El Che, vida y milagros

Mucho antes del dรญa en que partiera de costas mexicanas rumbo a Cuba, la historia hispanoamericana anunciaba โ€“casi en el sentido religioso del tรฉrminoโ€“ a un personaje como el Che Guevara. El personaje llegรณ a la cita, en el lugar y el momento oportunos.
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No olviden a este pequeรฑo condottiero del siglo XXโ€, escribiรณ el Che Guevara a sus padres antes de embarcarse hacia Bolivia, la estaciรณn final de su singular aventura. La revoluciรณn que contribuyรณ decisivamente a hacer, la utopรญa comunista que a fuerza de voluntad quiso y no pudo construir, los dos, tres, muchos Vietnams que soรฑรณ y no pudo encender, la emulaciรณn de su trayectoria por parte de miles de jรณvenes que marcharon a la sierra para construir al โ€œhombre nuevoโ€ o encontrar la muerte heroica, la secuela de desolaciรณn y sangre que dejaron las guerrillas desde Mรฉxico hasta la Argentina, eran trazos vagamente inscritos en la historia mucho antes del 25 de noviembre de 1956, dรญa en que Guevara partiera de costas mexicanas, junto con Fidel Castro y un puรฑado de compaรฑeros, rumbo a Cuba. La historia hispanoamericana anunciaba โ€“casi en el sentido religioso del tรฉrminoโ€“ a un personaje como Guevara. Y el personaje llegรณ a la cita, en el lugar y el momento oportunos. A partir de entonces, no sรณlo la Amรฉrica hispana sino el mundo entero tendrรญa amplias razones para recordar a ese condottiero del siglo XX.

En tรฉrminos culturales e ideolรณgicos, no es exagerado afirmar que su biografรญa fue gestรกndose un siglo antes de su nacimiento, con la discordia entre las dos Amรฉricas. Conforme la doctrina del โ€œdestino manifiestoโ€ se hizo prรกctica, el germen de resentimiento nacionalista frente a โ€œla otra Amรฉricaโ€ creciรณ y fue descendiendo de norte a sur. En algunos paรญses, el pensamiento liberal se quedรณ en vilo, traicionado por la naciรณn que sustentaba la legitimidad de su ideologรญa. A fin de siglo, sobre todo a raรญz de la guerra entre Estados Unidos y Espaรฑa, el recelo conservador โ€“hispanista, catรณlicoโ€“ frente a Estados Unidos habรญa permeado la ideologรญa liberal hasta amalgamarse con ella en el terreno comรบn del nacionalismo.

La polรญtica del โ€œBig stickโ€, la arrogante omnipresencia de Estados Unidos en la regiรณn de Centroamรฉrica y mรกs tarde el Caribe, la llamada โ€œpenetraciรณn pacรญficaโ€ en las รกreas principales de la economรญa mexicana, fueron elementos cruciales en la formaciรณn de un agudo nacionalismo cuyos focos de alerta cubrirรญan desde el Rรญo Bravo hasta la Patagonia: las minas chilenas y bolivianas, las compaรฑรญas de petrรณleo venezolanas, las empresas bananeras en Centroamรฉrica, los ferrocarriles mexicanos. La diplomacia norteamericana en la regiรณn no sรณlo convergรญa, coincidรญa con los intereses creados de los hombres de negocios. El presidente Hoover declarรณ que sin las exportaciones de su paรญs โ€œlas grandes hordasโ€ de la Amรฉrica Latina caerรญan en la barbarie. Tiempo despuรฉs, John Foster Dulles presentarรญa al dictador venezolano Pรฉrez Jimรฉnez como un gobernante modelo por haber creado โ€œun clima propicioโ€ a las inversiones norteamericanas.

Con excepciรณn de Puerto Rico, tal vez ningรบn otro paรญs de la รณrbita hispana sintiรณ y resintiรณ mรกs profundamente la influencia norteamericana en el siglo XX como Cuba. Es verdad que habรญa ambigรผedad en la actitud cubana. Por un lado admiraban al paรญs que habรญa albergado y apoyado decisivamente a sus libertadores antes de la guerra que culminรณ en 1895; pero muy pronto comprendieron que la intenciรณn yanqui no consistรญa en propiciar la libertad y autonomรญa de Cuba sino en reducirla a la condiciรณn de colonia econรณmica y establecer con ella โ€œarreglos polรญticos especialesโ€ que le daban derecho indiscriminado de intervenir militarmente convirtiรฉndola de hecho, como habรญa previsto John Quincy Adams desde 1823, en un protectorado. El inmenso error polรญtico que significรณ la Enmienda Platt abriรณ heridas que siguen abiertas. Las imรกgenes del agravio serรญan mรบltiples: los marines rompiendo huelgas, los negocios azucareros de los mismรญsimos funcionarios de Washington que pugnaban por la instauraciรณn de una โ€œjuiciosa polรญtica colonialโ€, hasta la jactancia de Errol Flynn, para quien โ€œCuba era un esplรฉndido lugar para emborracharseโ€. A pesar de que en los aรฑos cuarenta los รญndices sociales y econรณmicos de Cuba estaban entre los mรกs altos de Amรฉrica Latina, la dependencia con respecto a Estados Unidos era aplastante. Detrรกs de la bonanza aparente se escondรญa algo mรกs que el resentimiento nacionalista: โ€œEl odio hacia los norteamericanos โ€“habรญa sentenciado un periodista cubano en 1922โ€“ serรก la religiรณn de los cubanosโ€.1

