Foto: Juan Diego Montenegro/DPA via ZUMA Press

Visiones desde la cuarentena: Quito

No cabe valerse de la torre de marfil para huir de la saturaciรณn noticiosa, porque en lo alto de la torre y en los libros estalla lo que ocurre afuera. Esta serie reรบne misivas que retratan la cuarentena mรกs extensa de la historia, desde diversas ciudades del planeta.
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โ€œNo es necesario que salgas de casa โ€“escribiรณ Kafkaโ€“. Quรฉdate junto a tu mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera, espera sรณlo. No esperes siquiera, quรฉdate totalmente en silencio y solo. El mundo se te ofrecerรก para que le quites la mรกscara, no tendrรก mรกs remedio, extรกtico se retorcerรก ante ti.โ€

La oscuridad de Kafka ilumina de nuevo. Es el รบltimo de los aforismos de Zรผrau. Dejรฉ de seguir los titulares, las cifras de contagiados y muertos por Covid-19 que registra worldometers y, por supuesto, los diarios de cuarentena, estrictamente cotidianos, que se multiplican como el mismo virus y llegan a cualquier pantalla. Quiero valerme de la torre de marfil para huir de la saturaciรณn noticiosa y resulta que allรญ adentro, en lo alto de la torre y en los libros, estalla lo que ocurre afuera. Ya no hay torres de marfil. Pero estamos encerrados en ellas.

Dejo a Kafka y abro un tocho remoto: Gargantรบa y Pantagruel. Me divierto un poco con las cifras descomunales para las que Rabelais invoca credulidad por el simple hecho de que estรกn escritas: 17,913 vacas de Pontille y Brรฉhรฉmont para amamantar a Gargantรบa, y en su primera mala experiencia en Parรญs, subido a la catedral de Notre Dame, el gigante bebedor orina encima de la ciudad y mata a 260,418 parisinos, sin contar mujeres y niรฑos. Rabelais me devuelve a la progresiรณn de worldometers. Al dรญa de hoy, 5 de abril de 2020: 1,273,712 contagiados y 69,458 muertos. Cifras rabelesianas. En un mes sonarรกn a poco. Cierro esa novela. Abro otra maravillosamente inรบtil, fuera de moda, El mar de las Syrtes de Julien Gracq. Unas viejas lรญneas que subrayรฉ en 1987 tambiรฉn me devuelven al presente: โ€œLo que querรญa no tenรญa nombre en lengua alguna โ€“escribe Gracq en la voz del protagonistaโ€“. Estar mรกs cerca. No permanecer separado. Consumirme en aquella luz. Tocarโ€.

No puedo tocar mi paรญs, pero รฉl me toca desde todas partes.

Mensajes de medio mundo. ยฟCรณmo estรกs? Vimos las noticias de los cadรกveres en las calles de Ecuador. En Guayaquil, mi ciudad natal y puerto principal, se gestionaron mal las cremaciones y entierros; problema polรญtico, por supuesto, y problema de abandono social, y los sensacionalistas de siempre, aupados por las oposiciones polรญticas que ahora se muestran en todo su oportunismo, sirvieron el horror en bandeja mediรกtica. No se diga de los regionalismos locales que hacen un mundo con cualquier pretexto que ratifique sus tรณpicos ramplones. El mundo empieza a hablar de una constituciรณn planetaria mientras los de antes todavรญa insisten en independencias locales o superioridades regionales. Poco me importan. Sรญ me importan mis amigos y conocidos que mueren: un compaรฑero de escuela, noble y entraรฑable, Hugo Marรญn, que entrรณ en cuidados intensivos con una saturaciรณn de aire 90 y sus รบltimas palabras en el whatsapp del grupo: โ€œaquรญ sigoโ€, o el ensayista Rodrigo Pesรกntez Rodas; nombres concretos para personas concretas.

Los mensajes urgidos de familiares y amigos se deben responder rรกpido. Mi familia en Italia da un giro en sus preocupaciones, cuando yo era el preocupado por ellos โ€“15,887 muertos en Italia hasta el dรญa de hoyโ€“, especialmente por mi รบnico zio vivo, el รบltimo de los once tรญos que tenรญa (mi abuela fue una romana prolรญfica), un titรกn risueรฑo de 94 aรฑos que sobreviviรณ a la Segunda Guerra Mundial y que me contรณ sus escaramuzas bรฉlicas con risas nerviosas que no supe entender, y ahora estรก encerrado en un departamento en Ostia plantado sin ilusiones por si la muerte microscรณpica toca su puerta con la hoz. Amigos de Barcelona, a quienes pregunto si los cada vez menos nacionalistas catalanes persisten en su fanatismo ciego, tanto que no quisieron recibir ayuda del ejรฉrcito espaรฑol y finalmente la pidieron. Un amigo de Mรฉxico que ha vuelto a su ciudad desde el infierno viral europeo y guarda una amorosa distancia de sus padres para evitar cualquier riesgo. Una amiga querida en Nueva York me explica la mejorรญa de su esposo contagiado luego de dos semanas de fiebres delirantes y me recomienda abastecerme de paracetamol y un oxรญmetro, y otra en Guayaquil pide compartir oxรญmetros y tanques de oxรญgeno, advirtiendo de no venderlos.

Vuelvo a apagar pantallas. Miro por la ventana la falda norte del volcรกn Pichincha. En mi paรญs se ha temido desde siempre el drama telรบrico de volcanes y terremotos. Brilla ese sol andino del que uno se protege cada dรญa por la alta radiaciรณn. Ya no es problema. Ese mismo sol mata el virus. Saco al jardรญn a mis dos hijos pequeรฑos y cumplo una rutina de caminata en vaivรฉn, juegos, persecusiones de dรณcil lobo feroz. Me tumbo agitado por ellos, los abrazo y se me escapan. Miro al cielo. He olvidado al mundo por un momento. Solo por un momento. La pequeรฑa de casi tres aรฑos se acerca a la puerta de la calle e intenta abrirla. No me muevo. Termina por dar golpecitos como si quisiera que alguien abra la puerta desde afuera.

Una hora al sol es suficiente. Tienen hambre y sed, necesidades primarias que todavรญa podemos satisfacer. Les digo que entremos y obedecen sin reparo. Cierro la puerta. Revisamos las tareas atrasadas que los profesores envรญan sin parar por mail o whatsapp, improvisando una educaciรณn a distancia. El mayor de nueve aรฑos no se puede concentrar y se fatiga. Ven televisiรณn un rato, leen unos cuentos. Se van a dormir, su mamรก incluida.

Yo no duermo. Algo de vigรญa atรกvico se ha despertado en mรญ. Subo a la torre de marfil, veo la neblina que cubre el cercano bosque de Guangรผiltagua. Veo la pantalla apagada y siento que estoy en la resistencia. Busco el libro mรกs remoto para continuar el olvido. Tomo el Cรกntico Espiritual de San Juan de la Cruz, y a lo poco que avanzo retumba el mundo: โ€œel tiempo incierto, la cuenta estrecha, la perdiciรณn muy fรกcil, la salvaciรณn muy dificultosaโ€. Cierro el libro. Tenรญa razรณn Kafka: quรฉdate en casa, el mundo vendrรก a retorcerse ante ti.

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(Ecuador, 1969) es escritor. Su novela mรกs reciente es La escalera de Bramante (Seix Barral, 2019).


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