al Uruguay, paรญs donde pasรฉ los aรฑos capitales de mi vida, el humilde homenaje de este libro escrito en francรฉs pero pensado en uruguayo
Querido Maestro:
Sin duda le sorprenderรก recibir noticias mรญas desde una ciudad tan lejana como Montevideo. La razรณn por la que me encuentro aquรญ, confesรฉmoslo de entrada, se me escapa. Si me permito dirigirle esta carta, sin duda irritante, es mรกs por ser leรญdo por usted que por lo que le voy a contar: no le ofenderรฉ pensando que mi historia le interesa mรกs que a mรญ. Le estarรฉ, pues, muy agradecido si saca del bolsillo su estilogrรกfica y tacha, a medida que vaya leyendo, todo lo que voy a escribir. Gracias a este simple artificio, al tรฉrmino de la lectura le quedarรก en la memoria tan poco de este libro como a mรญ, puesto que, como probablemente ya habrรก sospechado, prรกcticamente ya no tengo memoria. Le imagino dudando, con su estilogrรกfica en la mano, al ver que la frase anterior presenta varios ejes a partir de los cuales puede empezar a tachar; yo dudo como usted. Dejo esta decisiรณn a su libre albedrรญo. Escribiendo me doy cuenta de que ciertas frases me quedan extraรฑas, como esta รบltima (dejo esta decisiรณn, etc.), sin duda porque, en los รบltimos tiempos, he practicado mucho mรกs la lengua que se habla en este lugar que el francรฉs y probablemente volver a un lenguaje normal me es mรกs difรญcil de lo que creรญa. Le ruego, pues, que excuse alguno de mis giros. El paรญs se llama Repรบblica Oriental del Uruguay. Y el Uruguay, siendo naturalmente un rรญo que estรก al oeste de la Repรบblica, es un nombre que, en indio, podrรญa traducirse por la Repรบblica (URU) estรก en Oriente (GUAY). Aquรญ tiene la primera cosa rara. La segunda es esta: la ciudad se llama Montevideo y ellos te explican tranquilamente que eso en portuguรฉs quiere decir: vi el monte.[1] Sigo escribiendo y doy por supuesto que leyรณ y tachรณ esta llamada, lo que no siempre es seguro, ya que hay un tipo de lectores –lejos de mรญ el censurarlos– que leen al final de la pรกgina todas las llamadas a la vez. Estoy seguro que le habrรก molestado que emprendiera solo tan largo viaje. Deberรญa, lo sรฉ muy bien, haberle llevado conmigo en lugar de huir como un ladrรณn. Ya estรก hecho y aprovecho para confesarle que lo que me asqueaba de usted (y lo que habrรญa hecho insoportable su compaรฑรญa en este viaje) es su manรญa de detenerse a cada momento para tomar notas de lo que ve, como en nuestro viaje a Normandรญa al tรฉrmino de mis estudios. Antes lo toleraba, ahora eso francamente me tocarรญa los huevos. Tache con rabia. Al entrar en el puerto no dejas de ver el monte que domina la ciudad. Es una convenciรณn: el monte no existiรณ nunca. La mierdecita de perro que llevaba conmigo no dejรณ de gritar junto a los otros turistas: ¡Montevideo! al ver no sรฉ quรฉ naranja que flotaba entre dos aguas igual de aceitosas. Sรฉ que aquรญ ha tachado con melancolรญa. Naranja entre dos aguas aceitosas… y se imagina ya el monte y se dice: es como si realmente lo hubiera visto. ¡Ah, cรณmo sigo el ritmo de su estilogrรกfica cuando tacha mis frases, Querido Maestro! Llora, viejo boludo, no estarรฉ mรกs contigo. No impide que Montevideo sea agradable. Las calles, los espacios verdes, la arena, el mar. No tengo mรกs ganas de escribir. Me desalienta estar tan lejos de usted. Nunca sabrรฉ en quรฉ momento leerรก estas palabras ni dรณnde estarรฉ yo entonces. Promรฉtame que hasta ahora lo tachรณ todo. Hasta maรฑana y a sus pies. Copi. Hoy no tengo ningunas ganas de escribirle. Voy a pasearme por las dunas con mi perro Lambetta, lanzarรฉ trozos de madera seca entre las olas y รฉl estarรก encantado de ir a buscarlas y devolvรฉrmelas bien mojadas. Somos bastantes los que hacemos esto, pero es tan grande el espacio que no nos molestamos entre nosotros. Los perros nos molestan รบnicamente cuando, justo a nuestro lado, se sacuden el agua que les ha quedado adherida en el