Marca personal a The Americans: Amber Waves, Pests y The Midges.

The Americans es quizá la serie más lograda hoy en día. Con este texto empezamos nuestro análisis, dividido en tres partes, de su quinta temporada.
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Rusia está de moda en el imaginario colectivo estadounidense. Desde que una supuesta intervención rusa en la campaña presidencial del año pasado pasara de ser una teoría de la conspiración a un escenario con potenciales consecuencias judiciales,  los medios de comunicación se han llenado de supuestas historias de infiltración electrónica, encuentros furtivos y extorsión protagonizadas por agentes de la nación liderada por Vladimir Putin en Estados Unidos.

La Unión Soviética desapareció el 25 de diciembre de 1991, como consecuencia del fallido golpe de estado sucedido ese año. A diferencia de otros políticos de su generación, quienes creían que liberar a Rusia del peso de la Unión Soviética era deseable y conveniente, Putin cree que la desaparición del bloque fue una desgracia. El impulso imperial de Putin ha hecho posible que el mundo vuelva a pensar, de manera un tanto esquemática, en la posibilidad de una nueva “guerra fría”, donde el espionaje desempeñará de nuevo una parte toral en el tablero geopolítico. En teoría, este contexto debería jugar a favor de The Americans, serie creada por Joe Weisberg y supervisada por Joel Fields que narra en tono tragicómico la historia de Elizabeth y Philip Jennings, una pareja de espías de la KGB infiltrados como ciudadanos estadounidenses durante la etapa decisiva de la guerra fría, los ochenta. Casada y con un par de hijos nacidos americanos (Paige y Henry) que ignoran el origen soviético de los padres, la pareja forma, no sin dificultades, un equipo acoplado, leal y convencido de sus actos. Con el transcurso del tiempo, la familia experimenta un resquebrajamiento donde la frustración y la tristeza silenciosa sustituyen gradualmente a la armonía asociada con el “hogar nuclear americano”.

Con el reposicionamiento del espionaje ruso en el debate público, todo parecía indicar que el programa de Weisberg y Fields se dimensionaría como una serie genuinamente popular con el estreno de su quinta temporada, el siete de marzo. No ha sido el caso. Los ratings de The Americans son sólidos (alrededor un millón de espectadores a la semana en Estados Unidos), pero distan de ser el material del que están hechos fenómenos como Breaking Bad o incluso Mad Men. La calidad de la serie, sin embargo, la ha dotado de una cualidad galvanizadora: tras la reciente cancelación de The Knick, no existe otro drama más celebrado actualmente. Gracias a este estatus, poco común en la fragmentada “época pico”, The Americans amerita una marca personal en su quinta temporada.

En esta entrega, analizamos los primeros tres capítulos: Amber Waves, Pests y The Midges.

+La quinta temporada empieza con la introducción de una nueva vereda narrativa. Elizabeth (Keri Russell) y Philip (Matthew Rhys) deben construir una relación con los Morozov, una familia de exiliados rusos. Para contactarlos, se hacen pasar por empleados de una aerolínea –piloto y azafata- con un hijo adolescente, Tuan (Ivan Mok), quien en la narrativa falsa de los espías es adoptado y llegó a ellos en estado frágil y traumatizado, sin dominar el inglés. Tuan, en realidad, es un espía de origen vietnamita que culpa, no sin razón, a Estados Unidos del desastre que vive su país natal. Tuan se hace amigo de Pasha, hijo de los Morozov, quien experimenta problemas severos para conectarse con los demás en la escuela a causa de su pobre inglés y origen soviético. Pasha es víctima fácil del espía asiático y es usado para que ambas familias se conozcan. Pese a ser apenas un adolescente, Tuan es un agente resentido, casi fundamentalista:

Toda mi familia murió. Estaba afuera de la casa con mi abuela cuando bombardearon la villa. Estos chicos no tienen idea. Familia, más comida de la que pueden comer, toda esta ropa. Yo puedo hacer que Pasha haga cualquier cosa que quiera. Es débil.  

