Joy Laville: Mar con ventana azul

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Joy Laville, la entraรฑable pintora de paisajes suaves y evocadores, muriรณ el pasado 13 de abril. La causa: derrame cerebral. Vivรญa en su casa de Cuernavaca, estaba activa. Trabajaba todos los dรญas desde las diez de la maรฑana hasta que llegaba la hora de un tequila, a eso de las dos. Despuรฉs comรญa, recibรญa amigos, jugaba con Mila, una perra labrador que no era de raza pura y de quien Joy comentaba en voz baja y a manera de confidencia para que Mila no escuchara: โ€œTiene las patas muy flacas, es callejera…โ€

Su casa estaba poblada de sus obras, sin embargo, nada en el ambiente denotaba el ego de quienes suelen solo mirarse a sรญ mismos. โ€œMe dan tranquilidad, los veo y estรก bienโ€, decรญa mientras hacรญa un ademรกn de sosiego poniendo las palmas de sus manos hacia abajo y moviendo suavemente los brazos como si quisiera calmar las tempestades.

Quienes miramos la obra de Joy somos los asistentes a esos escenarios abiertos que nos describen el mundo desde su amplitud, no importa que aquello que tengamos enfrente sea una habitaciรณn o un retrato. Ahรญ tambiรฉn estรก una mirada que ha tomado una distancia fรญsica para que nosotros podamos, incluso en la cercanรญa, saber que esa distancia marcarรก, de ahora en adelante, la peculiar manera de entrar a ese mundo. Un mundo cuya riqueza contradice la engaรฑosa primera percepciรณn.

Joy Laville naciรณ el 8 de septiembre de 1923 en Ryde, Inglaterra. A decir de ella misma, durante sus primeros aรฑos viviรณ rodeada de una singular naturaleza en la que predominaba el mar. Sin duda esas impresiones la marcaron de modo definitivo. La Primera Guerra Mundial habรญa terminado unos aรฑos antes, Europa se encontraba en plena reconstrucciรณn y la paz, frรกgil e inestable, cediรณ paso a la Segunda Guerra. A los veintiรบn aรฑos, Laville se casรณ con Kenneth Rowe, un militar canadiense. Emigrรณ con su pareja a Canadรก y se estableciรณ en British Columbia, lugar donde naciรณ Trevor, su รบnico hijo.

Su vida canadiense transcurriรณ de manera acaso demasiado apacible para un espรญritu que necesitaba hallar nuevas maneras de expresiรณn, otros espacios, modos diferentes de abordar la cotidianidad. Es entonces que decide trasladarse a Mรฉxico con el pequeรฑo Trevor de apenas cinco aรฑos. Su destino era San Miguel de Allende, Guanajuato, lugar al que llegรณ en 1956. El poblado era diminuto y las calles no estaban asfaltadas, tenรญa una incipiente vida cultural y una sociedad claramente dividida.

En 1964, Jorge lbargรผengoitia visitรณ Guanajuato para dar un curso en la Universidad Americana y, a su paso por San Miguel de Allende, buscando unos libros en el lugar donde trabajaba Joy, se produjo el encuentro. โ€œVino al Colibrรญ, con una lista de libros para su curso โ€“relatรณ mรกs tarde Joyโ€“. Me gustรณ mucho. Regresรณ al df y no lo vi por todo un verano. Luego regresรณ a San Miguel en 1965 y nos comenzamos a ver. Jorge decรญa que San Miguel, tan lleno de americanos, era un lugar polilingรผista…โ€

Aรฑos despuรฉs, cuando ya vivรญan juntos en Parรญs, Gabriel Garcรญa Mรกrquez invitรณ a Ibargรผengoitia a Bogotรก. A pesar de que รฉl se lo habรญa pedido, Joy no pudo acompaรฑarlo. El 27 de noviembre de 1983, el Boeing 747 de Avianca en el que Ibargรผengoitia se trasladaba de Madrid a Bogotรก sufriรณ un accidente. En el mismo vuelo fallecieron Marta Traba, รngel Rama y Manuel Scorza.

A la distancia, resulta turbador ver el pequeรฑo cuadro Anunciaciรณn II, pintado en 1982, un aรฑo antes de la muerte de Jorge. En รฉl, una mujer del lado derecho de la composiciรณn permanece de pie y de espaldas a un muro y quizรกs un sillรณn. Del lado izquierdo, hay un paisaje con un cielo azul tenue sobre el que vuela en direcciรณn a la imagen un aviรณn blanco, muy claro, casi fantasmal.

