La brecha inventiva

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Franรงois Jullien

La identidad cultural no existe

Madrid, Taurus, 2017, 108 pp.

El filรณsofo francรฉs Franรงois Jullien โ€“helenista y, por si fuera poco, sinรณlogoโ€“ ha escrito un ensayo que retoma las crรญticas al concepto de identidad cultural desde un flanco persuasivo. Aquellas crรญticas que a fines del siglo XX el posmodernismo sostuvo con arrogancia epistรฉmica vuelven a ser pertinentes en un momento, como el actual, caracterizado por el ascenso del nacionalismo y la xenofobia. El punto de partida de Jullien es lingรผรญstico: la crรญtica del nacionalismo debe reformular el significado de palabras como identidad y diferencia.

La identidad de una naciรณn (Francia, Alemania o Gran Bretaรฑa) o de un continente de naciones (Europa o Amรฉrica Latina), dice Jullien, no existe como esencia o personalidad cultural. Existe como recurso, es decir, como un conjunto de atributos nunca reรฑidos con lo universal o lo comรบn: lenguas, etnias, tradiciones, culturas, artes, cocinas. La diferencia, aquello que singulariza una cultura nacional o regional, no es mรกs que un รฉcart: una brecha o un intervalo abiertos, que establecen una distancia comunicativa entre dos sujetos.

Para Jullien, cualquier otro entendimiento de las nociones de identidad y diferencia es equรญvoco porque confunde o mezcla los territorios de lo universal y lo uniforme, lo comรบn y lo semejante. Cita a propรณsito al pintor cubista Georges Braque, quien aseguraba que โ€œTrouillebert era similar a Corot, pero no tenรญan nada en comรบnโ€, ya que โ€œlo comรบn es verdadero y lo similar es falsoโ€. La confusiรณn entre lo universal y lo uniforme es propia tanto del neoliberalismo como del comunitarismo: ambos extremos pliegan lo comรบn hacia la similitud o la semejanza.

Como estudioso de China, Jullien estรก convencido de que la pretensiรณn de universalidad de Occidente โ€œya no es sostenibleโ€. Aun si asumiรฉramos esa universalidad por su lado mรกs noble โ€“el de la filosofรญa griega, la ciudadanรญa del derecho romano, la salvaciรณn cristiana o el progreso ilustradoโ€“ estarรญamos en presencia de una singularidad, la occidental, con un valor imperativo, hegemรณnico, cuya voluntad de poder se manifiesta en acciones nefastas. De ahรญ la importancia de una โ€œuniversalidad abierta hacia lo comรบnโ€, que tiene su nรบcleo conceptual en el tรฉrmino intraducible de รฉcart.

Lo que diferencia culturalmente a dos sujetos, sean razas, naciones o religiones, es un hiato o un โ€œentreโ€ que no los anula o excluye. El รฉcart, dice Jullien, โ€œnos saca de la perspectiva identitariaโ€ porque no parte de la definiciรณn de esencias inmutables. Abrir un รฉcart es โ€œhacer aparecer no una identidad, sino una fecundidad o, dicho de otra manera, un recurso. El รฉcart, al abrirse, permite que emerjan otros posibles. Revela otros recursos que no se habรญan vislumbrado, que ni siquiera se habรญan sospechadoโ€. Esa apertura facilita el trรกnsito de lo universal a lo comรบn, eludiendo lo uniforme.

Dentro de cada cultura suceden, tambiรฉn, esos hiatos que ayudan a comprender la diversidad cultural del mundo. Por ejemplo, en Francia, hay que lidiar con una cultura en tรฉrminos de La Fontaine y otra de Rimbaud, del racionalismo de Descartes o del surrealismo de Breton. Es conocida la distinciรณn, en los Pensamientos de Pascal, entre el espรญritu de geometrรญa y el de finura. Algo similar propone Jullien cuando dice que el โ€œรฉcart abierto por Rimbaud hace resurgir (sobresalir) a La Fontaine, lo saca de la banalidad, de nuestra lectura rutinaria (escolar), rayana en el clichรฉ: hace que lo descubramos en su propia inventivaโ€.

En este ensayo Jullien discute con muchos, pero, sobre todo, con Samuel P. Huntington y su Choque de civilizaciones (1996). Se trata, dice Jullien, del manifiesto de la reacciรณn antiuniversalista de fines del siglo XX, que siguieron todos los nacionalismos e integrismos de principios del siglo XXI. El error de Huntington, repetido luego en Who are we? (2004), fue haber pensado la cultura occidental, la islรกmica, la china, la mexicana o la estadounidense en clave identitaria. Esa limitaciรณn le impidiรณ advertir la brecha inventiva que separa a civilizaciones diferentes y que les permite dialogar sobre un fondo comรบn.

Ya en el cierre de su ensayo, Franรงois Jullien sostiene, con mรกs candor que realismo, que el diรกlogo entre culturas o, especรญficamente, entre Occidente y Oriente, es la รบnica vรญa de defender la democracia como recurso del universalismo moderno. Dice atinadamente que una โ€œdemocracia es una comunidad de sujetosโ€ y sugiere que el concepto chino de โ€œpaisajeโ€ (shan-shui) incluye ese sentido comunitario. Pero sus ejemplos de traducciรณn polรญtica no son suficientes para establecer un vรญnculo causal o recรญproco entre el diรกlogo de las culturas y el avance de la democracia.

El reconocimiento de valores comunes como la libertad o la justicia en todas las culturas puede favorecer la diplomacia o la paz pero no necesariamente supone el progreso de la democracia a nivel global. De hecho, el siglo XXI ha demostrado ser una รฉpoca en que grandes potencias como China y Rusia resisten la universalizaciรณn de la forma democrรกtica de gobierno en sus propios territorios y, a la vez, crean franjas de protecciรณn para regรญmenes autoritarios en diversas regiones del mundo. El โ€œtipo chino de socialismoโ€ de Xi Jinping y la โ€œidea rusaโ€ de Vladimir Putin son tรญpicas ideologรญas identitarias en medio de la globalizaciรณn. ~

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(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crรญtico literario.


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