Ilustración: Juana Ríos

“El amor y el romance no se parecen casi en nada”. Entrevista a Daniel Jones

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Daniel Jones es escritor, editor y un experto en cuestiones del corazón. Ha sido el editor por casi dieciséis años –el aniversario se cumple en octubre de 2020– de una de las columnas más conocidas, leídas y celebradas sobre el amor: Modern Love. Es a juicio de muchos, el mío incluido, el compendio más esclarecedor del amor contemporáneo: un atado de ensayos profundamente personales que abordan el amor en sus distintas formas, el Amor (con mayúscula) y el amor más modesto, simple y hasta efímero. Modern Love podría ser un tratado histórico de los cambios sociales que rastrea las maneras de amar en el siglo XXI: relaciones fluidas, a veces tradicionales y en muchas ocasiones disruptivas. Sin embargo, a menudo son iluminadoras: nos ayudan a entender de qué hablamos cuando hablamos de amor.

La columna se publica semanalmente en The New York Times y se ha convertido no solo en una de las banderas globales del diario, sino también en un pódcast y en una serie de televisión en Amazon Prime que se estrenó el año pasado. Anualmente Jones recibe ocho mil propuestas de textos sobre el amor y revisa ciento cincuenta historias en un solo día, “algo que está bien para el trabajo pero extraordinariamente mal para mi salud”. En esta conversación hablamos sobre la columna que se ha convertido en su vida y sobre el modo en que nos relacionamos.

 

¿Cuál es la historia de origen de Modern Love?

Modern Love comenzó porque mi esposa y yo estábamos teniendo problemas en nuestro matrimonio. Su nombre es Cathi Hanauer y es escritora y editora. Cuando se enfrenta a algún problema, a menudo lo que hace es hablar con sus amigas y amigos al respecto, contrario a los hombres, quienes con frecuencia nos guardamos todo.

Le frustraba que tantas mujeres trabajadoras estuvieran teniendo problemas para encontrar un equilibrio entre sus carreras profesionales, la maternidad y la vida en pareja, así que habló con muchas de sus amigas escritoras y terminó por editar The bitch in the house: 26 women tell the truth about sex, solitude, work, motherhood, and marriage, un libro de ensayos sobre el balance laboral y personal. Le fue tan bien que se convirtió en best seller y muy pronto los lectores comenzaron a pedir saber qué era lo que pensaban los hombres al respecto. Así que yo, como su esposo –y porque también soy escritor y editor–, fui el encargado de comisionar a otros hombres para que me contaran su lado de la historia y así se publicó la respuesta: The bastard on the couch: 27 men try really hard to explain their feelings about love, loss, fatherhood, and freedom. Esos dos libros en conjunto, editados y escritos por una pareja, recibieron una gran cantidad de atención y lectores, entre ellos el editor de la sección de Estilo de The New York Times, quien en ese entonces, en 2004, era Trip Gabriel.

El Times hizo una nota sobre los libros y sobre nuestro matrimonio, y poco tiempo después nos propuso hacer una columna. Gabriel ya tenía la intención de crear una columna sobre relaciones amorosas –le parecía que faltaba el tema en las páginas del periódico–, así que nos llamó y nos preguntó si nos interesaría editar esa columna, juntos, como pareja. Claro que nos interesó.

Entre los dos la titulamos Modern Love porque nos gustaba cómo sonaba y porque nos gusta la canción homónima de David Bowie. Empezamos a editar y durante cinco meses comisionamos cinco ensayos, pero Cathi ya estaba trabajando en un libro y pensó que era mejor dedicarse a su proyecto. Para cuando la columna se publicó, en octubre de 2004, yo era el único editor. Ella renunció a la columna, pero afortunadamente no al matrimonio.

Para ser honesto, no sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero fui aprendiendo sobre la marcha y nunca me imaginé que duraría todo este tiempo. Cuando empezó, mi editor me dijo que este tipo de proyectos por lo general duraban uno o dos años. Han pasado ya casi dieciséis años, hemos publicado un libro, salió un pódcast y ahora una serie de televisión.

