Fernando Savater
Contra el separatismo
Barcelona, Ariel, 2017, 96 pp.
Eduardo Mendoza
Qué está pasando en cataluña Barcelona, Seix Barral, 2017, 96 pp.
Jordi Amat
La conjura de los irresponsables
Traducción de Isabel Obiols
Barcelona, Nuevos Cuadernos Anagrama, 2017, 112 pp.
La aventura ilegal de las autoridades catalanas que culminó en octubre de 2017 ha generado angustia social, incertidumbre política y pérdidas económicas, y ha visibilizado una fractura en la sociedad catalana. Ha producido una voluminosa cantidad de literatura en la prensa en papel y digital. También en libros, como tres obras recientes que, partiendo de una visión crítica con el procés, abordan el asunto desde ángulos muy distintos.
En el prólogo de Contra el separatismo, Fernando Savater advierte al lector de que lo que va a leer es un panfleto. Cita la definición del drae –“Libelo difamatorio. Opúsculo de carácter agresivo”– y afirma que quiere acercarse más a la segunda acepción, pero admite que puede haber bastante de la primera. A su juicio, aunque todo nacionalismo participa de “la moral del pedo”, en palabras de Sánchez Ferlosio, puede ser relativamente inofensivo y ridículo, pero el separatismo aspira a la ruptura de la convivencia.
Savater alerta de la aceptación acrítica del lenguaje de los secesionistas, que les da la razón de entrada aunque pretenda quitársela, y desconfía de modificaciones constitucionales que pretenden acomodar a quienes no quieren sentirse cómodos. Defiende la importancia de una educación común. Señala siete elementos negativos del secesionismo: es antidemocrático (convocantes y participantes carecían de competencia para decidir por sí solos lo que era de todos), es retrógrado (al basar la ciudadanía en el terruño, la identidad étnica, la lengua única), es antisocial, perjudica la economía, desestabiliza, produce amargura y frustración y supone un precedente peligroso. En textos más breves aborda otros elementos del asunto: emparenta el combate contra el separatismo con el combate contra ETA y el nacionalismo que se beneficiaba de su violencia, critica la actitud reticente y casi de free rider de cierta izquierda hacia la idea de una España democrática (“la izquierda me molesta por lo que hace, la derecha me molesta por lo que es”, le dijo Savater a Jonás Trueba en una entrevista en Letras Libres), escribe sobre la actuación policial el I-O y su uso propagandístico. Argumenta que, aunque el procés haya sido un movimiento no violento, no es exacto llamarlo pacífico.
Como en buena parte de la obra y del activismo de Savater, la crítica es sobre todo una defensa de la ciudadanía. El filósofo recuerda que “La ciudadanía democrática moderna no la da el terruño en que se vive, ni los apellidos de raigambre local, ni la apelación a leyendas ancestrales que sustituyen a la historia efectiva con sus fantasías, sino la aceptación de una ley común establecida por todos los ciudadanos constituidos como cuerpo político abstracto, que establece una base de derechos y deberes iguales a partir de la cual cada uno puede buscar su propio perfil de identidad.” Muchos de los argumentos son conocidos, y es dudoso que funcionen para un lector que no sea de entrada favorable a sus tesis, pero los expresa con fuerza e inteligencia, y la realidad se empeña en demostrar que son una lección básica que nunca repasamos las veces suficientes.
Si Savater ha participado en muchos de los debates centrales de la España de las últimas décadas, Eduardo Mendoza ha sido una figura muy diferente. A diferencia de otros narradores españoles, y a pesar de que ha publicado artículos de opinión, no es un autor que se haya prodigado en ese terreno. Cuando lo ha hecho, ha sido a menudo fino e irónico.
Esas dos cualidades están también en Qué está pasando en Cataluña, un libro breve y humilde que intenta dar algunas claves de contexto, con un tono educado que camufla su iconoclastia. Mendoza dice sentirse igualmente alejado del nacionalismo catalán y del español, pero habla más del primero. El repaso es ligero, accesible y a menudo crítico. Una idea central es la fijación, tanto en España como en el extranjero, con la figura de Francisco Franco para explicar el presente. El dictador se habría convertido, explica Mendoza, en una especie de superhéroe que rige los destinos del país desde la tumba. El régimen –que compara con dictaduras como la de Trujillo– popularizó también estereotipos regionales; la tragedia es que muchos catalanes se creyeron “el remedo patético” que el franquismo había hecho de ellos.
