Llegaron las rubias

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Las rubias se inventaron en 1925 y las inventó precisamente una morena, Anita Loos. Fue su novela Los caballeros las prefieren rubias la que hizo universal la existencia de las rubias con éxito de rabia, ya que se vendieron millones de ejemplares en trece lenguas. La Loos, que era morena pero pequeña (no llegaba al metro y medio de estatura) y vivaz, fue famosa por más de quince minutos. Es una de las escritoras más célebres de la literatura americana y sin embargo no aparece en la historia de la novela. Ni falta que le hace. Miss Loos, como había que llamarla, estuvo en Hollywood casi toda su vida y fue viuda varias veces.
     Cuando apareció Los caballeros las prefieren rubias no había mujeres altas y rubias en el cine. La primera fue Greta Garbo y aunque parecía rubia no lo era: era lívida. Hubo que esperar a Mae West para conocer a una rubia intensa, que además escribía amor con X —la equis de sexo. Marlene Dietrich no era rubia: todo era el efecto de su descubridor, iluminador y director Joseph von Sternberg. Pero una rubia de rabia fue Jean Harlow, tal vez la primera rubia boba. Descubierta por Howard Hughes, el millonario que prefería las rubias pero se casaba con las morenas, Harlow, malograda, murió a los 26 años. Su última película, Saratoga, la terminó una doble con peluca rubia.
     Las rubias, cuando no eran naturales (muy pocas: tal vez sólo Ginger Rogers), se hicieron posibles gracias al peróxido y fueron conocidas como "rubias oxigenadas". Un solo director, Alfred Hitchcock, hizo por las rubias más que nadie. Desde Los 39 escalones, con la elegante belleza rubia inglesa Madeleine Carroll, todas sus heroínas fueron rubias. Hasta su némesis particular, Tippi Hedren, fue rubia en Los pájaros y en Marnie la ladrona, ya casi al final de su carrera. Hitchcock amaba a las rubias, pero se casó para siempre con una morena menuda llamada Alma Reville —que fue su alma total: alma mater y alma de casa.
     La rubia más famosa (y tal vez la más sexy) del cine fue para el siglo XX Marilyn Monroe, rubia que no era rubia en sus comienzos. Pero fue la que preferían todos en Los caballeros las prefieren rubias, mientras ella prefería los diamantes y declaraba que eran los mejores amigos de una mujer: "¡Tiffanys! ¡Cartier!", cantaba y contaba. Marilyn, una rubia nada natural, fue la encarnación de la sirena rubia Lorelei. (Lorelei es la sirena de las mitologías nórdicas que atraía con su canto a los hombres para perderlos en el mar y estrellarlos contra las rocas asesinas.) La belleza urbana de La comezón del séptimo año es inocente, inofensiva, que guarda la ropa interior en el congelador porque el calor se llama para ella la calor. Pero ella se transforma en una sirena cómica en Con faldas y a lo loco, votada hace poco, y gracias a su gracia, la comedia más perfecta del cine. Para su inmortalidad postal, es la rubia epónima de los sellos de correos en usa. Su única competencia (y mi rubia favorita) es Kim Novak, con su belleza bovina y tierna en Bésame, estúpido y una rubia varias veces fatal en Vértigo.
     La rubia muerta pero viva para siempre en la pantalla fue, a su vez, una rubia del cine que se convirtió en una reina real al casarse con el Gran Croupié de Mónaco. Se llamó Grace Kelly. Una princesa de la vida, Diana de Gales, se convirtió al morir en la belleza rubia no del cine sino del siglo. Ahora reaparece la rubia como la belleza más universitaria que universal en el filme Legalmente rubia, y un grupo de lo que se llamó adult-pop ha grabado un disco llamado Concrete Blonde. Sin embargo, quien vivió para crear el terror pero morir de amor fue King Kong, el enorme mono obsesionado con la minúscula rubia Fay Wray —imposible para él y para nos. –

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