Modern Love se volvió mi vida.

 

Se podría pensar que el amor no tiene mucho lugar en un periódico, menos en uno tan enfocado en investigaciones de largo aliento sobre los abusos del poder o en ensayos políticos que ayudan a desentrañar la realidad. Y, sin embargo, Modern Love se volvió una parte crucial del Times.

Todos ansiamos leer sobre el amor. Ha sido interesante descubrir que el tipo de ensayo que publicamos en Modern Love –textos que pueden ser muy vulnerables, muy reveladores, muy cándidos sobre las falencias y los problemas de las personas– es un tipo de escritura que no se da con naturalidad en muchas culturas ni países. Se da, por lo que he visto editando la columna, especialmente bien en Estados Unidos.

Aun así, me parece que hay un hambre global por comprender mejor las relaciones personales: hay muchas cosas que callamos y es catártico que las personas puedan aprender de las experiencias de los demás. Uno puede leer libros que explican cómo se supone que deben funcionar las relaciones de pareja, pero creo que escuchar la historia personal de alguien más sirve mucho más para entender qué es el amor, nos permite hacer un ejercicio de empatía y nos ayuda a entender mejor la situación de una persona distinta a ti, estés en Estados Unidos o en cualquier país. Me parece que en todos los rincones del mundo hay alguien que quiere cenar con su persona ideal. Aunque muchas de las historias transcurren en Estados Unidos, creo que esa cualidad de universalidad del amor –y que intenta tener Modern Love– hace que la columna atraviese las distinciones de raza, clase o nacionalidad y la convierte en un excelente producto bandera para The New York Times, un periódico cuya misión es ayudar a la gente a entender el mundo y buscar la verdad.

 

¿Crees que la columna tiene un componente de autoayuda? ¿Hay lecciones que se pueden extraer de leer Modern Love?

Algunas historias más que otras son explícitamente de autoayuda. El texto más popular de Modern Love –y uno de los artículos más populares en la historia del diario– fue una columna que titulamos “To fall in love with anyone, do this”. Se publicó en enero de 2015 y era un ensayo personal, la historia de una mujer, Mandy Len Catron, que estaba interesada en el amor como tema y en particular en cómo nos encontramos con personas con las que creamos esos lazos. Len Catron había leído un estudio psicológico de Arthur Aron, quien había escrito “36 preguntas que llevan al amor” en orden ascendente de vulnerabilidad. Según Aron, si te reunías con una persona completamente desconocida y entre ustedes se hacían esas preguntas y luego se miraban fijamente a los ojos por cuatro minutos –una eternidad para mirar a alguien fijamente a los ojos–, las posibilidades de que se enamoraran incrementaban muchísimo.

El artículo de Mandy, que se volvió increíblemente popular, lo leyeron decenas de millones de personas, inspiró un documental y un libro, estaba planteado explícitamente como “algo que tú puedes hacer”. Puedes intentarlo con un extraño o con tu pareja, si no la conoces muy bien y quizá hasta te sorprenda descubrir quién es. Me parece además que era un ensayo que tenía mucha integridad, que no se trataba de un artificio, que era y es un texto que sí lograba, de verdad, crear vínculos. Hasta la fecha ha unido a personas y, por lo que me han contado, ha sido el origen de varios matrimonios. En ese sentido, sí, hay aspectos de la columna que pueden ser explícitamente de autoayuda.

Pero, por otro lado, gran parte de la columna tiene que ver con otro factor tan importante como las lecciones pragmáticas que uno pueda sacar de los textos: pasa por saber que no estás solo en tus problemas. No es precisamente que te instruya sobre qué tienes que hacer para resolver esos problemas, más bien la sensación de sentirte menos aislado en tu circunstancia. Ya sea que seas un adolescente gay en un lugar conservador o si estás casada en un matrimonio que ya no tiene sexo y crees que nadie más pasa por eso. En los ensayos suele haber algo que hace que te sientas mejor acerca de la situación en la que te encuentras, porque sabes que es una situación común.

