Desde noviembre de 2021, las 8 mil cintas que contienen el acervo sonoro cinematográfico de México, declarado Memoria del Mundo por la UNESCO en 2018, han sido abandonadas por la Fonoteca Nacional. Sus precarias condiciones de almacenamiento y conservación las exponen al paulatino deterioro y destrucción. En siete meses no ha habido un solo avance en la catalogación, restauración y digitalización. La responsable del proyecto, Sibylle Hayem Laforet, no fue recontratada para 2022. No se ha designado a su reemplazo. Nadie en México, reconocen altos funcionarios del sector cinematográfico, puede sustituirla.
En octubre de 2021, el jefe de la Unidad de Patrimonio Documental de la UNESCO, Fackson Banda, recibió un reporte técnico acerca de la situación. El reporte incluye fotografías de las cintas ubicadas en la oficina de la ex titular del proyecto, dispuestas en anaqueles o en cajas amontonadas en el piso, afectadas por la deformación, la resequedad, la humedad y el llamado síndrome del vinagre. Igualmente, el registro de las filtraciones de agua y charcos en la oficina-bodega derivadas de la temporada de lluvias. El inmueble forma parte del patrimonio histórico cuya custodia corresponde al INAH. En esas condiciones trabajaba Hayem Laforet. En esas condiciones siguen las cintas.
Una misiva más recibió Fackson Banda en enero de 2022, con copia a la presidenta del Comité Mexicano Memoria del Mundo, Catherine A. Bloch Gerschel. Entre otros aspectos, la misiva detalla la zozobra que vivió la Fonoteca Nacional a principios de 2021, a consecuencia del intento de despido masivo de personal ejecutado por Pavel Granados, el director de la institución. Igualmente, enfatiza los cuatro meses que el hardware de la Fonoteca se quedó sin baterías, lo que puso en alto riesgo de daño y pérdida a los contenidos sonoros digitalizados por la institución, y llevó a suspender el conjunto de sus actividades sustantivas.
El 12 de septiembre de 2021, Pavel Granados fue entrevistado por Elena Poniatowska. En la conversación, Granados aseguró que bastaba con controlar la temperatura a 18 grados para garantizar la conservación de los acervos de la institución. Al respecto, la misiva de enero de 2022 pone en evidencia su desconocimiento del área bajo su responsabilidad. El acervo de la Fonoteca es de distinta índole, como lo son por lo tanto las condiciones de su resguardo, conservación y preservación.
En el caso concreto del acervo cinematográfico, a los dichos de Granados lo desmienten las bóvedas de la Cineteca Nacional ubicada en Avenida México Coyoacán 389, que se ajustan a criterios internacionales. Como es de dominio público, el costo del aprendizaje fue altísimo. El 24 de marzo de 1982, un incendio en la antigua sede, localizada en Avenida Churubusco y Calzada de Tlalpan, derivado de la negligencia, destruyó más de 7 mil películas y dejó al menos cinco muertos, tres desaparecidos y más de 50 lesionados, 5 niños entre ellos.
La UNESCO no ha contestado ni al reporte técnico de hace nueve meses ni a la misiva de hace seis.
La declaratoria del acervo sonoro cinematográfico de México como Memoria del Mundo por la UNESCO se formalizó el 4 de marzo de 2018, en una ceremonia realizada en la Feria Internacional del Libro de Minería. El documento fue suscrito por la directora de la UNESCO México, Nuria Sanz, la presidenta del Comité Mexicano, Catherine Bloch Gerschel, y el secretario general de la Comisión Mexicana de Cooperación con la UNESCO, Benito Mirón López.
En ese momento, los Estudios Churubusco Azteca S. A., tenían la custodia. El 3 de agosto, el acervo quedó bajo la responsabilidad de la Fonoteca Nacional, bajo contrato de comodato, por un acuerdo suscrito por la Cineteca Nacional, los Churubusco, el IMCINE y la propia Fonoteca. Las ocho mil cintas equivalen a entre mil 300 y mil 400 películas de cine nacional: a cuatro años de la declaratoria, la cifra aún no se sabe con exactitud.
El acervo cubre el periodo de 1958 a 1975, el final de la Época de Oro del cine nacional. Entre otros compositores figuran Manuel Esperón, Antonio Díaz Conde, Gustavo César Carrión, Sergio Guerrero, Luis Hernández Bretón, Raúl Lavista, Carlos Jiménez Mabarak, y Joaquín Gutiérrez Heras, entre varios más. La Fonoteca Nacional pareciera no tener conciencia del valor de lo que se ha puesto bajo su custodia. Un breve apunte es necesario para ubicar su relevancia en la historia de la cultura cinematográfica y sonora de México.
