Los suburbios en el cine de David Lynch

Un anรกlisis de Terciopelo Azul, quizรกs una de las mejores cintas sobre los suburbios norteamericanos.
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Now it’s dark. El catรกlogo de las bondades de la noche (o de la oscuridad, para el caso) tendrรญa que comenzar con el ocultamiento: detrรกs de ella se esconden ladrones, golpes, disparos, aviones de guerra, lรกgrimas – esto รบltimo, sobre todo: casi todos los llantos solitarios del mundo suceden de noche. Tambiรฉn sombras y traiciones. Los amantes, por supuesto, y todas las drogas que conocemos, se ocultan en la noche.

¿Para quรฉ sirve la noche en el cine? Para eso mismo. A la par de ser un romanticismo (que sรญ lo es), la noche en el cine funciona fotogrรกficamente. Para ser notorio, el humo de un cigarro necesita una fuerte dosis de oscuridad y de un solo haz de luz que lo atraviese – el humo de un cigarro, pero tambiรฉn el de un disparo, como en esta elegante imagen de Camino a la perdiciรณn (Sam Mendes, 2002):

Filmar de dรญa requiere de una gran concentraciรณn para hacer notar lo que se quiere: si no podemos esconder, tampoco subrayar. Una imagen como la de abajo, tomada de Murder My Sweet (Edward Dmytryk, 1944), no serรญa posible de dรญa:

Para ver nacer una figura en plena luz del dรญa se necesita de una muchedumbre o una saturaciรณn de objetos. Mike Nichols lo hizo a partir del color y el reencuadre en Llevados por el deseo (2004):

Hacer notar algo de noche es mรกs fรกcil, quizรก, pero tambiรฉn requiere mรกs puntualidad y concentraciรณn para hacerlo: no es difรญcil caer en el exceso. Para mostrarnos la luminosa apariciรณn de un รกngel, Lynch, que algo sabe de oscuridades, ocupa un lienzo 98 por ciento negro:

Lo mismo para dibujar con solo tres colores un rostro de placer:

No es coincidencia que sean esos mismos tres colores los que Lynch haya elegido para su famoso segundo cuadro – el primero es el fondo de terciopelo azul de los crรฉditos. Lynch utiliza los medios tonos de dicho telรณn para fundirlos con el azul matutino del cielo de Lumberton, escenario de esta pelรญcula. Nรณtese cรณmo el cรณdigo de color es estrictรญsimo: las rosas son rojas, la valla es blanca y el cielo azul, pero tambiรฉn lo son un camiรณn de bomberos, su tripulante y una casa; o dos seรฑalamientos de trรกnsito y el suรฉter de una niรฑa[1]:

http://www.youtube.com/watch?v=RDIdonK4XDQ&feature=youtu.be&t=1m32s

(Breve parรฉntesis: ¿pensaba Richard Kelly en Terciopelo al filmar los primeros minutos de Donnie Darko? Tal vez).

Tampoco es coincidencia que de una plรกtica sobre las bondades de la noche y la oscuridad ahora estemos hablando de un luminoso pueblo maderero. Es probable que el ambicioso proyecto de Terciopelo azul – y el de la filmografรญa de Lynch, para el caso – sea mostrarnos que dรญa y noche son desdoblamientos de una misma sustancia.

 

2

La cronologรญa de Terciopelo azul es mรกs o menos รฉsta: cuando su padre sufre un infarto, Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) regresa de la universidad a Lumberton, Carolina del Norte. Se encarga del negocio familiar y habla ocasional y esquivamente con su madre y la tรญa Barbara, preocuponas profesionales. Jeffrey halla accidentalmente una oreja cercenada; la lleva con el detective Williams, quien le aconseja a Jeffrey alejarse del caso. Jeffrey desobedece y, gracias a la ayuda de Sandy Williams (Laura Dern), hija del detective, puede comenzar una pesquisa que lo lleva con Dorothy Vallens (Isabella Rossellini), cantante en un antro llamado Slow Club. Jeffrey descubre que el esposo e hijo de Dorothy han sido secuestrados por Frank Booth (Dennis Hopper), un mafioso local quien los retiene para abusar de ella y cumplir sus fantasรญas sadomasoquistas – quizรก haya mรกs razones: no nos son develadas. Jeffrey decide seguir con su averiguaciรณn, ayudar a Dorothy y, de paso, mantener una relaciรณn con ella y Sandy al mismo tiempo.