+Tuan, como bien señala Philip, también posee buenos instintos de espía. Cuando juega al boliche con Pasha, se deja ganar en aras de fortalecer la autoestima de su amigo y así facilitar su posterior manipulación. La coartada de trabajar en una línea de aviación le permite a Tuan justificar la ausencia de sus “padres” por largos periodos, lo que le permite a Elizabeth y Philip ocuparse de su familia “real”, los Jennings, a la vez que facilita establecer una dinámica creíble en caso de ser investigados por las autoridades. El objetivo ulterior de la misión es monitorear las actividades de Alexei, patriarca de la familia Morozov y experto en agricultura que al parecer está involucrado con el diseño genético de plagas con Agricorp, una compañía estadounidense. De acuerdo con Gabriel, el superior de Elizabeth y Philip, el comando central soviético teme que Alexei contribuya a generar una plaga capaz de arrasar con las reservas alimenticias de la Unión Soviética. El escenario catastrófico motiva a los Jennings a desplegar su mejor esfuerzo. Si bien hay teorías conspiratorias sobre iniciativas agrobiológicas con fines castrenses durante la guerra fría (algunas incluso señalan que el gobierno probó estas drogas en suelo estadounidense), no existen documentos o evidencias que demuestren un despliegue real sobre tierras soviéticas.

Quizá los experimentos no sean tan distintos a lo sucedido con la Strategic Defense Initiative (o “Guerra de las galaxias”), un proyecto que, como se presentó al final de la primera temporada, estaba diseñado para distraer la atención de los soviéticos y orillarlos a desperdiciar recursos en una fantasía irrealizable. Lo cierto es que la crisis alimentaria rusa no se tornará inmanejable debido a cultivos mutantes, como señala Gabriel, sino a la corrupción que impera en el sistema de distribución ruso. Como sea, la secuencia en la que Elizabeth descubre los cultivos es incómoda y ominosa, casi cronenbergiana.

+Gabriel, interpretado con gravedad macabra por Frank Langella, ha mentido con éxito a lo largo de la serie. Su embuste más reciente: hacerles creer a los Jennings que pueden regresar a casa en el momento que deseen. A diferencia de Claudia (Margo Martindale), Gabriel sabe que Elizabeth y Philip están plagados de miedos (“everything scares those two”). Al igual que Tuan con Pasha, puede llevarlos a hacer lo que quiera. Gabriel sabe presentar escenarios apocalípticos que eliminan dudas y conflictos existenciales en sus agentes. Lo hizo con el arma biológica que llevó a la muerte a William, y ahora lo vuelve a hacer con las pestes agrobiológicas. El argumento es tan fuerte que incluso les sirve a Elizabeth y Philip para consolidar el reclutamiento de Paige (Holly Taylor), a quien le comunican los supuestos planes malévolos del  gobierno de Reagan. ¿Quién podría oponerse a evitar la hambruna de un país? La creencia absoluta en el espíritu maligno del enemigo permite realizar actos monstruosos sin conflictos de conciencia. En Pests (S05E02), la relación platónica (entre amorosa y maternal) que Elizabeth desarrolló con Hans durante varios capítulos no impide que esta lo asesine tras atestiguar su posible contagio con el virus de Lassa. La decisión es casi instantánea.

William, Nina, Hans. Los personajes de The Americans son víctimas de fuerzas que no comprenden, o que no son capaces de entender en su totalidad. La misma nube trágica parece cernirse sobre Oleg (Costa Ronin), cuyo regreso a Moscú activó el interés de la CIA. Irónicamente, Oleg investiga las corruptelas internas que explican la crisis alimentaria de la Unión Soviética. La CIA utiliza sin piedad la relación previa con Stan para extorsionarlo. Oleg sabe que una tormenta se avecina. La confianza carismática con la que alguna vez lo identificamos parece haberse quedado en Washington.  Su reacción es desoladora   