Manuel Esperón fue reconocido en 1989 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el Área de Artes y Tradiciones Populares. Antonio Díaz Conde fue autor de la música de Pueblerina, y La Perla, de Emilio El Indio Fernández y Las tres perfectas casadas, de Roberto Gavaldón. Raúl Lavista, discípulo en contrapunto y musicalización de Manuel M. Ponce, de dirección orquestal de Silvestre Revueltas y director de la Orquesta Sinfónica Nacional y de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, obtuvo seis premios Ariel por sus bandas sonoras, El río y la muerte de Luis Buñuel y Tizoc, de Ismael Rodríguez, entre ellas. Carlos Jiménez Mabarak en 1993, y Joaquín Gutiérrez Heras en 2006, recibieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Bellas Artes.
El acervo consta asimismo de más de mil playbacks, los números musicales y canciones que eran grabados por músicos de orquesta, actores y cantantes populares para reproducirse durante el rodaje. Pedro Vargas, Agustín Lara, Lucha Villa, los hermanos Valdés, Lola Beltrán, Elvira Quintana, Luis Aguilar, Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez,están en la lista. Adicionalmente, las cintas dejan constancia de la Revolución mexicana, contenidos acerca de la frontera y de la cultura popular como los corridos, ídolos de lucha libre como el Santo y Blue Demon, la generación hippie y yé-yé, y las deslumbrantes ficheras.
La gran mayoría de las grabaciones son originales.
La cifra tampoco se conoce con exactitud.
El reconocimiento era la culminación de un esfuerzo que había iniciado Hayem Laforet en los Estudios Churubusco en 1997, dos décadas atrás. La historia, que involucra a muchos funcionarios culturales, es larga, está colmada de entuertos, y deberá contarse a detalle. Limitémonos por el momento a decir que el proceso de digitalización en formato ADAT de la música y los playbacks se hizo entre 1997 y 2002. Luego, durante los sexenios panistas, no hubo avances. Fue hasta 2016, en la segunda parte del sexenio de Enrique Peña Nieto, que se retomó el interés. Y Hayem Laforet estuvo de vuelta.
A partir de la declaratoria, el acervo pasó a la Fonoteca en 2018. Llegó la 4T cultural, llegó Alejandra Frausto a la oficina de Arenal, Granados asumió la titularidad de la institución responsable de la memoria sonora de México, y comenzó el calvario. La indiferencia y la ineptitud hicieron suponer a las autoridades que la declaratoria era el punto final. Al contrario, era el punto de arranque de un compromiso con México, con la UNESCO y a nivel internacional, que no se ha cumplido desde entonces.
“Es inaceptable”, señala Hayem Laforet en su misiva a Fakson Banda y Catherine Bloch, “que una institución como la Fonoteca Nacional […] opere con tanta precariedad”. En consecuencia, pide su apoyo “para encontrar una solución para salvar estos archivos […] y […] a las autoridades competentes que respeten las obligaciones inherentes a este reconocimiento de la UNESCO”. “El papel de la UNESCO no se entiende en este país”, remata. “En cualquier caso, está socavado”.
Estos son algunos de las amenazas que enfrenta el patrimonio sonoro cinematográfico declarado Memoria del Mundo por la UNESCO. Dada su importancia, nos demoramos en los aspectos técnicos, y los agrupamos de manera temática.
Resguardo, en riesgo
Las cintas cuentan con una base o soporte que, naturalmente, tiene un periodo de vida o fecha de caducidad. Al no encontrarse almacenadas en las condiciones estables de temperatura y humedad, se agrava la posibilidad de distintas clases de daños.
Las cintas más antiguas, de 35 mm, tienen una base de celulosa de acetato. Es la única música cinematográfica que ha sobrevivido. No se salvaron ni los discos de corte directo ni en película óptica.
Esas cintas con base de celulosa de acetato están expuestas al llamado “síndrome del vinagre”. Sobre la celulosa de acetato va un pegamento que contiene partículas magnetizadas de fierro, que son las que almacenan el sonido. Debido al paso del tiempo, el pegamento se descompone y desprende un olor a vinagre. Dada la rigidez de la cinta, ya no puede manipularse. En consecuencia, la cinta y el contenido se pierden.