Resume la historia de Cataluña y algunos de sus mitos. Señala la transformación industrial de la comunidad en el siglo XIX, apunta que los Decretos de Nueva Planta alentaron la participación catalana en las colonias americanas, describe la existencia de dos comunidades divididas, con la llegada de trabajadores de otras partes de España. Cataluña era una sociedad cerrada que recibía un fuerte flujo migratorio, lo que le inspiraba sentimientos simultáneos de inferioridad y superioridad. La lengua servía como barrera. Mendoza detecta una especie de autoodio en la burguesía que había protagonizado la revolución industrial, y señala las tensiones entre el campo y la ciudad: Barcelona, escribe, era un lugar maldito en el imaginario del nacionalismo; además “se ha ido haciendo cada vez más cosmopolita y las pequeñas ciudades se han ido cerrando paulatinamente en sí mismas”. El autor mantiene una distancia, pero su ironía es oportuna ante una atmósfera kitsch cuya falta de humor recuerda a veces el aforismo de Martin Amis: es una carencia que no señala su seriedad, sino que la impugna.
Savater define su obra como panfleto con bastante exactitud. Jordi Amat también dice que su obra La conjura de los irresponsables lo es, pero la categoría no se ajusta tan bien. El volumen se parece más a una crónica periodística del procés, un ensayo de historia. En cierto modo es un epílogo de El llarg procés, su estudio del nacionalismo catalán.
Para Amat, el procés es “la asunción progresiva por la corriente principal de la ciudadanía de Cataluña de una mutación del catalanismo. Una mutación, reforzada por una movilización popular creciente, que al mismo tiempo que consolidaba una nueva idea de soberanía ha terminado agrietando, como difícilmente podía ser de otra manera, la arquitectura institucional española”. Se trata de “una evolución lógica de la naturaleza anfibia del pujolismo”. Defiende un origen multicausal, y no acepta, frente al cliché, que la sentencia del Estatut fuera el único motivo del procés. Elabora un relato interesante, sofisticado y bien escrito de una deriva irresponsable. Por un lado, un intento de reformar la Constitución por la puerta de atrás; la promesa de Zapatero de apoyar el Estatut que saliera del Parlament; el recurso del pp al Tribunal Constitucional; la sentencia de esta institución; la actuación ilegal y antidemocrática que sirvió para desacreditar al catalanismo, debilitar las instituciones autonómicas y crear la mayor crisis constitucional en décadas. La sociedad catalana también tuvo su papel en el desastre.
Es encomiable el intento de honestidad y ecuanimidad, desde una visión catalanista, de Jordi Amat, en un clima de tensiones y polarización. Contrasta con el papel deshonroso de muchos intelectuales y expertos que han contribuido a diseminar falsedades e impulsar el decisionismo del procés: el propio Amat podría contar muy bien esa historia. Su obra es una pieza sólida, llena de observaciones y fuentes interesantes sobre esa mutación del nacionalismo catalán, con el entramado de asociaciones, los virajes tácticos para mantener la hegemonía, o el desarrollo de un ideario “ambiguo, populista y soberanista”, armado de un tejido de asociaciones, metodología gramsciana y un relato historicista sobre el sometimiento de Cataluña.
La conjura de los irresponsables es también discutible. Comienza con una observación de Pedrol Rius sobre una “grieta” de la arquitectura institucional española, que permite que el Tribunal Constitucional anule decisiones tomadas en referéndum. Esto, que propicia una “ruptura del vínculo entre la ciudadanía y el Tribunal Constitucional”, y conduce a una “degradación institucional”, ocurre también en Estados Unidos, donde el Tribunal Supremo anula leyes aprobadas en referéndum: un caso reciente es Hollingsworth vs. Perry, que cancelaba la prohibición del matrimonio homosexual. Para Amat, la sentencia del Estatut es la mayor irresponsabilidad de esta historia, aunque quizá otros podrían sugerir momentos peores. La parte que no pertenece a la “corriente mayoritaria” de la sociedad catalana no aparece apenas; algunos fenómenos se explican como una reacción a lo que se percibe como un neonacionalismo español amenazante: “El monstruo del 155 se ha despertado.” Amat, que evita la sentimentalización, común en el procés, cuenta que acabó votando el I-O, conmovido por el uso de la fuerza por parte de la policía, antes de regresar a casa “oyendo el sonido permanente de un helicóptero como si fuera un cuchillo amenazador”. ~
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).