Ilustraciรณn: Josel

Bibliotecas sin libros

Crear bibliotecas es un acto inรบtil si no se acompaรฑa de un buen acervo, pero sobre todo de un sistema adecuado para la adquisiciรณn periรณdica de libros. En este ensayo, Zaid no solo denuncia esta carencia, sino que propone una serie de medidas prรกcticas para hacer que los libros salgan al encuentro de sus lectores.
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Casi todas las bibliotecas de la Nueva Espaรฑa fueron conventuales, o de obispos y religiosos: para uso interno o personal. Hubo algunas abiertas al pรบblico. La Independencia, la Reforma, la Revoluciรณn y la incuria destruyeron ese legado.

Con los restos y nuevas adquisiciones, se formaron bibliotecas particulares y pรบblicas desde el siglo XIX. A principios del XX, habรญa 60 bibliotecas pรบblicas. Linda Sametz de Walerstein (Vasconcelos: El hombre del libro. La รฉpoca de oro de las bibliotecas, Instituto de Investigaciones Bibliogrรกficas de la UNAM) anexa una lista con el aรฑo de fundaciรณn, ubicaciรณn y acervo. Incluye la Biblioteca Nacional (200,000 volรบmenes) y otras 16 de la ciudad de Mรฉxico; la Palafoxiana (85,000) y Lafragua (22,500), ambas de la ciudad de Puebla, asรญ como otras menores en el resto del paรญs. Predominaban las de unos cuantos miles de ejemplares, y aun menos de mil.

“En cualquier burgo americano de quince mil habitantes, existe la Carnegie o la biblioteca municipal con quince o veinte mil volรบmenes bien escogidos. Cuando empezamos nosotros a crear, no habรญa, ni en la capital, una sola biblioteca moderna bien servida” (Josรฉ Vasconcelos, El desastre, “Las bibliotecas”).

Segรบn Sametz (p. 110), al 31 de diciembre de 1923, Vasconcelos habรญa creado 1,916 bibliotecas con 182,514 volรบmenes. Parece mucho, pero son 95 volรบmenes por biblioteca. Tal vez fue la dotaciรณn inicial. Sin embargo, no hubo continuidad. Medio siglo despuรฉs, las bibliotecas seguรญan sin libros.

Las bibliotecas universitarias fueron las primeras en mejorar, gracias a la derrama caudalosa que el presidente Luis Echeverrรญa (1970-1976) dirigiรณ a las universidades, foco del movimiento estudiantil de 1968. Segรบn los anuarios estadรญsticos de la UNESCO, pasaron de 1.5 millones de volรบmenes (1973) a 2.6 (1980) a 14 (1996); en buena parte, porque las instituciones de enseรฑanza superior se multiplicaron: de 190 (1973) a 257 (1980) a 1,187 (1996). El promedio de volรบmenes por instituciรณn siguiรณ siendo bajo, pero subiรณ de 7,895 (1973) a 10,117 (1980) a 11,794 (1996). Es de suponerse que la cifra ha mejorado, pero la UNESCO dejรณ de publicar sus anuarios y ahora nadie hace el recuento.

La Asociaciรณn Nacional de Universidades e Instituciones de Educaciรณn Superior (ANUIES) deberรญa incluir en las encuestas a sus agremiados preguntas sobre sus bibliotecas. La UNAM tiene cuando menos 88 y, encargando a una persona que llamara a cada una, lleguรฉ a una estimaciรณn de ocho millones de volรบmenes en 2011: la Biblioteca Nacional (2.6 millones), la Biblioteca Central (0.5), la de Consulta Especializada (0.5), diez con acervos de 100,000 a 300,000 (que suman 2.4 millones) y 75 menores (2.1).

En el sexenio de Josรฉ Lรณpez Portillo (1976-1982), las bibliotecas pรบblicas empezaron a mejorar, gracias a que el secretario de Educaciรณn Pรบblica Fernando Solana las puso en una direcciรณn aparte. Josรฉ Vasconcelos habรญa creado la direcciรณn de bibliotecas como adjunta a la de publicaciones; y estaba desatendida, porque publicar luce mรกs. Las bibliotecas pรบblicas recibieron un impulso notable, sostenido varios sexenios por Ana Marรญa Magaloni.

En el de Miguel de la Madrid (1982-1988) se crearon 2,222 bibliotecas pรบblicas con un acervo promedio de 4,200 volรบmenes (Sexto informe de Gobierno, Informe complementario, p. 93).

En el de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se creรณ el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a donde pasรณ la direcciรณn de bibliotecas de la sep. Rafael Tovar y de Teresa estuvo a cargo del Conaculta de 1992 a 2001 y dejรณ 2,349 bibliotecas mรกs, asรญ como un Programa Nacional de Lectura (Wikipedia).