En tanto, las cintas con base de poliéster enfrentan riesgos de hidrólisis. En estos casos, el pegamento se vuelve líquido y adquiere textura de chapopote. El contenido sonoro se destruye también.
A cuatro años de la declaratoria de la UNESCO, no hay manera de saber cuántas se encuentran en alguna de estas problemáticas.
Conservación y preservación: negligencia
El departamento de Conservación de la Fonoteca Nacional no tiene un solo técnico químico que pueda hacer una evaluación de las cintas. Por tal razón, se aplican criterios improvisados, que no se apegan a los establecidos en las cinetecas.
En general, a consecuencia de su longevidad, cambia la longitud de las cintas, lo cual afecta las pegaduras entre las secuencias de las cintas.
Al girar el carrete, el movimiento va dejando al descubierto el pegamento, que se adhiere a la vuelta de la cinta precedente, por lo que se hace necesario remover el pegamento y restaurarlo. El pegamento no puede removerse con alcohol, como algunos han llegado a sugerir en la Fonoteca, pues destruiría el contenido sonoro. Tampoco hay nadie en la institución que sepa resolver el problema.
La institución cultural tampoco cuenta con un sonidista especializado en restaurar el sonido dañado. Por lo tanto, la deformación, la descomposición y la resequedad son riesgos que corren las cintas en general.
No hay un diagnóstico de cuántas de las 8 mil cintas se encuentran en alguna de estas condiciones.
Por ser parte esencial del patrimonio cultural de México, la conservación de las cintas máster – las originales– es prioritaria, pero en la Fonoteca no se le concede la relevancia que merece. No hay expectativas a corto plazo de que se resguarden en bóvedas adecuadas ni se sabe con exactitud si están inventariadas y catalogadas.
A algunas de las cintas máster se les ha aplicado aceite esencial de limón. Esta sustancia fue descartada por la International Association of Sound and Audiovisual Archives, IASA, dado que ocasiona la laminación de las cintas. Eso significa que se separan las capas de la cinta base o soporte, incluido el pegamento, lo que también destruye el contenido sonoro.
Equipos para la reproducción, ausentes
A la vez, como es natural debido a los cambios tecnológicos, las cintas se encuentran en distintos formatos.
La Fonoteca Nacional no cuenta con el equipo adecuado y suficiente para su reproducción, ni para el acervo sonoro cinematográfico, ni para los distintos fondos que tiene bajo su custodia en general.
En las bandas sonoras, la música es sincrónica en relación con la imagen de las películas. Mucha de esa música –tampoco se tiene cuantificada cuánta– fue grabada con grabadoras que imprimen esa señal de sincronía, que no puede digitalizarse en cualquier reproductora.
La mayoría de las cintas son monofónicas. La Fonoteca solo tiene equipos estereofónicos, con las cabezas reproductoras viejas.
No se sabe qué mantenimiento reciben con exactitud. Los equipos estereofónicos pueden reproducir las cintas monofónicas, pero no tienen la capacidad de grabar el espectro sonoro completo, lo cual implica que parte del sonido tampoco logra salvarse.
Migraciones digitales, inconclusas
Al proceso de exportar una cinta máster u original de un formato analógico a uno digital se le llama “migración”. Este proceso se inició en 1997 en los Churubusco, con Hayem Laforet. México fue un país pionero al respecto.
El formato factible de esa época era el Alexis Digital Audio Tape, ADAT. Al igual que sucede con cualquier tecnología, estos soportes tienen una fecha de caducidad. En todos los foros internacionales se enfatiza sobre los problemas de obsolescencia de los soportes digitales, para anticipar su transición a nuevos soportes. Para la Fonoteca no es prioridad.
En tales foros se estableció que el formato ADAT tenía un periodo de caducidad de 20 años, que se cumplieron en 2017, hace 5 años. La Fonoteca no ha avanzado ni tiene un proyecto para migrar lo que tiene digitalizado en formato ADAT hacia nuevos formatos.
De las entre mil 300 y mil 400 películas de cine nacional almacenadas en las 8 mil cintas que integran el acervo sonoro cinematográfico, no han sido migradas, ni siquiera al formato digital ADAT que ya caducó, entre 800 y 900. Eso equivale al 60-70%.
En tres años de la 4T cultural no ha habido avances en la digitalización del acervo sonoro cinematográfico pendiente.
