Decรญa Cristian Campos el otro dรญa que los politรณlogos escriben mal. Y a fe que asรญ es. Yo tengo mucho respeto al oficio de escribir, por eso nunca he osado llamarme escritora. Siempre me he buscado coartadas para publicar. He escrito anรกlisis polรญticos o he escrito sobre historia, a veces de mรบsica o de cine. Escribir es para mรญ un verbo prepositivo: requiere de un โsobreโ o un โdeโ que lo justifiquen. La estรฉtica por la estรฉtica que persigue cierta literatura estรก reservada a las cabezas mรกs orondas, en alguna de sus acepciones volumรฉtrica o pretenciosa.
Es verdad que la mayorรญa de los politรณlogos escribe regular. Pero no es menos cierto que el columnista mediano es mediocre. Eso es lo que nos animรณ a los tรญmidos a publicar: si esos matados pueden, yo tambiรฉn. Lo malo del escritor sin preposiciones es que no tiene coartada. No puede decir, como el politรณlogo o el economista: vale, sรญ, este texto es de una factura menesterosa, pero te he contado cรณmo se aplica el teorema de Arrow a los resultados de las primarias francesas o te he explicado de quรฉ modo correlacionan inflaciรณn y crecimiento econรณmico en una crisis de deuda. El escritor estรก desnudo ante el lector, con sus artefactos retรณricos y su prosa cuidada, y por eso su oficio es el mรกs digno del mundo. Tambiรฉn el mรกs ultrajado.
Que politรณlogos y escritores vayan a la guerra por hacerse con los recursos escasos del periodismo me provoca mรกs bostezos que berrinches. Esto es un mercado: que cada cual compita con su pluma. Ademรกs, no tengo muy claro a quรฉ bando pertenezco, si es que quepo en alguno. Los politรณlogos escriben en prensa porque existe una demanda del producto que ofrecen, del mismo modo que la columna de reacciรณn contra su omnipresencia se ha convertido en un artรญculo trendy.
El descrรฉdito del politรณlogo me interesa mucho menos como expresiรณn de envidias mal encajadas o de belicosas miserias humanas que como fenรณmeno sociolรณgico. Si a algo se han consagrado las ciencias sociales es a la detecciรณn y el estudio de regularidades. Y el desprestigio de la politologรญa tiene escasa importancia como suceso aislado, pero mucha como expresiรณn de una tendencia que nos aclara el momento que vivimos.
A los politรณlogos se les acusa de fallar en sus encuestas. Aquรญ cabe recordar que se tiende a confundir al politรณlogo mismo con el sociรณlogo, asรญ como con profesionales de otras disciplinas sociales, al mismo tiempo que se asume que el รบnico cometido de la ciencia polรญtica es elaborar sondeos de opiniรณn. Sin duda, son tiempos de cisnes negros, pero tambiรฉn se han exagerado los errores de predicciรณn, en una vorรกgine negacionista del experto que tambiรฉn tiene algo que ver con la falta de destreza interpretativa de un gran pรบblico para el que la divulgaciรณn tรฉcnica es todavรญa una novedad.
Pero lo interesante, como digo, es que el rechazo a los politรณlogos no es un hecho singular. Coincide en el tiempo con la crisis de la democracia liberal, que condena a las รฉlites tradicionales al tiempo que encumbra a aquellos candidatos que se presentan como enemigos del establishment. El auge del populismo implica un rechazo a los polรญticos profesionales. Por eso, sus lรญderes rechazan llamarse polรญticos y niegan que sus formaciones sean autรฉnticos partidos. Trump dijo: โNo soy polรญtico, soy un hombre de negociosโ. Pablo Iglesias asegurรณ: โPodemos no es un partido polรญtico, sino un instrumento en manos del cambioโ.
El rechazo a las รฉlites de expertos y a los profesionales del establishment ha alcanzado todos los confines sociales, de tal suerte que ayer tuve noticia de la publicaciรณn del libro de un conocido economista que se titulaba asรญ: Economรญa para no dejarse engaรฑar por los economistas.
Hemos comprado la idea de que, si igualamos el valor de todos los argumentos y desprofesionalizamos todas las disciplinas, tendremos una sociedad mรกs horizontal y democrรกtica. Lo expresรณ muy bien el diputado tory Michael Gove, que defendiรณ el Brexit con esta proclama: โEste paรญs ya ha tenido suficientes expertosโ.
Asรญ, no queremos expertos falibles en ciencia polรญtica, ni en economรญa ni en la gestiรณn de la Administraciรณn. Tampoco queremos expertos en educaciรณn, como ha demostrado el reciente รฉxito de la huelga que unos padres rebeldes y empoderados convocaron contra los deberes escolares de sus hijos. El calentamiento global ha dejado de ser un objeto de estudio cientรญfico para convertirse en un asunto de opiniรณn o de fe. Ni siquiera queremos expertos en salud: nunca antes Occidente tuvo tantos problemas como hoy para vacunar a sus vรกstagos.
La incertidumbre que nos trajeron la crisis y la globalizaciรณn ha propiciado el desencanto respecto a unas รฉlites impotentes. A mรญ me pasรณ un dรญa. Fui al mรฉdico y no supo decirme quรฉ me pasaba. Me volvรญ a casa frustrada. Eso sรญ: no se me ocurriรณ pensar que acudir a un homeรณpata fuera una alternativa.
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.