pelaje; yo no sรฉ si ha estado alguna vez al lado de un perro mojado que se sacude, es como una lluvia tan alegre como molesta; te hace ponderar el contrapeso del placer que experimentamos al lanzar un trozo de madera entre las olas. Les gusta tambiรฉn un juego muy singular que consiste en correr a lo largo de la lรญnea de demarcaciรณn entre el mar y la arena, ora mojรกndose las patas, ora hundiรฉndolas brevemente en la arena que se adhiere a dichas patas gracias al agua de la que estรกn mojadas, arena que el agua del mar lava apenas la han rozado, y asรญ sucesivamente, a veces en parejas (los perros) y a veces solos. Pero aquรญ me detengo porque esto deviene rรกpidamente sistemรกtico. Usted me dirรก ahora: olvรญdese de los perros, siรฉntese sobre una duna, encienda un cigarrillo haciendo paraviento contra el viento con las manos en bocina y piense en otra cosa. Sospecho que usted tuvo un perro en su juventud, es una idea tรญpica de un amo de perro, Maestro. Pelotudo. Sospecho que incluso va a tachar todos los insultos de esta carta antes de releerla. No le va a quedar nada de ella, sabe usted. Pelotudo. Tachรฉ yo mismo todo lo que sigue a la palabra Copi. No encontrรฉ mi lenguaje de ayer. Voy a pasearme. Aquรญ las gentes estรกn dispuestas de manera diferente segรบn los barrios (un barrio se llama un cuarto, que quiere decir tambiรฉn dormitorio). Hay cuartos en los que no hay ni casas y que me parecen los mรกs interesantes, ya que la disposiciรณn de las gentes (gentes: jujo en uruguayo) parece la mรกs movible. Cada persona ocupa un lugar en un barrio cualquiera de la ciudad, pero sus lugares varรญan considerablemente de dimensiรณn. Por ejemplo un รกrbol puede ser un lugar lo mismo que un metro cuadrado de acera, dos metros cuadrados de acera, una plaza en un automรณvil, e incluso un caballo entero o parte de ese caballo; en fin, todo puede ser un lugar desde el momento en que ellos pueden darle un nombre. Y eso no les cuesta nada, crรฉame. No paran de inventarse palabras que les pasan por la cabeza. Si uno de ellos me viera escribir en este momento (para escribir me escondo), podrรญa inventar una palabra con la que nombrar mi cuaderno, mi estilogrรกfica y a mรญ mismo (digo podrรญa, pero estoy seguro de que lo harรญa) y esa palabra se convertirรญa automรกticamente en un lugar que รฉl ocuparรญa en el acto, dejรกndome, en cierta forma, fuera. Un lugar se ocupa o bien fรญsicamente (en el caso que acabo de citar esto habrรญa sido imposible, evidentemente) o bien sintiรฉndolo. Hay una palabra para decir me siento en mi lugar y esta es precisamente el nombre de la ciudad: Montevideo. A veces se encuentran en situaciones totalmente ridรญculas, por ejemplo en el caso en el que varios de ellos gritaran a la vez: ¡Montevideo! Eso, para ellos, define un barrio y se ven obligados a explicar el lugar de cada uno para poder inmediatamente delimitar el barrio. La mayorรญa de las veces sus discusiones no conducen a nada (sospecho que mienten bastante a menudo, a pesar de que la palabra mentir no existe en su vocabulario) (de hecho no se sirven nunca de ningรบn verbo) puesto que todos dicen siempre tener un lugar mรกs grande (imponente) que el de su vecino, es decir, que su lugar comprende mayor nรบmero de elementos (por ejemplo un pan, una mesa, una silla y un tenedor) que otro lugar que no tendrรญa mรกs que la mitad del pan (a menudo, ademรกs, la del vecino), un tenedor torcido y una pequeรฑa punta de salchicha (la llaman sassassa), mientras que un tercer vecino dice que su lugar comprende un pan, la mitad del pan (que ya se encuentra en litigio), el tenedor, la mitad de ese tenedor, un salchichรณn, un azรบcar y un jardรญn, pongamos por caso. Incluso una vez escuchรฉ a uno que afirmaba que su lugar comprendรญa el mar y la tierra discutiendo con otro que aseguraba que su lugar comprendรญa todos los mares y todas las tierras, a lo que el primero respondiรณ: ¡papa!, que en uruguayo