Literatura venezolana contemporánea: la exploración de lo transterritorial

Una contribución para ensanchar el mapa de una literatura marcada por la diáspora, pero con autores clave que siguen escribiendo en el país.
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Venezuela ha configurado, a través de un flujo migratorio inédito, un mapa literario de escritoras y escritores regados por todo el mundo. Está situación incide en un mayor interés acerca de una literatura no muy conocida. También han influido los premios internacionales. El último Premio Cervantes fue concedido a Rafael Cadenas, figura cimera de la poesía venezolana. El oriundo de Barquisimeto, reconocido ahora como “el poeta nacional”, fue el primer venezolano en obtener tal reconocimiento.

A propósito de este galardón, el más importante en lengua castellana, me he planteado hacer una panorámica actual de la literatura venezolana. Este ejercicio, como toda visión de conjunto, significa una renuncia a la exhaustividad. Así que he elegido ocuparme exclusivamente de la narrativa en el presente. De entrada, reconozco que al revisar cualquier aproximación a las voces literarias actuales de Venezuela, se tendrán por ineludibles los nombres de Karina Sainz Borgo (1982), Rodrigo Blanco Calderón (1981), Juan Carlos Méndez Guédez (1967) y Alberto Barrera Tyszka (1960).

Ahora bien, he dicho ineludibles, pero no los únicos en esta comunidad transterritorial de voces literarias venezolanas. De hecho, en 2022 intenté mostrar la realidad desperdigada que somos. Para ello diseñé el Mapa glocal de la literatura venezolana contemporánea, un mapa interactivo que muestra quiénes y en dónde están haciendo literatura. Allí se muestran las voces vivas, consagradas y jóvenes, de Venezuela. Entre los nombres incuestionables están Victoria de Stefano (1940-2023), Ana Teresa Torres (1945), José Balza (1939), Elisa Lerner (1932), Milagros Mata Gil (1951), José Napoleón Oropeza (1950), Gabriel Jiménez Emán (1950), Laura Antillano (1951) Eduardo Liendo (1941) y Antonieta Madrid (1939).

Por su parte, WMagazín planteó un “panorama actual” de la literatura venezolana que registra una treintena de voces. Además, como parte de una cartografía de la literatura latinoamericana del siglo XXI publicada en Letras Libres, Federico Guzmán Rubio incluyó un grupo de autores reconocidos como infaltables en la literatura de Venezuela de las últimas décadas. Todas estas han sido exploraciones necesarias que buscan señalar lo que va siendo la actualidad literaria venezolana.

Desde esta aproximación, pretendo sumar otros nombres que bien complementan estos panoramas. Así las cosas, un acercamiento a la narrativa muestra cómo la novela sigue dominando el pulso de la literatura, pero sin dejar de lado el cuento, cuya tradición en Venezuela es importantísima. Asimismo, movimiento y errancia se imponen como signos de esta época; pareciera ser este el modo en que va configurándose la patria literaria transterritorial venezolana. Desde allí, y sin ánimos canónicos, quisiera detenerme muy brevemente en algunos proyectos literarios que dan cuenta de este rasgo transterritorial preponderante de la literatura venezolana contemporánea. Destaco a continuación algunas voces, con al menos tres libros publicados, cuyas obras son dignas de considerar.

Dentro de Venezuela, pese a la precariedad de las últimas décadas, hay voces de gran valor. Victoria de Stefano (1940-2023) fue una narradora sumamente singular que construyó una obra sobresaliente con estilo y calidad estética particularísimos, a cuyo encuentro lamentablemente la crítica ha tardado en llegar. Son notables obras como Historias de la marcha a pie (1997), Lluvia (2006) o Vamos, venimos (2019), novelas en las que prosa, profundidad y lenguaje articulan belleza y verdad. También es significativa la obra de Ana Teresa Torres (1945), en la que ha sido determinante su interés y gran manejo de lo histórico, la memoria, lo político, lo psicosociológico o lo distópico para convertirla en una referencia obligada en Venezuela. De su trabajo, resalto El exilio del tiempo (1990), Doña Inés contra el olvido (1992), Nocturama (2006), Diorama (2021) y Cuentos completos (1966-2001). (2002).

