Cuatro paradojas electorales

Muchas preguntas quedaron abiertas tras los comicios del pasado junio. Este análisis exhaustivo de resultados, distrito por distrito, indaga cómo la coalición Sigamos Haciendo Historia logró una votación inédita –y amplias mayorías en las cámaras– con menos participación electoral que en 2018.
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con la colaboración de Willibald Sonnleitner1

para María Eugenia Herrera

Aunque el triunfo de Claudia Sheinbaum había sido anticipado por casi todas las encuestas, la amplísima ventaja sobre Xóchitl Gálvez sorprendió a muchos. De igual forma, para un buen número de electores en las ciudades, que vieron grandes filas en las casillas, resultó incluso sospechoso que los resultados oficiales arrojaran una ligera disminución de la participación con respecto a 2018 (61% versus 63.4%). También resulta sorprendente que, con un avance relativamente pequeño en el porcentaje de votos obtenido (5%), la coalición Sigamos Haciendo Historia haya logrado triunfar en 70 distritos más que en 2021, obteniendo así un total de 256 diputaciones de mayoría relativa sobre un total de 300. Y, por último, ¿cómo logró la llamada Cuarta Transformación (4T) lo que parecía casi imposible en el Senado: rozar la mayoría calificada? Una lectura detenida de los resultados electorales permite arrojar luz sobre estas aparentes paradojas.

Prácticamente nadie previó que la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia obtendría un mayor porcentaje de votos que Andrés Manuel López Obrador en 2018 (59.8% vs. 53.2%). Dado que la participación electoral disminuyó, esta ventaja se reduce en algo si calculamos los porcentajes, no sobre el total de votos, sino sobre la lista nominal de electores (36.5% vs. 33.7%).

Este crecimiento porcentual puede comprenderse tomando en cuenta varios factores. Para empezar, la incorporación del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) al proyecto de la 4T después de las elecciones de 2018 en las que había participado en coalición con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y con Nueva Alianza (NA). En los comicios presidenciales de 2024, el PVEM recibió el 7.8% de los votos (equivalentes a un 4.7% sobre lista nominal). Esos votos bastarían para explicar el crecimiento de la candidata de Sigamos Haciendo Historia.

Pero además, las condiciones en las que compitieron López Obrador y Sheinbaum fueron radicalmente distintas. En 2018, AMLO estaba en la oposición, mientras que la candidata de Sigamos Haciendo Historia pudo contar con el apoyo de gran parte del aparato estatal y con las constantes descalificaciones en contra de la oposición por parte del presidente en sus conferencias de prensa mañaneras. Ingentes recursos, a menudo de origen desconocido, permitieron inundar el país de espectaculares y de pintas en los muros de propaganda a favor de Claudia Sheinbaum y, al mismo tiempo, declarar ante el ine que su campaña había sido menos dispendiosa que la de Xóchitl Gálvez. Los servidores de la nación –muchas veces coordinados por funciona- rios de diversas secretarías y de paraestatales– hicieron abiertamente campaña por la candidata de la 4T, casa por casa, repitiendo que de no votar por ella o de ganar la oposición perderían los apoyos que reciben del Estado. Las corporaciones, a las que gran parte de los mexicanos están inscritos (organizaciones campesinas, sindicatos de todo tipo, asociaciones de locatarios de mercados, juntas de vecinos, etcétera), tomaron partido casi siempre por Claudia Sheinbaum y algunas incluso presionaron –cuando no, de plano, amenazaron con represalias más o menos drásticas– a sus agremiados para que votaran por ella, sin temor a violar el secreto del voto. En efecto, la oposición denunció con anticipación que se estaba pidiendo a muchos ciudadanos que fotografiaran su boleta con sus celulares antes de depositarla en la urna. Pero, en varios estados, la maniobra fue, incluso, mucho más sofisticada. A algunos electores, sus corporaciones les entregaron un pequeño papel con un código QR, que los identificaba individualmente. Tenían, entonces, que fotografiar su voto junto con dicho código QR. Ello hace sospechar que los operadores políticos de la 4T han elaborado una amplia base de datos de gran parte de los ciudadanos, a la que recurren para movilizarlos y presionarlos. Ello explicaría los esfuerzos por procurarse fotocopias de las credenciales de elector por parte de los servidores de la nación y de los operadores políticos de la 4T, lo que a primera vista parecería no tener utilidad alguna.

