Andrea Köhler: Esperar es una lata

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Andrea Köhler

El tiempo regalado: un ensayo sobre la espera

Epílogo de Gregorio Luri

Barcelona, Libros del Asteroide, 2018, 160 pp.

 

Los usos del tiempo en nuestra acelerada época cada vez suscitan mayor atención por parte de filósofos y críticos. Un ejemplo es el del académico alemán Hartmut Rosa, que ha centrado su atención en el tema de la aceleración contemporánea en su ensayo Alienación y aceleración (Katz, 2016). Su trabajo se menciona con frecuencia en la bibliografía sobre este asunto, que crece exponencialmente: en el ámbito hispanoparlante hallamos el excelente Contra el tiempo, finalista del premio Anagrama de ensayo en 2016, cuyo autor es el joven filósofo mexicano Luciano Concheiro. En él analiza la aceleración del tiempo propia de la época actual y propone una filosofía que sirva de resistencia. Por su parte, en El tiempo regalado, el ensayo que nos ocupa, su autora analiza la espera y sus vicisitudes, sumándose así a esta corriente de reflexión sobre el tiempo que se hace eco de los trabajos de Hartmut Rosa al respecto.

En este texto ensayístico con no pocas dosis de lirismo, la periodista y crítica alemana Andrea Köhler, corresponsal en Nueva York del diario suizo Neue Zürcher Zeitung, opta por recorrer la literatura y el pensamiento europeos de la modernidad tomando la espera como hilo conductor. “Esperar es una lata” es la frase certera con la que se abre este ensayo, a lo largo del cual la autora pretende “recordar que no es fácil deshacerse de la ambigüedad propia de nuestra existencia en su característico pulso entre presencia y ausencia”. Y emprende esta misión ayudada por autores como Handke, Flaubert, Cioran, Heine, Musil, Marquard, Proust, Sloterdijk y muchos otros, principalmente de tradición europea. Con la atención y el interés puestos en la espera, Köhler nos permite regresar desde este enfoque a obras clásicas como la Biblia, Las mil y una noches o Esperando a Godot, de las que extrae detalles en los que antes no habíamos reparado.

Estas ciento sesenta páginas intensas, que incluyen un epílogo del filósofo Gregorio Luri, encadenan una serie de microensayos en los que la espera se pone en diálogo con acontecimientos y etapas vitales como la infancia, las visitas al médico, nuestra relación con la correspondencia amorosa –tanto en tiempos de misivas en papel como en la era del correo electrónico–, los inquietantes vínculos entre el poder y el acto de esperar, e incluso la relación entre la espera y la agricultura. En todo momento la autora pone en foco los cambios socioculturales –y, a menudo, también económicos– que se han ido produciendo a lo largo de la modernidad en relación con el tema central del ensayo. Un buen ejemplo es el de la obtención de alimentos en la cosecha anual y cómo el siglo XXI ha reducido esa espera sensiblemente, con efectos nada positivos: “Hoy es un anacronismo en muchos ámbitos de la vida esperar a que algo madure, y casi ni nos importa. Y eso que la necesidad de plegarse a ciertas cosas tenía también una vertiente muy confortable. No éramos entonces responsables de la aceleración de las cosas.”

Estos ensayos se alternan con otros breves textos o interludios que se diferencian de los anteriores por el uso de cursivas y por un tono más personal en el que la autora se aleja del “nosotros”, de ese uso social de la primera persona del plural, para pasar a un “yo” que reflexiona sobre la paciencia y la prórroga, aunque no logra que los lectores esperemos esos interludios con demasiado interés, pues el resto del texto es tan brillante que no los necesitamos.

A pesar de estar estructurado en seis bloques diferenciados, el recuerdo que nos deja el libro tras su lectura es más bien el de una serie de destellos lúcidos y expresivos sobre nuestra relación con el tiempo. En los fragmentos dedicados a la espera burocrática –donde, como no podía ser de otro modo, aparece Kafka para saludar–, la autora nos regala brillantes observaciones sobre lugares donde la espera se hace más tediosa; espacios a los que llama “arquitectura para peticionarios de todo color” y destaca de ellos “el mobiliario gastado, la desnuda luz de neón, números que te asignan un lugar exacto en la cola, la acre transpiración del suplicante”. Por momentos, el texto de Köhler, por su carácter de cuaderno de notas en el que figuran escenas y extractos de un diario, nos recuerda a los Fragmentos de un discurso amoroso de Barthes, texto que Köhler menciona al referirse a la espera amorosa.

Se agradece también que las lecturas sugeridas a lo largo del ensayo se alejen en cierta medida del ámbito angloamericano, pues la mayoría de ensayos u obras de no ficción acerca de fenómenos actuales de interés social (nuestra relación con la tecnología, la soledad contemporánea…) presentes hoy en nuestras librerías proceden de escritores estadounidenses que manejan un aparato bibliográfico escrito originalmente en inglés. De repente, la mención a Odo Marquard, Harald Weinrich y otros autores de la esfera germanoparlante proporcionan un soplo de aire fresco a un mercado literario saturado de novedades angloamericanas.

“La vida tocada por la muerte es la conciencia del tiempo”, afirma Gregorio Luri en el epílogo, y este pensamiento está presente a lo largo de todo el ensayo, pues si fuésemos inmortales la espera no nos supondría tantos sinsabores. Existe una “gestión de la espera”, como apunta Luri, que toma muy diversas formas: oración, creación, sexo, arrebato místico… la mayoría de ellas aparecen en este libro. Esperamos siempre con un propósito, pero a ese estado liminal que supone la anticipación de lo que vendrá, ya sea la llegada del amado o un temido diagnóstico médico, no se le habían dedicado apenas páginas. Gracias a este ensayo de Köhler contamos con una herramienta más para pensar sobre ello. ~

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