En los รบltimos dรญas han visto la luz diversos artรญculos o entrevistas que analizan la crisis de la izquierda desde sus propias filas. Es el caso de un interesante artรญculo en el que Esteban Hernรกndez recoge las tesis del nuevo libro de Mark Lilla, que publicarรก en espaรฑol este aรฑo la editorial Debate, seรฑalando la obsesiรณn identitaria como una estrategia equivocada que habrรญa hecho perder muchos votos a las opciones progresistas.
Comparto esta visiรณn de Hernรกndez, asรญ como la de otros referentes de izquierdas que, como Vรญctor Lenore, han hecho un ejercicio crรญtico con los suyos, tachando a la izquierda actual de โelitista, ensimismada y narcisistaโ. No obstante, tiendo a pensar que estos anรกlisis abordan la realidad desde categorรญas que urge revisitar, comenzando por la propia definiciรณn de izquierda y derecha, y continuando con su contextualizaciรณn en un mundo donde adquieren importancia creciente variables distintas de la ideolรณgica, desde la generacional a la urbana, pasando por la socioeconรณmica o la cultural.
Esteban trata, creo que con razรณn, de impugnar las tesis populistas posmodernas que pretenden desligar la pertenencia identitaria de las condiciones materiales que rodean al individuo: todavรญa somos nuestra circunstancia. Sin embargo, puede estar cayendo en el error que denuncia al presentar las ideas sociales imperantes como fruto de un relato polรญtico, atribuyendo el individualismo actual a la herencia de Reagan y Thatcher. Sin querer menospreciar la influencia que hayan podido tener dos lรญderes tan relevantes, creo que no debemos perder de vista el modo en que la realidad material condiciona la cultura hegemรณnica.
El individualismo es una consecuencia necesaria del desarrollo capitalista, y el libre mercado hace mucho tiempo que dejรณ de ser una opciรณn polรญtica en Occidente. El capitalismo y su derivada, la globalizaciรณn, han superado el estatus de oferta polรญtica: son revoluciones tecnolรณgicas que no se pueden deshacer en un discurso o en las urnas, del mismo modo que no es posible desmantelar la revoluciรณn neolรญtica. Asรญ, lejos de plantearse la imposible reversiรณn del individualismo, la izquierda deberรญa buscar soluciones de conjunto que permitan contenerlo allรก donde pueda revelarse pernicioso.
Esta es una de las tareas en las que ha fallado, como bien seรฑala Hernรกndez, y lo ha hecho porque no es capaz de comprender el mundo en el que vive. Parte del problema tiene que ver con un empecinamiento en hacer encajar la realidad en unos moldes inadecuados, y esta es tambiรฉn una equivocaciรณn en la que creo que incurre Hernรกndez cuando presenta los conceptos de derecha e izquierda como dos arquetipos manejables: la derecha se caracterizarรญa por una aversiรณn al Estado y una fijaciรณn con lo individual, mientras que la izquierda estarรญa orientada hacia la defensa de colectivos identitarios segregados y mostrarรญa un rechazo al centralismo estatal.
Estas dos descripciones son aceptadas y asumidas por buena parte de los analistas actuales, pero creo que la realidad es bastante mรกs lรญquida (y esto sรญ lo ha entendido bien el nacionalpopulismo que ha conjugado chauvinismo excluyente y Estado de bienestar). Por ejemplo, cuando se habla de la derecha convendrรญa aclarar de quรฉ derecha hablamos: ยฟDe la derecha espaรฑola, europea, occidental? Son cosas diferentes.
La derecha espaรฑola difรญcilmente puede encajar en el estereotipo neoliberal que a menudo se quiere trazar de ella. Por un lado, las clases medias espaรฑolas han sido tradicionalmente dependientes del Estado, una circunstancia que se prolonga desde el siglo XIX y que no ha facilitado la apariciรณn de grandes bolsas de votantes de los llamados neoliberales. El minarquismo es una opciรณn marginal en Espaรฑa, o tal vez una opciรณn con una representaciรณn de votantes proporcional al respaldo cientรญfico que han recibido sus postulados teรณricos.
Espaรฑa es uno de los paรญses de Europa en los que el rechazo a los impuestos es menor, a pesar de tener un Estado de bienestar que redistribuye de forma ineficiente (o tal vez por ello). Asimismo, cuando Hernรกndez recuerda las palabras de Thatcher (โLa sociedad no existeโ), lo hace solo a medias. La cita completa venรญa a decir: โLa sociedad no existe, solo hay individuos y sus familiasโ. Es decir, ese supuesto individualismo que en opiniรณn del autor ha debilitado las estructuras familiares clรกsicas debe ser matizado. La doctrina de Thatcher o Reagan conjugaba un neoliberalismo econรณmico con una defensa de valores tradicionales en lo que ataรฑรญa a la religiรณn, la familia, la cultura o las fronteras nacionales.