Muchas de estas tácticas no tienen nada de novedoso: gobiernos anteriores han recurrido a ellas. La experiencia histórica indica que solo tienen éxito cuando quienes las utilizan gozan de cierta legitimidad y de apoyo popular, de lo contrario pueden suscitar el rechazo y resultar incluso contraproducentes, como se ha visto en los comicios que han desembocado en una alternancia política (2000, 2012 y 2018). Como ya se había podido observar analizando los resultados de las elecciones federales de 2021, el ejercicio del poder no ha desgastado a la 4T y por el contrario le ha atraído muchos nuevos aliados (el PVEM, infinidad de corporaciones, políticos de otros partidos en busca de cargos que se llevan consigo a gran parte de sus clientelas, etcétera) y le ha proporcionado recursos de todo tipo para ampliar su base electoral, aunque haya sido en forma modesta, en tan solo un 2.7% de los inscritos en la lista nominal.

El dato sobre la participación electoral suscitó sorpresa entre muchos observadores y analistas e, incluso, levantó sospechas por parte de algunos opositores, que lo atribuyeron a algún tipo de fraude. En efecto, el gobierno de López Obrador hizo enormes esfuerzos por movilizar a sus electores, y la oposición no se cansó de repetir que estas elecciones definirían el futuro de México, por lo que muchos esperaban un notable aumento en la participación. Un análisis distrito por distrito muestra, en cambio, que en 226 (de un total de 300) la participación se redujo con respecto a los comicios de 2018. La mitad de esta pérdida de votos proviene de tan solo 63 distritos en los que la disminución de la participación fue mayor a un 5.6%.

En la gran mayoría de los casos, esta reducción de la participación castigó principalmente a Xóchitl Gálvez. Estos nuevos abstencionistas –que por lo general habían sufragado en 2018 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD)– optaron en esta ocasión por no acudir a las urnas. Estos 63 distritos se concentraron principalmente en Veracruz (10), en el Estado de México (7), Oaxaca (7), Tamaulipas (5) y Guerrero (4), casi siempre en áreas rurales.

En otro grupo menor de distritos (13), el aumento del abstencionismo se dio en detrimento de Claudia Sheinbaum. Lo que resulta llamativo en este caso es que la gran mayoría de estos distritos se ubican en zonas urbanas y se concentran en Chiapas (6) y en Tabasco (4 distritos), en donde la oposición es sumamente débil. ¿Será señal de un tenue principio de desengaño con la 4T?

Finalmente, solo en un puñado de distritos (7) la disminución de la participación afectó tanto a Sheinbaum como a Gálvez, sin que hayamos encontrado algún elemento en común entre ellos, como habría podido ser la inseguridad.

Los distritos en los que aumentó la participación fueron muchos menos (74). Pero únicamente en 17 de ellos el crecimiento rebasó el 3%. Nueve de estos distritos se ubican en el estado de Guanajuato, casi siempre en ciudades importantes (los distritos 3, 5, 6 y 11 de León; los 9 y 15 de Irapuato, el 4 de Guanajuato y los ubicados en Celaya y San Miguel de Allende). En estos casos, dicho incremento favoreció a Claudia Sheinbaum, sin que necesariamente ello haya provocado una disminución del porcentaje sobre lista nominal del partido dominante en el estado, el PAN. Ello significa que la 4T logró en ese estado del Bajío movilizar a ciudadanos abstencionistas para que votaran a su favor y, al mismo tiempo, atraer a electores que habían votado seis años antes por el PRI.

En Nuevo León, más precisamente en la ciudad de Monterrey, 3 distritos (el 5, el 6 y el 10) vieron aumentar su participación en forma notable, lo que favoreció sobre todo a Jorge Álvarez Máynez y a Claudia Sheinbaum, y en menor medida a Xóchitl Gálvez (con votos marcados a favor del PRI).

En 2021, los partidos que apoyaban a la 4T (Morena, PVEM, PT), incluyendo a los tres que perdieron su registro federal en esos comicios –Partido Encuentro Solidario (pes), Fuerza por México (FxM), Redes Sociales Progresistas (RSP)–, obtuvieron en total un 49.8% de los votos, lo que les permitió alcanzar el triunfo en 186 distritos. En 2024, la 4T incrementó su porcentaje de votos en un 4.9%, lo que le permitió llevarse 70 diputaciones más de mayoría relativa, pasando de 186 a 256, de un total de 300 distritos.

En 2018, el rendimiento de los votos a favor de la 4T (que no incluía todavía al PVEM) fue notablemente mayor que en 2021. Con tan solo 43.6% de los votos, la coalición Juntos Haremos Historia logró triunfar en 218 distritos. Ello se explica en parte porque los tres partidos que perdieron su registro en 2021, por ser de reciente creación, tenían prohibido asociarse con otros partidos y, con ello, provocaron una dispersión de los votos a favor de la 4T que benefició a la coalición formada por el PAN, PRI y PRD. Dicha dispersión le hizo perder a la 4T unos 15 distritos aproximadamente.