En el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) hubo, por primera vez, un programa importante de compra de libros. El presupuesto de arranque en 2002 para las bibliotecas de las escuelas primarias fue de $500 millones. Las bibliotecas escolares empezaron a mejorar y se crearon las bibliotecas de aula, una en cada salรณn de clase. Ademรกs, se construyรณ la megabiblioteca Vasconcelos, un proyecto de Sari Bermรบdez digno de imitarse en otras ciudades.

En el de Felipe Calderรณn (2006-2012) continuรณ la expansiรณn: la compra de libros se extendiรณ a las secundarias y escuelas preescolares, aunque con presupuestos reducidos ($100 millones anuales). Consuelo Sรกizar consolidรณ el Programa Nacional Salas de Lectura y enriqueciรณ la Biblioteca Mรฉxico con un conjunto excepcional de bibliotecas particulares, como la de Josรฉ Luis Martรญnez. Tradicionalmente, las buenas bibliotecas particulares se vendรญan a los Estados Unidos o se descremaban y dispersaban.

Segรบn la Organizaciรณn de Estados Iberoamericanos para la Educaciรณn, la Ciencia y la Cultura (Las bibliotecas escolares en Mรฉxico: Un diagnรณstico desde la comunidad escolar, 7 de julio de 2011, tabla 8), las bibliotecas escolares tenรญan 321 volรบmenes.

Segรบn David Acevedo Santiago, director de Bibliotecas y Promociรณn de la Lectura de la SEP, la meta es que cada aula tenga “entre 110 y 120 libros desde el primer grado de preescolar hasta el tercero de secundaria”; y que las bibliotecas escolares tengan 300 libros en los planteles preescolares, 650 en las primarias y 670 en las secundarias (Yanet Aguilar Sosa, “Diez aรฑos de recortes para libros en las escuelas”, El Universal, 11 de junio de 2012).

Segรบn la Secretarรญa de Hacienda y Crรฉdito Pรบblico (Cuenta pรบblica, resultados generales, educaciรณn, 2006, 2009, 2010), habรญa 198,915 planteles de educaciรณn bรกsica en 2010. Suponiendo el mismo nรบmero de bibliotecas escolares y multiplicรกndolo por 321, son 64 millones de volรบmenes en total. Habรญa 851,000 bibliotecas de aula en 2006 (o sea 4.3 por plantel), con 85 volรบmenes cada una; o sea 72 millones. Habรญa 7,296 bibliotecas pรบblicas con 36.5 millones de volรบmenes en 2009; o sea 5,000 en promedio.

La suma de 172.5 millones de volรบmenes (entre pรบblicas, escolares y de aula) es un avance notable. Pero no hay que perder de vista el horizonte comparativo. Segรบn el Institute of Museum and Library Services (Public libraries survey: Fiscal year 2009, octubre 2011), en los Estados Unidos habรญa 9,225 bibliotecas pรบblicas (no muchas mรกs que en Mรฉxico); pero tenรญan 816 millones de volรบmenes (88,455 por biblioteca), 53 millones de discos (5,745 por biblioteca), 51 millones de videos (5,528 por biblioteca) y 1.7 millones de suscripciones a publicaciones impresas (184 por biblioteca).

Ademรกs, para completar el sistema bibliotecario, hacen falta mรกs bibliotecas de proximidad: de barrio, de peluquerรญa, de lugar de trabajo, de transporte pรบblico, de hospitales, asilos y prisiones. Tambiรฉn hacen falta bibliotecas de Mรฉxico en las grandes ciudades de otros paรญses. Y, en apoyo de todas las bibliotecas fรญsicas, hace falta una gran biblioteca digital.

 

1. Situaciรณn en 1970-1974. Segรบn el Statistical yearbook 1975 de la UNESCO, habรญa los siguientes millones de volรบmenes en las bibliotecas universitarias del paรญs.

Las cifras son peores si se relacionan con la poblaciรณn. En Puerto Rico, habรญa 54 volรบmenes por cada cien habitantes; en Mรฉxico, 3.

En la pรกgina 619 del Statistical yearbook 1970 de la UNESCO aparece un renglรณn que concuerda con el presupuesto anual para bibliotecas de la Secretarรญa de Educaciรณn Pรบblica, pero con un desglose รบtil: el gasto en adquisiciรณn de libros. ¡Millรณn y medio de pesos! Tres centavos por habitante. Menos de la quinta parte de lo que aporta Mรฉxico al sostenimiento de la UNESCO. Poco mรกs de un centรฉsimo de centรฉsimo del presupuesto de la SEP.

