¿Y México por qué no?, de Jorge G. Castañeda y Manuel Rodríguez

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¿Y México por qué no? postula que el principal problema del país es el persistente dominio de monopolios –económicos, sindicales, políticos–, que le impiden crecer. México, nos dicen Castañeda y Rodríguez, es un país de monopolios, desde la Colonia y la Casa de Contratación de Sevilla. En esa estructura monopólica basó el PRI su dominio de setenta años. Muchas cosas han cambiado en México en los últimos tiempos, menos lo esencial, que es la supervivencia de nuestro sistema corporativo: Leviatán que sirvió al país durante décadas, pero que hoy “es un serio obstáculo para el crecimiento”, nos dicen los autores.

Necesitamos crecer al 6 o 7% anual, como lo hicimos en el pasado (pese a que el dominio de los monopolios en ese entonces era aún más férreo) y como, de hecho, lo hacen Colombia, Chile y Perú. Los monopolios, dice Castañeda, han conducido a México al bajo crecimiento, la pobreza y la desigualdad, a la inseguridad y la informalidad. Felipe Calderón, extrayendo ventaja de su fragilidad política inicial, pudo haber peleado esa batalla contra el cáncer corporativo, pero optó por la guerra contra el narcotráfico, más vistosa, aunque destinada al fracaso. Castañeda se dice, en cambio, dispuesto a librar ese combate (el suyo, dice, “es el único programa diferente, consecuente y sustantivo”), y para demostrarlo lanza este primer proyectil en forma de libro que, más que un análisis riguroso de la realidad mexicana (empresa quizás imposible dado el formato de la colección que eligieron para lanzarlo), es el esbozo de un programa antimonopólico radical. Dado que Castañeda quiso ser candidato a la presidencia, muchos lectores supondrán que este programa “ambicioso y visionario” va en esa dirección. De los libros antimonopólicos al poder.

Uno de los grandes problemas al momento de enfrentarse a los monopolios es que estos simulan que no lo son: “simulan que compiten, que hacen que informan, que democratizan”. Se trata de un problema de raíz. En El laberinto de la soledad Octavio Paz apuntaba: “La simulación es una de nuestras formas de conducta habituales […] Con ella no pretendemos nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos.” Los mexicanos mentimos y nos mentimos. Mostramos al mundo una cara de apertura cuando en el fondo sabemos que somos una nación bastante cerrada, en lo económico, en lo social y en lo político.

Para terminar con esa simulación, para refundar al país sobre otras bases, Castañeda y Rodríguez sugieren, en lo económico, fragmentar Telmex en varias compañías regionales, la creación de una tercera cadena nacional de televisión y la apertura de los monopolios estatales, esos que nos impiden producir electricidad, extraer petróleo y darnos un buen sistema de salud. Los problemas en relación a la solución planteada por este dinámico dúo de autores comienzan desde el concepto, ya que tratan de igual modo, como si fueran lo mismo, a los monopolios estatales, los oligopolios, las trasnacionales y el corporativismo. Para justificar esta confusión ensayan esta definición de monopolio: “se refiere a la concentración casi absoluta del poder en uno o pocos actores que comparten la idea de conservarlo a cualquier precio”. Veamos el caso de Telmex, que los autores juzgan emblemático. Proponen que Telmex se divida en empresas regionales, como en Estados Unidos la Corte obligó a hacerlo en 1911 a Standard Oil y en 1974 a AT&T. Pero el reparto del pastel en monopolios regionales no representa ventajas para los consumidores: es lo que se llama un cártel. Y ya Ramón Cota Meza ha señalado que los monopolios extranjeros ni son más deseables que los mexicanos, ni permiten la reciprocidad: abrir el mercado de Estados Unidos a los monopolios mexicanos.

¿Qué es lo que quieren Castañeda y Rodríguez? Quieren visibilidad, que en política vale. Similar es el caso de su propuesta de una tercera cadena nacional de televisión. Su argumento es que una tercera cadena obligaría al duopolio a ser más competitivo y abierto. Es una falacia. Convendría recordar que lo mismo se nos dijo cuando se pasó de una a dos cadenas nacionales, y esa apertura no se dio: la competencia no mejoró, empeoró la calidad, ¿por qué sería ahora distinto? En el ámbito sindical proponen democratizar los sindicatos y eliminar la cláusula de exclusión. Dejan muy claro que no se trata de un asunto de personas sino sistémico, fórmula que les permite hacer varias reverencias a la maestra Gordillo. Así, en la página 22 se le incluye en un breve listado de mexicanos destacados y honorables; y en la 59 se nos informa que la maestra ha demostrado a lo largo de los años (¡ya más de veinte!) su “vocación sindical innovadora”. No se les ocurre a los autores, en cambio, lo obvio: ¿por qué no fragmentar el poderoso sindicato de la maestra Gordillo en diversos sindicatos regionales? ¿Por qué los autores no acusan al SNTE, el mayor monopolio sindical de América Latina, de ser por lo menos corresponsable del desastre educativo en México?

En el terreno partidista, los autores proponen suprimir o disminuir sensiblemente el financiamiento estatal a los partidos, y la posibilidad de presentar candidaturas independientes. Mientras no nos decidamos a dar esos pasos, afirman, México simulará que es una democracia y una economía abierta. No basta, aclaran, echar a andar un ambicioso programa antimonopólico si este no se acompaña de una restructuración a fondo del Estado mexicano, ya que es un hecho “que las actuales instituciones sólo sirven para administrar y no para gobernar”.

Castañeda, autor de La herencia, hijo de un secretario de Relaciones Exteriores y él mismo, en su momento, secretario de Relaciones Exteriores, parece proponerse a sí mismo como el hombre que puede encabezar ese osado programa antimonopólico. Basta, para lograrlo, desarrollar una “política de alta intensidad”, “innovadora y valiente”, acompañada, eso sí, de un “acontecimiento imprevisible e imprevisto”, es decir, de un milagro.

No lo hará, por otro lado, a estas alturas, Calderón, quien, a decir de Javier Corral, en vez de enfrentarlas, “renovó el pacto con las televisoras”. Pacto que se selló en el gobierno de Fox y que Calderón refrendó. Conviene detenerse un poco en este punto. Escribe Castañeda: “Fox le cumplió a los altos ejecutivos de Televisa que lo acompañaron a China en junio de 2001, cuando a petición de ellos, se comprometió a no permitir el surgimiento de una tercera cadena abierta.” Las razones que sustentaron esa solicitud fueron “escuchadas directamente por uno de los autores durante el mencionado viaje a China”. O sea que el secretario de Estado Jorge Castañeda dio a Jorge Castañeda el comentarista independiente la exclusiva de sus propias infidencias.

Con ese mismo juego doble, ¿Y México por qué no? denuncia a la comentocracia desde el mullido sillón de la comentocracia. Me parece que, para ser consecuente, y aunque de ningún modo se trate de un líder que genere consensos, Jorge Castañeda debería lanzarse abiertamente al ruedo político y desde ahí ofrecer a la sociedad sus propuestas, sin chismes ni simulaciones. Empezando por el título del libro, que pudiera ser ¿Y Castañeda por qué no? ~

 

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