(Ha sido preciso que me adapte a una serie de expresiones difĂciles que solo puedo emplear yo, en mi caso particular. Son necesarias para explicar mis actitudes intelectuales y mis conformaciones naturales, que se presentan de manera extraordinaria, excepcionalmente, al revĂ©s de lo que sucede en la mayorĂa de los “animales que rĂen”.)
Mi espalda, mi atrĂĄs, es, si nadie se opone, mi pecho de ella. Mi vientre estĂĄ contrapuesto a mi vientre de ella. Tengo dos cabezas, cuatro brazos, cuatro senos, cuatro piernas, y me han dicho que mis columnas vertebrales, dos hasta la altura de los omĂłplatos, se unen allĂ para seguir –robustecida– hasta la regiĂłn coxĂgea.
Yo-primera soy menor que yo-segunda.
(AquĂ me permito, insistiendo en la aclaraciĂłn hecha previamente, pedir perdĂłn por todas las incorrecciones que cometerĂ©. Incorrecciones que elevo a la consideraciĂłn de los gramĂĄticos con el objeto de que se sirvan modificar, para los posibles casos en que pueda repetirse el fenĂłmeno, la muletilla de los pronombres personales, la conjugaciĂłn de los verbos, los adjetivos posesivos y demostrativos, etc., todo en su parte pertinente. Creo que no estĂĄ de mĂĄs, asimismo, hacer extensiva esta peticiĂłn a los moralistas, en el sentido de que se molesten alargando un poquito su moral y que me cubran y que me perdonen por el cĂșmulo de inconveniencias atadas naturalmente a ciertos procedimientos que traen consigo las posiciones caracterĂsticas que ocupo entre los seres Ășnicos.)
Digo esto porque yo-segunda soy evidentemente mĂĄs dĂ©bil, de cara y cuerpo mĂĄs delgados, por ciertas manifestaciones que no declararĂ© por delicadeza, inherentes al sexo, reveladoras de la afirmaciĂłn que acabo de hacer; y porque yo-primera voy para adelante, arrastrando a mi atrĂĄs, hĂĄbil en seguirme, y que me coloca, aunque inversamente, en una situaciĂłn algo asĂ como la de ciertas comunidades religiosas que se pasean por los corredores de sus conventos, despuĂ©s de las comidas, en dos filas, y dĂĄndose siempre las caras –siendo como soy, dos y una.
Debo explicar el origen de esta direcciĂłn que me colocĂł en adelante a la cabeza de yo-ella: fue la Ășnica divergencia entre mis opiniones que ahora, y solo ahora, creo que me autoriza para hablar de mĂ como de nosotras, porque fue el momento aislado en que cada una, cuando estuvo apta para andar, quiso tomar por su lado. Ella –adviĂ©rtase bien: la que hoy es yo-segunda– querĂa ir, por atavismo sin duda, como todos van, mirando hacia donde van; yo querĂa hacer lo mismo, ver a dĂłnde iba, de lo que se suscitĂł un enĂ©rgico perneo, que tenĂa sĂłlidas bases puesto que estĂĄbamos en la posiciĂłn de los cuadrĂșpedos, y hasta nos ayudĂĄbamos con los brazos de manera que, casi sentadas como estĂĄbamos, con aquellos al centro, ofrecimos un conjunto octĂłpodo, con dos voluntades y en equilibrio unos instantes debido a la tensiĂłn de fuerzas contrarias. AcabĂ© por vencerla, levantĂĄndome fuertemente y arrastrĂĄndola, produciĂ©ndose entre nosotras, desde mi triunfo, una superioridad inequĂvoca de mi parte primera sobre mi segunda y formĂĄndose la unidad de que he hablado.