 

¿Editar esta columna te ha ayudado en la manera en que te relacionas con tu esposa o con tus seres queridos?

Sin duda. A menudo recuerdo columnas específicas. Llevo casi una treintena de años casado y hay una cierta sabiduría en estas columnas. Hay ensayos arquetípicos a los que regreso cada cierto tiempo y me ayudan a entender mejor mis relaciones, ya sea en mi matrimonio o en la relación que tengo con mis padres, con mis hijos o con mis amigos.

Sin embargo, un valor muy importante que encuentro en ellas es que te permiten comprender mejor a las personas que no son como tú. Recuerdo un ensayo que publicamos escrito por una joven que titulamos “My body doesn’t belong to you”. Trataba sobre la transición de las mujeres que pasan de tener un cuerpo preadolescente a desarrollarse y tener un cuerpo que, en el caso de la autora, Heather Burtman, los hombres perciben de un modo posesivo. Burtman habla de cómo esa transición la asustó y le molestó: sentía que cuando los hombres le decían un piropo, la seguían en la calle o se le acercaban de manera agresiva en un bar, parecían sentir una especie de posesión sobre su cuerpo como si este no le perteneciera más a ella. El modo, vulnerable y complejo, en que describe esta sensación me resultó tremendamente esclarecedor; me hizo darme cuenta de que, si no todas, muchas mujeres experimentan y padecen esta sensación, pero no muchos hombres. Ese ensayo, por ejemplo, se publicó antes del movimiento #MeToo, pero pertenecía a ese mismo impulso. Manifestaba un sentimiento –que se escuchaba cada vez más– de las mujeres que querían que los hombres entendieran cómo se sentían y cómo repercutían en ellas esas actitudes posesivas sobre sus cuerpos.

 

En esta década hemos presenciado en todo el mundo el surgimiento de movimientos como el #MeToo –contra el acoso sexual–, el Ni Una Menos –contra la violencia de género– y en general hemos visto en las calles y congresos un feminismo más vocal y protagónico en la vida política de muchos países. ¿Este cambio social y cultural se ve en el modo en que narramos el amor?

Al menos en la columna sí. En Modern Love se han registrado los cambios sociales. Cuando la columna comenzó, por ejemplo, las parejas del mismo sexo no podían casarse en Estados Unidos. Entonces, cuando se hablaba de personas transgénero, se usaba un lenguaje casi científico y nadie conocía a otras personas transgénero: era algo que se vivía de manera muy oculta y que no formaba parte de la vida cotidiana de mucha gente. Eso se reflejaba en las maneras de hablar del amor. Por muchos años, no recibimos ningún ensayo sobre experiencias transgénero. Hasta que de pronto llegaron y comenzamos a publicarlas. Creo que formamos parte de ese proceso social de hacer público y discutir, por ejemplo, el proceso de transición. De discutir, en la vida pública, cuando alguien está en un matrimonio heterosexual en el que una de las personas pasa por un proceso de transición y de pronto son dos mujeres en el matrimonio. Esos ensayos sobre la experiencia de transición fueron muy valiosos para desmitificar quién pasa por eso y más bien servir como una anécdota emotiva y no un episodio abstracto, ajeno e imposible de comprender. Lo único que hay que hacer es contar esas historias. Las personas sienten empatía y comprenden si lo haces bien.