Como era increรญble, hice una encuesta telefรณnica con una sola pregunta: ¿Cuรกnto les comprรณ la SEP en 1971? Los resultados fueron los siguientes.

 

Ediciones Era: nada.

Editorial Diana: nada.

Editorial Extemporรกneos: nada.

Editorial Grijalbo: nada.

Editorial Joaquรญn Mortiz: nada.

Editorial Nuestro Tiempo: nada.

Editorial Tรฉcnica: nada.

La Prensa Mรฉdica Mexicana: nada.

Organizaciรณn Editorial Novaro: nada.

Siglo XXI Editores: nada.

 

A partir del Directorio de Bibliotecas de la Repรบblica Mexicana (cuarta ediciรณn, 1970) de la SEP, construรญ las siguientes tablas.

 

Nรบmero de bibliotecas por acervo en 1970:

 

Habรญa 32 bibliotecas con menos de 50 volรบmenes en 1970. Por ejemplo:

El 31 de mayo del 2012, mi secretaria localizรณ el รบnico telรฉfono de San Francisco Tlapancingo, Oax. El encargado de la caseta le informรณ que la biblioteca sigue ahรญ, pero estรก cerrada desde 2010, y que no sabe cuรกntos ejemplares tiene. Quizรก los mismos 24.

Muchas bibliotecas son simbรณlicas: locales donde se pone un rรณtulo y un montoncito de libros. Llegan noticias del Chamizal, reintegrado a la patria. La bienvenida en Molcaxac queda para la historia. ¿Y aquel grandioso Plan de Once Aรฑos de la SEP? No llegรณ a nada, pero su memoria quedรณ en Chicomuselo. ¿Y la Reforma Educativa, por la cual todavรญa se clama? ¡Gente de poca fe! Tarde o temprano, en algรบn pueblo remoto, nos la van a dejar inauguradita, con veintitantos volรบmenes.

Tener bibliotecas pรบblicas sin libros no se explica por falta de dinero (cuestan mรกs los locales), sino de sentido comรบn. En “Pidiendo para libros” (Plural 18), propuse destinar el 1% del presupuesto de la SEP a la compra de libros. En aquel aรฑo (1973), habrรญan sido $145 millones; en 2012, serรญan $2,518 millones. Estรกbamos y seguimos lejos del 1%.

Desgraciadamente, las bibliotecas generan noticias y producen bonos polรญticos una sola vez: cuando se inauguran. Nadie se adorna polรญticamente por el mero hecho de que una biblioteca mejore el servicio a miles de personas.

 

2. Bibliotecas de barrio. La oferta cultural de la ciudad de Mรฉxico es la mayor del paรญs, pero no llega a todas las familias. Para distribuirla mejor, hacen falta puntos de difusiรณn en las colonias de medianos y menores ingresos; algo asรญ como “casas de cultura” caseras, limitadas a la animaciรณn mediante el prรฉstamo de libros, discos y devedรฉs.

Abundan las seรฑoras que venden Avon y Stanhome en su casa. El sistema de promociรณn por redes de contactos personales puede extenderse a la promociรณn de la lectura. De niรฑo conocรญ una seรฑora que alquilaba novelas. En su casa tenรญa miles que habรญa leรญdo, y que le platicaba al lector. Su clientela era asidua: volvรญa cada dos o tres semanas para dejar una novela y llevarse otra. Conocรญa a sus lectores, les preguntaba su opiniรณn sobre la que habรญan leรญdo y, segรบn sus gustos, les recomendaba otras. Dejaban un depรณsito y pagaban por semana de prรฉstamo.

Seguramente en muchas colonias hay personas como aquella seรฑora; por ejemplo: maestras jubiladas. Lo esencial es que sean de las que leen libros por el simple gusto de leerlos y platicarlos. Habrรญa que prestarles en comodato un librero y el acervo bรกsico de un millar de libros, discos y devedรฉs, suplementado con un acervo bรกsico de un centenar de novedades mensuales. Las novedades estarรญan un mes en una casa y pasarรญan a otra.

No recibirรญan sueldo, sino el derecho de prestar (haciรฉndose responsables) y cobrar (quedรกndose con todo, sin expedir recibos ni pagar impuestos). Tambiรฉn el derecho de vender, pagando el costo; que pagarรญan tambiรฉn por el material faltante.

El acervo bรกsico de libros estarรญa tomado de colecciones tales como Cien de Mรฉxico y Cien del Mundo (Conaculta), Colecciรณn Literaria Universal (Editores Unidos Mexicanos), Colecciรณn Popular (Fondo de Cultura Econรณmica), Sepan Cuรกntos (Porrรบa), Biblioteca del Estudiante Universitario y Nuestros Clรกsicos (UNAM).