Por su parte, tambiรฉn los atributos de la izquierda han de ser puntualizados. Su vocaciรณn estatal, que proviene del principio de soberanรญa nacional alumbrado por las revoluciones liberales, entra en conflicto con su defensa actual de unas tendencias polรญticas centrรญfugas. Del mismo modo, su rechazo al individualismo percibido como neoliberal no ha ido de la mano de un proyecto polรญtico integrador, sino que ha dado lugar a una suma agregada de discursos identitarios cerrados. En la prรกctica, ha supuesto un abundamiento en la diferencia y una desviaciรณn del principio de igualdad que debรญa guiarla.
Y estos dos elementos, combinados con el desprecio a un adversario polรญtico al que caricaturiza, constituyen una parte importante del problema electoral de la izquierda en Espaรฑa. Un problema que quizรก nazca de la desconexiรณn de las รฉlites progresistas y su electorado. El discurso regionalista y particularista choca con las preferencias de los votantes de una izquierda que, tal como ha advertido Jorge Galindo tiene, en muchas ocasiones, unas inclinaciones territoriales centralistas.
Pero esta distancia entre รฉlites y votantes, a la que los partidos de izquierda parecen ser sordos, va mรกs allรก del estado de las autonomรญas. Recientemente, Soto Ivars publicaba un artรญculo pretendidamente crรญtico con la izquierda que terminaba dando cuenta del ensimismamiento en el que esta se encuentra, asรญ como de su dรฉficit de realidad. Ivars dibujaba a la derecha espaรฑola, conjunto en el que incluye a todos los que no votan a PSOE o Podemos, en estos tรฉrminos: โQuizรกs el [miedo] mรกs atroz para la derecha sea la posibilidad de que un hijo le salga marica. Es un peligro concreto y poco probable, siempre que el hijo no pase demasiado tiempo en casa de su catequistaโ.
Simplemente, habla de un paรญs que no existe, y es muy difรญcil plantar cara a un oponente cuando eres incapaz de identificarlo. Otro artรญculo de Kiko Llaneras seรฑalaba que solo el 11% de los espaรฑoles se autoubica en el centro-derecha (posiciones 7 y 8 del espectro ideolรณgico). Y solo un 3% lo hace mรกs allรก del 8. El 58% se define entre el centro-izquierda y el centro polรญtico, lo cual obliga a matizar la afirmaciรณn de Hernรกndez: โNuestro paรญs, que fue sociolรณgicamente de izquierdas a partir de la Transiciรณn, lo es ahora de derechasโ. La izquierda debe aceptar que no todos los votantes progresistas estรกn votando a Podemos y PSOE, y eso habla mรกs del proyecto de estos partidos que de la conversiรณn de los electores al conservadurismo.
Los espaรฑoles, ademรกs, distan mucho de encajar en esa caricatura reaccionaria que dibujaba Ivars. Tambiรฉn los de derechas. El rechazo a la inmigraciรณn es pequeรฑo en nuestro paรญs y, de quienes consideran que esta puede ser un peligro, el 24% optรณ por el PP en las pasadas elecciones frente al 17% que prefiriรณ al PSOE (un 9% escogiรณ a Podemos y Cs respectivamente). Seguramente, el eje generacional, el eje campo-ciudad y el eje socioeconรณmico expliquen mejor este dato que el eje ideolรณgico.
Por รบltimo, los espaรฑoles, y los de derechas no son una excepciรณn, van poco a misa. Menos de uno de cada cuatro va alguna vez al mes y, de ellos, menos de la mitad votรณ al PP. Eso nos deja un escaso 10% de catรณlicos practicantes de derechas. Y en cuanto a la homofobia, Espaรฑa suele aparecer en primera posiciรณn cuando se elaboran encuestas internacionales sobre aceptaciรณn de la homosexualidad.
Todos estos datos nos sugieren que retratar a los votantes que no optan por PSOE o Podemos como fachas homรณfobos y beatos puede tener algรบn efecto balsรกmico sobre la conciencia moral y la autoestima intelectual, pero no va a ayudar a la izquierda a recobrarse electoralmente. Su recuperaciรณn pasa, como decรญa Hernรกndez, por mitigar o al menos conjugar las polรญticas de la identidad con respuestas a los problemas factuales de los ciudadanos, y por asumir que el votante izquierdista mediano no es un treintaรฑero universitario que compra libros de Owen Jones en La Central del Raval.
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.