Brenda RĆos
Raras. Ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora
Ciudad de MĆ©xico, Turner, 2019, 216 pp.
Por siglos, los hombres ostentaron el privilegio legal de vestir a reyes y plebeyos hasta 1675 en que el monarca Luis XIV reconociĆ³ en ParĆs la existencia jurĆdica del gremio de las costureras. Los sastres, en respuesta, las persiguieron por considerarlas ajenas al negocio. En el siglo XVIII, las modistas se erigieron en Europa como las aristĆ³cratas de la clase trabajadora, porque gozaban de prestigio y su trabajo con la tela les permitiĆ³ cierta independencia econĆ³mica. Cien aƱos despuĆ©s, con la invenciĆ³n de los patrones de costura para hacer ropa en casa, la apertura de tiendas departamentales y la apariciĆ³n de ajustadores, que arreglaban las prendas en los locales de ropa, la figura de la mujer en la industria de la moda se redujo, a grandes rasgos, al papel de consumidora o modelo anorĆ©xica.
Gracias a estudiosas como Jennifer M. Jones es posible analizar las diferencias de gĆ©nero en el trabajo de confecciĆ³n. Los sastres aplicaron diseƱos geomĆ©tricos en las prendas, debido al acceso fĆ”cil y temprano a los instrumentos de mediciĆ³n, al dibujo de patrones y a las tijeras. Las herramientas de las costureras eran mĆ”s bĆ”sicas, aunque su manejo de la aguja mĆ”s refinado. Las mujeres elaboraron prendas con alfileres sobre el cuerpo de sus clientas y elaboraron los adornos a mano. Eso influyĆ³ en que crearan ropa a partir de la complexiĆ³n humana y no de las figuras ideales, como hacĆan los hombres. Como puede verse, la moda es tambiĆ©n un campo de tensiĆ³n entre hombres y mujeres.
Si en una actividad como la confecciĆ³n de ropa, un poco mĆ”s utilitaria que creativa, las diferencias entre ambos gĆ©neros han estado determinadas por las condiciones sociales, laborales y de prestigio, ĀæcĆ³mo no iban a estarlo tambiĆ©n en la literatura y otras actividades artĆsticas, en que el reconocimiento pĆŗblico y el carĆ”cter profesional del oficio han jugado un papel central respecto a cĆ³mo es una obra? Son las preguntas de este tipo las que se vuelven relevantes tras la lectura de Raras, de Brenda RĆos (Acapulco, 1975), que analiza la vida y el contexto de veinticinco figuras femeninas, entre cantantes, escritoras y comediantes.
En los ochenta, Maureen Murdock propuso en clave psicolĆ³gica āel viaje de la heroĆnaā, una reinterpretaciĆ³n del āviaje del hĆ©roeā de su maestro Joseph Campbell. Para Murdock el camino de iniciaciĆ³n de las mujeres era hacia abajo y hacia adentro, a diferencia del de los hombres, que era hacia arriba y hacia afuera. Esa apreciaciĆ³n tiene eco en Raras: en la manera en que las figuras examinadas por RĆos ejercen su vocaciĆ³n. Son mujeres frĆ”giles, que se dejan llevar por sus emociones e impulsos, notan detalles nimios y poseen la inteligencia del cuerpo, que se caracteriza por la enfermedad, las pasiones y la curiosidad. āHacen una Ć©pica moderna: contar la guerra del dĆa, el dĆa como batalla, prisioneras de una guerra de la que nadie cuenta los muertos.ā En su doble jornada, asegura RĆos, la artista busca los minutos para apuntarlo todo sobre la maternidad, el amor, la familia. Crean a partir de lo que tienen enfrente y escondido debajo de las alfombras. āDe eso, las mujeres saben mĆ”s que nadie por el tiempo que se les dejĆ³ a cargo de la limpieza.ā
A diferencia de las intelectuales reunidas en Agudas āel libro de Michelle Dean, tambiĆ©n publicado por Turner, que reunĆa a escritoras que se consideraron a sĆ mismas influyentes e importantes y no tenĆan complejo en demostrarlo porque se pusieron a la altura de los hombres de su Ć©poca (Hannah Arendt, Susan Sontag, Mary McCarthy)ā, las Raras de RĆos dudaron de su talento, sufrieron por amor y soledad, y fueron incapaces de vivir libres porque estaban sujetas a la mirada del otro, en depresiĆ³n. De los personajes de Jean Rhys, dice la autora: āSus mujeres son el epĆtome de la debilidad, como si el cansancio ocupara todo ese espacio que es la voluntad del hombre.ā
El libro tiene un tono conversacional, por momentos narrativo, que no deja de lado el esbozo autobiogrĆ”fico. La vena poĆ©tica de RĆos se manifiesta en el tejido de su prosa, y eso no es fĆ”cil de lograr en un ensayo sin que estorbe (asunto aparte es la ediciĆ³n de Turner, un tanto descuidada). La autora mezcla la biografĆa, los detalles cotidianos y hasta los chismes con los āgrandes temasā de la literatura. Observa lo mĆ”s pequeƱo. Reivindica lo domĆ©stico y lo Ćntimo. Es, dirĆamos, femenina.
RĆos compara la poesĆa mexicana reciente con āuna masa compacta de galletas, una gran broma, un catĆ”logo de notas al pie sobre sucesos varios, una serie de puntadas simpĆ”ticas, una generaciĆ³n hueca pero relajada, suave y mantequillosaā. Reconoce a la reguetonera Becky G y la manera en que ha transformado la narrativa en la canciĆ³n popular, al apostar por mujeres en el ejercicio libre de su sexualidad frente a las propuestas ochenteras de RocĆo DĆŗrcal y Lupita DāAlessio, quienes cantaban letras dolidas debido al abandono. Aplaude el valor literario de los diarios de AnaĆÆs Nin por encima de su ficciĆ³n.
Sin Ć”nimo canĆ³nico, RĆos se deja guiar por sus propios gustos en libros, pelĆculas, videos musicales, series televisivas y hasta un show de stand up. Habla del amor, la voluntad creadora y lo femenino entendido como un atributo presente en ambos gĆ©neros y que se relaciona arquetĆpicamente con el principio receptivo y pasivo, la imaginaciĆ³n, el inconsciente y la intuiciĆ³n. Su selecciĆ³n es personalĆsima y ese descaro o, mejor dicho, esa honestidad la hace poner en el mismo pedestal a autoras jĆ³venes, vivas, descubrimientos suyos ācomo Xel-Ha LĆ³pez, FĆ”tima VĆ©lez y Berta GarcĆa Faetā y otras con mucho mayor reconocimiento, como Elena Garro, InĆ©s Arredondo y Clarice Lispector. āEl hombre representa a la humanidad, la mujer a sĆ mismaā, apunta en algĆŗn lugar.
De la reclusiĆ³n voluntaria de Emily Dickinson dice: āEl encierro no es martirio, castigo, imposiciĆ³n de nadie. Su libertad era de otro tipo, una libertad del interior, de la mente y de la imaginaciĆ³n. La libertad de estar dentro, no afuera.ā Ante el lugar comĆŗn de que las mujeres sienten y los hombres piensan, Raras sugiere que sentir es otra manera de pensar. ~
es periodista y editora de Pinche Chica Chic, fanzine sobre moda y humor