Modern Love es una columna, pero hemos realizado algunos proyectos especiales. En el caso del #MeToo, cuando el tema del consentimiento figuró de manera tan prominente en la conversación pública, me reuní con la editora de Género del Times, Jessica Bennett, y creamos un proyecto llamado Sex and consent on campus. En esa serie les pedimos a estudiantes universitarias historias breves sobre sus experiencias que no fueran ni una mala cita ni tampoco casos de abuso o violación. Más bien queríamos hablar de esa zona intermedia, la zona gris, en la que con frecuencia los hombres son agresivos y las mujeres tal vez dieron su consentimiento o tal vez no pusieron objeciones, ese tipo de eventos en los que muchas de las personas se sienten incómodas, sienten que no fueron respetadas en sus deseos. El resultado fue un proyecto revelador sobre el consentimiento: qué es, qué no es y por qué muchas personas lo dan cuando en realidad no querían darlo. De nuevo, uno podría escribir un reportaje a profundidad sobre el tema o entrevistar a decenas de personas, pero resulta mucho más poderoso cuando las personas cuentan sus propias historias.

 

El debate público se ha vuelto más sensible a la diversidad y ha habido una mayor conciencia sobre la manera en que relatamos las noticias, pero también nuestras experiencias personales. ¿Detectas cambios en la manera en que los hombres y las mujeres narran sus historias sobre el amor?

Quizá lo primero y más obvio es que tenemos más participación de mujeres que de hombres. El 75% de las propuestas que recibimos son firmadas por mujeres. Las mujeres son mucho más valientes al momento de contar sus historias, al revelar su estado emocional. Los hombres suelen escribir sobre otras personas y las mujeres a menudo escriben más sobre ellas mismas. He notado que es más común que las mujeres culpen a los hombres por sus problemas y los hombres, con mayor frecuencia, se burlan de sí mismos y se culpan a sí mismos. Esta tendencia se ha mantenido bastante consistente desde el inicio de Modern Love.

 

¿Has advertido algunas otras tendencias cuando revisitas el archivo completo? No sé si, por ejemplo, el cambio en la tecnología ha afectado el modo en que buscamos el amor.

Quizás lo más difícil del amor es estar vulnerable ante otra persona. Y una de las razones por las que es tan difícil es que nadie quiere sentirse vulnerable y decir “te amo” primero o expresar afecto sin saber si va a ser amado de vuelta. Eso siempre ha sido cierto y seguirá siendo cierto en el amor. Pero lo que creo que está cambiando en estos días es la tecnología. Las aplicaciones para citas han cambiado el mundo. Nos dan a conocer una gran cantidad de personas con las que podemos salir, ir a cenar, con las que podemos conversar. Pero no creo que las personas, en particular los jóvenes, comprendan el cambio tan radical que implica que las personas estén saliendo con extraños. Eso no solía pasar.

Antes era muy difícil salir con una persona completamente extraña. No pasaba que te le acercaras a alguien en la calle y le pidieras salir a una cita. Más bien, una o uno buscaba sus oportunidades románticas con personas que conocía o personas que eran conocidas de gente conocida ya fuera por geografía, trabajo, escuela o familia. Pero ahora hay personas que salen únicamente con extraños con quienes no tienen ninguna conexión. Eso ha provocado que el juego de las vulnerabilidades sea mucho más difícil: hay un problema de confianza. La gente se preocupa por saber quién es esta persona en realidad.

Puede haber mucha más crueldad en el amor en el mundo de las aplicaciones. La gente deja de hablarle a otra persona sin mayor explicación porque no hay un grupo de gente conocida a la que le importe si te portas así de cruel con esa otra persona. No va a aparecer un amigo para decirte: “Por qué le hiciste eso.” No tienen a nadie en común.

Las aplicaciones para citas y las citas por internet han derivado en millones de relaciones exitosas, pero también, claro, han cambiado las reglas del juego del amor de una manera tan asombrosa que aún no hemos entendido del todo. Ha cambiado nuestro comportamiento: nos ha hecho más suspicaces, más crueles y ha provocado un cierto agobio por tener tantas opciones.

En un sentido, ha vuelto mucho más tribal el modo en que nos conectamos amorosamente con otros. Estamos tan temerosos de las personas que son distintas a nosotros, y dado que hay que descartar a cierta cantidad de personas de alguna manera –en muchas aplicaciones se pueden filtrar las opciones por edad, ubicación geográfica, raza, grupo étnico, filiación religiosa o hasta perspectivas políticas– que, en consecuencia, vamos teniendo opciones cada vez más estrechas. De otro modo es imposible tomar una decisión: no se puede salir con cien mil personas.