Agrego a dos autoras más residentes de Venezuela: Carolina Lozada (1974) y Krina Ber (1948). Lozada es reconocida por una cuentística en la que destacan la efectividad de sus atmósferas, la presencia de personajes cercanos y alucinantes y la búsqueda estética desde temas irónicos y humorísticos, cotidianos y existenciales. Esta narradora acaba de publicar una novela titulada Todo es lo que parece (2023), y de sus libros de cuentos destaco Los cuentos de Natalia (2010) y El cuarto del loco (2014). Mientras que Krina Ber ha sabido dar tratamiento, desde el relato y la novela, a temas tan disímiles como el amor, el desplazamiento, el poder y la política, la muerte y, desde luego, el valor de la vida y la libertad. Quizá sea lo inestable o la desestructuración lo que mejor caracteriza su narrativa, ante la que el lector puede sentirse descolocado y cautivado a la vez. De Krina Ber son destacables el libro de cuentos Para no perder el hilo (2009) y las novelas Nube de polvo (2015) y Ficciones asesinas (2021).

Otras voces narrativas que considero pertinente anotar son Gisela Kozak (1963), Fedosy Santaella (1970) y José Urriola (1971), establecidos en México. El caso de Urriola es el de una voz “solitaria” en la ciencia ficción, a la cual ha resignificado en libros que ofrecen una experiencia enrarecida, a través de historias aparentemente comunes hasta que las máquinas o la inventiva humana irrumpen y desconciertan. De la obra de Urriola hay que mencionar las novelas Santiago se va (2015) y Fisuras (2020) y el libro de relatos Fragmentario (2021). Por otro lado, Fedosy Santaella ha acumulado una ingente obra, con novelas y cuentos que exploran las más diversas búsquedas de la condición humana, el tiempo y la identidad. Entre sus libros habría que señalar El dedo de David Lynch (2015), Los nombres (2016) Hopper y el fin del mundo (2021), Ciudades que ya no existen (2010) y Piedras lunares (2016). Gisela Kozak ha concedido lugar especial a la realidad urbana, a sus modos de vida y las relaciones que de allí emergen para narrar lo que la escritora descifra y desea mostrar: amor, emocionalidad, violencia, intimidad y condición política. Ha publicado Pecados de la capital y otras historias (2005), Latidos de Caracas (2006), En rojo (2011) y Todas las lunas (2011).

Daniel Centeno Maldonado (1974) tiene una obra desdoblada entre el periodismo literario y la ficción. Ha publicado en la primera categoría Retratos hablados: 50 conversaciones de aquí y de allá (2010) y Ogros ejemplares (2015); en la segunda, su novela La vida alegre (2020). En esta, el autor ha sabido combinar la profundidad de vidas ordinarias y grotescas, desde un impecable manejo del humor y el drama, con la tragedia de la existencia humana; todo dominado por un sutilmente esbozado deterioro de la Venezuela actual. También residenciado en Estados Unidos, está Camilo Pino (1970), quien ha publicado tres novelas: Valle zamuro (2011), Mandrágora (2017) y Crema Paraíso (2020). La narrativa de Pino explora la realidad política venezolana, la presencia de personajes fracturados en sus relaciones y las deformaciones derivadas de obsesiones profundamente humanas; sus narraciones se sirven del cinismo, el humor, la ironía y la provocación para hacer funcionar las historias.

En tierras más al sur de América, en Argentina desde hace más de veinte años, encontramos a Gustavo Valle (1967). Es autor de las novelas Bajo tierra (2009), Happpenig (2014) y Amar a Olga (2021). En su obra es clave la carga que se otorga a los personajes, pues parecieran los principales encargados de convencer al lector de que se quede a vivir la historia que se narra. Temas infaltables de su novelística: el amor y sus implicaciones, el intimismo, las ciudades y sus particularidades, la existencia y el paso del tiempo.

Por último, destaca el nombre de Eduardo Sánchez Rugeles (1977), de los autores mejor recibidos por el público dentro de Venezuela, con novelas como Blue Label (2010), Liubliana (2012) y, más recientemente, El síndrome de Lisboa (2022). También ha publicado el libro de cuentos Los desterrados (2011). La narrativa de este autor es potente y atrapa, despierta los sentidos y todo tipo de emociones; las historias suelen contener personajes que han sido llevados a límites inimaginables y nunca está muy claro lo que sucede ni cómo va a ser el desenlace.

Hasta aquí esta aproximación a la literatura venezolana actual. Se ha ampliado el universo de autores reseñados en otros panoramas, sin olvidar a los autores de más larga trayectoria ni a los nombres de mayor resonancia internacional. Con ello se pretende contribuir a la difusión de una literatura marcada por la diáspora, pero con autores clave que siguen escribiendo en el país. ~

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Humanista digital, profesor, escritor, editor y consultor de procesos venezolano es fundador de narrativasinteractivas.com.


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