Pero, no; es preciso sentar una modificaciĂłn en mis conceptos, que, ahora caigo en ello, se han desarrollado asĂ por liviandad en el razonamiento. Indudablemente, la explicaciĂłn que he pensado dar a posteriores hechos puede aplicarse tambiĂ©n a lo referido; lo que aclararĂĄ perfectamente mi empecinamiento en designarme siempre de la manera en que vengo haciĂ©ndolo: yo, y que desbaratarĂĄ completamente la clasificaciĂłn de los teratĂłlogos, que han nominado a casos semejantes como monstruos dobles, y que se empecinan, a su vez, en hablar de estos como si en cada caso fueran dos seres distintos, en plural, ellos. Los teratĂłlogos solo han atendido a la parte visible que origina una separaciĂłn orgĂĄnica, aunque en verdad los puntos de contacto son infinitos; y no solo de contacto, puesto que existen Ăłrganos indivisibles que sirven a la vez para la vida de la comunidad aparentemente establecida. Acaso la hipĂłtesis de la doble personalidad, que me obligĂł antes a hablar de nosotras, tenga en este caso un valor parcial debido a que era ese el momento inicial en que iba a definirse el cuerpo directivo de esta vida visiblemente doble y complicada; pero en el fondo no lo tiene. Casi solo le doy un interĂ©s expresivo, de palabras, que establece un contraste comprensible para los espĂritus extraños, y que en vez de ir como prueba de que en un momento dado pudo existir en mĂ un doble aspecto volitivo, viene directamente a comprobar que existe dentro de este cuerpo doble un solo motor intelectual que da por resultado una perfecta unicidad en sus actitudes intelectuales.
En efecto: en el momento en que estaba apta para andar, y que fue precedido por los chispazos cerebrales “andar”, idea nacida en mis dos cabezas, simultĂĄneamente, aunque algo confusa por el desconocimiento prĂĄctico del hecho y que tendĂa solo a la imitaciĂłn de un fenĂłmeno percibido en los demĂĄs, surgiĂł en mi primer cerebro el mandato “Ir adelante”; “Ir adelante” se perfilĂł claro tambiĂ©n en mi segundo cerebro y las partes correspondientes de mi cuerpo obedecieron a la sugestiĂłn cerebral que tentaba un desprendimiento, una separaciĂłn de miembros. Este intento fue anulado por la superioridad fĂsica de yo-primera sobre yo-segunda y originĂł el aspecto analizado. He aquĂ la verdadera razĂłn que apoya mi unicidad. Si los mandatos cerebrales hubieran sido: “Ir adelante” e “Ir atrĂĄs”, entonces sĂ no existirĂa duda alguna acerca de mi dualidad, de la diferencia absoluta entre los procesos formativos de la idea de movimiento; pero esa igualdad anotada me coloca en el justo tĂ©rmino de apreciaciĂłn. En cuanto a la particularidad de que hayan existido en mĂ dos partes constitutivas que obedecieron a dos Ăłrganos independientes, no le doy sino el valor circunstancial que tiene, puesto que he desdeñado ya el criterio superficial que, de acuerdo con otros casos, me da una constituciĂłn plural. Desde ese momento yo-primera, como superior, ordeno los actos, que son cumplidos sin rĂ©plica por yo-segunda. En el momento de una determinaciĂłn o de un pensamiento, estos surgen a la vez en mis dos cerebros; por ejemplo “Voy a pasear”, y yo-primera soy quien dirige el paseo y recojo con prioridad todas las sensaciones presentadas ante mĂ, sensaciones que comunico inmediatamente a yo-segunda. Igual sucede con las sensaciones recibidas por esta otra parte de mi ser. De manera que, al revĂ©s de lo que considero que sucede con los demĂĄs hombres, siempre tengo yo una comprensiĂłn, una recepciĂłn doble de los objetos. Los veo, casi a la vez, por los lados –cuando estoy en movimiento– y con respecto a lo inmĂłvil, me es fĂĄcil darme cuenta perfecta de su inmovilidad con solo apresurar el paso de manera que yo-segunda contemple casi al mismo tiempo el objeto inmĂłvil. Si se trata de un paisaje, lo miro, sin moverme, de uno y otro lado, obteniendo asĂ la mĂĄs completa recepciĂłn de Ă©l, en todos sus aspectos. Yo no sĂ© lo que serĂa de mĂ de estar constituida como la mayorĂa de los hombres; creo que me volverĂa loca, porque cuando cierro los ojos de yo-segunda o los de yo-primera, tengo la sensaciĂłn de que la parte del paisaje que no veo se mueve, salta, se viene contra mĂ y espero que al abrir los ojos lo encontrarĂ© totalmente cambiado. AdemĂĄs, la visiĂłn lateral me anonada: serĂĄ como ver la vida por un huequito. ~
De Débora y Un hombre muerto a puntapiés (Barataria, 2012).