La literatura, los escritores, el arte despliega más de lo que los lectores comunes y letraheridos pueden absorber, lo que deja patente, no la capacidad lectiva de todos ellos, sino el caudal temático que esgrime David Toscana (Monterrey, 1961). Extensiones del yo autoral, sus crónicas no son un “egodocumento”. Este repertorio, armado por el escritor cubano José Miguel Sánchez Gómez, Yoss, sublima datos enlazados con los temas titulares e información provista por el autor para contextualizarlos. Toscana escribe con exuberante confianza en sí mismo, compartida con uno u otro de “los enterradores” o “norteños” con los que se lo agrupó alguna vez. Varios de los primeros se sepultan solos, por preocuparse, como los “genios para gringos”, de los palos que caen al irritar a ciertos lectores cultos. Cosmopolita, evalúa sin atenuantes, sin temer ramificaciones, disponiendo lo celebratorio y deleitable con lo contencioso o erudito, como los maestros que emula, ostentando su propia maestría y honradez, empleando delicadeza con lo que vale, y franqueza con las literaturas y actitudes de “representación positiva”.
Las grandes editoriales anteponen ensayos de autores “canónicos”, por pésimos que sean. Ni el ensayo ni el artículo periodístico son virales, pero sin ellos no se entiende a novelistas como Toscana, que procesan la experiencia con profundidad y discernimiento natural; sin que les incomode sintetizar para un público más amplio (he ahí el título), no importa qué digan los prescriptores vigilantes. En “Adiós a los burros” avisa: “Aunque la industria editorial se resistió al libro electrónico, ahora lo publica, promueve y hace negocio con él. Y desde hace tiempo ponen a cualquier famoso iletrado e improvisado a competir contra los literatos, y el famoso suele ganar.” Así sobreviven los ansiosos de biblioterapia, y pierden los libros polvorientos de “profeteóricos”, como los ha llamado Guillermo Sheridan.
En el apartado VII sustenta: “con frecuencia vamos reuniendo anécdotas banales en torno a pensadores, científicos, artistas y escritores, sin tratar de desentrañar lo que pensaron, descubrieron, crearon o escribieron”. En el I, “El reto y el placer de la lectura”, “Lector arqueólogo” y “Recuerdos de la mala literatura” proveen refutaciones ingeniosas, enlazadas a la parte II, “Escribir y ser escritor”. En estas parcelaciones son superlativas “El peoresventas”, “Slow books”, “Escritor de éxito” o “Bestbuyer”. Como un Kafka sano, símil temerario, Toscana es solo literatura y, como con el checo, esa condición no explica cabalmente su no ficción, o que se caliente por el ruido de los influencers.
Leer globalmente la parte III (“Literatura universal”), la V (“El inmortal ingenioso hidalgo”) y la IV (“Literatura rusa”), habiéndose declarado lector de “Libros gordos” en la I y “lector pasado de moda” en la III, produce elucidaciones mayores. Si esos altares versátiles de múltiples cánones homologan su “conservadurismo”, vale leerlos sin las presuntas alegorías de su El último lector, porque son como mercurio que se escapa para adquirir otra forma. En esas partes los críticos, el chantaje moral y la política sin timón (siempre aludida) no salen incólumes. Su literatura universal (“mundial” hoy) es un censo diverso, con novedosas lecturas de Cervantes, García Márquez, Onetti, varios premios Nobel, fábulas, novelas del Holocausto, Bob Dylan, y literatura “realista”; otro tipo de familia, porque “en Latinoamérica sería difícil escribir alla Coetzee un dramón sobre un profesor universitario que se acuesta con una alumna”.
También rescata valores humanos compartidos entre las fobias mutuas plasmadas en Desde Rusia con amor y Que vienen los rusos, películas ambas de los años sesenta. En la parte IV todo puede ser supuesto, pero no hay nada falso en el poder dialógico de las obras, cultura y autores que discute, como enfatizó Christopher Domínguez Michael en “Toscana, nuestro ruso” al elogiar El peso de vivir en la tierra. Habla de Chéjov, Tolstói, Pushkin y Dostoievski constantemente, porque, como en este último, “el contraste entre la superficialidad de la vida cotidiana y la hondura de la literatura se percibe de manera clara”. No cubre todo el ámbito eslavo, pero tendrá escrita más de una crónica sobre obras y autores que no sobrevivieron las purgas estalinistas, o los de hoy.
