Molinos en el Maestrazgo

El Cluster del Maestrazgo, un proyecto que colocará 125 molinos en la zona, tendrá un enorme impacto medioambiental. Es una preocupación que sus defensores consideran frívola y romántica.
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El Cluster del Maestrazgo se ha aprobado este verano. Este proyecto que colocará 125 molinos en la comarca turolense se hace por una buena causa, como todo lo bueno y casi todo lo malo. Los alcaldes de la zona y la mayoría de la población están a favor, aunque hay división. Eso se usa como argumento (los que se oponen son de fuera; es fácil ser sentimental cuando eres un veraneante, etc.), aunque, al margen de ser inexacto, no siempre es así: por ejemplo, no se le da la misma importancia al argumento local si hablamos de sobreexplotación de acuíferos en Doñana o de urbanismo en la costa. En esos casos, nos preocupa mucho el impacto medioambiental y nos inquietan las consecuencias para el paisaje; en este, esas objeciones se consideran cosa de frívolos y románticos.

Es un asunto complejo: la sensación de que puede ser una oportunidad donde hay pocas, el hecho de que otras actividades no garanticen la supervivencia de los municipios, la necesidad de emplear energías limpias, la evidencia de que la decisión de usar energías de poca densidad (y descartar, por ejemplo, la nuclear) requiere espacio. Los bienes no son compatibles. Además de los efectos sobre la naturaleza en un territorio de gran biodiversidad, veremos con el tiempo cuáles son las consecuencias sobre otras actividades como la ganadería o el turismo, así como los beneficios económicos para los habitantes del Maestrazgo. La idea de que el proyecto vaya a fijar población puede tener bastante de wishful thinking. Y, en general, la coordinación de fondos, grandes empresas y gobierno, con relajación de requisitos administrativos y protecciones para el entorno y los propietarios, que vemos en las renovables resulta poco estética, por usar un eufemismo. También la abundancia de proyectos en algunas comunidades autónomas.

En un gesto que delata ese exceso y que oscila entre el tono de las sátiras de Jonathan Swift y el surrealismo casi siempre involuntario de la región, el Gobierno de Aragón ha convocado un concurso para “la creación de una colección de imágenes y contenidos audiovisuales de paisajes aragoneses susceptibles de alteración”. El presupuesto, impuestos incluidos, es de 95.000 euros. La convocatoria explica que “el desarrollo de las energías renovables en Aragón, principalmente eólica y fotovoltaica, siendo la mejor opción de producción de energía eléctrica en el actual escenario de cambio climático y dependencia energética, ha generado cierta conflictividad en algunas poblaciones del medio rural, que alberga los proyectos, y en la sociedad en su conjunto”. La cifra de proyectos es “ingente”, dice el texto, y “como consecuencia, el paisaje de Aragón está sujeto a una profunda transformación de su configuración, afectando a la calidad, fragilidad y aptitud de las unidades de paisaje donde se implantan las instalaciones”. Un poco como las fallas, o como cuando quieres borrar una foto porque crees que sales mal y te dicen: guárdala, que el año que viene estarás peor. Así, mientras paseamos por el campo podemos ver cómo era antes. Total, vamos al monte y no dejamos de mirar el móvil. Si salen las cosas bien, genial, y si no todos sabemos hace tiempo que, parafraseando a Nicanor Parra, se cometen muchos retrocesos en nombre del progreso.

Una versión anterior de este texto se publicó en El Periódico de Aragón.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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