 

¿Crees que Modern Love ayuda a visibilizar modos marginales o no tan representados de amar?

Sí. Una de las razones por las que estoy tan orgulloso de la columna es porque echa luz sobre relaciones que, probablemente, a una parte de los lectores no les interesarían. Y darles un espacio puede ser una fuerza de cambio.

Al inicio, la columna tenía a su público cotidiano, los lectores del Times, y su impacto estaba limitado a ese público. Pero gracias al pódcast y ahora al programa de televisión, el público de esas experiencias ha aumentado. Habrá otra temporada de la serie de televisión, lo que permitirá que mostremos distintas relaciones y ayudemos a normalizar todo tipo de relaciones que quizá en algunos países vayan en contra de la ley o sean culturalmente inapropiadas o no tan visibles.

 

En España, el matrimonio igualitario es una realidad legal en todo el territorio. Pero en México aún no es legal en todo el país.

Creo que leer, escuchar y ver más experiencias personales sobre el amor puede servir como una vía para el entendimiento y la empatía. En el capítulo de la serie de televisión que más me gusta, el séptimo, una pareja gay intenta adoptar a un bebé. Los personajes son tan empáticos y carismáticos que logran transmitir un mensaje positivo para los espectadores en todo el mundo.

 

Para los editores, la oportunidad para la autocrítica puede ser muy fructífera. Así que aquí hay una: ¿crees que ha habido experiencias y expresiones que aún no se han cubierto en Modern Love?

Siento que las limitaciones del público de The New York Times –muchas de las personas que envían textos para la columna leen el Times– se han reflejado en la columna. Aunque eso está cambiando: pese a que los autores de Modern Love conforman un conjunto demográfico bastante variado, no representan al mundo, no es ni siquiera una gran parte de Estados Unidos. Por lo general se trata de personas de clases medias o altas. La columna refleja a las personas que la leen y la conocen de antemano y son ellas quienes envían sus historias. Con la mayor visibilidad de la columna estamos recibiendo una variedad de historias cada vez más grande, incluso fuera de las fronteras estadounidenses. Temo que la columna siempre esté limitada a un público que conoce el diario, y eso no va a ser, por naturaleza, algo ampliamente incluyente del público en Estados Unidos ni en el mundo.

 

¿Cómo podrían ser más incluyentes?

Constantemente estamos tras historias nuevas y buscamos voces que estén poco representadas, tanto en los medios como en los textos que recibimos. Intentamos darles la mayor variedad posible. En ocasiones pedimos material de escritores no blancos, porque recibimos muy pocos textos de afroamericanos. En especial de hombres afroamericanos o latinos, de quienes casi no recibimos propuestas. Así que cuando recibimos textos de voces menos escuchadas es muy refrescante. Me gusta recibir ese tipo de textos y trabajarlos, pero no siempre es fácil encontrarlos.

 

En un número sobre el amor, debo hacer la gran pregunta, una que no es sencilla pero en la que quizás has pensado muchas veces mientras editas: ¿cómo definirías el amor?

Lo voy a intentar. Lo que no me gusta sobre lo que se dice del amor es que, cuando la gente habla sobre el tema, por lo general tiende a hablar de amor y de romance al mismo tiempo. Pero creo que el amor y el romance no se parecen casi en nada. El romance es el baile superficial que te puede llevar eventualmente al amor, pero, para mí, las historias más conmovedoras sobre amor involucran más bien a un padre y un hijo, a una madre y una hija. Ahí es cuando sentimos esa necesidad más visceral de confiar en una persona.