Este desarrollo del nacionalismo polรญtico en Hispanoamรฉ-rica tuvo su complemento y soporte en una vasta corriente literaria antisajona. En 1900, como respuesta continental a la guerra entre Estados Unidos y Espaรฑa, el uruguayo Josรฉ Enrique Rodรณ publicaba Ariel, un cรฉlebre ensayo que vindicaba la espiritualidad de la cultura hispanoamericana frente a la barbarie materialista del Calibรกn, el emblema de los sajones. (El libro fue lectura obligatoria en las escuelas de Mรฉxico hasta los aรฑos sesenta.) โ€œTened cuidado. ยกVive la Amรฉrica Espaรฑola!/ Hay mil cachorros sueltos del Leรณn espaรฑolโ€, advertรญa Rubรฉn Darรญo a Teddy Roosevelt, en uno de sus Cantos de vida y esperanza. Josรฉ Martรญ, el hรฉroe libertador de Cuba, viviรณ largos aรฑos dentro del โ€œmonstruoโ€. Entre 1889 y 1891 escribรญa:

El pueblo norteamericano proclama su derecho de propia coronaciรณn a regir, por moralidad geogrรกfica, en el continente y anuncia, mientras pone la mano sobre una isla y trata de comprar otra, que todo el Norte de Amรฉrica ha de ser suyo, y se le ha de reconocer derecho imperial del istmo abajo… los Estados Unidos creen en el derecho bรกrbaro como รบnico derecho. โ€œEsto serรก nuestro porque lo necesitamosโ€.2

Su exigencia, tan continua como inรบtil, al โ€œรกguila temibleโ€ de Washington, fue de reconocimiento y respeto hacia โ€œnuestra Amรฉricaโ€.

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los liberales latinoamericanos eran casi una especie en extinciรณn, acosada por dos extremos igualmente desdeรฑosos de todo lo que representara la llamada โ€œdemocracia anglosajonaโ€. Si bien la polรญtica del โ€œbuen vecinoโ€ y el breve episodio del Panamericanismo propiciados ambos por Roosevelt ganaron fugaces simpatรญas, en los albores de la Guerra Frรญa comenzรณ a darse un nuevo fenรณmeno de convergencia ideolรณgica, similar al que se habรญa operado en el siglo XIX: ahora la derecha germanรณfila, vencida en la guerra, se amalgamaba con la izquierda en el terreno comรบn del nacionalismo.

Pero mรกs allรก de la ideologรญa y la cultura nacionalistas estaba la realidad. No habรญa que ser marxista para advertir que Amรฉrica Latina llegaba al medio siglo en una situaciรณn desesperante de atraso con respecto a Occidente, sobre todo a Estados Unidos. Tan justificada y generalizada era la percepciรณn de abuso econรณmico y desdรฉn รฉtnico y cultural que los latinoamericanos sentรญan, por parte de sus vecinos del norte, que en la disyuntiva de optar entre Rusia y los Estados Unidos, aรบn los liberales dudaban. Uno de ellos, poco sospechoso de comunismo โ€“Daniel Cosรญo Villegasโ€“, lanzรณ en agosto de 1947 una impresionante profecรญa:

En la Amรฉrica hispรกnica, hoy dormida, hay una espesa capa de desconfianza, de rencor contra los Estados Unidos. El dรญa en que al amparo del disimulo gubernamental se lancen no mรกs de cuatro o cinco agitadores en cada uno de los principales paรญses hispanoamericanos a una campaรฑa de difamaciรณn, de odio, hacia los Estados Unidos, ese dรญa toda la Amรฉrica Latina hervirรก de desasosiego y estarรก lista para todo. Llevados por el desaliento definitivo, por un odio encendido, estos paรญses, al parecer sumisos hasta la abyecciรณn, serรกn capaces de cualquier cosa: de albergar y alentar a los adversarios de Estados Unidos, de convertirse ellos mismos en el mรกs enconado de todos los enemigos posibles. Y entonces no habrรก manera de someterlos, ni siquiera de amedrentarlos.3

El cerco de odio se cerraba sin que los Estados Unidos lo advirtieran claramente. O si lo advirtieron, actuaron de manera contraproducente, como en Guatemala, en 1954. Con el apoyo abierto de la CIA, el coronel Castillo Armas depuso violentamente al gobierno nacionalista y reformador de Jacobo Arbenz. En las calles de Guatemala, en los sindicatos y las aulas, se prendiรณ la chispa definitiva que aรฑos despuรฉs estallarรญa en la revoluciรณn cubana.

