Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales es la historia de la elaboración de la Enciclopedia (1751-1780), y fundamentalmente la historia de su más importante redactor, Denis Diderot. Una historia desdichada, que no empieza muy bien y que termina mal. Con un episodio central, en la cárcel, en el que Diderot tirará por tierra su carrera literaria al renunciar a su libertad como creador, para conseguir la excarcelación, firmando un documento que quedará guardado como prueba por la autoridad. Philipp Blom afirma que cuando la Enciclopedia había sido publicada, “Diderot miraba todos sus años de trabajo con una amargura y decepción que ya nunca le abandonarían”.
Diderot (1713-1784) es la estrella, el héroe trágico y el protagonista de este ensayo de Philipp Blom (Hamburgo, 1970) en el que abundan los malvados. Es bastante malo D’Alembert, siempre guardando las distancias, a menudo por reparos de clase. Y también es bastante perverso Voltaire, al que yo no desearía tener por amigo y que jugaba con todas las barajas posibles.
Pero sin duda el malo principal es Rousseau, un tipo que es descrito como auténtica escoria, y muy contradictoria y muy enferma escoria. Escribe Rousseau en sus Confesiones, y reproduce Philipp Blom: “Mi tercer hijo fue enviado, pues, al orfanato, como había ocurrido con los dos primeros y ocurriría con los dos que vinieron tras él, porque tuve cinco hijos en total. Este arreglo me pareció tan excelente, tan razonable, tan legítimo, que me hubiera jactado de él abiertamente, de no ser por respeto a su madre”. Y, según el propio testimonio de Rousseau, “se encargó personalmente de informar con orgullo a sus íntimos amigos de que había encontrado una solución muy avanzada para evitar ser despertado por el llanto de los niños”. Y a mí no me cabe duda, después de leer el retrato de Philipp Blom, de que realmente Rousseau era un tipo realmente lamentable… Y más lamentable resulta saber que su influencia intelectual ha sido nefasta en los últimos dos siglos y pico: el multiculturalismo no deja de ser la enésima versión del mito del buen salvaje, poco más que un relato fantástico, que inventó para triunfar en sociedad, una de sus mayores obsesiones.
Por supuesto, había malos en el lado de los enemigos de los enciclopedistas, de la ortodoxia y del orden, pero, paradojas del destino, todos los enemigos de los enciclopedistas acababan por un motivo u otro teniendo que desistir en sus ataques. Los curas de barrio, primero, contra Diderot. Posteriormente, y con toda su artillería, los jesuitas. Más tarde, el propio rey, pese a que su amante, Madame de Pompadour, proveniente de una familia burguesa parisina que “sentía tradicionalmente una gran simpatía por el jansenismo y odiaba a los jesuitas”, era defensora de la Enciclopedia y se hizo retratar con un tomo bien visible de la obra en su biblioteca. Final y ¿sorprendentemente?, los propios libreros que editaban la obra y que mutilaron el trabajo que tan pacientemente había ido desarrollando Diderot para evitar más follones con las autoridades.
La idea de una “enciclopedia” no era nueva, pues se pueden encontrar todos los antecedentes que se quieran desde la Historia Natural de Plinio, y realmente todos los trabajos iniciales estuvieron encaminados a sacar adelante una traducción de la Cyclopedia británica, siempre bajo la sombra vigilante de los jesuitas, que trabajaron en un proyecto similar, el Trevoux. Malogrado el asunto de la traducción, Diderot pasó a hacerse cargo de la Encyclopédie: organizar las voces, repartir el trabajo, vigilar las ilustraciones, redactar muchísimas entradas, coordinar a los colaboradores, calmar a los editores, soportar los palos, evitar a los censores… Pasó a vivir por y para la Enciclopedia, posponiendo permanentemente la escritura de sus propias obras. Es tan importante el papel de Diderot en la composición de la obra que buena parte del ensayo de Blom está dedicado al análisis de Diderot: psicológico, literario, ideológico e incluso sexual. Entre tantas brumas y pesares, es muy emocionante el momento en que Diderot se encuentra con Lawrence Sterne, el autor del Tristram Shandy, que le sirvió de inspiración para escribir Jacques el fatalista… y también para llevar adelante la Encyclopédie.
Escribe Philipp Blom: “Si su inmenso valor, erudición y facilidad para hacer amigos hicieron posible la obra, su carácter ecléctico la hizo como es. Su largo y maravilloso artículo sobre el eclecticisme lo pone de relieve, siguiendo tantas líneas tangenciales como el Tristram Shandy […]. Lo que hizo tan fascinante a la Encyclopédie fue el hecho de que Diderot no tuviera ni la ambición ni la mentalidad sistemática de un coleccionista de datos: que fuera, en vez de ello, un artista. La obra fue un vehículo para sus ideas, le dio unos ingresos y le daría fama, dignificó temas que nunca habían merecido una página impresa; pero una meticulosidad sistemática, que lo abarcara todo, jamás le interesó”.
Philipp Blom, que a su condición de historiador académico añade la de novelista, combina con gran habilidad el retrato de la época, un siglo convulso, con las vidas de los personajes, y en especial las relaciones de amistad de los enciclopedistas que finalmente se harán trizas. Encyclopédie es la historia de un libro, sí, pero de un libro que cambió la historia como pocos. ~
(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.