Estancamiento

En los sueños de independencia, los universitarios se orientaban a crear empleo para sí mismos y para otros. En los sueños de ahora, dependen de que otros creen empleos para ellos.
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Hace años se decía que las importaciones sometidas a un régimen de permisos y aranceles altos (para proteger la producción nacional) generaban contrabando. Finalmente, se eliminaron los permisos y se redujeron casi a cero los impuestos de importación. Pero el contrabando no desapareció. La apertura comercial fue buena, el argumento no. Pequeño detalle: ignorar el IVA y otros impuestos que nunca se mencionaron y nadie propuso reducir a cero.

Ahora se ha dicho que las leyes laborales generan estancamiento, olvidando otro pequeño detalle: el famoso crecimiento del 6% anual durante décadas se dio con la Ley Federal del Trabajo vigente desde 1931. De hecho, las grandes centrales obreras son una industria protegida desde 1924, cuando el presidente Calles integró al líder sindical Luis N. Morones a la cúpula del régimen, como secretario de Industria, Comercio y Trabajo, nada menos. Así armó la alianza tripartita del nacionalismo revolucionario: gobierno, sindicatos y empresarios "nacionalistas".

Con todo y la reciente reforma, hacen falta mejoras a la legislación laboral. Pero también hacen falta mejores argumentos sobre las causas del estancamiento. Por ejemplo: la falta de inversiones adecuadas, algo que señalaron Friedrich Hayek y Jan Tinbergen, dos Nobeles de economía. Para crecer, no basta con invertir mucho: hay que invertir bien.

Ante la crisis mundial de 1929, se avivó el interés por entender los ciclos económicos y sus causas. ¿Son inevitables? ¿Por qué el crecimiento se desboca y se desploma una y otra vez? Hayek señaló, en 1933, los desequilibrios provocados por las inversiones inadecuadas (malinvestments). En la prosperidad, abunda el dinero. Las inversiones excesivas o equivocadas parecen atractivas, pero terminan mal y frenan el crecimiento.

Aunque la palabra malinvestment no prendió, se trata de un concepto esclarecedor. Una característica fundamental de la economía mexicana desde la presidencia de Luis Echeverría (1970-1976) ha sido el derroche de capital en inversiones improductivas o contraproducentes que terminan mal.

Ante el éxito del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa (1947-1951), el Banco Mundial le pidió a Tinbergen, en 1955, un estudio sobre la cantidad de inversión necesaria para el desarrollo de los países menos desarrollados. En The design of development, Tinbergen presentó ideas para la evaluación de proyectos, así como un criterio decisivo: el coeficiente de capital. El mismo capital invertido en distintos giros, en distintos países, en distintos momentos, produce ritmos de crecimiento muy distintos. Señaló que México era un país de condiciones especialmente favorables para las inversiones productivas: no hacía falta mucho capital para crear muchos empleos y generar mucho crecimiento.

Desgraciadamente, ya no es así. Con las inversiones desastrosas o simplemente inadecuadas, el coeficiente se fue deteriorando. La intensidad de capital fue subiendo: se ha invertido cada vez más para crear un empleo. La productividad del capital fue bajando: se ha invertido un porcentaje cada vez mayor del PIB para lograr un crecimiento igual o menor. La piramidación del país ha tenido consecuencias improductivas.

Una variable que Tinbergen no estudió fue el tamaño de las operaciones. En los censos económicos que desglosan la producción según la cantidad de personas ocupadas, puede observarse que las operaciones pequeñas requieren menos capital por trabajador y producen más (proporcionalmente) con respecto a la inversión. En las operaciones grandes, un millón de pesos invertido genera menos empleo y menos PIB.

En 1955, según las Estadísticas históricas del INEGI, la formación bruta de capital fijo apenas fue del 14.8% del PIB, pero el crecimiento fue del 8.5%. Fue el año en que Tinbergen hizo su estudio, y las atractivas cifras que encontró (poca inversión generaba mucho crecimiento) reflejaban un país menos piramidado, donde el grueso de la producción nacional salía de operaciones pequeñas.

Hoy sucede lo contrario. Las grandes inversiones se fueron concentrando en aumentar la productividad de una parte de la población. El capital no baja a las pequeñas inversiones, que son las más productivas; y prevalece la idea (completamente ilusoria) de que se puede equipar al resto de la población con la misma intensidad de capital. Pequeño detalle: para crear un millón de empleos con inversiones de 400 mil dólares cada uno (intensidad normal en las grandes empresas), hacen falta 400 millardos de dólares: 40% del PIB (en vez del 15% en 1955), un porcentaje inalcanzable.

Las inversiones necesarias para dar una excelente educación básica, un entrenamiento artesanal de primerísima calidad y todo el equipo necesario para montar una carpintería se pagan solas muy pronto, generan mucho empleo y mucho crecimiento por cada millón de pesos invertido. Pero parecen despreciables frente a las inmensas inversiones que requieren la educación superior, los posgrados, los viajes de estudio y todo el equipo necesario para montar una cámara legislativa.

En el México estudiado por Tinbergen, los estudiantes de Leyes, Medicina, Ingeniería, Contabilidad soñaban con poner su despacho, su consultorio, su constructora, su fábrica. Hoy sueñan con sacar posgrados, llegar a puestazos y tener el poder, los ingresos, los viajes y las prestaciones de una posición elevada.

En los sueños de independencia, los universitarios se orientaban a crear empleo para sí mismos y para otros. En los sueños de ahora, dependen de que otros creen empleos para ellos. No están preparados para dar empleo, sino para buscarlo. Este viraje improductivo es una forma de malinvestment en capital humano que favorece el desempleo y el estancamiento.

 

(Reforma, 25 noviembre 2012)

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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