Jorge Luis Borges imaginรณ que en el sรณtano de una casa de la calle Garay de Buenos Aires habรญa un Aleph. Hoy, eso que Borges imaginรณ es casi un lugar comรบn. Nadie ignora lo que es un Aleph: una pequeรฑa esfera luminosa en la cual puede observarse todo el universo. En ese punto anรณmalo caben lo infinitamente grande y lo mรกs diminuto, lo mรกs antiguo y duradero junto a lo fugazmente presente. La pesantez de la materia y el flujo del tiempo se condensan en esa esfera que incluso contiene aquella de Pascal: la que tiene su centro en todas partes y su circunferencia en ninguna.
Desde la publicaciรณn de El Aleph muchos borgianos devotos han buscado esa esfera misteriosa (y algunos โlocos o benditosโ han creรญdo encontrarla). El que escribe estas lรญneas ha sido tan creyente e ingenuo como esos numerosos devotos. En alguna ocasiรณn โfatiguรฉโ โasรญ decรญa Borgesโ las aceras de la calle Garay buscando una entrada a aquel sรณtano. Yo imaginaba, cรกndidamente, que ese punto infinito podrรญa hallarse en el sitio menos probable: exactamente allรญ donde Borges dice que lo vio.
Fue vano mi intento, como vanos han sido los esfuerzos de otros que lo buscaron en sitios remotos, en experiencias mรญsticas o aun en los estupefacientes. El Aleph, que no estรก cerca ni lejos, tampoco puede estar donde se lo busca; solo puede ofrecรฉrnoslo el azar.
Durante una reciente visita a Buenos Aires recibรญ un inesperado y bienvenido correo electrรณnico invitรกndome a conocer la Biblioteca Municipal Miguel Canรฉ. Esta queda en el popular barrio de Boedo. Una carnicerรญa, que tambiรฉn ofrece cajones de frutas en la vereda, flanquea por la izquierda la bonita fachada vagamente art nouveau de este centro de lectura. Al entrar, el visitante se encuentra con esas enternecedoras pobrezas que coartan las nobles aspiraciones de una biblioteca de barrio. Allรญ estรกn los escasos funcionarios, los estantes sobrecargados de volรบmenes envejecidos, las tres filas de pupitres con lรกmparas de pantalla verde. En la madera de estos pupitres un palimpsesto de jeroglรญficos delata a las generaciones de estudiantes que, aburridos por lecturas seguramente obligatorias, se vengaron acuchillando esas tablas para grabar sus iniciales.
En enero de 1938, a sus 38 aรฑos y siendo ya un autor bien conocido, Jorge Luis Borges ingresรณ al servicio de esta biblioteca vecinal por el รบltimo escalรณn. Fue nombrado โauxiliar 2ยบ hemerotecario, con carรกcter interinoโ. El actual jefe de la Biblioteca Canรฉ me muestra la hoja de vida funcionaria del escritor. Permaneciรณ en ese empleo durante ocho aรฑos, sin ascender demasiado, hasta junio de 1946.
Pese a lo modesto de sus funciones y a lo magro de su salario, Borges โque se figuraba el Paraรญso bajo la especie de una bibliotecaโ puede haber sido feliz en este trabajo. Por ejemplo, seguramente se daba maรฑa para que su instituciรณn comprara muchos tรญtulos que รฉl mismo ansiaba leer. Asรญ lo sugiere el estante con literatura inglesa que hasta hoy confirma sus gustos: Stevenson, Carlyle, Burtonโฆ Incluso la Enciclopedia Britรกnica que acรก reviso es, precisamente, la mรญtica versiรณn de 1911, โthe eleventh editionโ, que รฉl preferรญa a todas las siguientes ediciones.
No cuesta nada imaginar al auxiliar bibliotecario cegatรณn leyendo esos libros, en los tiempos muertos de su trabajo. Luego se dejarรญa llevar por la inspiraciรณn para anotar el germen o acaso el primer boceto de un cuento genial. Una biblioteca de barrio puede ser una imprevista fuente de inspiraciรณn y esta es una forma de la felicidad.
Pero estamos condenados a perder nuestros paraรญsos, incluso los mรกs modestos. Esa hoja de vida funcionaria de Borges โque estoy examinandoโ consigna que en 1945 el escritor fue sometido a proceso por una falta administrativa. Cierta โDivisiรณn de Sumariosโ omitiรณ condenar al autor de El Aleph por esa falta, pero tampoco lo absolviรณ. Obrando de manera kafkiana esos jueces dejaron a Borges โapercibidoโ; es decir, quedaba advertido. Poco despuรฉs, รฉl mismo renunciรณ.
La hoja funcionaria evita escrupulosamente mencionar cuรกl fue la falta administrativa de Jorge Luis Borges. Esta omisiรณn sospechosa nos autoriza a especular. Pudo ocurrir que ese auxiliar bibliotecario cuarentรณn fuera sorprendido cometiendo una falta grave: escribir libros en su horario de trabajo, en vez de limitarse a catalogarlos y prestarlos. Seguramente, esta no era su primera transgresiรณn de ese tipo. Pero sus nuevos jefes โlos peronistas que acababan de llegar al poderโ fueron menos indulgentes que los anteriores con este vicio del funcionario Borges: escribir.
El Aleph se publicรณ en septiembre de 1945. Aquel sumario se habรญa iniciado tres meses antes. Es irรณnicamente posible que Borges fuera sumariado por escribir y corregir incansablemente ese relato.
En El Aleph, Borges imaginรณ que el universo, en toda su gloria y su miseria, podรญa observarse desde un sitio tan humilde como un sรณtano. No es descartable que รฉl haya descubierto su propio Aleph en una biblioteca de barrio. ~
Es escritor. Si te vieras con mis ojos (Alfaguara, 2016), la novela con la que obtuvo el premio Mario Vargas Llosa, es su libro mรกs reciente.