Y es allรญ justamente cuando un mรฉdico argentino de veintisรฉis aรฑos, apuntado en las brigadas de auxilio, observaba cuidadosamente los hechos, lamentaba que no se hubiese armado al pueblo y que el gobierno de Arbenz cayese โ€œtraicionado por dentro y por fuera […] igual que la Repรบblica espaรฑolaโ€. โ€œEs hora de que el garrote conteste al garrote โ€“concluรญaโ€“: si hay que morir que sea como Sandino y no como Azaรฑaโ€.

Habรญa dejado Argentina para siempre. Venรญa de un larguรญsimo peregrinar por la Amรฉrica hispana. Estaba convencido de que โ€œalgรบn dรญa serรญan derrotadas las fuerzas oscuras que oprimen al mundo subyugado y colonialโ€. Le producรญa una โ€œindignaciรณn creciente la forma en que los gringos trataban a la Amรฉrica Latinaโ€. Querรญa ponerle Vladimir al primer hijo que pensaba concebir con su pareja, la peruana Hilda Galdea, que lo habรญa introducido seriamente al marxismo. Tras la caรญda de Arbenz, Mรฉxico โ€“fiel a su tradiciรณn de ser puerto de abrigo para los perseguidos polรญticosโ€“ le otorgรณ asilo. En Mรฉxico lo esperaba la cita que definirรญa su vocaciรณn histรณrica. Estaba llamado a ser uno de esos โ€œcuatro o cinco agitadoresโ€ que harรญan estallar el โ€œhervideroโ€ de desasosiego y odio en Latinoamรฉrica. Poco antes habรญa reconocido ya el escenario de su destino:

Amรฉrica serรก el teatro de mis aventuras con carรกcter mucho mรกs importante de lo que hubiera creรญdo; realmente creo haber llegado a comprenderla y me siento americano con un carรกcter distintivo de cualquier otro pueblo de la tierra.

*

Desde muy joven, el hombre que pasarรญa a la historia como โ€œel Cheโ€ escapรณ de la identidad argentina y adoptรณ una patria grande, una identidad mayor, ser ciudadano de lo que, ampliando el tรฉrmino de Martรญ, llamรณ โ€œnuestra mayรบscula Amรฉricaโ€.

La llegarรญa a conocer palmo a palmo porque su obsesiรณn inicial fue viajar. No sรณlo la inestabilidad econรณmica del hogar de clase media alta donde naciรณ el 14 de junio de 1928 le marcรณ esa condiciรณn, tambiรฉn y sobre todo la enfermedad que fue su condena y acicate permanentes: el asma. Desde muy pequeรฑo, los ataques de asma lo ponรญan al borde de la asfixia, lo forzaban a recostarse inmรณvil sobre el pecho de su madre. Temerosos de la posible muerte de su hijo, los padres se mudaron a Cรณrdoba, lugar de clima mรกs propicio, donde Ernesto creciรณ, entre inyecciones e inhalaciones, atendiendo a la escuela de manera irregular. De los forzados retiros que le imponรญa su trastorno respiratorio, Ernesto se liberaba viajando por los libros de viajes: Stevenson, Jack London, y veintitrรฉs obras de Julio Verne.

El padre administrรณ mal los bienes de Celia de la Serna, la adorada madre de Ernesto. Sus relaciones conyugales eran progresivamente malas. En Cรณrdoba, Ernesto practicaba golf en el campo que construรญa su padre, pero pronto desarrollรณ una aficiรณn por un deporte mucho menos meditativo: el rugby. Era el juego contraindicado para un asmรกtico, pero el โ€œFuribundo Sernaโ€ โ€“como le apodaban, recogiendo su apellido maternoโ€“ necesitaba escapar de su precaria condiciรณn fรญsica mediante el despliegue brutal de su voluntad. Esta propensiรณn al escape serรญa la marca distintiva de su vida. Pero no se trataba de un escape sin rumbo, sino de un escape que muy pronto se llenรณ de sentido. Serรญa un escape salvador, de sรญ mismo y de los demรกs. La sombra persistente de su propia enfermedad, el cรกncer que durante veinte aรฑos amenazรณ la vida de su temeraria madre, y la contemplaciรณn impotente de la agonรญa de su abuela, lo indujeron a estudiar medicina.

