En medio del mundanal ruido

En Notas sobre silencios, Elisa Corona Aguilar analiza el paradójico papel del silencio en una época que lo considera "una necesidad básica" y a la vez un asunto trivial y snob.
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“…”
–Wittgenstein, en un momento
en el que fue mejor callar

Durante la edición número 23 de Cartographies of silence –un coloquio celebrado en la Universidad de Michigan con el propósito de “investigar los significados del silencio como categoría crítica”–, varios de los participantes recibieron en sus celulares la alerta “Active shooter”, diseñada en los campus de Estados Unidos para informar sobre la posible presencia de un tirador. Según cuenta Elisa Corona Aguilar, a quien el aviso tomó por sorpresa como a tantos otros asistentes, las reacciones oscilaron entre el pavor y la incredulidad y tuvieron como consecuencia que aquellos investigadores originalmente reunidos para discutir “cómo el estudio del silencio puede ayudar a transformar el conocimiento” acabaran apretujados en una cocina, en medio de una espeluznante incertidumbre.

Por fortuna, el incidente resultó ser una falsa alarma, pero los supuestos disparos que lo habían desencadenado no podían separarse, según explica la autora, de la idea y funciones otorgadas al silencio por nuestra sociedad. Al reconstruir los hechos, Corona Aguilar advirtió que, en uno de los edificios de la universidad, un grupo estaba orando por el reciente atentado en una mezquita de Nueva Zelanda, mientras en otro lugar cercano unos estudiantes descolgaban globos después de una celebración. Algún alumno irresponsable, por decir lo menos, debió haber reventado varios globos en son de broma, provocando los gritos de otro de sus compañeros. Un transeúnte que pasaba interpretó los sonidos como detonaciones, corrió a ponerse a salvo y realizó el reporte telefónico correspondiente. La confusión y el pánico que le siguió fueron verosímiles no solo por el historial de tiroteos en las escuelas estadounidenses, sino también porque el silencio imperante en la zona estaba cargado de significado. No era la misma “falta de ruido” que se experimenta en una iglesia o en un recital de piano segundos antes de la primera nota, sino un “silencio luctuoso”, que volvía más susceptibles a los escuchas respecto a la violencia por armas de fuego. Sin ese silencio construido de “fantasías y miedos comunes”, dice la autora, de “sucesos inmediatos que lo resignificaban”, el caso del tirador que solo existió en la imaginación colectiva no habría tenido lugar.

Notas sobre silencios, el nuevo libro de Elisa Corona Aguilar, entreteje sucesos de ese tipo y penetrantes lecturas de John Cage, Jane Brox y Max Picard para analizar el paradójico papel del silencio en una época que lo considera “una necesidad básica” y a la vez un asunto “profundamente individualista, trivial, snob, chic, millennial”. Asociado con la búsqueda interior y en las antípodas del desesperante caos urbano, el interés por el silencio pone en evidencia una inquietud cada vez mayor por escapar de las frivolidades y rutinas del mundo moderno. En un ensayo sobre el mismo tema, el maestro budista Larry Rosenberg asegura que en la actualidad “tenemos poca experiencia con el silencio”, una apreciación que –en la línea general del volumen del que forma parte–

{{ Larry Rosenberg et al., Viajes al país del silencio, edición y prólogo de José Manuel Velasco, Querétaro, Gris Tormenta, 2021.}}

 considera el aislamiento la práctica silenciosa por antonomasia, llámese montañismo, meditación, desconexión tecnológica o pasar una temporada en un rincón remoto de la costa oaxaqueña.

{{ En el salón de la fama de la cultura, la idea tiene sus partidarios si tomamos en cuenta el amor que Thoreau sentía por los entornos naturales que potenciaban su capacidad de escuchar o las pretensiones de Kafka por encontrar una habitación hermética donde sentarse a escribir. Para más detalles, consúltese la Historia del silencio. Del Renacimiento a nuestros días, de Alain Corbin, Barcelona, Acantilado, 2019.}}

 En contraparte, Corona Aguilar pone en tela de juicio que para vivir el silencio haya que expiar primero los pecados de la modernidad y va en busca de las manifestaciones silentes en la música avant garde, las ciudades bajo restricciones sanitarias, la protesta política, la vida en el campus y los exámenes médicos. No lejos, sino precisamente en medio del mundanal ruido.