Cuando pienso en el amor y en amar a otra persona, a menudo pienso en alguien para quien deseas lo mejor, incluso hasta llegar a la desesperación. Hay, en el amor, una mezcla de protección y esperanza. Modern Love define el amor de una manera distinta cada semana a través de sus distintas historias. En mi caso, no soy muy fanático de las definiciones, de intentar decir con palabras “el amor es…”. Creo más bien en los actos, me siento mucho más cómodo al definir el amor a través de acciones puntuales. El momento quintaesencial en Modern Love que definió el amor para mí fue una historia sobre una pareja que no podía tener hijos biológicos y quería adoptar. La pareja inició el proceso para adoptar a una bebé china y llegaron a un punto en el que ya tenían toda la documentación, un dosier con información y fotografías de ella. Cuando finalmente fueron a China por su hija la empezaron a conocer y al cambiarle el pañal por primera vez descubrieron una cicatriz en su espalda. Llevaron a la bebé a un doctor, le hicieron una placa de la columna y el diagnóstico resultó ser horrible: la bebé había padecido una cirugía fallida de columna, lo que iba a provocar una vida entera paralizada, y el estudio advertía que una parte de su cerebro estaba también afectada. Cuando la pareja avisó a la agencia de adopción, les dijeron que les podían dar un nuevo bebé. La elección era suya. Ellos decidieron que la bebé era su hija y que no podían simplemente “cambiarla”. Podemos hablar de la efervescencia del romance, pero para mí una elección como esta define al amor.

Afortunadamente, resultó ser una historia con un final feliz: la bebé tenía problemas médicos, pero el diagnóstico estaba equivocado y ahora es una joven de veintitantos años feliz y sana que vive en el sur de California. Pero en el momento la pregunta era vital: ¿van a ser valientes como para honrar el amor en estas circunstancias? Después de que publicamos ese ensayo, recibimos cartas de algunos lectores que contaban que habían tomado la decisión contraria. En ese momento, decían, ellos no se sentían capaces de elegir el otro camino, el más difícil. Hay momentos en los que la vida te pregunta: ¿qué vas a hacer? Hay puntos de no retorno en los que estás a prueba. Para mí eso es el amor.

 

¿El ensayo personal es la forma más adecuada para hablar del amor?

Sí, creo que es una forma que se adapta bien para este tipo de historias. El hecho de que se trate de historias reales es muy importante; ya hay suficientes historias ficcionales sobre el amor. Una de las cosas que le gustó más al director y productor del programa de televisión, y algo que se ha trasladado al público, es que se trata de historias reales, que eso le pasó realmente a una persona. Eso es significativo para el público. Ahora, para estar enamorado hay que ser capaz de ser vulnerable y en un buen ensayo personal un escritor tiene que estar en esa posición de vulnerabilidad. Hay que dejar que tus lectores te conozcan; que vean lo bueno y lo malo. Son muchos lectores –a veces llegan a ser millones de lectores–, ante los que te expones emocionalmente.

 

Los estándares de verificación de datos del Times son minuciosos y estrictos. ¿Cómo funciona con ensayos tan íntimos?

Es algo que he tenido que aprender desde el principio: encontrar maneras de ir sacando información a la persona –datos que suelen llegar al ensayo publicado–. He aprendido a tomar lo que el ensayo me da para poder verificar. Una combinación de eso con otro tanto de conversación con los autores. Algunos de los ensayos son mucho más, digamos, preocupantes que otros: ensayos que involucran un acto criminal, un divorcio o hay un tema que esté en el registro público y pueda resultar polémico o contencioso. Esos ensayos me exigen mucho más que un ensayo en el que alguien escribe sobre lo contento que está en su matrimonio. Así que lo mucho o poco que me involucro al verificar un ensayo depende de cada texto.

Dicho esto, los ensayos personales son distintos de los artículos noticiosos porque no se trata de un relato equilibrado de lo que sucedió. La memoria de las personas es falible y, contrario a los artículos periodísticos, no hay grabación de las conversaciones. Por lo tanto, lo importante es que se trate de los recuerdos del autor. Y si hay una situación en la que hay otra persona, entonces busco a la otra persona para verificar solamente que el hecho haya sucedido. Confío en las impresiones o memorias del autor sobre cómo sucedió un evento o una relación. Por ejemplo, si una pareja se separa y uno de los dos dice: “No, no nos separamos”, entonces ahí hay un problema. Pero si lo que dice es: “Sí nos separamos, pero yo no lo recuerdo así”, entonces estamos bien porque es un asunto de lo que el ensayista personal tiene derecho a interpretar y decir.