quiere decir (lo supe mรกs tarde) la tierra (comprendiendo la tierra y todos los mares y todas las tierras), mientras que un tercero que hasta entonces habรญa estado callado gritรณ de pronto: ¡Sistema Solar! y un cuarto, en el mismo instante, dijo: ¡sississi! (sistema en uruguayo). Ellos consideraron evidente que habรญa sido este รบltimo el que habรญa ganado el barrio y los otros tuvieron que mudarse al campo. El que gana un barrio queda confinado en รฉl para siempre, a menos que consiga escaparse, lo que es extremadamente difรญcil. Lo que mรกs me molesta de ellos es que no huelen. Lambetta se siente perdido. Como no tiene nada que olfatear, finge que olfatea la arena y se inventa olores. Esto lo hizo los primeros dรญas, porque ahora me parece que ya no se acuerda de lo que es un olor, ya que no olfatea nada y el pobre se contenta รบnicamente con lo que ve, como la punta de madera que va y viene en su boca y en el aire indefinidamente entre mi mano derecha y el mar. No debรญ nunca llevar a mi perro conmigo, se siente muy desgraciado. Deberรญa habรฉrselo dejado a usted para que me lo guardara, Maestro. Hay tantas cosas que degustar con el olfato en su casa, su vieja ropa, sus pedos, su balcรณn, la madera de su mesa, su propio olor, sus coles impregnรกndolo todo de ese olor impertinente que destilan mientras usted toma las รบltimas notas de una tranquila jornada de otoรฑo, con su apetito abriรฉndose cada vez mรกs, como una col, dentro de su estรณmago y con la saliva suelta en su boca cerrada. Le habrรญa estado incluso agradecido, mi pobre Lambetta, si hubiera podido lamerle la mano izquierda sin impedirle esto escribir con la otra mano. Para ellos yo no soy nadie o casi nadie. Entre ellos ocurre lo mismo. Viven con el terror de que alguien deje de gritar: Montevideo cuando lo gritan, pues se arriesgan a encontrarse con un barrio bajo el brazo, lo que para ellos es un deshonor, pues en ese momento cualquiera podrรญa tomarlos como lugar, ya que se los considera muertos. Solamente (y esto es realmente delirante) pueden ser tomados enteros, nunca por partes. Si el barrio (es decir, el muerto) comprende un perro, una casita, un jardincito, una vajilla y quizรก la muerte misma, nadie puede agarrar la vajilla o el jardincito, etc., y dejar el resto, tiene que agarrarlo todo. Los lugares, a medida que la gente muere, se van haciendo cada vez mรกs raros y complejos y hay lugares (muertos) que comprenden centenares de lugares (muertos) y nadie quiere agarrarlos a menos que se vea realmente forzado a ello, pues corres el riesgo de tener un barrio y por consiguiente estar muerto (!). Los viejos son los que generalmente estรกn muertos mรกs veces, aunque conocรญ a un niรฑo de siete aรฑos que estaba muerto cuarenta y siete veces, aunque hay que decir que no tenรญa aire de buena salud. Es una especie de hรฉroe nacional, por lo que comprendรญ, pues estรก siempre sentado sobre el pedestal de una estatua en posiciรณn de estar por jugar al boliche y los transeรบntes le aplauden cuando pasan por el lugar: una plaza (la estatua, es decir el niรฑo, estรก justo en el centro de la plaza), y cuando, en mi pรฉsimo uruguayo, preguntรฉ a un transeรบnte por quรฉ aplaudรญan, me respondiรณ niรฑo rico-rico, que quiere decir este niรฑo es muy rico, lo que significa que es el propietario de numerosos barrios y, por tanto, una esperanza para el paรญs, puesto que (esta es su religiรณn) ellos esperan que uno de los suyos llegue un dรญa a ser propietario de todo el Uruguay. Lo que, sin duda, les ahorrarรญa muchas preocupaciones. ~
Traducciรณn del francรฉs de Enrique Vila-Matas
Copyright Christian Bourgois รฉditeur, 1973, 1999. Publicado en espaรฑol por Editorial Anagrama en Obras, Tomo I: El uruguayo, La vida es un tango, La Internacional Argentina, Rรญo de la Plata (2010).
[1] “Vide o Monte”, pues, aun aceptando explicaciรณn tan delirante, la ciudad deberรญa llamarse Videomonte y no Montevideo.