Todo está, estaba y estará en Azcona

La obra narrativa del guionista de Berlanga y Ferreri, reunida por la editorial Pepitas de calabaza, aborda temas universales y aún vigentes: desde la vejez al problema de la vivienda.
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Obra narrativa mayor. Pepitas de calabaza, editorial logroñesa, reúne la obra narrativa mayor de Rafael Azcona (Logroño, 1926 – Madrid, 2008) en un cofre. Son siete volúmenes con nueve novelas y un estudio sobre Azcona a cargo de Bernardo Sánchez, colaborador de Azcona, estudioso de su obra y autor de, entre otros, el guion de Los europeos en la versión cinematográfica dirigida por Víctor García León basada en la última novela de Azcona. El volumen que da título al cofre, Todo Azcona, incluye también la pieza “Mi vidorra de escritor (Autobiografía pequeñita)”, de Azcona, que se incluyó como presentación de Cuando el toro se llamaba Felipe, novela de 1956. Se incluyen las novelas que Azcona firmó bajo su nombre, y que luego, cuando le ofrecieron la posibilidad de reeditar y rescatar, reescribió. Son: El repelente niño Vicente, Memorias de un señor bajito, Cuando el toro se llama Felipe, Los muertos no se tocan, nene, El pisito, Los ilusos, Pobre, paralítico y muerto, El cochecito, Los europeos. Se dejan fuera las novelas que Azcona escribió bajo el pseudónimo de Jack O’Reilly. Azcona, conocido por ser el guionista de algunas de las mejores películas del cine español, antes fue escritor, y antes humorista en La Codorniz

Retrato de España. Una de las cosas que llaman la atención al leer el ensayo de Sánchez, repaso a esas novelas que en algunos casos se convirtieron en películas, o viceversa, películas que se convirtieron en novelas, es la vigencia de algunos temas. No sé si es mérito de Azcona por dar con algunos temas universales, como la vejez, o demérito de la sociedad, en el caso de la vivienda como problema, que sigue sin resolverse. En las obras de Azcona a veces puede verse una continuación de la picaresca española, es decir: pobres obligados a ingeniárselas para ganarse la vida cada instante, viviendo al día. Idean proyectos, hacen cálculos, ven una posibilidad de desahogo en un negocio o en un trabajillo, pero siempre casi todo se frustra, porque la única manera de dejar de ser pobre en la España de la posguerra es haber nacido rico. 

Pobres, no imbéciles. Azcona se ocupó de la pobreza y la miseria. En La Codorniz tirando hacia el humorismo, también desde la tensión entre ricos y pobres. En sus novelas y películas –de alcance más popular, sobre todo las que dirigió Berlanga, pero también las de Ferreri– también. Anota Sánchez: “Pese a su efecto cómico, la ‘miserabilidad’ no era, en el fondo, motivo de simple broma o chiste para Azcona, sino motivo de estrategia irónica para reflejar el esfuerzo de supervivencia en un país aún carencial y habitado por capas sociales muy empobrecidas: una España carpantista”. El tratamiento de Azcona del pobre como tipo es también un retrato de la hipocresía en la mirada hacia los pobres: se espera de ellos que sean buenos, en tanto que pobres, nos movemos en la idea de la caridad cristiana, y eso se refleja en Plácido, con la campaña “Siente un pobre a su mesa”. Azcona libera a sus pobres al no imponerles marco moral: bastante tienen con lo suyo. 

La comida, la calle, el placer. Azcona usaba el transporte público entre otras cosas para escuchar a la gente hablar, es lo que se llamaba tomar el pulso a la calle, pero también robar una frase aquí, un diálogo allá, anotarlo y colarlo en una novela o en un guion. Pensé en Azcona al ver las dos películas pendientes de estreno del coreano Hong Sangsoo, Necesidades de una viajera y By the stream. Me acordé de él cuando en By the stream comen anguila, con un fuego debajo de la mesa del bar en el que comen; cuando Isabel Huppert se lleva a la boca no sé qué blanco después de untarlo en otra cosa y todo tiene una pinta sabrosa; pensé en Azcona cuando un personaje le explica a otro que tiene que dejar el kimchi un par de días fuera de la nevera, todavía tiene que fermentar, le dice. (Fermentación es civilización, que decía Félix Romeo.) Y me acordé de Rubén Lardín, que en Las ocasiones dice que para que un libro sea útil ha de tener un conjuro o una receta. 

El novelista que nos robó el cine. Azcona dejó las novelas por el cine. Escribió Umbral de Azcona que “No ha renunciado jamás a la literatura, aunque haya renunciado al libro”. Cierra su ciclo novelístico Los europeos, donde se alza el vuelo, amplía el campo y nosotros soñamos con las novelas que no escribió. 

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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