El importante incremento del porcentaje de votos a favor de la 4T en las elecciones para diputados federales entre 2018 y 2024, que pasó de 43.6% a un 54.7%, se explica una vez más por el aporte de votos del PVEM (que creció en esos años de un 4.8% a un 8.4%). Pero también por un fenómeno muy significativo que se ha comentado poco: el de los electores que votan por el candidato a la presidencia de la república de la 4T, pero que desean limitar su poder, sufragando por otros partidos en las legislativas. En 2018, estos electores constituyeron el 9.6% del total (los candidatos a diputados de Juntos Haremos Historia obtuvieron 43.6% de los sufragios en vez del 53.2% que alcanzó López Obrador).

En 2024, este tipo de electores se redujo a tan solo un 5.1% (54.7% para Sigamos Haciendo Historia en vez de 59.8% para Sheinbaum). Ello a pesar de que, desde febrero de este año, López Obrador había enviado al Congreso sus iniciativas de reforma constitucional, que conforman lo que él denominó su Plan C y que, de aprobarse, trasladaría definitivamente la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), lo que convertiría a esta última en la encargada de la seguridad interna y del orden público, a pesar de haber demostrado desde el 2006 su total incapacidad para atajar la ola de homicidios, las extorsiones o cobro de piso, el huachicol y los asaltos en carreteras que asolan al país. Dichas propuestas de reformas constitucionales pretenden también sustituir de un plumazo a todos los jueces y magistrados del poder judicial por otros supuestamente “electos por el pueblo” a partir de pequeñas listas de candidatos propuestos en por lo menos las 2/3 partes por la 4T y, finalmente, desaparecer a los diputados de representación proporcional y a los senadores de primera minoría y de representación proporcional, lo que le permitiría al partido o coalición mayoritarios sobrerrepresentaciones exorbitantes en el poder legislativo. Con las propuestas legislativas de AMLO y con los resultados de los comicios de este año, la coalición oficialista, con el 54.7% de los votos, obtendría el 85.3% de los diputados y, con el 55.1% de los votos, el 93.8% de los senadores.

Sorprendentemente, ni Xóchitl Gálvez ni los partidos que la postularon insistieron a lo largo de la campaña en los peligros del Plan C, como si su aprobación fuese imposible. Ello a pesar de que una simple proyección de los resultados electorales de 2021 al 2024 permitía saber que la mayoría calificada en la Cámara de Diputados estaba al alcance de la mano de la 4T si lograba aumentar su porcentaje de votación en un 6% y llevarse unas 20 diputaciones de mayoría relativa más. Aunque en los hechos su avance fue ligeramente inferior –de apenas 4.9%–, el colapso del PRI y del PRD, el aumento de los votos a favor de mc (que pasó de 7% a 10.9%) y la muy desigual distribución geográfica del incremento de los sufragios a favor de Sigamos Haciendo Historia, le permitieron llegar en primer lugar en 55 distritos más. Aunque este último punto –la distribución geográfica desigual del crecimiento de la 4T– ameritaría un estudio detallado, podemos desde ahora aventurar la hipótesis de que sus operadores políticos, con gran habilidad, concentraron todos sus esfuerzos en los distritos en los que estaban en desventaja, mientras que descuidaron aquellos en los que habían ganado con facilidad en las dos elecciones legislativas anteriores. Ello permitiría explicar el descenso de sus porcentajes de votos sobre lista nominal en muchos distritos de Tabasco y Chiapas, y el incremento de dichos porcentajes en el estado de Guanajuato, en donde pasaron de triunfar en 2 distritos en 2021 a llevarse 8 de un total de 15 en las elecciones de 2024.

Las reglas del reparto de las curules en el Senado hacen dificilísimo que cualquier partido o coalición alcance la mayoría calificada en la cámara alta. Para ello, tendrían que llegar en primer lugar en todos los estados de la república (lo que les daría 64 senadores) y obtener el 68.75% del voto (22 senadores de representación proporcional). Por cada estado en el que alcanzasen la segunda posición, requerirían aumentar su porcentaje de voto en un 3.125%. Por ello, como bien lo saben los operadores electorales de la 4T, para unos partidos que son aliados, una mejor estrategia es ir por separado en los estados en los que puedan lograr el primero y el segundo lugares. De ese modo, la coalición SHH presentó candidaturas comunes en 20 estados. Los partidos de la 4T lograron triunfar, unidos o por separado, en 30 estados. Solo en Aguascalientes y Querétaro tuvieron que conformarse con obtener senadores de primera minoría.