+El compromiso del matrimonio es como ser un espía: siempre se actúa, siempre se finge, siempre se esconde algo. Elizabeth le sugiere esto a Paige cuando la aconseja sobre cómo llevar la relación con Matthew. “Siempre guárdate algo”, le dice la madre a la hija ante el miedo de que Paige pierda el control y no logre abstraerse emocionalmente al sostener relaciones sexuales por primera vez.  En Salang Pass (S03E05) se revela que Philip fue entrenado para satisfacer sexualmente a las personas que espía, sin importar si le gustan o no. Lo vemos entrenar en flashbacks con mujeres y hombres de distintas edades y características físicas. “Hazlo real para ti”, le dicen cada vez  que entra al cuarto de pruebas. Elizabeth y Philip saben que tarde o temprano Paige llegará a esa parte del entrenamiento. Los consejos que le dan para no descubrir su juego frente a Matthew son el primer paso hacia ese momento. ¿Quién le va a dar esa lección? “No hagas esto Paige, no tienes idea”, le dice Philip a su hija cuando descubre que sostiene una relación amorosa con Matthew. No en vano ha dejado la tutoría de Paige en manos de su esposa. “Everything’s not all right in Paigeland.”

+En “Stanlandia”, en cambio, las cosas no van tan mal. Stan (Noah Emmerich) se encuentra desconcertado por el uso desleal que la CIA le ha dado a la información que consiguió sobre Oleg, pero tiene motivos para estar contento: la ilusión que le produce la relación de su hijo con Paige (lo tiene en casa, contento y con una chica americana cristiana que modelo de bondad) y un ligue con amplias posibilidades de florecer en una relación. ¿Quién es este nuevo amor de Stan? ¿Una espía? ¿Su futura asesina? ¿Una genuina enamorada? Al tiempo.

+La casa de Stan se ha convertido en un oasis donde la familia Jennings puede desenvolverse con ligereza relativa. Henry juega con Stan, Paige faja con Matthew y Philip puede beber unas cervezas y desentenderse del mundo. La casa de los Jennings, por el contrario, es ahora un lugar represivo y oscuro. No es casual que su exterior recuerde por momentos a la casa de Psicosis. Bajo esa lógica, Elizabeth es la progenitora de Norman: la espía de un superego que todo lo controla en nombre de un imperio que pronto dejará de existir, la madre Rusia. ¿Cuántas veces la hemos visto observando a su familia desde la ventana? La vigilancia no se limita al hogar. En The Midges, el seguimiento a Alexei lleva a Elizabeth y Philip a Oklahoma, donde se hacen pasar por una pareja de vaqueros. Philip se maravilla ante la vastedad de la tierra, y se pregunta por qué Rusia no ha sido capaz de alcanzar a la autosuficiencia agrícola pese a contar con recursos naturales similares. Elizabeth lo observa y calma sus dudas sacándolo a bailar en lo que parece ser un preludio sexual. La secuencia emana un romanticismo tan sintético como sus disfraces. King and queen of America.    

+En The Americans, la realidad fabricada es más intensa y gratificante que la realidad factual. El hijo modelo de los Jennings no es Paige ni Henry, sino Tuan, con quien Philip empatiza de inmediato (la pobreza en la que crecieron los une); la esposa ideal no es Elizabeth, sino Marta, dispuesta a sacrificarlo todo por el ser amado; el primer amor americano de Elizabeth, incluso, no es Philip, sino Gregory, el militante afroamericano con el que sostiene un affaire intermitente durante sus primeros años en Estados Unidos (a Philip lo empezó a querer tras más de una década de matrimonio). El conflicto de identidad es casi insoportable. Ninguno habita plenamente los lugares físicos y mentales donde se desenvuelve. Los espacios en The Americans son enormes y cuentan con identidades definidas que se contraponen con la ambigüedad de los protagonistas.  La composición resalta la soledad, el agobio y el contraste de agendas.

+Una dinámica recurrente de la serie consiste en iniciar secuencias con campos vacíos que en un par de segundos son ocupados por personajes que entran a ellos como fantasmas ajenos al lugar donde les toco penar, siempre fuera de proporción. Extranjeros, pues. Esta estrategia estética ha sido usada por cineastas que van desde Jean Renoir hasta Michael Mann, pero verla ejecutada con maestría en The Americans resulta inspirador, una prueba palmaria de que opera un estadio superior al grueso de los productos televisivos recientes. Popular o no, la cadena FX ya anunció que la obra de Weisberg y Fields finalizará en 2018, con una sexta y última temporada. Valdrá la pena seguirla hasta entonces. 

¡Martha!

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Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.


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