Eugenio Tisselli: “Así como unos pintan o hacen esculturas, yo escribo código”
A principios del siglo XX, el cadavre exquis de los surrealistas abogaba por la creación lírica en comunidad. La versión hispanoamericana rebautizó este ejercicio como los “poemas al alimón” o “quebrantahuesos”, que más de una vez desencadenaron un soliloquio dramático. Tristan Tzara y los dadaístas realizaron poemas simultáneos como “El Almirante busca una casa para rentarla” que incluye acotaciones para darle una dimensión teatral al acto de lectura de tres voces en idiomas diferentes.
Este espíritu comunitario, intuitivo y lúdico, persiste en la obra de Eugenio Tisselli (México, 1972). Pionero de la literatura electrónica hispanoamericana y referente en la expansión de la escritura con medios digitales en México, Eugenio Tisselli es un vanguardista cibernético que altera los códigos tradicionales de lectura, escritura y colaboración. Su trabajo creativo tiene tres ejes principales: el desarrollo de software artístico, la creación de narrativas digitales y el impulso de tecnologías sociales. Su statement abarca lenguaje y espacialidad: “Quiero entender cómo la transformación del lenguaje también transforma a la percepción y cómo el habla y la escritura limitan y expanden nuestras posibilidades de relacionarnos con el mundo”.
En palabras del artista, que aprendió a programar a los diez años, las computadoras son su “medio natural de expresión. Así como unos pintan o hacen esculturas, yo escribo código”. Apasionado de la poesía, Eugenio Tisselli conjuga el lenguaje lírico con diversos lenguajes de programación. En 1999 creó MIDIPoet, una herramienta de código abierto y descarga gratuita que genera poesía visual a partir de la manipulación de texto, imágenes y sonido. Los procesos de lectura y escritura se sincronizan, el poema transcurre in situ y en tiempo real, por lo que MIDIPoet deviene en una performance:
o una instalación digital interactiva
En 2006, Eugenio Tisselli lanzó el manifiesto “sobre la poesía maquinal, o escrita por máquinas” en el que confiere una suprema autoridad lírica a las máquinas: “las máquinas poéticas, los algoritmos generadores de poemas, abren la última vía posible hacia la liberación: la superación del arte hacia la plenitud de la vida. que las máquinas hagan la poesía, para así nosotros dedicarnos a vivir.” En este registro se inscribe “La Mareadora”, un blog que es escrito día a día por un algoritmo y cuyos lapsus de los primitivos rasgos gramaticales y sintácticos son francamente gozosos ( “Las decepciones no matan, y unidad de área de outlook live” o “En el amor, la precariedad de agencia de onu acusa”). Este evento digital de escritura automática puede llegar a convertirse en un sofisticado programa para escribir textos literarios de calidad antes de que lo imaginemos (las herramientas computacionales de reconocimiento de voz y los soportes lógicos que escriben lo que dictamos avanzan a pasos agigantados).
El drama del lavaplatos, publicado en 2010 y que puede ser consultado también en su página web, es un libro con un peculiar mecanismo de escritura: está basado en la interacción con PAC-Poesía Asistida por Computadora, una aplicación que compone versos a partir del intercambio de las palabras que introduce el usuario con su propio campo semántico. La frontera o respuesta a la pregunta de qué tanto interviene Eugenio Tisselli, el poeta, y cuánto es arrojado por la máquina se desvanece en poemas como “Hemos ganado la guerra” (Apuntamos merecimos la enemistad / nosotros / los aspiraciones / nosotros / relacionada la amargura / nos asociamos la salobridad) o “La poesía pasa por su peor momento” (“el verso pasa / para su retrocede centellear / una estancia es una sucesión / de las líneas que forman / un paso del poema o la canción / transpira / seguir para brillar / una parada tomando del centro / que diseña una impresión / de la poesía o la piedra”).