Catalogación, sin acceso a contenidos
Desde la fundación de la Fonoteca se comenzaron a catalogar los acervos de la institución con base en las normas de un sistema propietario llamado Noa MediARC. El costo anual de la licencia asciende, de acuerdo con distintas estimaciones, a tres millones de pesos.
Por las características del sistema Noa, los contenidos no pueden compartirse con ninguna instancia nacional e internacional. Ninguno de los titulares que ha tenido la Fonoteca se ocupó de solucionar esta limitación. De tal modo, la persona interesada debe acudir a la propia Fonoteca para poder acceder a los contenidos. A los que se encuentren catalogados, claro.
Al respecto del acervo sonoro cinematográfico de 1958 a 1975, en tres años de la 4T cultural tan solo se ha catalogado la información relativa a tres músicos de los aproximadamente 50 de la lista de autores: Manuel Esperón, Raúl Lavista y Antonio Díaz Conde.
Esa catalogación no incluye ninguna metadata relacionada con las características del acervo: es decir, información relativa al elenco, stills, si se cuenta con el negativo de la cinta original y/o con la copia, entre otros aspectos.
A la fecha, no hay un catálogo consistente ni del acervo sonoro cinematográfico ni del conjunto de los acervos de la Fonoteca. La Fonoteca recibe contenidos sonoros en donación o comodato y, dado que no cuenta ni con equipo ni con personal, los embodega.
Difusión, sin futuro
Por otra parte, la difusión del acervo es parte de los compromisos que asume ante la UNESCO el país que recibe un reconocimiento de Memoria del Mundo. Al día de hoy no se ha hecho nada el respecto, y se desconoce si la Fonoteca entrega los reportes anuales correspondientes.
Además, los dos estudios de grabación están cerrados y no hay un operador. En consecuencia, no se pueden preparar los tracks de música para su difusión. No hay expectativas de que cambie esta situación.
Hayem Laforte es la única investigadora que conoce el acervo y quien podría definir un programa de difusión, pero el departamento encargado no mostró interés en el tema.
Incumplimientos ante la UNESCO
Según distintas fuentes consultadas, en reuniones que se habrían realizado entre octubre y noviembre de 2021, funcionarios de la Fonoteca –Granados y la encargada de Conservación Teresa Ortiz–, los Churubusco –la todavía directora Lorenza Manrique–, la Cineteca –Edgar Torres, subdirector de Preservación de Acervos– e IMCINE reconocieron que no se había cumplido con el convenio de la UNESCO, a la que no le habían entregado ningún reporte sobre las condiciones en las que se encuentran las cintas.
El jurídico de Estudios Churubusco habría planteado hacer un nuevo convenio y que las cintas pasaran a una bodega profesional. No se tomó ninguna decisión al respecto.
Tampoco se ha realizado un seguimiento del estatus de los soportes y evolución de las otras colecciones declaradas Memoria del Mundo bajo la custodia de la Fonoteca.
Estos y otros problemas se presentan igualmente en los distintos fondos de la Fonoteca Nacional, los cuales carecen de una revisión periódica anual y profesional. En tanto, Pavel Granados, amparado por la secretaria de Cultura, continúa despidiendo a trabajadores, y vuelve su desconocimiento un acto de destrucción del patrimonio sonoro de México.
En estas condiciones, la UNESCO tiene la autoridad para declarar “patrimonio en riesgo” el acervo sonoro cinematográfico declarado Memoria del Mundo en 2018. La pregunta es si lo hará. Lo que sí hace es cumplir funciones de “acompañamiento” en uno de los proyectos más controvertidos, el Tren Maya, lo que deja constancia de su cercanía con el gobierno federal. El acervo sonoro cinematográfico y el patrimonio cultural de México pareciera ser lo de menos. Los herederos y albaceas de ese patrimonio sonoro en riesgo no se han pronunciado todavía. Mientras, la 4T cultural intenta continuar con su tarea de demolición y destrucción.
Es autor del libro digital 80 años: las batallas culturales del Fondo (México, Nieve de Chamoy, 2014), de Política cultural, ¿qué hacer? (México, Raya en el Agua, 2001, y de La palabra dicha. Entrevistas con escritores mexicanos (Conaculta, 2000), entre otros. Ha sido agregado cultural en las embajadas de México en la República Checa y Perú y en el Consulado General de México en Toronto.