Otros encadenamientos invariables de sus cuitas son Cervantes y Don Quijote. Por ende la breve parte V amonesta la impotencia colectiva del pensamiento sobre el novelista español y su obra, con atención a la fama, la censura, versiones “oficiales” y lo afín. Si los cree tesoros perdidos para siempre (como Rulfo, Kafka, Onetti y sus pocos pares), que los analice muestra que no es así; y Don Quijote debe ser intocable: “Mas tal parece que [su advertencia] careció de una maldición persuasiva, pues gente como Arturo Pérez-Reverte y Andrés Trapiello ha convertido la obra cumbre de las letras en un Quijote para mentecatos y un Quijote malprosado, respectivamente”, y “Muchos llevamos una borrachera cervantino-shakespeariana desde el día en que descubrimos a uno y luego al otro”.
Toscana viene de países fríos e “hispanohablantes” a revelar automatismos lingüísticos que son fuentes de corrección política. La parte VI, “Lenguaje y traducción”, despega con “En cosas del lenguaje soy conservador. Prefiero evitar los neologismos y, sobre todo, los anglicismos”; un principio que rige todo el libro, aunque al referirse a “chingaderas” y “gachupinismos” disminuye su empeño. Junto a su predilección por maestros del lenguaje como Rulfo (“el mejor prosista que ha dado el español”), menciona escasos coetáneos meritorios (Sada y algunos compatriotas). Aira hace algo similar, y Bolaño fue arbitrario al respecto, pero alguna atención extraterritorial realzaría diálogos difíciles.
Su crítica de las traducciones del inglés estadounidense o del ruso (en su mayoría españolas) y el profuso mal manejo del lenguaje es hilarante, y las crónicas no compiladas revelarán mayores desenlaces. En la parte VII apunta a problemas coyunturales: “Ninguna corriente feminista o machista o política o religiosa o económica es enemiga mortal del arte verdadero, porque este vive de la crítica positiva y negativa y se fortalece con ambas.” Un dictamen así lo convierte en nuestro Edmund Wilson (“corrector” del ruso de Nabokov), actualizado al concentrarse en el presentismo (ante los clásicos, concuerda con Borges), la mediocridad (editorial y otras), la censura, el puritanismo, los avatares del feminismo y la puerilización actuales.
La octava y última parte, que como las otras recoge textos de la segunda y tercera décadas de este siglo, anticipa que sus ideas, abrasadoras, no se agotarán. Afirma que desde hace treinta años no va al cine (en otro lugar habla de “impensantes cinéfilos”); en “Populacho” coteja sus lecturas con la intriga televisiva contra el pensamiento. No obstante, lee sobre el cine y ve YouTube, sin conceder que hacerlo es otro tipo de obsesión. “Más Nietzsche y menos Hollywood” (2017) es clarividente sobre Trump y la vulgarización “para derrocar la ironía y encumbrar el sarcasmo, enaltecer a gente de cabeza vacía”; mientras en “Telebasura” se muestra categórico: “La novísima generación de escritores viene muy televisada, infantilizada, fantasiosa, superficial, con lenguaje pobre, comercializada.”
Este compendio de abundante imaginación –moderada por la evidencia y la erudición, avivada por la sensibilidad y la picardía, y en sintonía con los posibles cataclismos de las innovaciones tecnológicas– baja a tierra las trapisondas y las creencias mantenidas con operaciones filiales y falacias de identidad. Toscana quiere remover sentimientos, provocar al público pre y pospandemia, y lo logra. Si una sensación apocalíptica caracteriza algunas partes, en un mundo de quejas crónicas, “ablandadores” de verdades e inteligencia artificial, La literatura, los escritores, el arte patentiza que las ideas reales animan e importan. No es un cliché afirmarlo, ni esperar que otros sigan su ejemplo y revisen lo que desentraña mejor que muchos. ~
(Guayaquil, Ecuador) es crítico literario. Su estudio Los peajes de la crítica latinoamericana aparecerá próximamente.