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Para terminar estas Memorias de un leedor, he elegido un libro que en cierto modo es su cifra, pues trata precisamente de la obsesiรณn de la lectura. De las novelas del aรบn incipiente siglo XXI, El mal de Montano es una de las que mรกs me ha deslumbrado y su autor, Enrique Vila-Matas, uno de los pocos escritores contemporรกneos que me he sentido impulsado a leer completo varias veces y que he incorporado a mi panteรณn literario personal.
Empecรฉ a leer y escuchar elogios de Enrique Vila-Matas a finales del siglo pasado (a raรญz, sobre todo, de la Historia abreviada de la literatura portรกtil) y, como suele ocurrir en estos casos, desconfiรฉ. Todos los lectores tenemos formado un cierto paisaje literario y la irrupciรณn de un nuevo autor relevante puede resultar incรณmoda, pues nos obliga a reacomodar el paisaje. Mรกs fรกcil, mรกs perezoso, mรกs prejuicioso, es restarle importancia a lo nuevo y esperar que el paisaje siga igual (en el fondo, quizรก queremos que nada cambie). Es cierto que muchas veces las supuestas grandes novedades son llamaradas, pero, en ocasiones, no, y esta era una de ellas. Leรญ, pues, la Historia abreviada, pero confieso que me dejรณ algo frรญo; me pareciรณ un libro original, ligero, divertido, pero hasta ahรญ. No seguรญ leyendo a su autor, pero, aรฑos despuรฉs, se me atravesรณ El mal de Montano y, entonces sรญ, me tirรณ del caballo. Cuando me levantรฉ, estaba total e irremediablemente envilamatado.
El mal de Montano ganรณ el Premio Herralde de la editorial Anagrama en 2002, pero yo lo leรญ aรฑos despuรฉs en la ediciรณn de bolsillo (Barcelona, 3ยช. ediciรณn, 2009). Este quizรก sea el momento para decir que, para los lectores de mi generaciรณn, la mejor narrativa contemporรกnea es casi sinรณnimo del catรกlogo de Anagrama, cuyas colecciones amarilla (Panorama de Narrativas) y gris (Narrativas Hispรกnicas) se volvieron casi un fetiche. Allรญ hemos leรญdo, entre otros, a Antonio Tabucchi, Claudio Magris, Martin Amis, Michel Houellebecq, Paul Auster, Patricia Highsmith, Roberto Calasso, Roberto Bolaรฑo, Ricardo Piglia, Pedro Juan Gutiรฉrrez, รlvaro Pombo, Javier Marรญas, Juan Villoro, รlvaro Enrigue y un prolongado etcรฉtera.
Me llevรฉ el libro a unas pequeรฑas vacaciones en Parras, Coahuila โun pueblo en medio del desierto rodeado de viรฑedos, sede de la benemรฉrita Casa Maderoโ adonde fui en compaรฑรญa de Daniela y Enrique, entonces dos estudiantes. No es raro que un profesor de literatura, cuando existe un genuino amor compartido por esta, establezca con sus alumnos una amistad, una complicidad, que quizรก no sea tan comรบn fuera de las artes o las humanidades. El joven que estudia literatura con autรฉntica vocaciรณn percibe de manera inmediata cuando estรก frente a alguien que comparte su pasiรณn vital y que, por simple motivos cronolรณgicos, la ha desarrollado un poco mรกs. Puede existir, al principio, una pura admiraciรณn que luego, si el trato se ahonda, deviene tambiรฉn en afecto y amistad. El lazo que se forma entonces es รบnico y no se parece a ningรบn otro. Por esto me alegra que el descubrimiento de un libro que es un gran homenaje a la lectura ocurriera en un viaje cuyo origen fue la amistad nacida precisamente por el amor a la lectura.
En Parras, pues, en el corredor de la Posada Santa Isabel, abrรญ El mal de Montano y leรญ: โSoy un enfermo de literatura. De seguir asรญ, esta podrรญa acabar tragรกndome, como un pelele dentro de un remolino, hasta hacer que me pierda en sus comarcas sin lรญmites. Me asfixia cada vez mรกs la literatura, a mis cincuenta aรฑos me angustia pensar que mi destino sea acabar convirtiรฉndome en un diccionario ambulante de citasโ. Tuve que cerrar el libro y hacer una pausa, gesto que se repitiรณ varias veces a lo largo de la lectura: โCaray โme dijeโ, esta es la novela de un leedorโ.
El mal de Montano โtodo Vila-Matasโ es archiliterario; la obra de un hombre, dirรญa Borges, โpodrido de literaturaโ, y quizรก solo otros podridos como รฉl pueden apreciarla cabalmente. Enrique Vila-Matas es un escritor originalรญsimo, dueรฑo de un mundo personal inconfundible (la seรฑa de todo verdadero artista), que se fue desarrollando lentamente a lo largo de sus libros hasta alcanzar la plena madurez literaria: primero fue el autor experimental, vanguardista, de tรญtulos como Mujer en el espejo contemplando el paisaje o La asesina ilustrada; luego el narrador solvente, clรกsico, de Impostura; despuรฉs el escritor shandy, lรบdico, de la Historia abreviada o Una casa para siempre; mรกs tarde el nihilista cรณmico, desesperado, de Hijos sin hijos y Lejos de Veracruz; el novelista consumado de El viaje vertical y, finalmente, el maestro literario de Bartleby y compaรฑรญa, El mal de Montano y Parรญs no se acaba nunca (y ha seguido y sigue, en permanente evoluciรณn, pero con estas tres obras me parece que alcanzรณ su cenit).