Tampoco pudo ser un estudiante sereno. Aunque seguรญa viajando por los libros โ€“no sรณlo de viajes, sino ya decididamente literarios, poesรญa y novela en espaรฑol y francรฉsโ€“, muy joven comenzรณ a viajar de verdad, acompaรฑado de un amigo y en motocicleta, por el norte y oeste de Argentina. Mรกs tarde ampliรณ su radio de acciรณn en buques de carga a Brasil, Trinidad y Tobago, Venezuela. Llevaba puntualmente un cuaderno de viajes, escribรญa con soltura frecuentes cartas a sus padres y a sus amores. Siendo un hombre marcadamente atractivo, tuvo novias hermosas, pero tambiรฉn de ellas propendรญa a escapar (โ€œel sexo โ€“escribiรณ alguna vezโ€“ es una pequeรฑa molestia que necesita distracciones periรณdicas, porque si no abandona su lugar y llena todos los momentos de la vida y joroba de lo lindoโ€). Sus viajes y sus estudios tenรญan un denominador comรบn: confrontar o aliviar el dolor humano. Visitaba y trabajaba en leprosarios. Soรฑaba con volverse un alergista cรฉlebre. En uno de esos viajes tempranos escribiรณ una frase desconcertante: โ€œMe doy cuenta de que ha madurado en mรญ algo que hace tiempo crecรญa dentro del bullicio cotidiano: el odio a la civilizaciรณnโ€. Se referรญa, desde luego, a la civilizaciรณn materialista.

A principios de 1952 emprende un viaje aun mรกs ambicioso. Su turismo es cada vez menos contemplativo y amoroso que mรฉdico e ideolรณgico. Quiere conocer y curar el mapa del dolor en la Amรฉrica hispana e india. En Bolivia advierte la persistencia de un โ€œabsurdo sentido de castaโ€. En los caminos de Machu Picchu apunta: โ€œPerรบ no ha salido del estado feudal de la Colonia: todavรญa espera la sangre de una verdadera revoluciรณn emancipadoraโ€. Como es su costumbre, trabaja apasionadamente en leprosarios y flagela su enfermedad nadando cuatro kilรณmetros en el Amazonas. Tras una โ€œamarga y duraโ€ estancia en Miami โ€“las despreciadas entraรฑas del monstruoโ€“ donde tiene visiones premonitorias (โ€œasaltarรฉ barricadas y trincheras, teรฑirรฉ en sangre mis armasโ€), regresa fugazmente a Buenos Aires para recibir su tรญtulo de mรฉdico (ha llevado varios cursos por correspondencia) y escapa definitivamente de Argentina โ€œbellamente saturada de hastรญoโ€, hacia Bolivia, Perรบ, Panamรก, Costa Rica y Guatemala.

Para entonces, Guevara no sรณlo sentรญa conocer de primera mano la enfermedad social que asfixiaba a la Amรฉrica Latina sino tambiรฉn a su agente directo โ€“โ€œlos rubios y eficaces administradores, los amos yanquisโ€โ€“ y la รบnica posible cura: una revoluciรณn nacionalista y social apoyada por campesinos armados como la que atestiguรณ en las calles de La Paz. En Costa Rica escribe, mitad en serio, mitad en broma:

Tuve oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit convenciรฉndome una vez mรกs de lo terribles que son esos pulpos capitalistas. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta (verlos) aniquilados.

Cuando conociรณ casualmente a Rรณmulo Betancourt, el polรญtico liberal venezolano, Guevara formulรณ la pregunta obligada durante la Guerra Frรญa: en caso de guerra entre Estados Unidos y Rusia, ยฟpor quiรฉn optarรญa? Betancourt se inclinรณ por Washington y Guevara lo tildรณ allรญ mismo de traidor.

*

โ€œGuevara tenรญa entonces un aire bohemio, un humor suficiente, provocador y argentino, andaba sin camisa, era algo narcisista, trigueรฑo, de estatura mediana y fuerte musculatura, con su pipa y su mate, entre atlรฉtico y asmรกtico, alternaba Stalin con Baudelaire, la poesรญa con el marxismoโ€. La descripciรณn perfecta es de Carlos Franqui, periodista enviado a Mรฉxico por el movimiento opositor cubano โ€œ26 de julioโ€ para tomar contacto con el lรญder exilado en Mรฉxico tras el legendario y frustrado ataque al cuartel Moncada: Fidel Castro.

El Che habรญa llegado a Mรฉxico a fines de 1954 y permanecerรญa hasta fines de 1956, cuando el Granma zarpรณ desde el puerto de Tuxpan. Por un tiempo trabajรณ de fotรณgrafo deportivo: mรกs tarde ejerciรณ su profesiรณn como alergista en el Centro Mรฉdico. Sus compaรฑeros lo recuerdan escaso de conocimientos pero rebosante de pasiรณn mรฉdica. Sus enfermos lo adoraban. En Mรฉxico, se casa con Hilda, nace su hija, y viaja incesantemente por los paisajes del paรญs y de la imaginaciรณn. Hay 161 menciones a diversos viajes en sus cartas. Asciende volcanes, visita la zona maya, sueรฑa con Parรญs, a donde irรก โ€œa nado, si es necesarioโ€. Es โ€œun caballero andanteโ€, un โ€œperegrinoโ€, โ€œun espรญritu anรกrquicoโ€, โ€œun vago rematadoโ€, un โ€œambicioso de horizontesโ€. De pronto, conoce al hombre que lo fija. Conversรณ con รฉl casi diez horas:

Fidel Castro me impresionรณ como un hombre extraordinario. Las cosas mรกs imposibles eran las que encaraba y resolvรญa. Tenรญa una fe excepcional en que una vez que saliese hacia Cuba iba a llegar. Que una vez llegando iba a pelear. Que peleando iba a ganar.

