Presidente por un día

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Con amplia anticipación fui notificado de que, por nacido en abril, había sido insaculado (viene del latín saculus, saquito, y no de sacar, que deriva del gótico sakan, pleito jurídico) como funcionario de casilla en los esperados comicios del 2 de julio. Sentí alegría, moderada, se entiende, y no exultante con la novedad.
Más tarde me enteré de que mi nombramiento era de presidente de una casilla en San Jacinto, San Ángel, donde vivo. Primera y, espero, última vez que soy presidente de algo.
     Cuando precisaron que mi casilla era "casilla especial" no le concedí la menor importancia al asunto, dado que ésta "es casilla donde vota la gente de paso en la ciudad y otras personas, no tiene padrón, ustedes lo van anotando". Y yo, en mi infinitaingenuidad, pensé que por esa razón confluiría poca gente asufragar en ella y habría poco que hacer. Así, velando lo futuro, es como asesta el destino sus golpes de maza.
     La ley mandaba que se iniciara la instalación de la casilla a las ocho en punto, no antes, por eso llegué a ella al cinco para las ocho. Pero me esperaban tres sorpresas: 1) había ya cola, 2) y un enjambre nutrido de periodistas; 3) oí a alguien decir "qué se puede esperar si el presidente de la casilla llega una hora tarde". Comentaré los tres imprevistos.
     La cola anhelante, 1) que pronto crecería a enorme serpiente humana, es la protagonista dramática de la jornada. 2) Lamasa periodista obedecía a que en esa casilla votaría Diódoro, como le decían, siempre confianzudos, los periodistas al secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco, empadronado enOaxaca y que, por tanto, votaba en casilla especial. Diódoro llegó a las nueve y no pudo votar hasta las 12:30, tres horas largas y media de cola: con esa horrible y exasperante lentitud avanzaba nuestra cola. Y entre tanto, tuvimos que soportar a los periodistas, que son pesadísimos, agolpados dentro de la casilla. La lentitud no obedecía a torpeza nuestra, sino a que había mucho que escribir y que verificar con cada votante. Antes, debo decirlo, la secretaria de la casilla mostraba incansable empeño ytalento en su actividad, que no vacilo en calificar de genialidad indomable, y lo mismo digo de los escrutadores, dos actuarios impecables, que ayudaban a todo vapor desde ese momento. Aun así avanzábamos despacio. Sólo más tarde, cuando el hijo de la genial secretaria, que era suplente, se sentó también a escribir, duplicamos la velocidad de la casilla, pero eso fue después, cuando estábamos ya acosados y próximos a la desesperación. Quiero hacer notar que, como siempre, el presidente es el que hace menos trabajo físico en una casilla; a mayor responsabilidad, menor esfuerzo físico (cosa que no deja de producir punzadas de mala conciencia). 3) No llegué tarde, la ley decía "empezar a las ocho" y había que cumplirla. Si la protagonista es la masa ciudadana, la antagonista del drama es, como veremos, la ley.Dura lex, sed lex, la ley será dura, pero es la ley.
     No salía de la casilla, pero hasta ella llegaban noticias alarmantes: la cola crecía desmesuradamente y la gente estaba acada hora más nerviosa y disgustada con la espera. Así, en algún momento sentí lo que debió sentir el capitán del Titanic al darse cuenta de que no había suficientes botes salvavidas en el trasatlántico, y fue cuando advertí cuántas boletas nos quedaban para votar senadores y presidente. "Unas quinientas", me dijeron. ¿Y cuánta gente hay en la cola? Más de ochocientas, me dijeron. No había más que hacer la resta para percibir la posibilidad de catástrofe: ¿qué iba a hacer esa gente cuando,después de cinco horas de cola, saliéramos con que ya no había boletas y no podían votar?
     Pero he de decir que soy lector apasionado de historia militar, en especial de las memorias de guerra de Álvaro Obregón, y entendí que había que conservar en todo momento calma y sangre fría, y diseñar una estrategia para actuar y conjurar con anticipación el posible alboroto. Así que resolví salir de lacasilla, recorrer la cola contando personalmente a los formados (porque los informes de los exploradores enviados eran contradictorios entre sí). Conté, y cuando llegué a quinientos, que era el número de boletas existentes, me dirigí a los restantes, grupo por grupo, exponiéndoles la situación. Lo fui haciendo condetalle y claridad, pero cuidando de que no fuera a disuadir de votar, que está contra la ley, y sin decirle a nadie qué debíahacer, sólo exponiendo la situación y dejando las decisiones al albedrío de cada quien. La gente se disgustaba, pero no demasiado; la hora de los gritos y los insultos no había sonadotodavía, pero vendría después.
     Entonces sucedió algo sorprendente: pese a que el asunto era en extremo simple y lo había expuesto con cristalina claridad, la gente seguía ahí, obstinada, y pocos, muy pocos, se retiraron de la cola. Álvaro Obregón, ven en mi ayuda: ¿qué hago sinadie cree lo que le digo?, ¿dónde emplazo las defensas para detener la ofensiva?
