Es discutible el grado de incidencia de las fuerzas armadas en la violencia desatada por la āguerra contra el narcoā. TambiĆ©n es discutible que las tareas de seguridad interior deban militarizarse. En lo que no parece haber duda es en el carĆ”cter incontrolable de dicha violencia y en el despliegue progresivo del ejĆ©rcito, la marina y la fuerza aĆ©rea en los Ćŗltimos dos sexenios. De los enfoques que se han ensayado para explicar esta realidad, tengo la impresiĆ³n de que ha hecho falta explorar el estudio social de las fuerzas armadas y la guerra. Estoy convencido de que esta perspectiva, que ha dado sus frutos en la historia y la historiografĆa, puede serle de utilidad al presente.
Luego de la Segunda Guerra Mundial se desarrollĆ³ en el mundo anglosajĆ³n una corriente que buscĆ³ enriquecer la historia militar tradicional, dedicada entonces a producir narrativas sobre campaƱas, batallas, tecnologĆas y estrategias. El nuevo enfoque, en cambio, se propuso evaluar los efectos de la guerra en las sociedades y estudiar las maneras especĆficas en que estas se organizan y funcionan al ser trastornadas por ese tipo de violencia extrema. Los llamados āestudios de guerra y sociedadā (o, de forma mĆ”s vaga, ānueva historia militarā e incluso āhistoria social de la guerra y de las fuerzas armadasā) partieron del supuesto de que la guerra es un estado de la sociedad que afecta decisivamente la manera de pensar y el comportamiento de los involucrados, una alteraciĆ³n profunda que acelera la formaciĆ³n de identidades, reorganiza a los grupos humanos y reasigna sus prioridades.
Con ello, el ejĆ©rcito āpor poner un ejemploā deja de ser visto como un bloque uniforme que gana o pierde y se desplaza: una cantidad anĆ³nima comandada por un individuo mĆ”s o menos relevante. La perspectiva social prefiere hacer visible una multitud de problemas, como el origen, la composiciĆ³n, el financiamiento, la administraciĆ³n de justicia y la politizaciĆ³n de diversas fuerzas armadas. Al hacerlo, revela los distintos intereses y las particularidades al interior de estos cuerpos, lo que ademĆ”s permite comprender a la sociedad que los produce.
El cambio de enfoque es particularmente necesario en una historia como la mexicana, tan empeƱada en cifrar sus grandes transformaciones en episodios bĆ©licos: la Conquista, la Independencia, la Reforma y la RevoluciĆ³n. De ahĆ ha surgido nuestro panteĆ³n patrio, y en sus relatos de heroicidad, gloria, sacrificio y muerte se ha erigido la identidad nacionalista. No obstante, esos relatos, polarizantes y maniqueos por obligaciĆ³n, simplifican las alteraciones en las sociedades que padecen las guerras y ocultan la cualidad heterogĆ©nea de las fuerzas armadas que las disputaron.
Pongamos por caso la Independencia. Nombrada en su momento y a lo largo del siglo xix como revoluciĆ³n (hasta que la de 1910 llegĆ³ para adueƱarse del tĆ©rmino), la que estallĆ³ en el BajĆo novohispano en 1810 fue una violenta guerra civil que causĆ³ en once aƱos cerca de trescientos mil muertos (el 5% de la poblaciĆ³n). SerĆa empobrecedor evadir o ignorar āen el marco de la crisis y la disoluciĆ³n de la monarquĆa espaƱola y el surgimiento de los Estados nacionales hispanoamericanos en los que se cimentĆ³ una nueva legitimidadā que el Estado mexicano naciĆ³ condicionado por un contexto bĆ©lico que generĆ³ una peculiar ācultura de guerraā (es decir, una serie de adaptaciones ante los escenarios de la violencia intensa y duradera), ademĆ”s de mĆŗltiples actores armados, colectivos e individuales, que habrĆan de definir el futuro.
Desmontada la narrativa del heroĆsmo patriĆ³tico que presenta a las fuerzas enfrentadas como bloques monolĆticos, estas aparecen ahora como cuerpos complejos dotados de distintos intereses, que mantuvieron varias relaciones āla mayorĆa, conflictivasā con la sociedad en la que actuaron. Esa mezcolanza de corporaciones militares y milicianas que se fue construyendo para contener y reprimir a las insurgencias āy que escapa por mucho a la simple categorĆa de āejĆ©rcito realistaāā es crucial para entender los problemas que determinaron no solo el desarrollo de la guerra sino los protagonismos, las jerarquĆas y las tensiones con que surgieron los Estados nacionales, y en particular el mexicano. Para no ir mĆ”s lejos, las milicias que brotaron en las comunidades desde 1811 tuvieron que ser sostenidas con los fondos de los propios pueblos. Dichos realistas rebasaban los cuarenta mil elementos en 1820 y constituĆan mĆ”s de la mitad de la estructura defensiva del virreinato. La dĆ©cada revolucionaria habĆa militarizado a las comunidades.
Ese fenĆ³meno miliciano (que podrĆa arrojar luz sobre las autodefensas comunitarias de la actualidad) ilustra un tipo de organizaciĆ³n cocinada al calor de la guerra. La elecciĆ³n de los oficiales, el cobro de los impuestos de guerra para sostener a los realistas, su problemĆ”tica vinculaciĆ³n a la estructura militar virreinal, y su interferencia en la toma de decisiones condicionaron la vida cotidiana y el orden polĆtico de los pueblos. A su vez, estas milicias de denominaciones distintas y documentaciĆ³n escurridiza pulverizaron el impulso aristocrĆ”tico de las milicias disciplinadas del reformismo borbĆ³nico al hacer masivo y rural el acceso a ciertas clases de participaciĆ³n polĆtica y de ciudadanĆa armada.
Dejar de ver Ćŗnicamente insurgentes contra realistas, como si hubieran peleado de manera mecĆ”nica por metas claras e inamovibles, para, mejor, hacer visibles las miles de historias de grupos e individuos que se involucraron en el conflicto āpor intereses diversos y cambiantes o por la fuerzaā, ayuda a revelar desde Ć”ngulos mĆ”s humanos el tortuoso y violento proceso de formaciĆ³n del Estado nacional.
Esta mirada social alerta, sensibiliza y previene. Lo mismo hoy que hace doscientos aƱos, el ejĆ©rcito mantiene relaciones multifacĆ©ticas y conflictivas con nuestra sociedad y es, de muchos modos, una expresiĆ³n de esta. Las discusiones contemporĆ”neas deberĆan reflexionar con mĆ”s elementos y menos prejuicios partidistas o polĆticos acerca del carĆ”cter, los alcances, las motivaciones, la variedad, el origen, la reglamentaciĆ³n, las condiciones laborales, las deserciones, la composiciĆ³n, el reclutamiento y, en definitiva, revelar las historias de las vastas y heterogĆ©neas fuerzas armadas, policiacas y comunitarias que combaten y nutren cotidianamente la violencia mexicana. ~
Es profesor dela Facultad de FilosofĆa y Letras y miembro del Instituto de Investigaciones HistĆ³ricas de la UNAM, autor del libro La trigarancia.
Fuerzas armadas en la consumaciĆ³n de la independencia. Nueva EspaƱa, 1820-1821
(UNAM-IIH, 2016)