En una noche el Che decide enrolarse como mรฉdico en el grupo de los futuros expedicionarios.

Resuelto a embarcarse en la aventura revolucionaria, necesitaba anclar en un puerto definitivo su ideologรญa polรญtica. En esa โ€œnueva etapaโ€ de su vida lee al โ€œeje primordial… de San Carlos (Marx)โ€, apoya abiertamente la represiรณn rusa en Hungrรญa, declara que las crรญticas del XX Congreso del PC soviรฉtico son โ€œpropaganda imperialistaโ€, toma clases de ruso, entabla una sรณlida amistad con Nicolai Leonov, agente de la KGB en la embajada rusa, y no sรณlo devora a Lenin y a Marx, los poetiza:

y en la clarinada de paรญses nuevos
yo recibo de frente el impacto difuso
de la canciรณn de Marx y Engels.

Al margen de las cualidades de su escritura โ€“menos dudosas, desde luego, en sus diarios que en su poesรญaโ€“, es en ella donde el Che expresa su experiencia รญntima. Alguna vez habรญa pensado escribir un libro sobre la medicina social latinoamericana. Ahora elevarรญa la medicina a prรกctica revolucionaria. A una vieja mujer asmรกtica llamada Marรญa, que muere a su lado en el hospital, le jura, estrechando sus manos, con la โ€œvoz baja y viril de las esperanzas/ la mรกs roja y viril de las venganzas/ que tus nietos vivirรกn la auroraโ€.

Los rebeldes entrenaban clandestinamente practicando el remo, la lucha, gimnasia, alpinismo y caminata. Rentaban un rancho cercano a la Ciudad de Mรฉxico donde se ejercitaban en el tiro al blanco. Entre ellos estaba el asmรกtico doctor Guevara, que como en los tiempos del โ€œFuribundo Sernaโ€, obtenรญa excelentes puntos. La policรญa mexicana los encarcelรณ y estuvo a punto de extraditarlos, de no haber mediado los buenos oficios del ex presidente Lรกzaro Cรกrdenas, el reformador social y nacionalista que intercediรณ ante el presidente Ruiz Cortines en favor de Fidel Castro, โ€œese joven intelectual de temperamento vehemente, con sangre de luchadorโ€.4

Con algunas excepciones como el propio Guevara y Raรบl Castro, los expedicionarios no se declaraban marxistas. Eran โ€œguerrillerosโ€ en la acepciรณn original de ese tรฉrmino, acuรฑado en Espaรฑa en 1808 para designar a las tropas irregulares de espaรฑoles que acosaban al invasor napoleรณnico. El Che participaba tambiรฉn de ese antiguo espรญritu. Tenรญa algo de Javier Mina, el guerrillero espaรฑol que cruzรณ el Atlรกntico para luchar contra la tiranรญa de su paรญs y la independencia de Mรฉxico. Y algo de Lord Byron, en su aventura contra los turcos: la guerra como la forma superior de la poesรญa.5

*

Luego del triunfo de la revoluciรณn cubana en enero de 1959, aquellos hรฉroes sintieron que su momento de gloria continuarรญa hasta la eternidad. Construirรญan una Cuba mรกs prรณspera y justa, mรกs autรณnoma y orgullosa, libre e igualitaria. Pero en la abstracta formulaciรณn de ese sueรฑo el Che Guevara iba delante de sus compaรฑeros, adelante del propio Fidel Castro, que en todo momento mantuvo un sentido infinitamente mรกs agudo de la realidad polรญtica. โ€œLa guerra nos revolucionรณ โ€“escribiรณ el Che al gran novelista argentino Ernesto Sรกbatoโ€“, no hay experiencia mรกs profunda que el acto de guerraโ€. La victoria transfigurรณ al Che, ahondando definitivamente los trazos de un idealismo personal incurable, inmune a cualquier refutaciรณn de la realidad: el convencimiento absoluto sobre la superioridad del mundo socialista, en particular de la URSS, sobre el occidental; el odio casi teolรณgico hacia el imperialismo yanqui (se oponรญa hasta a la venta de Coca-Cola); la posibilidad de exportar la experiencia revolucionaria a toda la Amรฉrica y al Tercer Mundo; y la convicciรณn de que aplicando con la voluntad de โ€œFuribundo Sernaโ€ y en toda su pureza las teorรญas en las que creรญa (reforma agraria inmediata e integral, expropiaciรณn absoluta sin indemnizaciรณn de la economรญa, centralizaciรณn burocrรกtica, aboliciรณn de las transacciones monetarias, etcรฉtera) se podรญa crear la utopรญa; la confianza en atraer el apoyo indiscriminado, permanente y sin ataduras de los paรญses del bloque comunista, para construir la gran potencia industrial del Caribe. Cuando la realidad no resultaba como la habรญa imaginado, Guevara no dudaba de sus premisas: las ahondaba. A su juicio, la realidad fallaba por no ajustarse con la debida pureza y decisiรณn a la teorรญa. Debido tal vez al papel central de la voluntad en su supervivencia personal, Guevara no podรญa tolerar fisuras en su acciรณn y sus ideas.

