Ilustración: Manuel Monroy

Los mayos

En el siglo XVIII los mayos fueron despojados de sus territorios, en el XX la agricultura de riego contribuyó a su marginación. Viven en cientos de rancherías a lo largo de la cuenca del río Mayo. Se les considera inteligentes, valientes, pacíficos y laboriosos.
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En 2015, según la Encuesta Intercensal del Inegi, había 42,601 mayos: hablantes de mayo y personas que viven con ellos, aunque no lo hablen.

La mayor concentración está en el municipio costero de Huatabampo, al sur de Sonora, cruzado por el río Mayo. Los mayos viven en cientos de rancherías a lo largo de la cuenca del río. En una (Etchohuaquila) nació Fernando Valenzuela, que hizo historia en el beisbol como lanzador de los Dodgers.

Otros viven en El Fuerte, municipio colindante del norte de Sinaloa, también costero y cruzado por el río Fuerte. Algunos en Durango.

El Fuerte fue la capital del estado de Occidente, formado por Sinaloa, Sonora y parte de Arizona y Nuevo México en la Constitución de 1824.

Hay vestigios rupestres de los mayos del siglo II. Llegaron como cazadores, pescadores y recolectores. Recibieron pacíficamente a los exploradores españoles en 1531, y luego a los misioneros jesuitas; pero se sumaron a las rebeliones yaquis de 1740 y 1867.

Ocupaban grandes territorios, de los que fueron despojados, a partir del siglo XVIII, para establecer haciendas en las planicies naturales o creadas por desmonte. En el siglo XX fueron marginados por la próspera agricultura de riego y las presas que redujeron el cauce de los ríos.

Álvaro Obregón, nativo de Huatabampo, los reclutó para su tropa revolucionaria, ofreciéndoles la restitución de tierras. No cumplió.

Hoy son agricultores, pescadores y sobre todo artesanos. Participan en la Cooperativa de Artesanos Indígenas de Sonora que distribuye en tiendas y exporta.

Producen canastos de carrizo, máscaras y atuendos rituales, tejidos, sombreros, huaraches, collares de caracoles, muebles de madera y cuero, alfarería. También instrumentos musicales: tambores, arpas, violines, flautas, sonajas, cascabeles, raspadores.

Los mayos se llaman a sí mismos yoreme ‘gente’, no yoeme ‘gente’ como los yaquis, con los cuales tienen muchas afinidades. El mayo y el yaqui pertenecen a la familia lingüística cahita, y sus hablantes pueden comunicarse hablando su propia lengua.

Un misionero escribió el Arte de la lengua cahita en el siglo XVII. Pero las nuevas generaciones prefieren el español.

Alonso Vidal contrasta su forma de hablar: la fonación “en el yaqui es cortante, contundente; en cambio, en el mayo es suave, delicada y poética”. Dice también que los mayos son inteligentes, valientes, pacíficos y laboriosos. Señala que, en su versión de la danza del venado, no lo sacrifican.

La Universidad de Sonora da cursos de mayo para frenar su desaparición. La Universidad Autónoma Indígena de México, en Sinaloa, ha desarrollado un sistema de escritura para el mayo.

Una estación de radio del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas transmite en mayo, yaqui, guarijío y español desde Etchojoa, Sonora.

Son ceremoniosos y guardan las numerosas fiestas, organizadas por fiesteros, cargo prestigiado y costoso. Celebran la Semana Santa, el día de San Juan, el de muertos, la Navidad. Fueron evangelizados en el siglo XVI, y se consideran católicos, pero han desarrollado un catolicismo paralelo con ritos propios, aunque en los mismos templos y con la venia de los sacerdotes católicos.

Los ritos han evolucionado. En los últimos años incorporan cada vez más a las mujeres. Veneran a la Virgen de Guadalupe, la Santa Cruz y el venado. Tienen sus propias autoridades religiosas y una bandera que muestra el salto de un ciervo circundado de estrellas.

Vivían en chozas de carrizo y lodo, con enramada al frente para refrescarse en la sombra. Van siendo sustituidas por casas de adobe o ladrillo.

Hay páginas de la Wikipedia (Pueblo mayo, Idioma mayo) en diez idiomas. Muchos videos en YouTube. Algunos libros. En la web puede leerse: José Luis Moctezuma Zamarrón y Hugo López Aceves, Mayos, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 2007.

Matachines

Tocando está el tamboril
en la explanada.
Baja del cerro la gente.
La cruz, a mitad del patio,
se yergue olorosa
en el aire florido
quemado por las fogatas.

Ya los matachines danzan.

Chuparrosa

La bonita chuparrosa
vuela y se agita.
Aletea por llegar
a la blancura del romerillo
que florece en el arroyo.
 

Capullo de mariposa

Suspendido en la rama,
el capullo blanco
se mece al viento
mientras en otra rama
se agitan las flores.

Lluvia

Buena la lluvia.
Cayó y crecerá el río.
Las calabazas estarán maduras
a fines del verano.
Tendrán fruta los uvalamos
junto a la orilla del río.

Reto

Del carrizo al capullo de algodón
la distancia es larga.
Tú tienes el hilo blanco,
yo la humedad y la maña.
En el remolino del agua
veremos quién flota mejor.

Fogata y miel

Esta fogata es mía;
tuya es la miel de las abejas.
Mañana iremos a cortar
miel de flores amarillas.
Tuya es la miel de las abejas.
Esta fogata es mía.

Primavera

Dormida, dormida,
la flor del palo verde
de repente estalla.

Es primavera.

Alegres las mujeres
bajan al río por agua.

Fuente: Alonso Vidal, Los testimonios de la llamarada. Cantos y poemas indígenas del noroeste de México y de Arizona, Hermosillo: Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora, 1997, pp. 129-136. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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