Del poema en línea a la comunidad fuera de línea
Eugenio Tisselli también conjuga la pertinencia de la reflexión dentro de sistemas narrativos inmersos en un desarrollo tecnológico imparable que, siendo retoño de la promesa rota del internet libre y democrático, no siempre está al alcance de todos. Esta promoción de la inclusión tecnológica en grupos en riesgo de exclusión social inicia en 2003 cuando Eugenio Tisselli colabora como programador en megafone.net, un dispositivo de publicación en la web en el que el teléfono móvil pasa a ser un megáfono digital ideado por el artista catalán Antoni Abad.
Desde el 2004, Eugenio Tisselli se ha involucrado en el desarrollo de tecnologías sociales en objetos de uso cotidiano. Con ojoVoz, una aplicación para celulares, la comunidad aprovecha los dispositivos móviles y la internet para apropiarse de esas máquinas y aprovechar el amplio espectro de recursos multimedia. En el distrito de Bagamoyo en Tanzania, Eugenio Tisselli colaboró para que trabajadores del sector agrícola hicieran una base colectiva de conocimientos y técnicas de cultivo. Los ojos de la milpaes una memoria colectiva similar de la Sierra Mixe oaxaqueña, en la que la cotidianidad y las minucias del lenguaje del pueblo Ayuujk pueden ser consultadas en un sitio web. En este tipo de proyectos Eugenio Tisselli más que un artista es también un investigador, miembro de equipo multidisciplinario conformado por biólogos, agrónomos, sociólogos y expertos ambientales con un objetivo en común: la movilidad horizontal del conocimiento en medios rurales.
La resonancia del arte social de Eugenio Tisselli también se encuentra en línea. “El 27” es un algoritmo político que compagina el lenguaje de programación con el pensamiento crítico. Una fracción del artículo constitucional regulador del manejo de los recursos del país es traducida al inglés cada vez que hay una variación porcentual positiva en el cierre de un índice bursátil neoyorkino. Esta sustitución virtual, sencilla pero poderosa, es una advertencia de las consecuencias adversas que ha tenido el Tratado de Libre Comercio de América del Norte para México a veinte años de su entrada en vigor.
Dentro y fuera de la pantalla
Dos elementos imprescindibles de la poesía digital son la performance y la traducción. Los lenguajes de programación son un código, traducido por la máquina. El lenguaje, sea poético o sea comunitario, es el núcleo de la performance. Con una intención más lúdica que estética, el lenguaje se transfigura en la pantalla. La aleatoriedad, una palabra a expensas de otra, es una actualización. La interactividad es una mera decisión que conlleva una renuncia. En la tecnología social los aparatos de control e incluso represión, como unsmartphone o la red de redes que puede hundirnos en la brecha digital, son abordados con la consigna de revitalizar nuestra relación con la máquina y emplearla a nuestro favor. Eugenio Tisselli es un explorador, entusiasta y generoso, del potencial de internet para comunicarnos, expresarnos y, sobre todo, rescribirnos. Cada pieza de Eugenio Tisselli en que la computadora es una mediadora del lenguaje, cuestiona si el artificio llega hasta donde se le permita. Software como MIDIPoet, aplicaciones comunitarias como ojoVoz y algoritmos como “El 27”, plantean un cambio de roles en la relación del escritor-programador con el público lector (o comunidad, en su caso) al darle viceversa a la frase "las palabras vuelan, lo escrito queda” de Cayo Tito. Ahora, las palabras quedan y lo escrito vuela en la red. Nosotros decidimos si queremos “ver pero no tocar” o involucrarnos activamente. Como afirma Douglas Rushkoff en Program or Be Programmed: Ten Commands for a Digital Age, “ahora, con la revolución digital, por fin podemos ser los escritores”.
es escritora. Con su libro Teoría de cuerdas obtuvo el Premio Nacional de Literatura "Gilberto Owen" 2018. En su página web POETronica (poetronica.net) dialoga con poesía y multimedia.