Desde los primeros dรญas luego del triunfo revolucionario, tras encargarse de cientos de ejecuciones, reponiรฉndose apenas de un surmรฉnage al lado de la mujer mรกs hermosa de Cuba (Aleida March, que serรญa su segunda esposa, madre de cuatro hijos), el Che revela los aspectos oscuros de su actitud revolucionaria. Es la vieja pelรญcula de la Rusia bolchevique que vuelve a pasar. Construye el eficaz aparato de seguridad cubano, contribuye a arrasar con todo rastro de libertad polรญtica en la prensa o la vida universitaria, es homรณfobo y detesta la crรญtica independiente, trabaja en el adoctrinamiento ideolรณgico del ejรฉrcito (โ€œvanguardia del pueblo cubanoโ€) y crea, en Guauahacabibes, el primer campo de trabajo en Cuba:

Allรญ se manda a la gente que ha cometido faltas a la moral revolucionaria de mayor o de menor grado con sanciones simultรกneas […] como un tipo de reeducaciรณn mediante el trabajo. Es trabajo duro, no trabajo bestial.

Desde noviembre de 1959, el Che dirige el Banco Nacional de Cuba y firma โ€œCheโ€ en los billetes oficiales. Lo hace con estilo marcial, y asรญ ahuyenta a casi toda la clase administrativa. Mรกs tarde, como ministro de Industria al mando vertical de ciento cincuenta mil personas y 287 empresas de toda รญndole (azucareras, telefรณnicas, elรฉctricas, constructoras, imprentas, hasta chocolateras), puso en prรกctica mรฉtodos que ya habรญan probado ser un desastre durante la era del โ€œcomunismo de guerraโ€ en la URSS (1918-1921). Pero Guevara, caรณtico lector, no conocรญa la historia elemental del paรญs al que mรกs admiraba. O no conectaba sus lecturas con la experiencia. Leรญa para escapar, no para aprender. Sus medidas hundieron la economรญa cubana en el dรฉficit insostenible de su balanza de pagos, la escasez y racionamiento crรณnicos de productos de primera necesidad.

Guevara nunca entendiรณ por quรฉ (tal vez Castro, hasta la fecha, tampoco: asรญ de poderosa es la ideologรญa). Habรญa que ver al Che en esos โ€œdomingos solidarios de trabajo voluntarioโ€, extenuado pero alegre, construyendo escuelas, fabricando zapatos, cargando sacos de arroz, cavando zanjas, hilando tejidos y cortando caรฑa โ€œal son del cรกntico revolucionarioโ€. Era, es verdad, una hermosa estampa igualitaria que debรญa mover a โ€œla emulaciรณnโ€ como palanca de energรญa productiva. A su juicio, el incentivo moral era mรกs importante โ€“debรญa ser mรกs importanteโ€“ que el econรณmico. Por eso corrรญa de fรกbrica en fรกbrica arengando a los obreros, movilizando su โ€œconciencia socialโ€ o, cuando las cosas llegaban al extremo, โ€œreeducรกndolosโ€.

Quienes entendieron muy bien el desastre fueron los rusos, que no eran los bolcheviques puros y generosos que Guevara imaginaba. Su amigo Leonov recuerda las interminables discusiones de Guevara en Moscรบ. Segรบn Alexander Alexeiev, el hombre clave de la URSS en la Amรฉrica Latina, el Che habรญa sido โ€œel arquitecto de la colaboraciรณn econรณmica soviรฉtico-cubanaโ€. Sus primeras visitas a la URSS fueron una luna de miel. Cuando Carlos Franqui le comentรณ sobre los privilegios de la nomenklatura en el mundo socialista, el Che lo atajรณ: โ€œSon mentiras tuyas, tรบ y tus prejuicios… pasรฉ por allรญ y no vi nadaโ€. Ingenuamente, habรญa recorrido la URSS y mรกs tarde China con el clรกsico tour de amigo y habรญa creรญdo a pie juntillas la versiรณn de sus anfitriones. Es verdad que al poco tiempo comenzรณ a criticar acremente a los soviรฉticos y a simpatizar con los chinos, pero en ese momento crucial del conflicto chino-soviรฉtico, el Che no se enterรณ mayormente de las tensiones.