Ademรกs, habrรญa directorios telefรณnicos, diccionarios, atlas y libros prรกcticos de cocina, nutriciรณn, salud, primeros auxilios, costura, reparaciones elรฉctricas, plomerรญa, trรกmites legales, etc. Tambiรฉn videos prรกcticos y culturales, asรญ como discos compactos de mรบsica clรกsica (รบnicamente, porque los otros videos y discos estรกn bien distribuidos). Cada aรฑo recibirรญan una dotaciรณn gratuita de volantes (con su nombre, direcciรณn, telรฉfono, horario y todos los servicios disponibles) para distribuirlos en las casas cercanas.

La idea puede extenderse a las peluquerรญas, salones de belleza y estรฉticas. De hecho, son centros de conversaciรณn y hemerotecas de revistas, mientras se espera o se recibe el servicio. Pero pudieran ser tambiรฉn pequeรฑas bibliotecas, para leer ahรญ o llevarse un libro en prรฉstamo, pagando el alquiler.

Tambiรฉn puede extenderse, con algunas complicaciones, a las estaciones del Metro y las centrales de autobuses. No confundir con la idea de editar libros para regalar en el Metro (que pone el รฉnfasis en la publicaciรณn y luce mรกs polรญticamente, pero es efรญmera). En el Metro de Tokio, segรบn me cuenta Aurelio Asiain, se puede tomar prestado un libro en una estaciรณn y dejarlo en otra o llevรกrselo. Los libreros se surten con donativos de los mismos lectores, que no tienen que registrarse, ni firmar. No hay personal que los atienda. Son, de hecho, libreros abiertos que estรกn ahรญ para el intercambio de libros de segunda mano. Es de suponerse que hubo una dotaciรณn inicial para el arranque.

Brasil tiene un programa de bibliotecas en las prisiones, al que aรฑadiรณ recientemente un incentivo: cuatro dรญas menos de cรกrcel por cada libro leรญdo y resumido (por escrito) en el curso de un mes (El Paรญs, “Libros para ser libres”, 30 de junio de 2012).

Hay dos programas de voluntarios con apoyo oficial que desarrollan muchas de las oportunidades seรฑaladas. Alejandro Aura creรณ en 1998 el sistema de libroclubes del gobierno del Distrito Federal, que ha llegado a tener un millar (www.cultura.df.gob.mx/libroclub). Conaculta tiene un Programa Nacional de Salas de Lectura para todo el paรญs, con un concepto muy flexible de “sala”: locales amueblados, espacios caseros o improvisados, bicicletas habilitadas, autobuses habilitados, parabuses (www.salasdelectura.conaculta.gob.mx). Los acervos varรญan, pero el promedio para las 4,368 “salas” es de 150 volรบmenes.

 

3. Bibliotecas internacionales. En muchas ciudades del mundo existe una Biblioteca Franklin, con libros editados en los Estados Unidos de autor norteamericano. Presentan al mundo un rostro amable y servicial contra la imagen negativa del paรญs. A Mรฉxico le convendrรญa desarrollar una red semejante, en los Estados Unidos y otros paรญses de habla espaรฑola.

Una variante comercial de esta idea serรญa desarrollar una red de salas de exhibiciรณn, consulta y pedido de libros mexicanos en venta, incluso dentro del paรญs. No hay un lugar donde se puedan ver todos. ¿Cuรกnto costarรญa montar una exposiciรณn muestrario biblioteca con un ejemplar de cada tรญtulo en las ciudades mexicanas con mรกs de un millรณn de habitantes y en veinte ciudades como Los รngeles, Nueva York, Buenos Aires, Madrid?

 

4. Bibliotecas digitales. Desde que Michael Hart iniciรณ Project Gutenberg en 1971, como un proyecto de voluntarios apoyado por la Universidad Benedictina de Chicago, muchos otros proyectos con mayores recursos, especialmente Google Books, van hacia la integraciรณn de una biblioteca digital mundial. Mรฉxico puede contribuir a esa meta con un proyecto modesto, pero de gran utilidad: digitalizar todos los libros publicados en Mรฉxico hasta 1900. Son unos 20,000 desde el siglo xvi: la milรฉsima parte de los veinte millones que ya estรกn disponibles en Google Books, entre los cuales hay muchos aprovechables para el proyecto mexicano. Hay un embriรณn en la Biblioteca Digital Mexicana (http://bdmx.mx) de Conaculta, que estรก empezando por lo mรกs difรญcil: digitalizar los cรณdices.

La manera mรกs barata de enriquecer todas las bibliotecas pรบblicas es dando acceso a la consulta electrรณnica de libros de menor demanda. Asรญ el acervo fรญsico se reducirรญa a los de mayor demanda, que son pocos. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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