Timothy Snyder
Sobre la tiranía. Veinte lecciones que aprender del siglo XX
Traducción de Alejandro Pradera
Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017, 152 pp.
Entre los libros que se han publicado en los meses recientes para entender el fenómeno Trump resalta uno breve y provocador. Un éxito de ventas que, al parecer, suele comprarse por docena en Estados Unidos para regalar a los amigos. Un libro cuya urgencia es demostrada por el hecho de que hay quien compra ejemplares para dejarlos en el parque o en el metro, como regalo a un compatriota desconocido. Me refiero al manual de resistencia que ha escrito Timothy Snyder. El título (Sobre la tiranía) evoca un viejo ensayo de Leo Strauss. La de Strauss era una reflexión a partir de un olvidado diálogo de Jenofonte que examinaba la etimología del término y la posible legitimidad que podría alcanzar un tirano. Para los lectores de ese libro publicado en 1948, el ensayo era una sorprendente fuga de la experiencia reciente. El filósofo guardaba silencio sobre Hitler, recién derrotado, y sobre Stalin, en pleno poder. Esclareciendo conceptos y moralejas, Strauss huía del presente. El panfleto de Snyder es todo lo contrario. En lugar de perderse en sutilezas etimológicas, sin preocuparse mucho por la precisión confronta la urgencia. Se trata, en efecto, de un instructivo para demócratas ante la amenaza del fascismo.
Snyder es un historiador que ha puesto el ojo en los horrores del siglo XX. Un experto en déspotas y catástrofes políticas. Su libro anterior es una historia del Holocausto. En 2009 inició una serie de conversaciones sobre el siglo XX con Tony Judt, cuando comenzaba a postrarlo la enfermedad que le arrebataría la vida. En el epílogo de aquel libro, Tony Judt identificaba las coincidencias que lo unían al joven historiador: ambos sentían una profunda preocupación por las lecciones, por la memoria y los logros del siglo XX. Judt estaba convencido de que uno de los grandes males de nuestro tiempo es que nos hemos apresurado a olvidar el siglo XX con la ingenua confianza de que la nueva centuria será próspera y dichosa si va de la mano de un Estado diminuto y de naciones que se vacían en las aguas de la globalización.
Puede leerse el manifiesto de Snyder de esa manera, como una continuación de aquellas pláticas en Nueva York con Tony Judt, un homenaje a su memoria. Ir hacia el pasado para abastecerse de herramientas para el presente. Si en su testamento Judt lamentaba que “algo iba mal”, hoy las cosas han empeorado dramáticamente. Snyder reconoce que, al escribir este manifiesto antitrumpiano, se aventura en la retórica del panfleto. Deja el equipamiento académico para adoptar el lenguaje del activismo. Ha habido lectores incómodos con este giro. No extraña que sus colegas en la academia hayan sido los primeros en chistar. Advierten la desmesura de muchos de sus párrafos, el exceso de sus analogías históricas. Comparar a Trump con Hitler es trivializar el Holocausto, ofender a las víctimas. El magnate (al que, por cierto nunca se nombra en el libro) podrá ser un personaje siniestro pero no es un genocida. Será un narcisista pero no pretende cambiar la naturaleza humana. La crítica académica es válida pero irrelevante. Snyder, como lo reconocía en la entrevista con Daniel Gascón publicada en estas páginas, no pretende que Sobre la tiranía sea leído como un libro de historia. Es un panfleto. Por eso es un texto alarmista. Esa es su intención: hacer sonar la alarma. Absurdo sería bajarle el volumen al grito que advierte el peligro.
Snyder dirige un primer mensaje a los estadounidenses. No somos únicos en el planeta. No somos el pueblo elegido por Dios, la nación hecha para la democracia, una república eterna. La obviedad debe ser dicha allá porque sigue predominando en Estados Unidos la convicción de ser una excepción al curso de la historia humana. El estudioso de Europa del Este tiene muy claro que los gobiernos populares son frágiles y que las repúblicas son mortales. Por eso no puede pensarse que Estados Unidos está libre del peligro. Esa era, de hecho, la primera advertencia de los padres fundadores de Estados Unidos. Sabían bien que el experimento republicano era frágil; que dependía del cuidado de las instituciones y del cultivo de la virtud.
Esa es la estridencia de su argumento: la tiranía acecha a la democracia paradigmática. Las señales que emite constantemente el presidente de Estados Unidos traen a oídos del historiador ecos del desplome democrático y del ascenso del despotismo. El demagogo que ocupa la Casa Blanca debe ser tomado en serio. No son tiempos para la ingenuidad ni mucho menos para la pasividad. Defender la democracia en estos tiempos es asumir que es un régimen exigente que puede sobrevivir solo si la ciudadanía se activa, si el debate florece, si las instituciones son respetadas, si la disidencia tiene garantías. Snyder camina de la mano de Hannah Arendt, George Orwell, Václav Havel y Czesław Miłosz para desarrollar en el lector la noción de una ciudadanía moralmente activa. Para evitar la tiranía, nos dice de veinte maneras, hay que mantener las cortinas de lo privado, buscar la verdad y cuidar el lenguaje, rehabilitar la política analógica y hacer contacto, participar en lo público, asomarse al mundo, mantener una actitud vigilante, cuidar las instituciones, hacerse responsable de la casa común. No podemos darnos el lujo de vivir como si los horrores del siglo XX no hubieran existido. Lo advierte Snyder desde el epígrafe citando a Leszek Kołakowski. “En política, ser engañado no es excusa.” ~
(Ciudad de México, 1965) es analista político y profesor en la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Es autor, entre otras obras, de 'La idiotez de lo perfecto. Miradas a la política' (FCE, 2006).