En cambio, la jugada de no presentar candidatos comunes en 12 estados les salió a la perfección en Chiapas y Oaxaca, en donde Morena obtuvo los dos senadores de mayoría relativa y el PVEM el de primera minoría. En lo que concierne a Chiapas, esto no representó ninguna sorpresa porque en ese estado ambos partidos son, por mucho, los más poderosos. Pero el caso de Oaxaca es digno de estudio. Las elecciones legislativas federales de 2021 dejaron en claro que los partidos de la 4T aventajaban por 33.4% a los de la coalición, en ese momento con el nombre de Va por México (63.4 vs. 30%). Decidieron, entonces, ir por separado en ese estado y presentar como candidatos a senadores por el PVEM a dos conocidos políticos que, hasta entonces, habían ocupado cargos en Morena. Como en 2021 el PVEM solo había obtenido el 2.1% de la votación, los operadores políticos de la 4T tuvieron que promover, en las dosis justas, el voto en favor de los candidatos “zapotes prietos” (verdes por fuera, morenos por dentro). La exitosa maniobra electoral fue ampliamente facilitada tanto por los partidos de oposición, que no presentaron un candidato común, como por el notable descenso de la participación con respecto a 2018 en 7 distritos rurales que castigó fuertemente al pri y, en menor medida, al PAN. Así fue como la 4T se llevó las tres curules senatoriales correspondientes a ese estado.

Curiosamente, el mismo plan falló en Tabasco, donde también los partidos de la 4T compitieron por separado. Por alguna razón, no se promovió lo suficiente a los candidatos del PVEM (que quedaron a 6.5% de los votos de los de Fuerza y Corazón por México), tal vez porque el candidato propietario no era un morenista disfrazado.

Con 60 senadores de mayoría relativa, 4 de primera minoría y 55.1% de los votos (que equivalen a 58.8% de los válidos tomando en cuenta la pérdida de registro del PRD), que le proporcionan 19 senadores de representación proporcional, la 4T obtiene un total de 83 senadores, lo que representa el 64.7% de la cámara alta, muy cerca de la mayoría calificada.

La 4T arrasó en las elecciones de este año por un indudable apoyo popular, pero también gracias al uso y abuso de recursos públicos, y a la pericia de sus operadores electorales –provenientes muchos del PRI y, en menor medida, del PAN–, que supieron maximizar los votos para obtener un mayor número de legisladores federales con métodos no siempre apegados a la ley. La coalición opositora, en cambio, fue incapaz de coordinarse y de elaborar una estrategia coherente para concentrar sus esfuerzos en los distritos y estados que estaban a su alcance. Una medida tan elemental como haber promovido que, en la elección presidencial, los simpatizantes de Xóchitl Gálvez hubieran marcado en la boleta los emblemas de los tres partidos coaligados, le habría permitido al PRD mantener el registro y, con ello, reducir en algo el número de diputados y senadores de representación proporcional que se le atribuirán a la 4T. Pero los dirigentes de dichos partidos parecen haber pensado solo en asegurarse una curul en el Senado. El PAN relegó a su gobernador más popular y exitoso –Mauricio Vila Dosal de Yucatán– al séptimo lugar de su lista de candidatos a senadores por la vía de representación proporcional, con lo cual previsiblemente no obtendrá el cargo. MC, con su apuesta de competir en solitario, logró aumentar su porcentaje de votos y, por lo tanto, el financiamiento público que recibirá los próximos años, pero fue a costa de ver reducidas sus bancadas en el Senado (de 7 a probablemente 6) y en la Cámara de Diputados, en donde pasó de ganar 7 distritos en 2021 a tan solo 1 ahora. Es poco probable que el reparto de las diputaciones de representación proporcional en la cámara baja le permitan resarcirse por completo de esas pérdidas. Además, le facilita a la 4T acercarse a (o incluso alcanzar) la mayoría calificada en ambas cámaras.

En México, las elecciones no se ganan tanto en el debate de ideas y de proyectos, sino operando a ras de tierra, con liderazgos sociales locales capaces de movilizar a sus seguidores. Fuera del activismo entusiasta de los “xochilovers”, los partidos de la coalición opositora fallaron estrepitosamente en esa tarea básica. Las aparentes paradojas electorales no son sino el reflejo de ese fracaso ante los experimentados operadores electorales de la 4T. ~


  1. Agradezco el apoyo de Willibald Sonnleitner en el análisis de los resultados electorales y en la elaboración de los cuadros, gráficas y mapas de este artículo. Las opiniones, juicios y valoraciones vertidos en esta pieza son de mi exclusiva responsabilidad. ↩︎
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(ciudad de México, 1954), historiador, es autor, entre otras obras, de Encrucijadas chiapanecas. Economía, religión e identidades (Tusquets/El Colegio de México, 2002).


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