Los demonios internos de Nick Drake, un músico inmortal

Miguel Ángel Oeste se inspira en el malogrado cantautor para su última ficción, Perro negro, donde reflexiona sobre la salud mental, la memoria y el dolor.
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“Mientras la tierra se hunde en su tumba, tú navegas hacia el cielo”, cantaba Nick Drake en “‘Cello song”, en 1969, cinco años antes de que se suicidase con una sobredosis de antidepresivos. El escritor Miguel Ángel Oeste se inspira en la corta vida del músico británico, del cual se cumple este año medio siglo de su muerte, para construir su última ficción, Perro negro (Tusquets, 2024). Si bien la historia del malogrado cantante es una excusa para sacar a relucir otras temáticas que preocupan al autor malagueño, tal cual ha quedado patente en obras previas, como son la memoria, el dolor o la salud mental.

La historia de Drake ha interesado a Oeste desde hace mucho tiempo. Fue a finales del siglo pasado cuando se obsesionó con su música, y en 2008 redactó una obra sobre su vida –de carácter más biográfico que la actual– que vio la luz, con una tirada y seguimiento menor, en 2014, con el título de Far leys. Este era el nombre de la casa familiar en que Drake acabó con sus días a los 26 años. Ahora, no obstante, abraza de forma más decidida la ficción para narrar la historia del músico, pues sabe Oeste que la memoria, como dijese Paul Ricoeur, es absolutamente frágil, y que lo ficcional puede resultar clave para narrar el pretérito que se recuerda: “La memoria es imaginación. Una representación de lo vivido a la que añadimos o quitamos cosas en función del momento en el que contamos. Un escritor escribe posibilidades. No creo que la realidad y la ficción estén enfrentadas. Al contrario, son aliadas. En el caso de Drake, además, se dan varios factores: tiene una personalidad resbaladiza y su vida está plagada de lagunas. Todo esto favorece la ficción, la fantasía de las posibilidades”, confiesa el escritor.

La memoria como temática ya estaba presente en la novela que otorgó a Oeste un reconocimiento unánime, Vengo de ese miedo (2022), donde la primera persona vehiculaba un relato de violencia en la infancia que estaba inspirado en su propia vida, pero donde también tenía gran presencia la imaginación. Es el malagueño, sin duda, un gran retratista del dolor, un padecer que Drake sufre de forma intensa pero que lleva en silencio en su novela, y que le otorga un cariz melancólico al personaje. Escribe la filósofa holandesa Joke Hermsen en su libro La melancolía en tiempos de incertidumbre (2019) que para aquel afectado por la “bilis negra” –tal cual se conoce a este sufrimiento desde tiempos de Hipócrates y la teoría de los cuatro humores– el acto creativo puede ser el motor para transformar el padecimiento en algo positivo –la melancolía es la dicha de estar triste, según lo escribió Victor Hugo–. Si bien, la composición musical no salvó de nada al británico, hundido en un pozo de angustia, atormentado por infinitos espectros. El fantasma, de hecho, es una figura central en Perro negro: “Siempre me ha interesado la figura del fantasma. Pero me interesa su relación con lo cotidiano, con el plano real. Suelo decir que esta es una novela de fantasmas sin fantasmas. Está en el reflejo y en las acciones de los personajes, en las sombras que unas personas proyectan sobre otras”, asevera Oeste.

También acierta el escritor, precisamente, al situar al referido proceso creativo en el centro del debate. Además de Drake, el personaje de Richard West es clave en la novela. Se trata de un cineasta que, en el presente narrativo, varias décadas después del adiós de Drake, decide preparar un documental sobre el enigmático músico. Para ello, entrevista a Janet Stone, antigua amiga de Nick, y voz narrativa de la primera parte de la obra, y ambos muestran claramente su fragilidad: ella sigue anclada en el trauma de quien fuera su amigo, y él se obsesiona por saber más sobre la vida de un sujeto del que es imposible saberlo todo. Por esto, aunque se escriba sobre un sujeto real, en la novela se ha de fabular, como defiende el autor malagueño en la novela: “A menudo nos inventamos nuestra vida”.

Toda esta reflexión metaficcional y sobre el poder del artificio es otra pista que evidencia el cuidado estilístico que ha asumido en su tercera publicación en Tusquets, tras la comentada Vengo de ese miedo y la inicial Arena (2020). La de Oeste es una escritura que se abre a lo interdisciplinar, lo que no es de extrañar en una figura polifacética, que ejerce la crítica, escribe guiones y dirige documentales, y forma parte del Comité de Dirección del Festival de Cine de Málaga. Hay muchos guiños al séptimo arte en Perro negro: desde pasajes que se describen como secuencias, donde triunfa la écfrasis, hasta citas que evocan grandes obras del maestro del suspense: “¿Matarías por mí como en esa película de Hitchcock en la que dos extraños se encuentran en un tren?”. Una película en la que el autor británico adaptaba la excepcional Extraños en un tren (1950), escrita por otra figura misteriosa como fue Patricia Highsmith, de la que el lector ha sabido más en los últimos tiempos gracias a la publicación de sus diarios. 

El aura de secretismo que envuelve el retrato de todos los personajes de Perro negro quizá sea producto de las expectativas no cumplidas por estos, en un momento, como era el de finales de los sesenta e inicios de los setenta, donde daba la sensación de que la música reinaría para siempre: “Es una época en la que la música parecía que iba a cambiar el mundo. En la que las expresiones artísticas significaban algo, en la que se experimentaba y había una libertad en la que se buscaban nuevas fórmulas”, escribe Oeste. La realidad, transcurrido tanto tiempo, ha sido mucho más dura para los protagonistas, y el pretérito es una carga muy difícil de gestionar en el presente narrativo. Es paradigmático, en tal contexto, el modo en que Oeste describe el pasado: “dos colmillos que se hincan en la memoria para chuparnos la sangre y dejarnos desmadejados, translúcidos”.

El dolor es una cualidad intrínseca a la condición humana hasta el punto de que nos explica, como parece volver a constatarse en la literatura de Oeste. Perro negro trae a colación la salud mental, la dificultad de lidiar con los fantasmas internos y gestionar el éxito y el fracaso y, en definitiva, confirma al malagueño como una de las voces singulares del panorama nacional para reflexionar sobre la introspección en literatura. Y la buena noticia es que parece estar en racha: “Mi cabeza es un caldero en ebullición en el que se mezclan ideas e historias diversas. Tengo dos novelas empezadas y debo decidir cuál seguir. Esta es la encrucijada en la que estoy, porque son dos novelas completamente diferentes”, concluye.

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Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).


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