     Hacia el mediodía mi mujer, Guita Schyfter, y mi hija Ximena fueron a visitarme. Se sorprendieron del gentío, y al principio no creían que fuera por la casilla. "No puede ser, dijo mimujer, que toda esta gente sean fuereños que quieren votar en la casilla especial". Una mujer, enojada, que ahí estaba le habló y dijo: "Sí puede ser, señora, todos queremos votar en la casilla especial y voy ahora mismo a ver qué está sucediendo y por qué avanza tan lento la cola". Mi mujer le respondió a su vez: "No necesita ir a averiguar, yo le digo: la cola avanza con tan desesperante lentitud porque mi marido es el presidente de lacasilla", y se rió.
     La situación tenía los siguientes elementos: 1) toda cola es gran conductor de información boca a boca, por la contigüidad de la gente y la ociosidad de la espera, así que, para ese momento, todo mundo sabía que las boletas no iban a alcanzar, entonces 2) en muchos surgió la inquietante pregunta ¿voy a alcanzarboleta?, que puso duda, y con ella, drama a la espera: ¿Seré de los afortunados o seré de los vejados? 3) Eso volvió decisivo que nadie se colara en la fila, y cuando se suscitaba esa sospecha los gritos clásicos de protesta, "cola, cola", se hacían atronadores y violentos. Y hacia el cardiaco final, los votantes dieron enformar una cadena humana, aferrados brazos con brazos, alrededor de la puerta de la casilla que impedía toda entrada, por ejemplo, de funcionarios del IFE o periodistas. 4) La duda de si alcanzarían o no boleta tensó los ánimos de los votantes quehacían cola y los hizo vociferantes e iracundos. Un grito coreado empezó a rugir, decía "queremos votar, hoy, queremos votar, hoy".
     Volví a salir de la casilla. "No griten así", les dije muytranquilo, "voy a explicarles qué sucede". "Cállate, fascista", "rateros". Pero, de todos modos, di una explicación que llamé, en honor a Nietzsche, "El origen de la tragedia en el espíritu de la equidad", y decía así: "El que la casilla tenga sólo 750 boletas es un acuerdo entre los partidos contendientes, el acuerdo fue tomado para evitar fraudes electorales que se facilitaban mucho cuando no había esta limitación. Si encuentran opresiva esa disposición legal, cambien la ley, pero ahora, en este momento, no se puede hacer nada. Así que no, entiéndanlo bien, algunos de ustedes no van votar hoy, al menos aquí. Y tú (me dirigí a un joven singularmente vociferante), ya no estés gritando así, que no tienes cinco años y ya entiendes razones".
     Esto último lo hice siempre que pude, algo me decía que no era conveniente, por un lado, dejar pasar insultos, y que, por el contrario, era provechoso individualizar, siempre que se pudiera, la discusión. He aquí varios ejemplos:
     A uno de los jóvenes que me gritaron "fascista" (fueron varios sucesivos, no uno sólo) me pareció útil decirle: "En tu elemental vocabulario ¿qué quiere decir 'fascista'? Digo, para marcar el grado de ofensa". Y, claro, no pudo improvisar una definición, no es fácil.
     Una señora, muy ofuscada, enarboló esta contradicción:"Todos los votos de los que no votamos van a ser para el PRI, rateros", y yo opté por no hacerle ver la estructura ilógica de su proposición, sino le dije "no me llame usted ladrón, señora,mire, no pertenezco a ningún partido político, ni siquiera me interesa la política, estoy aquí como ciudadano, como usted; mi indiferencia casi completa por los resultados garantiza mi total imparcialidad". Y así fui saliendo al paso del alboroto.
     Pero las boletas finalmente se acabaron. Me habían preguntado si necesitábamos a la fuerza pública, en previsión, pero me opuse: "No, no, por favor, ni un solo policía por ahí, nosotros resolvemos todo". Porque había trazado un plan para ese fatal momento. Consistía en esto: prohibí que se informara a la masa que ya no había boletas. En lugar de eso, dispuse que se dejara pasar a la gente de tres en tres, procedimiento que llamé "goteo", para explicarles dentro de la casilla y que ahí, en corto, como se dice ahora, y no afuera frente a la masa, tuvieran lugar el berrinche y la protesta. Y funcionó muy bien. La gente iba pasando, salía enojada y frustrada, sin duda, pero sin ánimos de armar alboroto.
     Y así, poco a poco, fue desahogándose la cola ya sin incidentes, y pudimos cerrar la casilla y proceder, ya tarde, a contar los votos. Una reflexión: el entusiasmo está bien, pero es obvio que nace de la esperanza, un estruendo de utopías vuelve a sacudir la casa ciudadana. ¿Crees que puedes cambiar el mundo marcando con una X un papel? Y una esperanza así, ¿habrá manera de no defraudarla? –

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(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.


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