ยฟQuรฉ es aquello que nos atrapa de manera tan intensa cuando nos enfrentamos a la pintura de Joy Laville? Mirar su obra es dejarnos habitar por una calma que pocas veces se alcanza en la vida cotidiana. Su manera de componer y estructurar los espacios sin duda es fundamental. A veces se trata de una lรญnea en el horizonte, a veces de una cuadrรญcula casi perfecta o el lujo de convocar en su pintura muros inclinados que nunca caerรกn pero que siempre estรกn, como casi toda su obra, reposando.

La temรกtica de sus pinturas ha caminado en lo fundamental por los espacios de la intimidad. Es en ellos donde las motivaciones personales y privadas de Joy Laville encuentran campo fรฉrtil para su expresiรณn. En este andar, tambiรฉn ha tocado, hasta con cierto sentido del humor, la muerte. El ahogadito es una obra singular en este terreno toda vez que el tema de la finitud estรก casi ausente en su obra.

Si bien hay otras muertes implรญcitas como la del propio lbargรผengoitia, la explรญcita del ahogado, ademรกs de llevar consigo el humor que el diminutivo del tรญtulo le confiere, da cuenta de cรณmo el cuerpo del difunto mira hacia abajo, desde el agua, hacia la tierra que pronto le recibirรก. En palabras de Joy: โ€œUn niรฑo nos lo seรฑalaba, con sus ojos grandes, y nos decรญa: โ€˜ยกEl ahogadito! ยกEl ahogadito!โ€™ Y lo vimos y ahรญ estaba, flotando boca abajo […] y pintรฉ El ahogadito.โ€

Siempre he querido saber cuรกl es la temperatura interior de sus obras. A juzgar por las vestimentas siempre hay un clima templado, o fresco sin que sea molesto. No hay viento; la quietud es tal que nunca veremos ni palmeras dobladas por ventiscas ni cabellos o ropajes de los personajes indicรกndonos el sentido de la direcciรณn del aire que los altera. La paz estรก incluso en esa extraรฑa tregua que ha dado el aire a la pintora para dejarla acabar cada tela, cada papel cuando pinta sus mares y riscos sin la presencia inquieta de un ventarrรณn que va y viene por el mundo alterando, moviendo y esculcando todo lo que toca.

Indudablemente hay una lograda economรญa de medios expresivos. Otorgando un significado รญntimo y personal a cada elemento de su creaciรณn, su obra obliga a los espectadores a navegar por aguas siempre parecidas, pero en cuyas profundidades circulan corrientes que vienen, con gran intensidad, de muy diversas partes.

En un reducido espacio que nunca ha excedido en la producciรณn de Joy Laville de los mรกs de un metro veinte por tres metros, ella ha logrado lo que difรญcilmente puede encontrarse en la plรกstica contemporรกnea: contener la vastedad. El mundo, sus espacios, detalles de lo enorme y lo lejano, pistas de lo inmenso, aparecen convocados en su obra โ€“pieza a pieza, รฉpoca a รฉpocaโ€“ hasta darnos cuenta de esta cosmogonรญa de la inmensidad. Lo vasto no es solo lo amplio, sino tambiรฉn lo extenso, lo lleno de sรญ mismo.

El color es una de las marcas que la hacen inconfundible. Grandes planos cromรกticos, espacios que parecerรญa que apenas cambian de color mientras van de un lado a otro de la tela (o el papel, segรบn el caso), dan cuenta de una fundamental manera de construir y dibujar con manchas que se convierten en un mundo lleno de cรณdigos. Joy Laville nos hace leer de una manera รบnica el entorno.

La obra de Joy Laville no se revela en una primera mirada. Ese es su principal atractivo. Al no gritarnos su verdad al primer acercamiento, necesitamos de mรกs tiempo para escuchar la obra, leerla, conocerla y descubrir en ella lo que sucede y lo oculto, lo que Joy Laville dice en palabras muy claras, aunque pronunciadas con gran suavidad. ~

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es curador y criฬtico de arte. En 2004, curoฬ la retrospectiva de Joy Laville para el Museo de Arte Moderno.


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