Cine de los efectos

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El cine naciรณ, naturalmente, como un efecto, el que producรญa en los espectadores la movilidad de las imรกgenes y, en el famoso plano del tren llegando a la estaciรณn filmado en 1895 por Louis Lumiรจre, la amenaza de ser arrollados por la locomotora. Los efectos fueron atemperรกndose con el refinamiento del lenguaje cinematogrรกfico y el hรกbito de las moving pictures, aunque el componente ilusionista, literalmente mรกgico, del nuevo arte, nunca ha dejado de producirse voluntariamente: Mรฉliรจs, el Fellini de Y la nave va, las anamorfosis de Aleksandr Sokurov.

La pujanza comercial del actual cine en tres dimensiones, que ha dado a mi juicio solo dos obras de sustancia (Pina de Wim Wenders y La cueva de los sueรฑos olvidados de Werner Herzog), se estรก tragando a muchos directores de talento, como Scorsese (La invenciรณn de Hugo), Ang Lee (La vida de Pi), y ahora el mexicano Alfonso Cuarรณn, quien tras haber realizado con Hijos de los hombres una de las mรกs indiscutibles obras maestras de la ciencia-ficciรณn fรญlmica, presenta estos dรญas esa ingrรกvida demostraciรณn de mero efectismo aeroespacial que es Gravedad. Menos mal que Bertolucci, tentado por los efectos estereoscรณpicos, no filmรณ al fin en relieve su excelente pelรญcula de cรกmara Tรบ y yo.

La espuma de los dรญas no hay que verla con gafas especiales, ni los objetos y las figuras que pululan en el interior de los fotogramas se nos echan encima, aunque la finalidad de sus imรกgenes es la misma: ofuscar. Michel Gondry, un director franco-americano cuyo cine anterior (efectista sin efectos especiales) nunca me ha deslumbrado, intenta en esta ocasiรณn el equivalente visual de la imaginerรญa verbal de Boris Vian, y en ese ejercicio de adaptaciรณn sale muy airoso, dando vida brillantemente a los mil inventos con los que el escritor francรฉs contรณ en 1947 su historia de amor entre el joven millonario Colin y la dulce Chloรฉ, invadida mortalmente por los nenรบfares. Mรกs que en los recovecos de la tercera dimensiรณn, Gondry se inspira en el dibujo animado, y tambiรฉn en ello acierta, ya que el libro de culto de Vian es una novela adolescente y evanescente, con un fondo de patafรญsica surreal y una gran dosis de puerilidad exquisita. El ojo del espectador del filme de Gondry no descansa nunca, como tampoco leyendo las pรกginas de Vian dejamos de celebrar casi en cada pรกrrafo la ocurrencia de las palabras. La novela describe, por ejemplo, “un frasco de formol en cuyo interior dos embriones de pollo parecรญan mimar el Espectro de la Rosa en la coreografรญa de Nijinsky”, o el repetido baile de unos ratoncitos movidos al compรกs del agua de los grifos de la cocina. Pues bien, todo eso y pasajes aรบn mรกs alambicados obtienen su correlato en la pantalla, con gusto compositivo, con medios adecuados (nada menos que diecinueve millones de euros de presupuesto) y con ingenio.

Claro que el texto no solo se detiene en los efectos lรฉxicos (que tanto influyeron, junto con alguno de los poemas de En la masmรฉdula de Oliverio Girondo, en el capรญtulo sesenta y ocho de la Rayuela de Cortรกzar) sino en una poรฉtica de los afectos, y en ese sentido Gondry lima demasiado las aristas del original, edulcorando los sentimientos hasta extremos empalagosos a los que Vian no llegaba. La adaptaciรณn, firmada por Gondry y su coguionista Luc Bossi, es fiel, aunque las pรฉrdidas son mรกs de una vez lamentables. La escena de la boda de la pareja, que en el libro ocupa cinco capรญtulos magistrales, del XVII al XXII, resulta demasiado sintรฉtica en la pelรญcula, y tambiรฉn la presencia del filรณsofo obsesivo, Jean-Paul Sartre, memorablemente rebautizado por Vian para la eternidad como Jean-Sol Partre, sabe a poco, siendo tan determinante en la novela. Aunque el actor Philippe Torreton estรก muy bien caracterizado (en el estrabismo catรณdico de sus gafas), la escena de la conferencia no trasmite el descarrachante humor del retrato escrito del autor de El ser y la nada, que fue por cierto el padrino, junto a su compaรฑera Simone de Beauvoir, del lanzamiento literario del escritor (es recomendable, si se quiere saber mรกs de la vida, corta y trepidante, de Vian, la lectura de Piscina Molitor. La vida swing de Boris Vian, que acaba de publicar Impedimenta).

La pelรญcula acierta mรกs en la caligrafรญa de los ambientes que en la de la intimidad. La oficina siniestra de rodantes mรกquinas tiene, por ejemplo, una potencia icรณnica que nunca alcanzan las escenas amorosas de la pareja, quizรก porque a Audrey Tatou no se le quita del todo, haga el papel que haga, el sรญndrome de Amรฉlie, y Romain Duris, excelente actor, no parece aquรญ bien dirigido. Vian fue un artista mรบltiple en diferentes facetas ligadas al espectรกculo: letrista de canciones y libretista de รณpera, compositor, cantante, dramaturgo copioso, actor secundario (le recuerdo en Las relaciones peligrosas de Roger Vadim, entre Gรฉrard Philippe y Jeanne Moreau), y el cine le ha devuelto con creces su interรฉs; de La espuma de los dรญas existen tres versiones anteriores a la de Gondry, que no conozco, incluyendo una hecha en Turquรญa y otra, mรกs recientemente, en Japรณn. Novelas tiene muchas, algunas con su nombre y otras negras firmadas con su seudรณnimo de V. Sullivan. ¿Se llevarรกn al cine? A una de mis preferidas, El lobo-hombre, y sobre todo a su fantรกstico Cuento de hadas para uso de las personas medianas, que Boris le escribiรณ en 1943 a su esposa Michelle convaleciente, no les faltan efectos, susceptibles quizรก de despertar la avidez de los efectistas hoy tan prevalecientes sobre los artistas. ~

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Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).


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