La polaridad de Lumberton es la indecisiรณn de Jeffrey. Piensa en los clichรฉs de una femme fatale y Dorothy los tiene: viste lencerรญa negra, vive erotizada, siempre a dos pasos de la Gran Condena, le gusta golpear y, sobre todo, ser golpeada, y su salvaciรณn podrรญa depender de la ruina de un hombre – y ni siquiera asรญ estรก garantizada. Su Lumberton es el que aparece de noche: forrado de jazz en un antro oscurรญsimo, con un departamento color vino, con luces rojas que saturan el cuadro:

O con escaleras saliditas del infierno:

El otro lado de Lumberton es el de Sandy, un pueblo donde los recuerdos son sonrisas. Observen a la niรฑa:

Pueblo donde la gente cree en los viejos mitos del ligue: pasar por ella a la escuela, sacar una sonrisa, invitarle una malteada:

Este pueblo, por supuesto, le interesa menos al intelecto, a la avidez detectivesca y al espรญritu nocturno de Jeffrey que a su comodidad. Pero Sandy no es cualquier persona: su inteligencia siempre estรก afilada. Viste como sus amigas (notoriamente todas las mujeres de Lumberton, salvo Dorothy, visten igual; aรบn mรกs reveladoramente, la seรฑora Beaumont y la seรฑora Williams son prรกcticamente la misma mujer) pero no se permite algunos gestos como el chisme o el cotorreo barato. Hija, al fin y al cabo, de un tipo necesariamente violento, Sandy alguna inclinaciรณn siente por todo este misterio, aunque siempre con mucha mรกs cautela que Jeff. ร‰l lo nota y se lo dice: “Estoy en medio de un misterio. Comienzo a ver cosas que antes estaban ocultas. Tรบ eres un misterio. Me gustas. Y mucho”.

No es de extraรฑar que el momento mรกs ansioso de Terciopelo sea la reuniรณn de ambas mujeres. Sucede despuรฉs de que Jeffrey ha decidido abandonar la investigaciรณn – se ha vuelto demasiado peligrosa. ร‰l y Sandy vuelven al cortejo, a la sencillez, huyen “de aqueste mar tempestuoso”. Dorothy no estรก dispuesta a dejarlos tan fรกcil: sin razรณn aparente, los espera desnuda en el patio de Sandy, con el cuerpo repleto de cortadas y y baรฑada en lรกgrimas. Una vez pasada la alarma, Sandy – frรกgil como un petirrojo, enamorada de un tipo con la cabeza repleta de basura – tiene derecho a una catarsis, la รบnica que le veremos en toda la pelรญcula:

Sandy anuncia asรญ su pequeรฑo paseo por el infierno de la tristeza. El de Dorothy, quien ya conoce aquellos lares, sucede hasta el final, cuando Jeffrey logra deshacer el entuerto, y tiene que ser forzosamente asรญ:

 

3

Cosa rara: Terciopelo azul despertรณ entre la crรญtica (ejemplo clarรญsimo: Roger Ebert) lo que la pelรญcula misma postula: nuestra incapacidad de comprender que en un mismo pueblo – es decir: en una misma mente – pueden convivir cosas tan disรญmiles como la cordialidad y el asesinato, como la ternura y el deseo de sangre. Cuando Jeffrey accede a golpear a Dorothy en la cama (no tarda mucho en hacerlo, y lo hace con ganas, pero sufre despuรฉs de hacerlo) estรก aceptando tambiรฉn salvarla – y lo logra. Jeffrey Beaumont: violador y salvador. Explicado con palitos y bolitas: Sandy es el consejo, el abrazo, la vigilancia maternal; Dorothy es el deseo. Ambos mundos son posibles en Lumberton[2].

A diferencia de un heist, donde todos llegan a la Gran Ciudad en busca de un sueรฑo, pero quieren salir de ella antes de ser devorados, de Lumberton nadie quiere escapar porque Lumberton es la salida misma. Ahรญ estรก el hombre gigante cรณmodamente agazapado en la penumbra paseando a su perrito y las ancianas tejiendo todo el dรญa frente a la tele para demostrar que Lumberton acoge a sus habitantes con respeto y calidez.

Vista asรญ, Terciopelo azul es una defensa de la imaginaciรณn, a la vez que una resignaciรณn a nuestra naturaleza, que no es una, sino muchas. Como pelรญcula de gรกngsters, la cinta es fallida: cede ante el capricho, hay muchos cabos sueltos, algunos acaso irreconciliables; como manifiesto noir del alma dividida, Terciopelo azul es perfecta.



[1]Estos apuntes sobre el color son de Nicholas Rombes, que hace algunos meses emprendiรณ el Blue Velvet Project, consistente en analizar los cuadros aparecidos cada 47 segundos en la pelรญcula hasta llegar al segundo 7,200. Clavados de Lynch y de Terciopelo azul, no dejen de leerlo: http://www.filmmakermagazine.com/news/tag/blue-velvet-project/

[2]Blue Velvet, that Hardy Boys mystery turned fetid”, dice David Bordwell al respecto.

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