Ojalรก abrir un libro de cuentos y que todavรญa hubiera magia de verdad.
Ojalรก poder leer un libro de cuentos de la tierra que aรบn puedan mirar a la cara a las estrellas y a las espirales de luz.
Ojalรก unos cuentos que invocaran las partituras de las placas tectรณnicas y estas respondieran de pronto con un movimiento. Fuerte. Inesperado.
Ojalรก esos cuentos se quedasen en ese lugar de la imaginaciรณn al que volver, ese lugar donde los cuentos no avisan y echan raรญces, y te hacen regresar para ver de nuevo, de improviso cada vez, sus paisajes y mรบsicas: montaรฑas de recuerdos, califas, burรณcratas, duendes, hermanos sufรญes, estudiantes de literatura, un seรฑor Silla, un seรฑor gordo, en medio del desierto, en una caseta asfixiante, una tormenta; y niรฑas muy listas y niรฑos muy crueles; una un con vestido verde y nombre de verano, que con un artefacto hace otro artefacto que seguro volarรก; caracoles y ratas examinando escrituras sagradas, โlas sagradas escriturasโ, perdรณn; y niรฑos en la playa con madres que leen y se dan crema solar e ignoran los monstruos; y agricultores retirados en algรบn lugar de Inglaterra que se tumban desnudos a mirar el cielo; actores que piden trabajo; despacho, desiertos, ministerios kafkianos, casas en teatros, escenarios con casas, sรณtanos con insectos, reptiles, roedores, geometrรญas gigantes en campos sin arar, dioses del mar, fajos de paja, velas, monedas, partidas de ajedrez, epรญstolas de hermanos, granos de arroz…
Pareciera que esas montaรฑas son las mismas, esos cultivos, los edificios, los cristales, los caminos, los exรกmenes, las reglas de intercambio, etc., pero no. Rodrigo Cortรฉs se habrรญa ido a pintar y escribir al otro lado otro paisaje, ese que hay justo nada mรกs cruzar la lรญnea del horizonte. No estarรญamos del mundo al revรฉs. No. Serรญa este mismo suelo, esta misma tierra, la telรบrica, la nuestra, pero en ese otro lado que permite esos otros equilibrios. Por eso ahรญ las preguntas serรญan otras, y por ello las respuestas tambiรฉn. Mรกs fรกciles algunas, y en un permanente juego de balanzas cruzadas e imposibles como las del oso de la portada. Con todo en el aire. Y patas abajo. Y es ahรญ donde libremente esta pluma sube o baja, casi vuela, repta a veces, y se permite rรกfagas poรฉticas que duran un segundo, y otras larguรญsimas, en espiral, que dejarรญan el regusto dulce, o amargo, de una carcajada irrefrenable…
Ojalรก un libro de cuentos fuera todavรญa una caja de Pandora. Ojalรก no tuviera fondo. Ojalรก cupiesen ahรญ tambiรฉn los abismos. Los infiernos. Los rasguรฑos y caricias sin razรณn, ni moraleja.
Ojalรก se aparecieran tambiรฉn los fantasmas. Escuetos. Porque aunque todo el mundo sabe que los fantasmas no existen, son los รบnicos que se pueden pasear y asomarse al balcรณn de nuestras miserias. Ojalรก antes de caer por ese balcรณn una mano te parara.
Ojalรก los cuentos no evadiesen los enigmas. Ojalรก un abuelo le preguntase crudo, casi cruel, a su nieta por la muerte, sin respuestas. Porque la muerte… no se entiende.
Ojalรก hubiera un jardรญn. Ojalรก solo miraran las plantas. Ojalรก una carta de amor que predijese el futuro. Todos los futuros posibles. Los hermosos y los terribles. Ojalรก una coplilla lo solucionase todo. Ojalรก entonces se gritara el eterno sรญ. Ojalรก Albert y Mileva lo bailen.
Ojalรก la ciencia terrรกquea tuviera que mirar a la magia por un momento con honestidad, y la magia se sintiera atada por un segundo. Y las dos saltaran a la vez y fueran celestes por un milรญmetro.
En Cuentos telรบricos, de Rodrigo Cortรฉs, donde ocurre todo esto al mismo tiempo, a veces los cuentos son vรณmitos de preguntas, a veces vuelos, a veces expediciones con polvo, a veces una mirada, un susto, una humedad, un ejercicio de la mente, o del pecho, a veces una tabla de multiplicar palabras y significados; a veces son grieta, a veces bofetรณn, a veces un poema de amor invisible, a veces ciencia, a veces magia, a veces solo un trucoโฆ
Rodrigo Cortรฉs, mago y cientรญfico, dice que a los personajes los habita un rato y simplemente deja que echen a andar a favor, o en contra, de sus propios impulsos y creencias. Y seguramente por eso es por lo que se nos aparecen asรญ de imprevisibles, entre el nudo y la risa, en un zigzag que te abofetea, te hunde, te juega, te eleva, bajo la sorpresa permanente. Y a lo mejor la del propio autor.
Dice tambiรฉn Rodrigo Cortรฉs que las palabras se le ordenan solas.โฆ No sรฉ si serรก verdad, pero sรญ es cierto que en esa alquimia opera todo, en ese caldo mitad ciencia, mitad magia. Y que cuando estalla el rayo surgen estos cuentos, prodigio en el lenguaje, en la mรบsica y en la imaginaciรณn.
Y todo esto, sin olvidar que los alquimistas, los lanzadores de rayos, los magos de verdad, tal y como sostiene el primer cuento de este libro, los de verdad, de verdadโฆ, son los de los trucos. Porque, como decรญa Georges Mรฉliรจs, todo es siempre un truco, y si el truco permite a alguien encontrar un sentido que ni siquiera el propio autor sabรญa que tenรญa, ya estarรญaโฆ
Los buenos cuentos suelen estar llenos de revelaciones, ahรญ radica la รบnica posibilidad de experiencia o aprendizaje, en el equilibrio entre la sorpresa y lo inevitable. Por eso un mago de verdad nunca revela sus trucos. Pasen y lean.
Paula Ortiz es directora de cine y guionista. En 2015 dirigiรณ La novia, y estรก preparando una adaptaciรณn de la historia de Barba Azul.