Foto: Women Against Shariah

ReligiĆ³n versus democracia

El surgimiento de partidos y grupos religiosos que utilizan como vehĆ­culoĀ  las elecciones para restablecer Ć³rdenes anacrĆ³nicos fundados en mandatos divinos, amenaza a la democracia misma.Ā Ā Ā Ā Ā Ā 
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Apenas se acallaron los Ćŗltimos disparos que pusieron fin a la revoluciĆ³n libia, MustafĆ” Abdel Jalil, el lĆ­der del Consejo de TransiciĆ³n, anunciĆ³ en un largo discurso a fines de octubre que la sharia volverĆ­a a reinar suprema en el paĆ­s. Las restricciones que Gaddafi habĆ­a impuesto a la poligamia desaparecerĆ­an con el rĆ©gimen revolucionario. DĆ­as antes, en las primeras elecciones en TĆŗnez, la naciĆ³n que encendiĆ³ la chispa de la llamada “primavera Ć”rabe”, triunfĆ³ Ennahda, un partido islĆ”mico- que se dice tan moderado como el AKP turco de Erdogan-, pero que promete tambiĆ©n gobernar de acuerdo con la ley islĆ”mica. En las Ćŗltimas festividades judĆ­as de Sukkot, la minorĆ­a ultraortodoxa que se ha apoderado de JerusalĆ©n prohibiĆ³ a las mujeres caminar por la misma banqueta que los hombres. La segregaciĆ³n entre los sexos ha sido impuesta en contra de los usos seculares de Israel: en camiones, hospitales y en la publicidad, donde la imagen femenina ha desaparecido. En Egipto, la transiciĆ³n a quiĆ©n sabe quĆ© sistema (hasta ahora, al parecer, a una dictablanda militar) ha estado acompaƱada por choques violentos entre musulmanes y cristianos. En los Estados Unidos, la derecha republicana pretende convertir en ley preceptos religiosos, y el 7 de noviembre, el Cardenal Norberto Rivera decidiĆ³ de nueva cuenta dictar el contenido del CĆ³digo Penal de MĆ©xico: pidiĆ³ que el aborto sea tipificado como un delito y castigado como tal por las autoridades civiles. El retorno de la InquisiciĆ³n.

El surgimiento de partidos y grupos religiosos que utilizan como vehĆ­culo  las elecciones para restablecer Ć³rdenes anacrĆ³nicos fundados en mandatos divinos, ordenamientos cĆ³smicos o usos y costumbres aƱejos que no tienen mĆ”s validez que su permanencia, amenaza a la democracia misma.           

El voto es solo el medio democrĆ”tico para conformar un gobierno. La prĆ”ctica democrĆ”tica va mucho mĆ”s allĆ”: implica el respeto a los derechos y libertades fundamentales de todos los ciudadanos sin distinciĆ³n de raza, posiciĆ³n social y sexo; la inclusiĆ³n de los intereses de las minorĆ­as; la tolerancia de las diferencias; la libertad de culto, y la negociaciĆ³n para encontrar el punto de equilibrio entre los intereses de grupos, cabildos, estratos sociales y partidos, para garantizar la gobernabilidad de un paĆ­s.

Las religiones estĆ”n especialmente mal construidas para garantizar y fortalecer la democracia en cualquier latitud. La tolerancia y la religiĆ³n son como el agua y el aceite. Desde las religiones monoteĆ­stas de Occidente, hasta el hinduismo y doctrinas semireligiosas como el confucianismo en Oriente, derivan su legitimidad de Ć”mbitos trascendentales que nada tienen que ver con el Estado de derecho: la palabra de un dios- o de muchos- o de un supuesto ordenamiento universal intocable. Cada uno de esos cuerpos religiosos tiene la certeza de poseer la verdad Ćŗnica. Eso transforma automĆ”ticamente a sus seguidores en elegidos frente al “otro”: el equivocado, el no creyente, el apĆ³stata, hereje o infiel.

Toda religiĆ³n discrimina al que piensa o cree diferente y, ademĆ”s, jerarquiza a sus seguidores: en castas inamovibles (como las que dĆ©cadas de secularidad en India no han podido erosionar), ciudadanos que obedecen al siguiente estrato para garantizar la estabilidad social (como lo exigen aĆŗn los remanentes del confucianismo en China), o en sistemas empeƱados en convertir el pecado en delito y en someter a la mitad de la poblaciĆ³n-las mujeres-a normas patriarcales que las privan de sus derechos (como el judaĆ­smo ortodoxo, el cristianismo en todas sus versiones, y el islam).

El predominio polĆ­tico de la religiĆ³n impide tambiĆ©n el compromiso y el equilibrio de intereses opuestos, fundamentales para la prĆ”ctica democrĆ”tica. Es imposible negociar con el dogma. Los fanĆ”ticos religiosos son autistas morales.

La modernidad polĆ­tica corre mayores peligros en los paĆ­ses musulmanes -primavera Ć”rabe, o no-porque Mahoma fue un lĆ­der espiritual y, a la vez, un polĆ­tico: su palabra es dogma y tambiĆ©n es ley. Pero los debates entre los precandidatos republicanos en los Estados Unidos, la penalizaciĆ³n del aborto en muchos estados de nuestro paĆ­s, el fortalecimiento del hinduismo y del judaĆ­smo ultraortodoxo, ponen tambiĆ©n en peligro la democracia. La modernidad polĆ­tica y la religiĆ³n solo son compatibles cuando hay una clara separaciĆ³n entre la iglesia y el Estado que garantice la tolerancia, el compromiso y los derechos de todos.

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EstudiĆ³ Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia PolĆ­tica en El Colegio de MĆ©xico y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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