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Un periódico que es como un oasis en el desierto aportó en estos días un par de noticias de enorme relieve.

1. Confusión por la confusión.

La primera dice en su integridad:

“Confusión” por reformas en la UNAM

Estudiantes, académicos y trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) manifestaron su “confusión” e “incertidumbre” ante los cambios planteados en diciembre pasado por el rector de la institución, José Narro Robles, ante el Consejo Universitario, debido a que el plan “aún no se ha hecho público”.

Durante una asamblea efectuada el jueves en el auditorio Ho Chi Minh de la Facultad de Economía, unos 100 integrantes de la comunidad universitaria de unas 20 escuelas señalaron que no permitirán “cambios regresivos” que perjudiquen la academia y la docencia, ni a la educación pública. Pidieron una reforma “democrática” en la que participe la mayor parte de los universitarios.

Confieso mi propia confusión.

Me confunde, por ejemplo, que “100 integrantes de la comunidad universitaria” logren confundirse en representación de una comunidad universitaria que cuenta con 350 mil miembros.

Luego, me confunde que logren confundirse por un plan que “aún no se ha hecho público.”

Lo que no me confunde es que, a pesar de su confusión, los 100 universitarios confundidos adviertan —ya sin confusiones— que no “no permitirán cambios regresivos”, si es que el aún desconocido plan incluye cambios regresivos.

Es decir, que los 100 universitarios confundidos estén tan seguros de lo que no permitirán, como confusos ante lo que aún no conocen.

Tampoco me confunde, faltaría más, que esta confusión sea en nombre de la democracia.

2. Preocupación por la preocupación.

La segunda noticia se titula así:

Rechazo de académicos y alumnos de la UNAM a la supervía poniente.

Esta vez se trató de 300 universitarios que manifiestan “su preocupación por la construcción” de esa supervía que, a su juicio “pone en riesgo la sustentabilidad del valle de México”.

Los 300 universitarios, desde luego, pasaron a llamarse los “académicos y alumnos de la UNAM”.

Una vez preocupados, los 300 universitarios le “externaron al rector José Narro Robles su preocupación”.

El rector, a su vez, “se manifestó preocupado y se comprometió a coadyuvar en la búsqueda de una solución a este problema”.

Luego de preocuparse y de rechazar “de manera formal” la supervía, los 300 académicos anunciaron que llevarán a cabo un “foro universitario amplio e incluyente” sobre la supervía.

Al parecer, la última tendencia de la ciencia contemporánea es que si algo preocupa hay que rechazarlo y, ya rechazado, proceder a analizar la causa de la preocupación que motivó el rechazo.

Conclusión

Por lo que a mí toca, en tanto que miembro de la comunidad académica, nadie me preguntó si estaba confundido por lo que aún no sé, o preocupado por la precandidatura de Marcelo Ebrard supervía.

Supongo, pues, que formo parte de la minoría autoritaria y antidemocrática del 99.8% de los universitarios.

Aunque quizás lo que debería de hacer es constituirme en asamblea permanente y democrática en el auditorio “Joseph Heller” —que es como rebauticé al auditorio de mi dependencia, porque así me da la gana a mí—, y una vez constituido proceder a confundirme, preocuparme y rechazar.

Y luego, claro, manifestarle al Sr. Rector mi confusión, mi preocupación y mi rechazo.

Y luego organizar un foro sobre mi confusión y mi preocupación y mi rechazo que, desde luego, será amplio e incluyente.


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