Escena de Orlando, mi biografía política.

El manifiesto fílmico de Paul B. Preciado sobre el tema trans

Orlando, mi biografía política, primera película del pensador español, retoma la novela de Virginia Woolf para llevar a la pantalla sus ideas sobre el tema trans y cuestionar, de camino, los propios géneros fílmicos.
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De unos años para acá el cine francés insiste en el tema trans. Sobre todo son notables las películas Lxs chicxs salvajes (2017) de Bertrand Mandico y Titane (2021) de Julia Ducournau, que plantean la transformación del cuerpo y cuestionan el género como construcción social, prefigurando desde la ficción algo nuevo, una especie de metamorfosis social, un reajuste. A estas películas habría que sumar Orlando, mi biografía política (2023), que abrió la décimo tercera edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM). Se trata del debut fílmico del filósofo y pensador español Paul B. Preciado, que se estrenó en la Berlinale, donde fue reconocido con una mención especial en la sección de cine documental. Preciado es una lumbrera en el tema trans: su Manifiesto contrasexual (Anagrama, 2002) es el libro que condensa lo que hoy se debate con respecto a las políticas feministas, queer y transgénero. Nacido mujer y antes identificado como lesbiana, en 2014 anunció su transición.

Orlando, mi biografía política, es un trasunto de Orlando, la novela de 1928 de Virginia Woolf. Cuando Arte, el canal de televisión cultural francés, le pidió a Preciado contar su vida en una película, él, que en varias entrevistas ha dicho que no estaba en sus planes hacer cine, respondió que esa historia ya la había narrado la escritora británica. De forma sucinta, Orlando es la historia de un hombre de la aristocracia isabelina que se convierte en mujer durante el sueño; su transformación es solo física, ni su sensibilidad o intelecto –su esencia, se podría decir– cambian.

La película es un ensayo que, mientras discurre sobre la mutación trans, lleva al terreno formal el cuestionamiento de los géneros fílmicos. Intenta no ser estable, sino fluir por varios estados: hay guiños a Godard y Varda, números musicales, humor, imágenes de archivo y, sobre todo, una marcada intención de mostrar el trucaje que requiere cualquier narración, y que aquí se hace evidente al mostrar los procesos de maquillaje y vestuario que, por supuesto, forman parte de los estereotipos binarios (masculino y femenino) que interroga Preciado. 

En el filme, diversas personas trans no actores se presentan diciendo que durante el metraje serán Orlando y leen fragmentos de la novela de Woolf que conectan con sus propias experiencias. La adaptación de la sátira de Woolf tiene dos precedentes importantes. En 1989, el creador escénico Robert Wilson presentó su versión en lengua alemana. Luego, en 1993, llamó a Isabelle Huppert para representarla en francés. En 1992 se estrenó la versión fílmica de Sally Potter con Tilda Swinton. Hay una diferencia muy importante entre estos abordajes y el de Preciado: Wilson y Potter anclan la experiencia del personaje principal a su intrínseca soledad; Preciado, por otro lado, insiste en el acompañamiento y la idea de comunidad que genera con sus actores, a los que se ve, por ejemplo, en la sala de espera de un consultorio psiquiátrico –una de las escenas más hilarantes, donde se enfrentan dos generaciones que difieren en cuanto a lo que es el género, y cuyas diferencias son en apariencia insalvables– o bailando como si estuvieran en un videoclip musical.

Quizá las variaciones tonales le resten aliento a este ejercicio fílmico en el que Preciado plantea –a manera de traducción de sus escritos– que hay una violencia social, psiquiátrica, legal y farmacéutica que viven las personas que no están conformes con su género. La originalidad de la propuesta es que proyecta los sets mismos de filmación como avatares de la construcción del género: espacios delimitados, fabricados y erigidos como formas de control que ordenan comportamientos y actitudes de manera binaria, donde no hay posibilidad de circular, correr o simplemente fluir sin ceñirse a las estructuras ya dispuestas. Para Preciado, quien se inspira en el pensamiento de Michel Foucault, estos escenarios son mandatos que constriñen a las personas y les impiden ser libres. En la película, que se gasta buena parte de sus esfuerzos en desmentir el artificio de las escenografías, se conserva la idea del sueño que transformó a Orlando: un verdadero espacio metafórico en el cual ser libre. Algunas de las imágenes más bellas del filme son aquellas en las que los actores duermen sobre piedras escultóricas en un parque.

A diferencia de las películas enigmáticas de Mandico y Ducournau, la de Preciado es clara y lanza una afirmación quizá profética, quizá demasiado concienciada, que no ignora la violencia contra las personas trans pero es muy optimista en una realidad que las trata de una manera tan fúrica y hostil: las nuevas generaciones trans son las que van a cambiar el rumbo de la historia. ~

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es periodista cultural, crítico de cine y traductor literario.


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