El mal de Montano es la enfermedad del leedor, de aquel tan infectado de literatura que ya no tiene una vida al margen de ella. Lo normal โdirรญamos, lo sanoโ es que el lector, si bien mantiene una relaciรณn cercana y fecunda entre su vida y sus lecturas, las conserva separadas. Para quien padece el mal, eso no es posible. El enfermo del mal de Montano, para empezar, lee demasiado; no es que lea de vez en cuando, para relajarse o pasar el rato, como una actividad secundaria, sino que leer se convierte en su actividad principal. Poco a poco โcomo en el caso de Alonso Quijano, el Leedor ante el Altรญsimoโ la literatura empieza a apoderarse de su vida y, para cuando se da cuenta, si no se ha vuelto loco, se ha hecho uno con ella. Toda su vida pasa a travรฉs del tamiz de la literatura. Vive para leer y lee para vivir. Al principio, esto puede suponer un motivo de angustia, como apunta el narrador de la novela. No es normal tener esa clase de relaciรณn con la literatura y la ficciรณn, y a veces se puede tener la impresiรณn de que estas acabarรกn devorรกndonos. Sin embargo, como ocurre al propio protagonista, gradualmente nos damos cuenta que el mal es, en realidad, una fortaleza y que, si bien no se eligiรณ adquirirlo, es la รบnica forma de vida posible. En una reflexiรณn que podrรญa haber hecho Tonio Krรถger, el narrador concluye: โpor eso ahora puedo decir tranquilamente que, entre la vida y los libros, me quedo con estos, que me ayudan a entenderla. La literatura me ha permitido siempre comprender la vida. Pero precisamente por eso me deja fuera de ella. Lo digo en serio: estรก bien asรญโ. Y, mรกs adelante, comentando una cita del personaje de El hombre sin atributos de Robert Musil, la aceptaciรณn se convierte en celebraciรณn: โ โnuestra vida deberรญa ser total y รบnicamente literatura.โ Aplausos para Ulrich. Me pregunto por quรฉ serรฉ tan estรบpido y llevo tanto tiempo creyendo que deberรญa erradicar mi mal de Montano cuando este es lo รบnico valioso y realmente confortable que poseoโ. Y es que, para unos cuantos seres extraรฑos, para los leedores, el mal de Montano es el รบnico modo de estar vivos.
Aparte de la manรญa leedora, el rasgo que me hace mรกs simpรกtico a Enrique Vila-Matas y que lo vuelve parte de mi familia favorita de escritores (Montaigne, Cervantes, Sterne, Stendhal, Alain) es su voluntariosa apuesta por la alegrรญa. En Parรญs no se acaba nunca cuenta cรณmo fue la transiciรณn del joven fascinado por el pesimismo y la tristeza โtรญpico defecto juvenil, por lo demรกsโ al que sospechรณ que quizรก era mejor intentar vivir con toda la fuerza y el placer de que seamos capaces: โtal vez lo elegante era vivir en la alegrรญa del presente, que es una forma de sentirnos inmortales. Nadie nos pide que vivamos la vida en rosa, pero tampoco la desesperaciรณn en negro. Como dice el proverbio chino, ningรบn hombre puede impedir que el pรกjaro oscuro de la tristeza vuele sobre su cabeza, pero lo que sรญ puede impedir es que anide en su cabelleraโฆ Ahora pienso que no es elegante sino de verdaderos cataplasmas estar en el mundo sin experimentar la alegrรญa de vivirโ.
La apuesta tiene mรกs mรฉrito porque hay en Vila-Matas una evidente tendencia a la melancolรญa, pero, en lugar de regodearse en ella, como hacen los espรญritus irremediablemente tristes, la resiste, como en el estupendo final de Kassel no invita a la lรณgica, en la que el protagonista, tras un ataque nocturno de depresiรณn en el que ve todo negro, es rescatado por la maรฑana y la luz del sol.
Tiempo atrรกs, mi admiraciรณn por Enrique Vila-Matas me llevรณ a componer un breve Diccionario Vila-Matas (descargable gratis aquรญ). Una obra tan peculiar como la suya incluye muchos tรฉrminos propios y otros ordinarios que revisten un significado especial: autoficciรณn, bartleby, conferencia, espรญa, fiesta, huida, lentitud, portรกtil, shandy, etc. Siguiendo el ejemplo de su magnรญfica pรกgina de internet, primero lo colguรฉ en la red y luego apareciรณ en forma de libro.
Hace pocos aรฑos, en Barcelona, tuve la inesperada oportunidad de conocer a Enrique Vila-Matas, pero preferรญ no hacerlo. Iba yo camino a la librerรญa +Bernat, en la calle de Buenos Aires, y de pronto lo vi entrar. Mi primer impulso fue acercarme y presentarme o saludarlo, pero me contuve. Ni siquiera entrรฉ a la librerรญa. En vez de eso, me quedรฉ afuera e hice lo vilamatianamente lรณgico: lo espiรฉ. Plantado frente a la vidriera, lo vi hojear las novedades sobre las mesas, saludar a una persona y luego perderse en el fondo de la librerรญa. Despuรฉs recordรฉ una de sus citas favoritas: sea lo que sea, lo mejor es largarse. Y me fui.
(Xalapa, 1976) es crรญtico literario.