El costo de ser apolítico

The orphanage

Serhiy Zhadan

Traducción por Reilly Costigan-Humes e Isaac Stackhouse Wheeler

Yale University Press,

New Haven y Londres, , 2021,, 336 pp.

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Las guerras borran el rostro de quienes participan en ellas. Con el paso de los días, las personas pierden sustancia, quedan reducidas a entes abstractos, a estadísticas frías, a figuras abatidas que son fotografiadas frente a edificios bombardeados. Cuando Rusia invadió a Ucrania, observamos este fenómeno en acción. La violencia anuló a los ucranianos, borró sus identidades y los desapareció tras etiquetas estereotipadas: víctima, soldado, médico, político, refugiado, masa, símbolo.

Serhiy Zhadan (Starobilsk, 1974) es un activista, poeta, cantante, novelista y ensayista ucraniano. A lo largo de su obra, ha descrito aspectos de la historia social de Ucrania, desde su independencia de la Unión Soviética hasta la injerencia, ultramontana y directa, del régimen de Putin. La crítica especializada lo considera una de las voces más representativas de la literatura ucraniana contemporánea, y el periódico New York Times incluyó a El orfanato en una lista de los seis libros imprescindibles para entender el conflicto armado iniciado a comienzos de este año. El día de hoy, permanece en la ciudad de Járkov, escenario de una de las batallas más sangrientas de la guerra, donde impulsa labores de salvamento y apoyo humanitario.

El orfanato describe un episodio de la invasión de Rusia a la cuenca del Donbás en 2014. Empujado por su padre anciano, Pasha, un maestro de idioma ucraniano, sale de su pueblo para recoger a su sobrino, recluido en un centro para muchachos con problemas de conducta, ubicado en el centro de una ciudad sitiada. A lo largo de tres días, atravesará un territorio neblinoso de bosques exangües y edificios en ruinas, donde las fronteras lingüísticas y territoriales exhiben un estado cambiante y borrascoso.

¿Cuál es el origen del estado de sitio? A través de esta historia, es imposible saberlo. El punto de vista está acotado a casi una rendija; restringido a lo que sabe Pasha, un hombre que ha procurado evitar las cuestiones políticas de la existencia diaria. La estrechez de esa mirada nos exige decodificar alusiones, elipsis y eufemismos en cada oración. Por inferencias, podemos deducir que la historia ocurre en la región de Donbás, disputada durante 2014, pero en ningún momento se hacen explícitos los entresijos de una guerra civil promovida y financiada por Putin (a quien tampoco se nombra) o el proceso de acercamiento a Europa que precedió a la querella.

Zhadan es un poeta, y, como es característico en los poetas-narradores, su novela muestra un interés especial por la palabra justa, la sensación del instante y el ritmo del lenguaje. La cuestión política –las relaciones de poder entre ucranianos y rusos, entre padres e hijos o entre soldados y civiles– se trasluce e interpreta con base en estos elementos. El lector atento advierte cuando un ruso habla con acento ucraniano o cuando un ucraniano habla con acento ruso, pero las palabras “Ucrania” y “Rusia”, así como las señas que identifican la nacionalidad de los personajes, nunca aparecen. Al interior de la ciudad fantasmagórica donde se encuentra su sobrino, habitada por estudiantes, maestros, soldados, periodistas, médicos y viejos pensionados, es imposible identificar cuando Pasha se encuentra ante un amigo o un enemigo; evaluar el peligro al centro de cada episodio. Al suprimir los nombres de los países, al confundir las identidades de los personajes, la novela evoca, mediante el lenguaje, la neblina de guerra; el desorden que impide comprender lo que sucede a simple vista.

El empleo de vacíos semánticos y referencias locales establece una red de vinculaciones que nos llevan a penetrar las complejidades de una guerra fratricida, teñida por una herencia lingüística común. Nos permite entender otra dimensión de un conflicto donde cada individuo posee identidades fronterizas y lealtades polifacéticas, unas veces antagónicas, otras, complementarias.

La tentación sería comparar el recorrido de Pasha al de Dante, pero aquí se trata de otra cosa. En la Divina Comedia hay un progreso ascendente; el poeta avanza de un círculo a otro hasta llegar a su destino. En El orfanato, sin embargo, el lector tiene la impresión de movimiento, mientras todo permanece inmóvil; la ilusión óptica que perciben los pasajeros de un tren detenido cuando el tren de junto se pone en marcha. La novela es el registro de un mundo flotante, de un instante inmediato y cíclico, que se expresa mediante el uso de la tercera persona en tiempo presente: “[Pasha] apenas puede respirar, no hace ejercicio, rara vez camina a ningún lado, solía correr. Correr ya no es seguro. Pueden pensar que estás tratando de escapar. Otros cincuenta [pasos], y otros, y otros, y finalmente se arrastra hasta la cima de la colina, se detiene, se da la vuelta y ve toda la ciudad dispuesta cuesta abajo. La lluvia ha cesado, la niebla se ha asentado en el valle, como leche que ha hervido durante demasiado tiempo.”

Zhadan decanta la realidad para ofrecer un testimonio sensible del combate ocurrido en 2014, caracterizado por el traslado insistente entre el tópico familiar y el elemento insólito: “el fregadero de la cocina estaba lleno de trastes sucios y al aire lo teñía el sonido de los cañonazos”. A través de estos recursos, cuenta una historia que esquiva el lugar común, los mensajes nacionalistas y las simplificaciones morales típicas del género bélico. Los ucranianos, perdidos detrás de la premura de la noticia, vuelven a adquirir complejidad para quienes siguen su drama a la distancia.

El orfanato es el retrato de un personaje que ha optado por vivir con las anteojeras bien puestas. Durante años, Pasha ha permanecido al margen de la política, pese a ser un maestro de idioma ucraniano, quien practica su oficio en un territorio donde los rusohablantes pretenden eliminar todo rastro de su cultura. Ha optado por no saber nada, por evitar los noticieros en la televisión, por desentenderse. Sin embargo, cuando la violencia llega a su ápice, la política se vuelve ineludible. Evadir la política implica separarse de los demás, habitar un estado de alienación y extrañamiento, vivir al interior de una pesadilla diurna. El viaje que emprende para buscar a su sobrino fuerza a Pasha a tomar conciencia de los costos materiales de la inacción; el costo de ser apolítico en un mundo que exige tomar partido. En la medida que se acerca a su destino, Pasha contemplará la fisonomía verdadera de la violencia: el rostro de un organismo parasitario, insaciable, que eventualmente habrá de consumir a la sociedad que lo alimenta. ~

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(Monterrey, 1978) es politólogo por el
ITESM y maestro en historia cultural por la Universidad de Utrecht,
Países Bajos


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