamánico que cristiano.
     Don Samuel no sólo no descuidó su misión religiosa, sino que marcó su diócesis en tal forma que cualquier intento, por parte de su sucesor, de poner fin a la autonomía participativa, tanto del clero como de los laicos, provocaría una verdadera sangría. Tal cambio religioso sería mucho más grave que una reorientación de tipo político.

Tesis N° 4. "Don Samuel es un marxista enmascarado". De ninguna manera. Es un católico tradicional y ortodoxo que, desde su primera carta pastoral —la anticomunista que convenció a Fernando Benítez, en 1962, de que don Samuel era un ultraderechista— hasta la última, nunca se ha alejado de la clásica doctrina social de la Iglesia, por más que haya seguido las fluctuaciones lingüísticas que fueron las de la Iglesia (Vaticano II, Medellín, Puebla, Santo Domingo). A él no le "interesa la teología de la liberación, sino la liberación". Si se le reprocha aquello, el reclamo vale para toda la Iglesia, desde Juan XIII y Pablo VI, hasta abajo.
     Lo que se le puede reclamar es haber optado por la corriente mayoritaria de la antropología, la "antropología cultural", a raíz de la Declaración de Barbados. "Quiero decir que una labor antropológica es la primera acción misionera. Conocer a fondo una cultura para descubrir sus valores, y esto por motivos no antropológicos sino teológicos, porque yo tengo que saber qué es lo que Dios ha hecho allí. Él es el primer misionero" (Pasión y resurrección del indio, 1972). Así se llegó al axioma de la pastoral: la dualidad opresión-libertad y la propuesta de un propio ser cultural, culminando con la iglesia autóctona. Uno puede disentir; es mi caso. Pero es un tema para discutir, nada más.
     Por falta de espacio, me limito a decir que la diócesis ha retomado, con ese nuevo ropaje antropológico, el viejo mito (siglo XVI) de la comunidad indígena como comunidad cristiana ideal, siempre y cuando se pueda mantener aislada del mundo malo de los españoles y de los mestizos. Las misiones, las "reducciones", fueron hasta el siglo XVIII la encarnación de dicho proyecto.

Tesis N° 5. "Don Samuel es, como todos los clérigos, de todos los tiempos, un político sediento de poder". Dejemos a un lado la vieja carga anticlerical del argumento. La sociedad que encontró don Samuel, en cierta región chiapaneca, se parecía más a la Borgoña del siglo X estudiada por Georges Duby que a una sociedad democrática posindustrial. En dichas sociedades del Occidente medieval la Iglesia tuvo un papel decisivo en todas las actividades socioeconómicas, educativas, políticas y… militares. Le tocó precisamente, en ese tiempo, inventar e imponer, mediante sanciones espirituales, la paz, la tregua de Dios, las instituciones de paz. ¿Clericalismo? Ciertamente. En ese sentido, la actividad de don Samuel, y de muchos obispos, en México y en otras partes del mundo, es un caso típico de clericalismo. Justificado. ¿Por qué? Porque la Iglesia sustituye a un Estado desertor o ausente, ejerce la función de tribunus plebis, de defensor de los pobres, de procurador de los indios. Uso adrede términos que corresponden a sociedades arcaicas. En los principios de la Conai, don Samuel intentó repetir la hazaña de los obispos de la alta Edad Media que buscaban la "Concordia", la "tregua de Dios".

Tesis N° 6. "Don Samuel ha sido un factor de retroceso para Chiapas, empezando por sus dizque queridos pobres entre los pobres". No, don Samuel ha sido un agente de modernización acelerada adentro del mundo indígena, incluso contra su propia voluntad. Daré la palabra a sus críticos. María del Carmen Legorreta escribe: "Se puede afirmar que después de la colonización de la selva, el factor más decisivo en el desarrollo de los pueblos indígenas y campesinos de las Cañadas, […] fue la influencia ideológico-política de los agentes de pastoral de la diócesis […]. Es cuando su presencia resultó más favorable al desarrollo de las comunidades" (op. cit., pp. 60-61). Y también: "El papel de la diócesis […] representó un aporte fundamental a favor de las tendencias de modernización en el estado de Chiapas, dada su función de contrapeso al discurso racista y a la división estructural de la sociedad chiapaneca sustentada en gran parte en la etnicidad" (Idem, p. 21).
     Eso, la promoción de la mujer y del niño, la toma de conciencia de los actores sociales y la "revolución de las expectativas crecientes", se debe atribuir al obispo y a sus colaboradores. Uno puede disentir, como yo, de la idealización (clásica y periódica en la Iglesia Católica desde la llegada de los franciscanos a México en el siglo xvi) de una "comunidad indígena" soñada, pero eso es otro problema.

Tesis N° 7. "Don Samuel, si no llega a hereje, no es ortodoxo". Falso, tres veces falso. Don Samuel es, para bien y para mal, católico, apostólico y romano, tan romano que Roma, contra el nuncio Prigione, y a través del cardenal Echegaray, en aquel entonces secretario de Estado en el Vaticano, defendió, lanza en ristre, a su obispo.
     Católico significa universal, ergo misionero: la Iglesia debe ir y predicar a todas las naciones. Por eso busca todas las formas de interacción con las sociedades locales, por eso varía en el espacio y en el tiempo. Así ocurre con don Samuel.
     Sin embargo, la "Iglesia Autóctona", interpretada de manera estrecha, corre ciertamente el riesgo de dejar de ser universal, en la medida en que "católico" significa "universal". "Griego con los griegos" ("indio con los indios"), dice don Samuel. A lo cual hay que añadir, "y romano con los romanos, ladino con los ladinos, mestizo con los mestizos", etcétera.
     Apostólico significa fidelidad a los elementos básicos de fe y práctica definidos en tiempo de los apóstoles. Por eso Roma valora la continuidad y le teme a la innovación, en especial a la innovación religiosa. Por eso los discursos de don Samuel sobre la Iglesia Autóctona provocan reacciones encontradas, y la consecuente rectificación del interesado. Pero don Samuel está en la línea recta de esa Iglesia bimilenaria cuando pretende contestar a los desafíos del mundo, de la pluralidad de culturas, de la necesaria transformación de este mundo. La Iglesia Católica nunca intentó, contra lo que muchos creen de buena fe, congelar su enseñanza religiosa en forma de un fundamentalismo testarudo. Su continuismo ha sido siempre evolutivo, perdonando la paradoja. Don Samuel es un obispo muy clásico, muy romano, como lo fueron Helder Camara en Brasil y monseñor Romero en El Salvador, arraigado en la tradición y flexible en la acción. El catolicismo, como comunidad y como institución, aloja personas libres e inventivas capaces de reaccionar de manera complicada a situaciones complicadas.
     Al refutar los siete cargos levantados contra el obispo de San Cristóbal no hago su apología, pretendo hacer posible un balance tranquilamente crítico de su episcopado. -— CIDE, 2 de octubre, 1999

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