¿Cuántas veces va a seguir escribiendo el mismo libro?, dice Enrique Vila-Matas que le preguntaron en un club de lectura. La formulación en realidad fue cuándo dejaría de escribir el mismo libro. La respuesta: “Cuando me salga bien.” Vila-Matas (Barcelona, 1948) es ese tipo de escritor, el que escribe de manera obsesiva un mismo libro una y otra vez hasta que siente que ha llegado a algún lugar. A esa familia pertenece, entre otros, Patrick Modiano, que no aparece en Montevideo, la novela más reciente del escritor barcelonés. En el centro de esta novela circular, en la que la mayor parte de la trama sucede en la cabeza del narrador, está la literatura, en abstracto y en concreto. El narrador viaja a Montevideo poco después de la muerte de su padre invitado por un festival y con una obsesión: visitar el hotel en el que estuvo Cortázar y en el que situó su cuento “La puerta condenada”, donde se habla de una puerta que comunica dos habitaciones de hotel. Petrone, el protagonista, oye el llanto de un bebé. De la puerta de ese relato escribió Beatriz Sarlo que era “el lugar exacto en el que interrumpía lo fantástico en el cuento de Cortázar”. El narrador sufre un bloqueo después de haber escrito “París” –lo que en esta novela es la primera parte–. Ese cuento de Cortázar, dice, “formaba parte del núcleo de mis obsesiones de siempre”. Explica el narrador: “‘Un día iré a Montevideo y buscaré el cuarto de la segunda planta en el hotel Cervantes y será un viaje real al lugar exacto de lo fantástico, quizás el lugar exacto de la extrañeza’, había llegado a escribir en cierta ocasión con más fuegos de artificio que convicción, aunque ya es sabido que la falta de convicción acaba conduciéndonos, aunque no la esperábamos, a la convicción misma.” En ese sentido, el libro es una profecía autocumplida (Vila-Matas ha jugado a veces con la idea de que no escribe sobre lo que le sucede sino de que le sucede lo que escribe). Lo que le ocurre allí, durante ese viaje en busca del lugar exacto de lo fantástico, ocupa el cuerpo central de Montevideo y, supongo, por eso da nombre a la novela, pero no es lo único. Antes y después hay capítulos que rodean ese núcleo y que trazan una línea de continuidad con otros libros del autor.
Abriendo y cerrando está “París”. El primero es un capítulo magistral que comienza con el narrador contando que fue a París en el año 74 “con la anacrónica intención de convertirme en un escritor de los años veinte, estilo ‘generación perdida’”. Inmediatamente, el lector se acuerda de París no se acaba nunca, donde Vila-Matas contaba sus aventuras de joven aspirante a escritor à la Hemingway en París. Pero es un guiño, una pista falsa, porque el narrador de Montevideo pasa a contar cómo se ganó la vida trapicheando en París y cómo jugó al gato y al ratón con la escritura. Luego, y sin que nos demos cuenta (es uno de los trucos que mejor le salen a Vila-Matas), el libro se convierte en un thriller cuyo contenido es ensayístico aunque tiene forma de novela: “En modo alguno estoy escribiendo una biografía de mi estilo, si acaso unas prosas intempestivas, unas leves notas de vida y letras con las que estaría buscando averiguar quién soy realmente y quién es mi escritor preferido.” Y van saliendo Elizabeth Hardwick, Laurence Sterne, Antonio Tabucchi o Paul Valéry (y luego muchos otros, no necesariamente favoritos, pero sí admirados; Vila-Matas es generoso y es capaz de encontrar cualidades admirables en muchos escritores); guía en la última parte de “París”. “Cascais”, capítulo eslabón entre “París” y “Montevideo”, anticipa lo que luego desarrollará en torno a la habitación misteriosa del hotel Cervantes: la paranoia y los ruidos de la habitación contigua (en este caso, su vecino es Jean-Pierre Léaud), siempre entre el humor y la perplejidad. Antes de volver de “Montevideo” al “París” que cierra, hay dos capítulos: “Reikiavik”, que es un párrafo, una paráfrasis de Cirlot, y “Bogotá”, donde aparece el Vila-Matas que coquetea con el arte y las performances. Una amiga del narrador, artista, crea para él “una habitación única”, que es algo así como la habitación propia masculina: en ella se oye todo lo que ha escrito. La burla, diría, va en todas las direcciones. En parte, Montevideo es un libro escrito contra sí mismo, arremete contra la etiqueta de autoficción y se revuelve contra los encasillamientos. A través de este narrador al que le suceden cosas que le han pasado a Vila-Matas, Vila-Matas pone la escritura en el centro, se ríe de él un poco, pero al mismo tiempo sabe que reírse de uno mismo es la mejor manera de tomarse en serio. En Montevideo todo es eso y su contrario: uno de los temas es la ambigüedad (es el tema del congreso en el que participa en la capital uruguaya).
Montevideo es un sistema de pensamiento literario, desarrolla tipos de escritores, está llena de citas, apócrifas y verdaderas, y la literatura es el argumento principal. Entre líneas se pueden leer otras cosas, como el guiño a la enfermedad y al periodo de recuperación que ha desvelado en alguna entrevista. Acaba recordando algo que le dijo la madre del narrador, cansada de que su hijo le preguntara por la extrañeza del mundo: “el gran misterio del universo era que hubiera un misterio del universo”. Vila-Matas ha escrito una novela cuya materia prima es la fe en la propia literatura, de la que es imposible no contagiarse. ~
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).