El trasfondo simbólico de una novela realista expande mejor su significado cuando se introduce con naturalidad, sin entorpecer el desarrollo de la trama. Cuanto más sugerido sea el subtexto, cuanto menos se sobreponga a los personajes, mejor efecto produce en el lector imaginativo. Así ocurre en Aparición forzada (Grijalbo, 2018), la nueva novela de Ernesto Alcocer, un narrador con una trayectoria rara en nuestro mundo literario, pues trabajó durante muchos años en una trasnacional y solo a partir de la madurez pudo dedicarse de lleno a las letras. Su experiencia como alto ejecutivo de una poderosa compañía con sede en Atlanta es la materia prima de esta novela corrosiva y amarga, donde la ironía se bate a duelo contra el sinsentido de la existencia. Santiago, el protagonista, es un ejecutivo cincuentón enfrentado con su jefe, apodado el Cerdo, un homosexual reprimido de edad otoñal que ya entrado en copas acosa a sus subalternos. Al ser despedido injustamente con una liquidación precaria, Santiago comienza a trasgredir todas las normas de un orden social podrido.
Crónica de un derrumbe a la vez íntimo y colectivo, Aparición forzada alude en el título al trauma nacional causado en los últimos años por las desapariciones forzadas. Esa atmósfera de impunidad contribuye a radicalizar al protagonista, que armado con una pistola Beretta, el rostro cubierto con una máscara de luchador, intenta darle un susto al abusivo Cerdo, para obligarlo a largarse de México. Pero como Santiago es un vengador inexperto y atolondrado, su venganza lo expone al chantaje del teniente Luna, el exjudicial que le vendió la pistola. En casa padece otro tipo de extorsión, pues Emilia, su esposa, una socióloga feminista de carácter ríspido, siempre dispuesta a denigrarlo, quiere que ponga a su nombre las escrituras del departamento que él planea comprar con el dinero de la liquidación, y como Santiago se niega, lo corre de la casa. Todas las calamidades posibles parecen haber caído sobre esta versión moderna del bíblico Job, que se refugia en el amor de su hija y en la ingesta desaforada de whisky para escapar de una realidad oprobiosa. Pero la aparición de Sofía Garro, una artista conceptual que hace instalaciones mórbidas con órganos de humanos y animales, un poco al estilo de Damien Hirst, marca un punto de inflexión en la novela, pues a partir de entonces Santiago redescubre el amor y es adoptado por una cofradía de locos marginales que le ofrece la posibilidad de darse por muerto para renacer convertido en otra persona.
Quizás el mayor acierto de la novela sea la intensa y compleja personalidad de Santiago. Aunque no sufre ningún achaque de salud, su vocación autodestructiva y la exposición de órganos de Sofía Garro colocan en el primer plano de la novela el “instinto de muerte” que según Freud se apodera del inconsciente cuando declina el principio del placer. Un lector que tenga la edad del protagonista o la haya rebasado se identificará sin duda con su rabia crepuscular y su temor a llegar a la tumba con las manos vacías. La posibilidad de recomenzar de nuevo con el nombre de un difunto que en vida se llamaba Ernesto Alcocer no solo indica por parte del autor un deseo de subrayar su afinidad con Santiago, sino el afán de redimirse por medio del arte, después de haber sido una pieza desechable en el engranaje del capitalismo salvaje.
Ajuste de cuentas con la deshumanización de las grandes corporaciones y con las flaquezas de carácter que apartan al hombre de su destino más auténtico, Aparición forzada es mucho más que un thriller costumbrista, como sugiere la portada de la edición: es un estudio de carácter incisivo y descarnado, una cirugía a corazón abierto donde la sinceridad de quien se ha despojado ya de todas las imposturas confiere al relato una angustiosa lucidez difícil de encontrar en las narraciones autobiográficas triunfalistas. En el terreno resbaladizo de la ficción, cualquier analogía mecánica entre vida y obra está condenada a seguir pistas falsas. Poco importa si esta novela coincide o no con la vida de Alcocer: lo relevante es que ha sabido manejar con acierto su principal herramienta literaria: el “conócete a ti mismo” del oráculo délfico. ~
(ciudad de México, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela más reciente, El vendedor de silencio.