Es un honor estar con Harry Potter

Un comentario acerca de la preocupación de Andrés Manuel López Obrador por el analfabetismo 
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Si el Lic. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) predica con el ejemplo –como seguramente lo hace– habría que concluir que en su casa se adquieren libros y enciclopedias con regularidad, que lee por lo menos treinta libros al año y que “domina” más de 8 mil vocablos de la lengua castellana.

Las anteriores son los objetivos que AMLO anota como deseables en su Proyecto alternativo de nación (10 puntos para lograr el renacimiento de México) que puede leerse en su página web gobiernolegítimo.org.mx.

Es muy interesante, por cierto, que luego de plantear que “el común de los mortales, los que apenas terminaron la primaria” conoce sólo 8 mil palabras –el 10% de las palabras que existen en la lengua castellana–, el presidente legítimo llegue a esta “conclusión obvia: en una sociedad de clases, tanto la riqueza como el capital lingüístico se distribuyen desigualmente.” (Obviamente, el Sr. AMLO tiene el monopolio como de 12 de esas 8 mil palabras.) En fin, que en el nuevo “Nuevo Proyecto de Nación” presentado ayer, AMLO no se podía referir en detalle al problema de la lectura en México, cosa que además ya hizo en el proyecto citado, redactado por el mismo vasto grupo de asesores intelectuales.

La cosa es que al Sr. AMLO le preocupan seriamente el analfabetismo, el analfabetismo funcional, la bibliofobia nacional y, en suma, que “México es un país que no lee”. Esta tara la adjudica, desde luego, a la situación económica desventajosa que deriva del neoliberalismo impuesto por la mafia en el poder (estas son algunas palabras de su propiedad privada, por lo que se emplean aquí con su permiso).

Pero también lo adjudica al “fracaso en la escuela básica” que, no sin razón, obedece a que en las escuelas “se impone la lectura como si fuera un ejercicio y una tarea, castigo y sesiones de aburrimiento”, y no “promoviendo la lectura de una forma libre”, con libros “vinculados a la edad”. (Alguna vez, hace años, escribí un artículo sobre esto, que anda en algún libro… ¿cuál?) 

Porque es puro sentido común: la mejor manera de lograr que un adolescente odie para siempre los libros es obligándolo a leer el Cantar de Mío Cid. Lo que me extraña es que AMLO ponga como ejemplo de que “el placer de leer es todo un acontecimiento cuando los contenidos están vinculados a la edad” a las novelas de Harry Potter que, según ese proyecto, cumplirían el requisito de corresponder a “las condiciones existenciales de nuestros alumnos”.

Confieso no haber leído esas novelas y, peor aún, confieso que vi la adaptación cinematográfica de una de ellas. Narra las aventuras de un jovencito inglés que al parecer tuvo pase automático para ingresar a la licenciatura en magia blanca en una escuela pública, gratuita, laica y popular de Inglaterra. En esta escuela se libra una batalla atroz entre el bien y el mal que, en Inglaterra, no está representado por el sindicato de maestros, sino por unos como brujos estruendosamente gachos. En ese castillo gótico, el joven Potter aprende alquimia, herbolaria, mitología, nociones de gnosticismo, aeronáutica y suficiente latín para llevar a cabo prestidigitaciones más o menos espectaculares. Me ha sorprendido que AMLO considere que esto es ejemplo de una literatura juvenil “vinculada a las condiciones existenciales de nuestros alumnos”. Buena lección para mí, que supuse que propondría las aventuras de Eduardo Galeano o algo parecido.

Ahora bien, supongo que lo que le gusta al Sr. AMLO de Harry Potter es que es uno de los “buenos”, se resiste a ser “malo” y, sobre todo, que tiene una varita mágica omnipotente que, bien agitada y acompañada por unos latinajos macarrónicos, consigue lo que sea.

Si, como se desprende del discurso reciente, cuando AMLO sea presidente todo va ser gratis y millones de mexicanos van a recibir cheques mensuales por una u otra causa, se explica su interés en esta literatura. Es cosa de hacerse de una varita de esas y aprender a decir, por ejemplo, “¡Presupuestus infinitus!”

La otra cosa que quizás le resulte atractiva es que el presidente de esa universidad inglesa de magia es vitalicio y nunca se equivoca.  

 

(Una versión abreviada de este texto apareció en El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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