C. M. Mayo
El รบltimo prรญncipe del Imperio mexicano
Mรฉxico, Grijalbo,
2010, 443 pp.
En abril de 1865, Maximiliano adoptรณ a Agustรญn de Iturbide, nieto del emperador Agustรญn I, como su heredero, otorgรกndole tanto a รฉl como a su primo Salvador y a su tรญa abuela Josefa el rango de prรญncipes del Imperio mexicano. Esta extraordinaria y extraรฑa medida se justificรณ alegando que, puesto que el emperador y la emperatriz no tenรญan hijos, con la adopciรณn se garantizaba el futuro sucesorio del nuevo, pero antiguo, Imperio en Mรฉxico (y digo antiguo porque, como todos los gobiernos liberales, el de Maximiliano se sintiรณ continuador del Imperio mexica).
Este es el asunto que C. M. Mayo (El Paso, 1971), autora tambiรฉn de From Mexico to Miramar or, Across the Lake of Oblivion (2006), trata en su novela El รบltimo prรญncipe del Imperio mexicano, recientemente aparecida y ya reimpresa. Partiendo de una concienzuda y afortunada bรบsqueda en archivos pรบblicos y privados, Mayo logrรณ reunir un caudal de informaciรณn notable de la que hace uso con bastante desenvoltura. Y esto no es tan fรกcil; del conde Corti a Franz Werfel, de Victoriano Salado รlvarez a Rodolfo Usigli, a Fernando del Paso y Konrad Ratz, la tragedia del Segundo Imperio ha contado con grandes intรฉrpretes.
Aun considerando que Maximiliano pensaba en anclar su imperio en la figura del niรฑo, aun asรญ la adopciรณn de un niรฑo extraรฑo, cuando Maximiliano y Carlota son aรบn jรณvenes y podrรญan procrear si es que cohabitaran (a veces de los reyes se habla en tรฉrminos zoolรณgicos), resulta uno de los hechos mรกs curiosos del Segundo Imperio. No era lo de menos el que los padres de Agustรญn, รบltimo prรญncipe del Imperio mexicano, viviesen y, tras muchas negociaciones y por una suma extraordinaria, aceptasen irse a Parรญs con el resto de la familia Iturbide (menos doรฑa Josefa, “una dueรฑa de comedia perfecta” a decir de Miguel de Grecia, La emperatriz del adiรณs), dejando a su retoรฑo, รฉl, al parecer tranquilo, ella, nacida Green en Virginia, alebrestada. Ella fue, como madre, quien mรกs trabas puso y seguirรก poniendo a la adopciรณn: desde intentar deshacer el compromiso hasta “emboscar” a la emperatriz Carlota o a la emperatriz Eugenia con su aflicciรณn. Es una mujer admirable, y sin embargo es tambiรฉn un personaje antipรกtico. Carlota, quien en Parรญs ya no podรญa mรกs de sufrimiento, ve en las reiteradas peticiones de Alicia Green de Iturbide parte del siniestro plan para destruirla, y le dice a la desconsolada madre, quien se siente en presencia de Carlota uninvited, que escriba al emperador, pero con respeto, sin exigir nada. Al final, el niรฑo serรก regresado a sus padres.
Sigue habiendo muchos misterios alrededor de esta adopciรณn. Se han llegado a adelantar tonterรญas tales como afirmar que, al adoptar al prรญncipe, Maximiliano reconocรญa su carรกcter usurpador. Pero es innegable que, tanto en su รฉpoca como hoy en dรญa, la adopciรณn suscita muchas interrogantes. ¿Era Maximiliano impotente? ¿Habรญa contraรญdo una enfermedad venรฉrea? No se sabe. Josรฉ Luis Blasio tan solo dice que, despuรฉs del viaje a Yucatรกn, toda intimidad entre los esposos se esfumรณ (ese viaje continรบa siendo uno de los misterios mรกs grandes del Segundo Imperio, no por su funciรณn pรบblica, sino por lo que pudo o no haber sucedido en Uxmal: Carlota envenenada, entoloachada, ¿o tal vez se contagiรณ de una terrible enfermedad del trรณpico?). ¿Era Maximiliano homosexual? Su hermano menor, Luis Vรญctor, lo fue, y lo fue muy escandalosamente, al grado de que Francisco Josรฉ le prohibiรณ residir en Viena, retirรกndose el archiduque al castillo de Klessheim, donde muriรณ en 1919. Miguel de Grecia en su novela histรณrica La emperatriz del adiรณs (1999) lo pregunta, sin atreverse a pronunciarse en un sentido o en el otro; tambiรฉn C. M. Mayo lo insinรบa en una fingida plรกtica que tiene como protagonista a Blasio (quien sabe que el emperador y la emperatriz jamรกs duermen juntos) en el exilio. De hecho, en su Maximiliano รญntimo, Blasio declara acerca de la adopciรณn: “… como รฉl no tenรญa hijos y sabรญa perfectamente que nunca los tendrรญa…” ¿Por quรฉ ese “perfectamente”? ¿Era Carlota frรญgida? Pero amor habรญa en esta pareja. Yo por supuesto que no tengo idea, como, a menos que se descubriera un dรญa algรบn archivo secreto, no la tiene nadie. Pero es una hipรณtesis que explicarรญa muchas cosas; tal vez por eso no sirve, porque explicarรญa demasiadas cosas. Una pregunta anterior, fundamental: “¿por quรฉ establecer como fundadora de una monarquรญa hereditaria a una pareja sin hijos?”, como planteรณ Elsa Cecilia Frost en su prรณlogo a la reproducciรณn facsimilar (Mรฉxico, 1998) del Viaje del Emperador Maximiliano y de la Emperatriz Carlota, desde su Palacio de Miramar cerca de Trieste hasta la capital del Imperio Mexicano, publicado en Orizaba en 1864.
