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¿Conflicto o concordia a futuro?

La pregunta que el libro de Andrew Selee me plantea es: ¿continuará el avance de la integración de los inmigrantes a la sociedad estadounidense o se interrumpirá cuando se muestre la inviabilidad de las promesas de Trump?
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Lo menos que se puede decir de Andrew Selee, el autor de Vanishing Frontiers, the Forces Driving Mexico and the United States Together es que un optimista irredimible.

Su entusiasmo bicultural se justifica no solo porque está felizmente casado con una mexicana y vivió largas temporadas en varias partes de la República Mexicana sino por el rigor de sus investigaciones sobre el tema. Sus credenciales académicas son impecables. Fue director del Instituto México y vicepresidente ejecutivo del Woodrow Wilson Center, y hoy es presidente del Migration Policy Institute.

La evidencia que presenta en su libro sobre la asombrosa integración entre México y Estados Unidos en los últimos veinticinco años en temas de comercio, inversión, empleo, energía, migración, seguridad, alta cultura y cultura popular es precisa y apabullante. Su visión, sin embargo, no es utópica y su convicción del avance del amalgamiento de dos culturas diferentes no le impide dar cuenta de los numerosos enfrentamientos que dicho acercamiento ha provocado.

Selee sabe del tema y reconoce el enorme reto que la agresiva política de Donald Trump, inventando barreras físicas y emocionales para separarlos, es un grave problema pero le da mayor peso a los enormes beneficios que la vecindad le ha traído a ambos países en los últimos 25 años.

Aparte del crecimiento substancial del comercio binacional cita interesantes ejemplos como el del puente que conecta San Diego con el aeropuerto de Tijuana que ha tenido un enorme éxito; la inversión de la Ford Motor Company en San Luis Potosí y en Michigan, o la de las panaderías mexicanas Bimbo por todo Estados Unidos. También describe la exportación de energía americana a México y el triunfo de los cineastas mexicanos en Hollywood. Destaca los intercambios tecnológicos entre Silicon Valley y Guadalajara, y la celebración de partidos de futbol soccer y americano, basquetbol y beisbol de y en ambos países.

Las encuestas, escribe Selee, muestran que la mayoría de los americanos siente simpatía por México y reconoce la importancia de la relación. Pero, admite, también registran que un poco más de un cuarto de la población tiene opiniones negativas sobre México.

Para ilustrar esta dicotomía, Selee narra las vicisitudes de Hazleton Pennsylvania, un pueblo que debe su nombre a la pésima ortografía del oficial que lo registró. Poblado inicialmente por inmigrantes europeos que trabajaban en las minas se volvió un pueblo fantasma cuando estas cerraron. Hasta que a mediados de los noventa el pueblo revivió con el arribo de inmigrantes latinoamericanos procedentes de Centro y Sudamérica, y compañías mexicanas como Bimbo que abrieron nuevas fuentes de trabajo.

En 2006, cuando los hispanos ya formaban un tercio de la población una ordenanza del alcalde quiso impedir que se les rentara casa a los indocumentados y se les ofreciera empleo. La ordenanza no prosperó pero el sentimiento anti-hispano de la mayoría de sus habitantes se reafirmó votando mayoritariamente por Trump en la pasada elección presidencial.

Selee argumenta que a pesar de que en Hazleton y en otras partes del país persisten las actitudes xenófobas, la realidad es que el presente y el futuro evidencian el avance de la integración de los inmigrantes. Yo concuerdo con él pero hay varios factores que me hacen dudar de su predicción del futuro. Aclaro, no cuestiono su apreciación de que la integración de ambos países seguirá avanzando pero me preocupan y mucho, algunas cuestiones porvenir.

Pienso, por ejemplo, que la inviabilidad de las promesas de Trump de reactivar industrias obsoletas en viejas zonas industriales del país va a generar mayor ansiedad entre los obreros blancos cuyo nivel de vida se ha estancado o se ha deteriorado, y por tanto, su ira seguirá en aumento. También creo que el flujo de inmigrantes de países latinoamericanos y asiáticos seguirá creciendo y que la combinación de estos dos factores va a generar nuevos conflictos y mayor satanización de los extranjeros de color.

El problema, insisto, es qué va a pasar cuando la gente se dé cuenta de que los trabajos que dejaron de existir no volverán y los inmigrantes que huyen de sus países por necesidad y aspiran a vivir el antiguo sueño americano sigan llegando.

 

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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