A pesar de que en algunos ensayos describe, con contagioso entusiasmo, los retiros casi monásticos organizados por el guitarrista Robert Fripp, la autora evita la exotización del silencio al hacer a un lado el aura new age que con frecuencia rodea a los proverbios sobre quedarse callado o los encendidos elogios a sociedades no occidentales que, según se rumora, experimentan el silencio de una manera más auténtica que el resto del mundo. Por el contrario, Corona Aguilar distingue –en su calidad de música, doctorante en musicología y residente de urbes ensordecedoras como Nueva York y la Ciudad de México– prácticas concretas, distintas entre sí y no pocas veces contradictorias, con que las personas nos aproximamos, anhelamos y hasta comerciamos con el silencio.

Acaso la pieza central para ilustrar este punto de vista sea “Puños arriba”, que examina las labores de salvamento en las zonas afectadas por el sismo del 19 de septiembre de 2017 en la capital mexicana. A caballo entre el reportaje y el artículo académico, este ensayo se detiene en el gesto con el que los rescatistas pedían disipar el ruido en su afán de encontrar sobrevivientes en los edificios caídos. ¿De qué modo coordinar a una masa de voluntarios, cuando el trabajo de retirar escombros los volvía parte del problema? La autora va analizando los distintos métodos para invocar el silencio (el dedo sobre los labios, la mano extendida cortando la garganta) a fin de subrayar la efectividad y el poder de un movimiento, como el de levantar los brazos y cerrar el puño, que obligaba “a detener toda actividad y a permitir que las señales sonoras más precarias se alzaran en un campo de silencio: una persona gritando desde el subsuelo, un teléfono celular sonando que podría estar conectado a alguien, incapaz de hablar, un animal tratando de salir”. La emergencia del sismo había redefinido un ademán que en otra circunstancia podría significar una cosa distinta, pero también había proporcionado una experiencia específica acerca de qué debíamos entender por “silencio”: el nivel mínimo para detectar indicios de vida entre los restos de un derrumbe.

Esa clase de escritura en la que conviven las conversaciones informales, las entrevistas periodísticas, las referencias académicas y los apuntes autobiográficos le permite a Corona Aguilar desmontar, en otros textos, al mito de la “primavera silenciosa” con que hemos identificado el activismo ecológico de Rachel Carson o los equívocos alrededor de “Two minutes silence” –la “canción” de Yoko Ono y John Lennon que ofrece exactamente lo que dice el título: un silencio de dos minutos–, a la que siempre acompañan comentarios del tipo “Una vez toqué este cover en un bar” o “¿Alguien que me pase la tablatura para guitarra?”. El libro que, siguiendo los cánones, comienza con las conferencias de John Cage y una disertación sobre las “pausas” en la música poco a poco va desplazándose hacia la sala de conciertos y, más adelante, a los problemas sociales ajenos al arte como el uso perverso de las grabaciones policiacas, cuyos fragmentos “inaudibles” –que en un contexto judicial quiere decir “libres de ser interpretados a conveniencia”– han servido para exculpar a agentes de la ley acusados de asesinato.

Es en esta aceptación de los límites de la tecnología, el lenguaje académico o las disciplinas artísticas para expresar, ya no digamos contener, el silencio, donde Elisa Corona Aguilar muestra sus mejores armas para abordar un fenómeno que, como ella misma reconoce, inunda las librerías de los aeropuertos, los congresos universitarios y las ofertas de bienestar espiritual. Debido a este sano escepticismo, Notas sobre silencios se deja leer a la manera de un rompecabezas deliberadamente desordenado en el que una página en negro sigue a un poema, una reseña sobre tapones de oídos precede a una fotografía y numerosos aforismos se nos cruzan por obra y gracia del azar. La naturaleza inestable del silencio –parece decirnos la autora– necesita de una literatura a la altura de sus cambios.

{{ Sugiero realizar aquí una pausa, de duración indefinida, como la que hace la gente antes de admitir que no sabía cómo concluir lo que estaba diciendo.}}

 De una disposición al juego que finalmente le haga justicia. ~

Elisa Corona Aguilar
Notas sobre silencios
Monterrey, UANL, 2022, 152 pp.

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es músico y escritor. Es editor responsable de Letras Libres (México). Este año, Turner pondrá en circulación Calla y escucha. Ensayos sobre música: de Bach a los Beatles.


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