La terrible advertencia de Pedro Moctezuma XV (“Su Alteza ha sido demasiado precipitado en aceptar la oferta del trono de Mรฉxico… desde 1812 no ha habido gobierno ni de hecho ni de derecho… los que componen la regencia… son de la estirpe mรกs despiadada…”) contrasta con las cartas y los arcos de flores de las comunidades indรญgenas a su paso. Aparte del desastre mexicano, el emperador, liberal, romรกntico, arqueรณlogo, naturalista, ambicioso, Maximiliano went native; contrasta extraordinariamente con su hermano mayor, Francisco Josรฉ, penรบltimo emperador y rey del K. u. K., cariรฑosamente burlado por Musil y reivindicado por Roth.
“Maximiliano perdiรณ el trono el dรญa en que se vistiรณ de charro.” ¡Cuรกntas veces de niรฑo no oรญ estas palabras! Son palabras que, a pesar de su aparente claridad, pueden parecer absurdas; y esto es asรญ porque en realidad esconden un enigma. En la novela de Mayo es Alicia quien “hizo burla del traje de charro del Emperador. Pero, carajo, ¿quiรฉn no?”
Muchas cosas me gustaron del libro de Mayo; tal vez, sobre todo, la gran simpatรญa tanto por los Iturbide como por los Habsburgo, rasgo en sรญ notable, cuando el Segundo Imperio tuvo y tiene tan mala prensa anglosajona. Por ejemplo, Hanna y Hanna aseguran en su Napoleon III and Mexico(1971) que el complot “siniestro” (la plus grande pensรฉe du rรจgne) de Napoleรณn III estaba dirigido contra los Estados Unidos, y que la intervenciรณn en Mรฉxico era tan solo el primer paso; mรกs o menos es el mismo tono amenazador y amenazado el de O’Connor en The cactus throne, tambiรฉn de 1971; mucho mรกs amable es Haslip enThe crown of Mexico, otro mรกs del aluviรณn del mismo aรฑo.
Solo un error hallรฉ imputable a la autora (lo digo porque yo tambiรฉn me he equivocado en mis novelas): el color rojo de la bandera de las Tres Garantรญas no representa a Espaรฑa, sino la uniรณn de espaรฑoles y mexicanos, pues Religiรณn, Independencia y Uniรณn fueron las virtudes –pues de garantรญas no tuvieron mucho– representadas por nuestra tricolor.
La traducciรณn es buena y se deja leer (es obra de Agustรญn Cadena), pero la afean algunos errores molestos: no es San Francisco de Paolo, sino San Francisco de Paula; Ostende se llama asรญ en espaรฑol, no Ostend, y los Saxe Coburg, Sajonia Coburgo. En la mesita en Miramar en la cual es fama que Maximiliano firmรณ tanto el “Pacto de Familia” como su aceptaciรณn de la Corona de Mรฉxico, mesa regalo del papa, decorada con vistas de Roma, no son “los arqueros” de Tito, Septimio Severo, Trajano, sino los arcos (de triunfo) de Tito, Constantino, etcรฉtera.
No me queda sino celebrar esta novela que, comenzando lentamente, termina subyugando por su notable narraciรณn. Debo decir que la novela termina casi abruptamente: se espera una continuaciรณn, que, dada la impecable, como ya he dicho, investigaciรณn de Mayo, aunada a sus evidentes dotes de narradora, promete, puesto que bucea en zonas olvidadas u ocultas por el casi siempre triunfante jacobinismo, punto de mira radical que crea un desleal tamiz por donde se quiere ver o cribar toda la historia patria, pero tambiรฉn por un conservadurismo rancio que exalta a Maximiliano por quien es como sรญmbolo, no por quien fue como persona.
Para terminar, esta novela me trajo de nuevo a la mente unas preguntas que rondo siempre, o que me rondan: ¿por quรฉ Maximiliano no se coronรณ de nuevo en Mรฉxico? ¿Por quรฉ seguir llamando al Segundo Imperio un “imperio efรญmero”, cuando durรณ mรกs que cualquier gobierno mexicano desde el golpe de Estado contra Iturrigaray en 1808? ¿Por quรฉ no recordar con cariรฑo que fue el primer gobierno en volver a hablar el nรกhuatl? ¿Por quรฉ no darnos cuenta de la hombrรญa de Moctezuma o de Maximiliano? Solo los buenos reyes mueren en los patรญbulos; los crueles mueren en sus camas. Pues, ay, nuestros รบltimos cinco emperadores: apedreado por la turba uno, muerto de viruelas el segundo, ahorcado el tercero, fusilados el cuarto y el quinto. Edmundo O’Gorman (La supervivencia polรญtica novohispana. Reflexiones sobre el monarquismo mexicano, 1969) creรญa que la posibilidad de un imperio, fusilados tanto el libertador criollo como el prรญncipe de Austria, quedaba para siempre cancelada. Ni uno criollo ni uno extranjero. Pero hay otra opciรณn, una en la que todo se junta, que serรญa traer a un descendiente de Moctezuma. De todas maneras, esta es una corona de sombras. ~
Frost (Mรฉxico, 1965) es editor, escritor y guionista. Entre sus libros recientes estรกn La soldadesca ebria del emperador (Jus, 2010) y El reloj de Moctezuma (Aldus, 2010).