Un mapa de metáforas

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Diversos esfuerzos se han atestiguado a lo largo de la historia por aprehender –sí, con h intermedia– el conocimiento humano. De esta inclinación por comprenderlo todo, por abarcarlo, han salido frutos como los tesoros (de las lenguas) o los diccionarios, por mencionar un ejemplo muy básico, cuyo propósito es la recopilación y definición de voces; igualmente han surgido así las enciclopedias, que reúnen el conocimiento de manera temática y especializada, legado indiscutible de los filósofos franceses del siglo XVIII y un recurso obligado en infinidad de tareas infantiles (al menos en la era pre-Google). También se han desprendido otros productos más complejos y sofisticados de esta misma necesidad de compendiar el conocimiento. Recordemos las Polianteas –escritas en latín–o las Misceláneas –en lengua vulgar, tan prolíficas en el Siglo de Oro, y que eran una especie de “diccionarios secretos”[1] al que recurrían los escritores para ayudarse en su escritura pues compendiaban sentencias clásicas, anécdotas históricas y tópicos comunes (de muy diversa índole: mitológicos, literarios, científicos, etc.) que les permitían verse más “eruditos” o más “originales” (era práctica usual omitir la fuente de este conocimiento).   

Dando un brinco temporal sustancioso, quiero traer a colación otro esfuerzo que va en esta línea y que surge, de manera esencial, gracias al apoyo tecnológico. Se trata del Metaphor map of english(Mapa de metáforas del inglés)cuyo objetivo es rastrear y evidenciar las conexiones metafóricas, y las diversas áreas de significado a las que apuntan. Por poner un ejemplo, mediante esta herramienta se puede ver cómo ciertas aves históricamente han sido asociadas con ciertas actitudes: el pavorreal con el orgullo, el gallo con la valentía, el pollo con la cobardía, cubriendo los diferentes nombres que se les ha dado según la época y cómo tocan otros campos (para este mismo caso,  el literario, el de la guerra, el de la interacción social). Y todo ese se puede visualizar de manera atractiva –y hasta interactiva: el usuario puede decidir qué ver, qué conexiones le interesa resaltar– en su sitio, pues cualquiera puede navegar o curiosear por este Mapa y también puede hacer consultas específicas (también se ofrecen guías de uso).

Con un corpus que abarca 1300 años de uso documentado del idioma inglés, el Metaphor map, así de ambicioso como suena, es parte de un proyecto más amplio dedicado al mapeo –valga la redundancia– de las metáforas que se ha nutrido del Tesauro histórico del inglés,[2] con sede en la Universidad de Glasgow y con financiamiento del Consejo de Investigación en las Artes y Humanidades del gobierno británico.

Partiendo de una base de datos o compendio léxico considerablemente amplio que reúne trece siglos de esta lengua, el Mapa viene a poner un ejemplo para las Humanidades a las que tanto se les ha reclamado –con justa razón, creo– no dejarse alcanzar por la tecnología como lo han hecho otras disciplinas. Las aportaciones de un recurso de esta naturaleza, el primero en su especie, son muchas. Por el momento baste señalar dos: la primera vertiente, la más obvia, es la relacionada a nivel léxico, pues al escudriñar el uso del vocabulario propio de una lengua encontramos información del cambio léxico y/o semántico del mismo, es decir, nos permite apreciar su evolución. La segunda contribución es que nos permite ver cómo la lengua es un elemento integral en la formación del conocimiento y cómo el lenguaje resulta fundamental en la forma en que comprendemos, asimilamos, aprehendemos el mundo.

En Metáforas de la vida cotidiana, George Lakoff, uno de los fundadores de la lingüística cognitiva y Mark Johnson, filósofo, sostienen que, aun cuando para muchos es solo un recurso poético “la metáfora  impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario […] es fundamentalmente de naturaleza metafórica. Los conceptos que rigen nuestro pensamiento no son simplemente asunto del intelecto. Rigen también nuestro funcionamiento cotidiano, hasta los detalles más mundanos. Nuestros conceptos estructuran lo que percibimos, cómo nos movemos en el mundo, la manera en la que nos relacionamos con otras personas”. Es por esto que el Metaphor mapresulta, cuando menos, interesante, porque arroja luces sobre la función cognitiva del lenguaje.

¿Cómo se logra esto? ¿En qué consiste este mapeo de metáforas? El equipo detrás del proyecto, conformado mayoritariamente por lingüistas, decidió acertadamente exprimir el Tesauro histórico que, después de casi medio siglo de trabajo, apenas se había completado y constituye la primera fuente en el mundo en brindar una clasificación semántica completa de las palabras que forman el registro escrito de una lengua. Parte del trabajo ya estaba hecho, así que decidieron analizar la información y hacer evidentes las relaciones en los usos del vocabulario. Para lograr esto se apoyaron en las categorías en las que ya se encontraba organizado el Tesauro, y que se dividen en tres niveles: el más general, que organiza la  información en tres grandes apartados: el mundo externo, el mental y el social; luego en 415 áreas semánticas (por ejemplo: luz, miedo, armas y armaduras); estas, a su vez, en 37 áreas de experiencia (materia, emoción, hostilidad armada). Y lo que hicieron fue enfrentar estas categorías entre sí y ver qué sucedía. Según cuentan, “buscaban evidencia léxica de que un área de significado estaba siendo entendida en términos de otra, o lo había sido en el pasado”.

Este intrincado proceso pareciera bastante complejo, y lo es. Descifrar la Torre de Babel. Se trata de una compilación de 793,742 palabras, cuatro millones de acepciones, 225,131 categorías semánticas y más de diez mil conexiones metafóricas identificadas. Esto se traduce en un acervo que nos permite observar constantes en el uso el idioma: ver, por ejemplo, cómo el veneno se asocia con drogas (“no fumes ese veneno”), maldad (“ella es venenosa, es una relación nociva”) y hasta con excitación (“dulce veneno, me intoxico de ti”). También nos permite ver cómo las metáforas surgen cuando colisionan áreas, porque, finalmente, esta es la manera en la que nacen: al unir mentalmente dos conceptos separados; así hablamos de una “economía sana”, un “libro mordaz”, un “amor fugaz” , “argumento letal”, “ponerle pies y cabeza a”. La información está ahí, ahora es cuestión de que quien use el Mapa –sea especializado o no; por placer o por investigación– interprete y concluya.

Probablemente aún no dimensionamos todo el potencial que tiene el Mapa de metáforas del inglés. Esperemos el esfuerzo se replique pronto en otras lenguas. ~



[1]Así las definió Víctor Infantes en “Deofficinas ypolyantheas: los diccionarios secretos del Siglo de Oro”, en Homenaje a Eugenio Asensio,Madrid, Gredos, 1988, p. 245-246.

[2]Este se pude conseguir impreso: Historical Thesaurus of the Oxford English Dictionary, editado por Oxford University Press.

 

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(Monterrey, 1983) es filóloga.


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