El siguiente paso, por supuesto, era someter la lista de compras, regalos y requerimientos en efectivo a los camaradas soviรฉticos. El sagaz Anatoly Dobrynin recordarรญa: โ€œGuevara era imposible, querรญa una pequeรฑa siderรบrgica, una fรกbrica de automรณviles. Le dijimos que Cuba no era lo suficientemente grande como para sostener una economรญa industrial. Necesitaban obtener divisas y la รบnica manera de obtenerlas era haciendo lo que hacรญan mejor: cultivar azรบcarโ€. (Por lo visto, el camino mรกs corto entre el monocultivo y el monocultivo era la revoluciรณn.) Theodore Draper concluyรณ que desde 1960 los cubanos se habรญan comportado como si los soviรฉticos les hubiesen extendido mucho mรกs que la lรญnea de crรฉdito de cien millones de dรณlares que en efecto les abrieron, es decir, una cuenta abierta e indefinida. Cuando los rusos adujeron sus propios problemas econรณmicos, Guevara los atribuyรณ a las desviaciones autogestionarias y descentralizadoras que lindaban peligrosamente con el veneno capitalista. Comenzaba a separarse de la URSS… por el flanco izquierdo.

La decepciรณn del Che con la actitud soviรฉtica โ€“que en el fondo consideraba una forma de ingratitud histรณricaโ€“ se ahondรณ con la crisis de los misiles. Guevara estuvo lejos de Castro en los momentos cruciales, pero al enterarse del acuerdo entre Khruschev y Kennedy y el retiro de los cohetes nucleares, hace una declaraciรณn perfectamente sincera que ilustra el grado en que esa ruleta rusa, de haber estado en manos de los croupiers cubanos, pudo haber desembocado en la tercera guerra mundial: โ€œSi los cohetes hubiesen permanecido en Cuba, los hubiรฉramos utilizado todos, dirigiรฉndolos contra el corazรณn de los Estados Unidos, incluyendo Nueva York, en nuestra defensa contra la agresiรณnโ€. Obviamente, considerรณ tambiรฉn las consecuencias de ese ataque, pero no lo arredraban:

Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que estรก dispuesto a inmolarse atรณmicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a las sociedades nuevas.

El pueblo cubano, claro estรก, no fue ni iba a ser consultado libremente en tal circunstancia, ni en ninguna otra, pero la conflagraciรณn se evitรณ gracias al sentido de realidad de los soviรฉticos, que Guevara considerรณ una โ€œdestrucciรณn jurรญdicaโ€ para Cuba. En una fascinante conversaciรณn entre Anastas Mikoyan y Guevara, el vicepremier soviรฉtico refuta paternalmente sus reclamos con una frase lapidaria: โ€œVemos vuestra disposiciรณn a morir bellamente pero pensamos que no vale la pena morir bellamenteโ€.

Los fracasos econรณmicos y diplomรกticos no parecieron minar un รกpice la fe de Guevara, pero sรญ alimentaron una sensaciรณn de impotencia y ahogo. Lo verdaderamente suyo seguรญa siendo โ€œsoรฑar horizontesโ€: recorrer el mundo como el gran embajador de la revoluciรณn, โ€œcosa que logrรณ brillantementeโ€, o apoyar a la Amรฉrica Latina que โ€œestรก hirviendoโ€ en espera de โ€œexplosiones revolucionariasโ€. Tras varios intentos abortivos de exportaciรณn revolucionaria (el mรกs notable en su natal Argentina), las รบltimas dos etapas en su vida no representaron dos puertos sino dos estaciones de calvario: el Congo y Bolivia. Ambas reediciones de la Sierra Maestra fueron tan absurdamente concebidas y ejecutadas que uno se pregunta si lo que el Che buscaba no era ya el escape final a la asfixia de vivir o la inmolaciรณn como el acto supremo de creatividad revolucionaria.

En un ensayo revelador, Guillermo Cabrera Infante sostuvo que el suicidio en Cuba, sobre todo en tiempos revolucionarios, ha sido un acto ideolรณgico esencial.6 Un nรบmero sorprendente de personajes se ha suicidado o ha muerto en situaciones suicidas: entre ellos el ex presidente Oswaldo Dorticรณs y la gran heroรญna del Cuartel Moncada, directora de la Casa de las Amรฉricas, Haydeรฉ Santamarรญa, que se suicidรณ justo el 26 de julio de 1980. Algunos murieron al ver de frente el trรกgico desenlace de su gesta. El Che no se suicidรณ, pero se colocรณ a sรญ mismo en una posiciรณn suicida. Guevara jugรณ siempre con la muerte (a veces hasta la locura, como cuando quiso permanecer casi solo en el Congo, y cruzar mil quinientos kilรณmetros para incorporarse al otro pequeรฑo foco guerrillero). Conforme se acercaba el fin, sus referencias a la muerte heroica eran mรกs explรญcitas. Se habรญa tornado sombrรญo, triste, cada vez mรกs apartado e irascible. En Bolivia se metiรณ en una madriguera. Y se sintiรณ abandonado.

Tal vez entonces tomรณ al pie de la letra el himno cubano ampliando su significaciรณn: morir (bellamente) por la patria (socialista universal) es vivir.