 

Modern Love ha tenido sus transformaciones. Es una columna escrita, pero también es un pódcast y una serie de televisión. ¿Hay desafíos para contar historias de amor en estos tres formatos distintos?

Cuando estoy editando la columna, no la disfruto como si fuera el lector final. Se trata de mi trabajo y cada uno de los ensayos es un problema a resolver –o muchos problemas por resolver–. Algunas veces, cuando veo las respuestas de los lectores, siento que no tuve la oportunidad de verlo con distancia, siento que me robaron esa sensación, porque para mí implicó un trabajo. La gran diferencia con el pódcast y con la serie de televisión es que son problemas de alguien más, transformarlos, reimaginarlos y darles emotividad y, cuando se trata de un guion para la televisión, reescribirlos. Es en el pódcast y la serie que, finalmente, puedo simplemente relajarme y escuchar o ver. En ambas producciones, tanto el pódcast como la serie, participo, tengo un papel, pero en buena medida solo soy público. Y lo disfruto mucho. Lo mejor de estar en este negocio es que hay muchas personas talentosas que saben lo que están haciendo, y poder experimentar de manera renovada estas historias me hace sentir gratitud. También siento alivio de que las historias tengan suficiente contenido, suficiente carne, como para poder funcionar en esos otros formatos y que sean lo suficientemente atractivas como para que el público quiera sentarse a escucharlas o para dedicarle tiempo a ver los episodios. Es algo que me hace sentir muy bien.

 

 

¿Cuál es tu columna favorita?

Estaba pensando en esto hace poco porque voy a dar una charla en San Antonio el próximo mes. Pensaba en las tres columnas más populares de Modern Love. A mí suelen gustarme las historias que no son tan mainstream, que son un poco más raras, aunque no sean tan leídas. Pero los ensayos más populares a veces ayudan a diseccionar las ideas generales que sustentan la columna. El más popular es el ya mencionado “To fall in love with anyone, do this”. El segundo, lo escribió Amy Krouse Rosenthal, quien estaba muriendo de cáncer de ovarios y escribió “You may want to marry my husband”. El ensayo estaba escrito como un perfil de citas para que su esposo pudiera encontrar a alguien después de que ella muriera. La autora murió diez días después de publicada la historia.

El tercero más popular es uno escrito en 2006 y titulado “What Shamu taught me about a happy marriage”, que trata de una mujer que usaba técnicas de entrenamiento de animales exóticos para mejorar el comportamiento de su esposo. Estudiaba el tema y escribía un libro sobre eso que incluía a entrenadores en SeaWorld.

Esos tres tuvieron millones de lectores, pero lo que me resulta más interesante es que el primero es sobre encontrar el amor, el segundo es sobre perder el amor y el tercero es sobre tratar de mantener el amor. Si se ven con cuidado, esas son las tres líneas que sostienen la columna. Los tres ensayos también tocan las tres cualidades que la columna procura retratar: “To fall in love with anyone, do this” aborda la vulnerabilidad. “You may want to marry my husband” es sobre la generosidad y “What Shamu taught me about a happy marriage” es acerca de la sabiduría. Estas son las tres líneas temáticas más importantes que han recorrido la columna durante estos años. Idealmente, un ensayo de Modern Love incluiría las tres, quizá una de ellas sea más dominante, pero las tres deberían formar parte de él. Mencionar estas tres cualidades es una manera muy precisa de capturar la esencia de lo que se ha intentado con Modern Love.

Todo se reduce a la enorme necesidad de leer y pensar cómo hallar el amor, sobre perderlo y mantenerlo. ~

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Traducción del inglés de Pablo Duarte.

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