Los seres desgraciados dieron siempre argumentos al arte, y el cine, que por razones obvias enfoca con preferencia las caras mรกs extremas del espectรกculo, nunca ha dejado de reparar en el dolor; de ahรญ la leyenda, con visos de ser cierta, de que en los premios de Hollywood si compite un filme con minusvalรญas los restantes rivales, sean del gรฉnero que sean, salen con handicap. Aunque hay obras maestras en tal registro (sigue inolvidable en muchas memorias de cinรฉfilos El milagro de Ana Sullivan, The miracle worker, 1962, de Arthur Penn, la historia verรญdica de la niรฑa sordomuda y ciega y su maestra), confieso aquรญ sin pudor que ese tipo de relatos de superaciรณn de las malformaciones y los defectos fรญsicos que tan popular se estรก haciendo me da desconfianza, y no por falta de piedad o simpatรญa, sino por mero rechazo de su beatitud a ultranza, que estรก reรฑida con el signo de lo real y la verdad del arte. Cuando el himno optimista se alรญa con la comicidad mรกs basta, la buenas intenciones y la mala sombra caen en un mismo saco, como sucede en dos grandes triunfos recientes, la francesa Intocable a escala mundial, y Campeones, de momento ceรฑido a la taquilla espaรฑola (mรกs de tres millones de espectadores y una recaudaciรณn cercana a los veinte millones de euros a fecha de hoy). Al disgusto estรฉtico de su sensiblerรญa se suma, en mi valoraciรณn, la falacia de su objetivo, indefectiblemente basado en la รบnica moraleja que el cine-espectรกculo entiende: la del รฉxito. Asรญ es en Campeones de Javier Fesser, en No te preocupes, no llegarรกs lejos a pie de Gus Van Sant, y asรญ en La mรบsica del silencio de Michael Radford, las dos รบltimas inspiradas en las vidas reales del paraplรฉjico John Callahan y el cantante ciego Andrea Bocelli.
Al juntar estos tres ejemplos hay que poner muy por encima de los otros el filme de Van Sant, que tiene un tรญtulo inglรฉs, Donโt worry, he wonโt get far on foot, casi enteramente compuesto de monosรญlabos, a modo de exรฉgesis de la historia contada, elocuente juego que se pierde en el tan fiel como lerdo tรญtulo castellano. La pelรญcula arranca estupendamente con un trepidante retrato de รฉpoca, los primeros aรฑos 1970, poblado de dropouts y una variada gama de adictos a los productos daรฑinos; una รฉpoca que casa bien con el mundo prioritario de este director, al que el exceso, el desmรกn y las psicosis estimulan. Lamentablemente, el filme sufre un quiebro pasados 45 minutos, para someterse, aun sin perder solvencia narrativa, a esa norma benefactora y simplista tan en auge: el espectro de la autoayuda y la regeneraciรณn edificante, aunque en esta ocasiรณn quepa al menos el consuelo de que John Callahan, el alcohรณlico tetraplรฉjico tras su accidente, logra la fama y una feliz recompensa personal dibujando graciosas caricaturas soeces e insolentes.
Algo similar intenta Javier Fesser en Campeones. Los diez minusvรกlidos que forman el equipo de baloncesto no son ejemplos de mansedumbre ni estรกn edulcorados: feos en su gran mayorรญa, malamente vestidos, abruptos y poco correctos en sus respuestas, que es difรญcil saber si han sido instigadas por el director o recogidas por รฉl en el improviso. La fealdad ya sabemos que no es un รณbice, ni siquiera dentro del campo de la voluptuosidad, que afortunadamente no tiene lรญmites ni cรณdigos; para curarse en salud, y sabiendo muy bien que Campeones no es una balada gรณtica y medio fantรกstica como Freaks de Tod Browning, Fesser declarรณ con motivo del estreno de su filme: โMe gustan esos rostros […] Puede que para la publicidad no sean bellos [โฆ] ยฟQuiรฉn decide dรณnde estรก la belleza?โ Las palabras son muy loables, asรญ como la intenciรณn inclusiva respecto a estas personas orilladas; ahora bien, el gusto por lo anรณmalo, que Fesser comparte con el cineasta francรฉs Jean-Pierre Jeunet, no le impide sacar provecho espurio de esas anomalรญas. Lo digo sin รกnimo de insultar a Fesser, pues no creo que รฉl quiera insultarles a ellos, pero la conversiรณn de esta fรกbula integradora en comedia bufa estรก basada en algo tan inveterado como execrable: la risa ante lo deforme, ante el andar torpe, el habla gangosa y las simplezas de carรกcter. Solo hay un personaje entre los discapacitados que el director eligiรณ en un casting de mรกs de seiscientos candidatos, la muchacha que interpreta a la jugadora Collantes, que elude el constante patrรณn de la broma chusca, y eso se logra porque la chica, Gloria Ramos, estรก dotada de un humor propio, fresco y ocurrente, que desborda la lรญnea mรกs bien plana del guiรณn de Fesser.
Bocelli por el contrario tiene algo de รกngel y de santo, por lo menos en esta metaficciรณn cinematogrรกfica, La mรบsica del silencio, en la que el propio tenor italiano, que se deja ver hacia el final, cuenta la historia de un alter ego al que llama Amos Bardi. Se trata de un biopic en el sentido menos excitante de la palabra, desde la cuna hasta la corona de laurel, aunque Bardi contado por Bocelli y trasmutado โcon un convencionalismo exasperante por el director Radfordโ tambiรฉn tiene algรบn rasgo audaz y desviado; mal estudiante, tarambana, noctรกmbulo, fumador, y solo enderezado al bien por la mรบsica y el amor de una muchacha entregada, que adquiere en la pelรญcula cierta densidad gracias a la brillante interpretaciรณn de Nadir Caselli.
La historia de Andrea Bocelli, que yo apenas conocรญa antes de ver la pelรญcula, pasa por las fases de lo previsible: nacimiento en este caso acomodado, tragedia inesperada, accidente grave, voluntad de superaciรณn, rechazo, aprendizaje, concurso, premio, incertidumbre. Y el final feliz que amortiza la producciรณn, la desdicha borrada por la justicia, no muy poรฉtica: en Bocelli/Bardi el reconocimiento supremo es ir al Festival de San Remo, que siempre nos parecรญa tan hortera, bajo la cobertura de un cantautor mรกs bien cursi, Zucchero, que en su nombre de azรบcar lleva su penitencia. La ceguera propia compensada por la de los otros, que tardaron tanto en distinguir la bella voz de Bocelli, bien cantando a Puccini como en el repertorio popular napolitano.
El epรญlogo de La mรบsica del silencio es de los mรกs embarazosos que se han visto en el cine. Terminada la trama, se nos regala, colofรณn o floripondio, el รกlbum de fotos en que el Bocelli autรฉntico posa al lado de los poderosos del mundo, Isabel II, Zubin Mehta, Luciano Pavarotti, Barack Obama, Plรกcido Domingo, tres papas (ยกestamos en Italia!), como corolario de que cualquier sรญndrome o deficiencia que produzca ganancia obtendrรก el beneplรกcito de los que mandan. ~
Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).