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La inmolaciรณn o el martirio como vรญa de purificaciรณn toca una fibra profundamente cristiana. En una de las primeras ausencias de Cuba, el Che escribiรณ a su madre:

Se ha desarrollado mucho en mรญ el sentido de lo masivo en contraposiciรณn a lo personal: soy siempre el mismo solitario que va buscando su camino sin ayuda personal, pero tengo ahora el sentido de mi deber histรณrico. Ni casa, ni mujer, ni hijos, ni padres, ni hermanos; mis amigos lo son mientras piensen polรญticamente como yo… no sรณlo siento una fuerza interior poderosa, que siempre la sentรญ, sino tambiรฉn una capacidad de inyecciรณn a los demรกs y un absoluto sentido fatalista de mi misiรณn me quita todo miedo.

Lo cierto es que tenรญa casa, mujer, hijos, hermanos, padres y amigos, pero esas realidades tangibles, concretas, le parecรญan poco reales. Se habรญa desprendido de la asfixiante realidad terrenal hacia un รกmbito de misticismo revolucionario. Representaba ya la primera encarnaciรณn criolla, latinoamericana, tropical, de โ€œlos poseรญdosโ€œ dostoyevskianos. Grandes caravanas de nuevos poseรญdos โ€“โ€œjesuitas de la guerraโ€, los llamรณโ€“ seguirรญan tras su muerte al carismรกtico caudillo, lo mismo en las provincias de Nicaragua y El Salvador, que en las calles de Buenos Aires y Montevideo, en las sierras mexicanas o en las montaรฑas del Perรบ. Su designio era la guerra santa contra las fuerzas del mal, que con frecuencia terminaba por desatar la guerra santa entre los propios guerrilleros, que competรญan por la gloria o la pureza.

No se ha reparado en la convergencia cultural de Rusia y la Amรฉrica hispana. Esta vinculaciรณn estaba en el mismรญsimo Dostoyevsky, que no por casualidad situรณ el cuento de โ€œEl gran Inquisidorโ€ en la Espaรฑa del siglo XVI, tan similar a la Rusia zarista. Y acaso los lectores mรกs encarnizados de Dostoyevsky hayan sido ciertos intelectuales latinoamericanos que vivieron la pasiรณn revolucionaria con un sentido cristiano de misiรณn y martirio.7 Formado en colegios laicos por una madre anticlerical, el Che Guevara estaba aparentemente lejos de esa corriente, pero habรญa transitado hacia ella: lo poseรญa la misma tentaciรณn de absoluto en el odio y en la fe, y un mismo enamoramiento religioso con la violencia y la muerte.

Al poco tiempo, Fidel Castro trocarรญa el libreto nacionalista de la historia latinoamericana por el teocrรกtico libreto de la historia rusa. Encarnarรญa puntualmente al โ€œGran Inquisidorโ€ dostoyevskiano, que a cambio del pan (financiado, por mรกs de dos dรฉcadas, con dinero soviรฉtico) secuestra la libertad. Siguiendo el libreto, no faltarรญa quien piense que el Che Guevara saliรณ de Cuba y muriรณ en Bolivia por encarnar a ese otro personaje del cuento de Dostoyevsky, el nuevo Cristo que vuelve a la tierra a refrendar su mensaje, a ejecutar milagros, a liberar a los desheredados. Quienes sostienen el paralelo han santificado a Ernesto Guevara. Pero el paralelo no se sostiene, porque para el Che la libertad cristiana โ€“โ€œel pan de los cielosโ€ lo llamรณ Dostoyevskyโ€“ era un concepto vacรญo.

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Desde un inocente cubรญculo de una universidad norteamericana o europea es fรกcil colgar pรณsteres del Che y seguir creyendo en la violencia redentora, en las abstracciones que niegan y asfixian a la realidad o en el llamado a un โ€œhombre nuevoโ€. Esta anacrรณnica profesiรณn de fe es un acto inadmisible de ignorancia sobre el desenlace opresivo de la Revoluciรณn cubana, en el cual el Che Guevara no es un responsable menor. Como Trotsky en la Uniรณn Soviรฉtica, su imagen parece ennoblecerse con el exilio, la derrota y el martirio. Pero su fanatismo no palidece frente al de sus โ€œcolegas enemigosโ€.8 En lo que tiene de inercia ideolรณgica, la Che-manรญa no sรณlo niega la tradiciรณn democrรกtica de Occidente sino que deja de lado lo que a mi juicio es el รบnico รกngulo salvable de Guevara para nuestros dรญas: la coherencia de su igualitarismo. Hay algo vรกlido y aรบn necesario en esa aspiraciรณn utรณpica, sobre todo ahora que el fantasma del vacรญo recorre el mundo engullendo, como un hoyo negro, todo sentido de fraternidad. Pero la igualdad, impuesta desde arriba, ahoga un fin tal vez mรกs preciado: la libertad. Por lo demรกs, desde Latinoamรฉrica el paisaje se ve distinto: aquรญ estamos tratando de fortalecer nuestras frรกgiles democracias y nada mรกs remoto de sus valores que las romรกnticas e irresponsables aventuras de aquel condottiero del siglo XX. ~

La informaciรณn de este texto se basรณ, principalmente, en los siguientes dos libros: Jorge Castaรฑeda, La vida en rojo, Alfaguara, y Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara, tambiรฉn conocido como el Che, Planeta.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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